sábado, 31 de octubre de 2020

(Día 1254) Alonso de Alvarado ejecutó a muchos de los rebeldes. Luego lo hizo con el cruel Vasco Godínez.

 

     (844) Alonso de Alvarado siempre fue uno de los capitanes más sensatos y razonables. Tenía también un gran prestigio, y, sin embargo, fue bastate decepcionante el conflicto que, como ya vimos, le enfrentó a Pedro de la Gasca, sin que sepamos cuál de los dos tuvo la culpa. A pesar de la bonhomía de Alvarado, no se dejaba llevar por sentimentalismos cuando la situación exigía dureza y rectitud, por lo que castigó sin contemplaciones a muchos de los rebeldes: "El mariscal dio principio en la ciudad de la Paz al castigo de aquella rebeldía. Condenó a todos los presos que Pedro de Enciso le envió, y a otros que prendieron en otras partes. A muchos de ellos los ahorcaron, a otros degollaron, y a otros condenaron a azotes y a galeras; de manera que todos quedaron bien pagados. Luego fue a Potosí, donde hizo los mismos castigos con los amigos de Egas de Guzmán y Don Sebastián de Castilla. Prendió al comendador Hernán Pérez de Párraga, que era del Hábito de San Juan, y, por una carta que le escribió a Don Sebastián pidiéndole que le apresara simuladamente con varios arcabuceros, para que no pareciese que quería unírsele voluntariamente, le quitaron los indios que tenía, y a él lo enviaron preso adonde el Gran Maestre de Malta (se  supone que adonde su representante en España)".

     Pero Alonso de Alvarado no descansaba: "Hecho el castigo en Potosí, se fue el mariscal a la ciudad de la Plata, donde estaba preso Vasco Godínez, y otros muchos con él, de los más famosos y belicosos soldados que hubo en aquellas tierras, y recibieron los mismos castigos. Fueron muchos los ejecutados y los azotados. Desde finales de junio de 1553 hasta los de noviembre del mismo año, que fue cuando llegó la noticia del alzamiento de Francisco Hernández Girón, todos los días siguientes a los festivos  se ejecutaban las sentencias de unos seis condenados. Lo cual era necesario para desembarazar las cárceles y tranquilizar a los vecinos, que estaban muy escandalizados por el alboroto que aquella tiranía había causado, pues nadie se sentía seguro; sin embargo, los maliciosos, lo tenían por crueldad, y llamaban Nerón al juez".

     Le llega ahora el turno a Vasco Godínez. Un hombre tan tortuoso y traidor, que, primeramente, se rebeló contra el Rey en compañía de Don Sebastián de Castilla y de Egas de Guzmán, y luego, como si hubiese tenido una pesadilla nocturna que le trastornó el cerebro, decidió de súbito dar marcha atrás, pero matando primeramente a sus dos socios, con la ilusa pretensión de que las autoridades legales se olvidaran de todo su pasado y le premiaran espléndidamente ese 'servicio': "El mariscal mandó arrastrar y hacer cuartos a Vasco Godínez, acusándole de muchos y grandes delitos, los cuales quedaron expresados en la sentencia. Al mariscal le pesó mucho no hallar a Baltasar de Velázquez (que había ido a Lima), pues, de haberlo apresado, lo mismo habría hecho de él que de Vasco Godínez. Los delitos y traiciones de Vasco Godínez quedaron bien calificados en las breves palabras que decía el pregonero cuando lo llevaron arrastrando (después de ejecutado) a hacerle cuartos: 'A este hombre, por traidor a Dios, al Rey y a sus amigos, han mandado matar y hacer cuartos'. Fue la frase más acertada que nunca oí (el cronista fue testigo siendo un adolescente)".

 

    (Imagen) Nada más ser ejecutado Vasco Godínez, el asesino nato y gran traidor que se rebeló contra el Rey y luego mató, para congraciarse con él, a sus dos compañeros de rebelión, Don Sebastián de Castilla y Egas de Guzmán, llegó la noticia de otro alzamiento, el de FRANCISCO HERNÁNDEZ GIRÓN, que será el último, pero más peligroso que el anterior. El cronista Inca Garcilaso vivió aquellos horrores siendo un adolescente, y nos va a dejar claro que eran tiempos en los que la religión y la superstición iban de la mano (sobre todo en él, por ser mestizo): "Siguió adelante la ejecución de la justicia, siendo muchos los muertos hasta que se conoció el levantamiento de Francisco Hernández Girón. Con aquello cesaron las ejecuciones, pues fue menester que hubiera un motín en otra parte para que el  temor de este aplacase el castigo del anterior. Esta nueva rebelión la habían pronosticado a voces los indios del Cuzco, como yo lo vi, y fue la noche anterior a la fiesta del Santísimo Sacramento (Corpus Christi). Yo, como muchacho, salí aquella noche a ver adornar las dos plazas de aquella ciudad. Estando yo junto a una esquina de la iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes, hacia las dos de la madrugada, cayó un cometa (estrella fugaz) tan grande y tan claro, que alumbró toda la ciudad con más resplandor que si fuera la luna llena. Era redondo como una bola, y tan grueso como un torre. Llegando cerca del suelo, se desmenuzó en centellas, sin hacer daño en las casas de los indios. Y se oyó un trueno que atravesó todo el aire. Al verlo y oírlo los indios que estaban en las dos plazas, a voces altas y claras, todos a una dijeron '¡auca, auca!'. Y repitieron esta palabra muchas veces, que en su lengua significa 'tirano, traidor,  fementido, cruel, alevoso', y todo lo que se puede decir de un traidor. Esto pasó el día 19 (fue el 18) de junio de 1553, en que se celebró la fiesta del Señor, y el pronóstico de los indios se cumplió el 13 de noviembre del mismo año con el levantamiento de Francisco Hernández Girón". Recordemos que el nuevo  rebelde tuvo un largo historial como conquistador hiperactivo y de extraordinario valor. Pero fue víctima de su propia osadía, y acabará en el desastre. Sin embargo va a obtener una gran victoria, la de Chuquinga, con triste resultado para el excepcional Alonso de Alvarado, pues la derrota desmoronó su personalidad, y acabó medio demenciado.





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