(845) Pronto se extendió por todas partes
lo que el mariscal Alonso de Alvarado estaba haciendo con los acusados de
rebelión, pero había rumores exagerados: "Se comentaba que el mariscal
estaba haciendo investigaciones sobre otros que vivían fuera de su
jurisdicción, y que comentaba que en
Potosí se cortaban las ramas, pero en el Cuzco se desentroncarían las raíces, a
cuya ciudad llegó ese rumor". Inca Garcilaso niega que los vecinos del Cuzco se pusieran
nerviosos por esas informaciones, como afirma el Palentino, y dice a quién, por
su mala conciencia, le preocupaban seriamente: "Solo se alteró Francisco
Hernández Girón. Pensó que el mariscal estaba haciendo alguna pesquisa contra
él, por lo que procuró llevar a cabo en breve su rebeldía. Para ello habló con
unos trece soldados amigos suyos. Entre ellos estaban Juan Cobo, Antonio Carrillo
(de quien hice mención en mi Historia de la Florida), Diego Gavilán, su hermano
Juan Gavilán, Nuño Mendiola y el
licenciado Diego de Alvarado, que presumía más de soldado valentón que de
jurista. Estos eran soldados pobres, aunque nobles y honrados. Habló también
con Tomás Vázquez, que era un vecino rico y de los primeros conquistadores,
pues se halló en el apresamiento de Atahualpa. Le fue fácil hablarle por un
enfrentamiento que Tomás Vázquez había tenido con el corregidor, Gil Ramírez Dávalos
(les dediqué sendas imágenes), el cual luego le puso en prisión con
pocas razones".
Dice Inca Garcilaso que, desde entonces,
Tomás Vázquez se la tenía jurada al corregidor, ya que no le había respetado la
dignidad que tenían ante los vecinos los que, como como él, eran importantes en
la ciudad y habían adquirido la categoría de conquistadores antiguos. Francisco
Hernández Girón se lo trabajó porque ese era su punto sensible: "De esa
manera, le incitó a Tomás Vázquez, el cual, ciego por su pasión, aceptó ser de
su bando. También habló a otro de los vecinos, llamado Juan de Piedrahita, que
era de los de menos renta de la ciudad, y de los más belicosos. Se alió con
Girón con mucha facilidad, porque le impulsó a ello su ánimo inquieto. Pero
muchos de los que le seguían a Francisco Hernández Girón, lo hicieron solo por
miedo, y así, cuando pudieron, le abandonaron y se pasaron al bando de Su
Majestad, y esa fue la causa de su destrucción final".
Después de protestar Inca Garcilaso porque
el Palentino acusaba a la mayoría de los vecinos del Cuzco de simpatías con
Francisco Hernández Girón, dice que fueron este y su grupo los únicos que
fraguaron el motín: "Yo soy hijo de aquella ciudad, y asimismo lo soy de
todo el imperio del Perú, y me duele que, sin tener culpa alguna, se haga
sospechosos de traición a quienes ganaron un imperio tan grande y tan rico, que
ha enriquecido al mundo entero. Fue Francisco Hernández Girón el que se conjuró
con los que he nombrado, con otro llamado Bernardino Robles y con otro que se
llamaba Alonso González, Este era un hombre un hombre vil y bajo, y el mayor
verdugo del mundo, que con su espada mataba a los que Girón, del que era muy
amigo, ya había perdonado, pues los degollaba antes de que llegara el aviso de
su perdón".
(Imagen) Hace tiempo que le dediqué una
imagen a DIEGO GAVILÁN GONZÁLEZ, nacido en Guadalcanal (Sevilla) hacia el año 1515.
Lo que voy a resaltar ahora es el contraste entre dos partes de su azarosa vida.
El primer tramo de sus campañas fue coronado con un escudo de armas familiar,
por su fidelidad a la Corona. Pero pronto la echó por la borda para siempre. El
escudo se lo concedió el Rey el 22 junio de 1541 en estos términos (lo resumo): "Por vos, Diego Gavilán, vecino de la
Ciudad de Lima, nos ha sido hecha relación de que, con deseo de servirnos, hará
unos diez años que pasasteis al Perú, donde estuvisteis en su conquista y en el
apresamiento de Atahualpa, y asimismo os hallasteis en la toma del Cuzco,
juntamente con el Marqués Don Francisco Pizarro. Desde allí seguisteis la
conquista, y estuvisteis muy malo, a punto de muerte. Y, andando en estas
luchas, se os murieron tres caballos, que valía cada uno mil castellanos, por
la falta que había de ellos en aquel tiempo. También en otras conquistas nos
habéis servido a vuestra costa con vuestras armas, caballos y esclavos, pasando
grandes trabajos y necesidades. Por lo cual nos suplicasteis que, en
remuneración de vuestros servicios, y para que de vos y de ellos quedase
perpetua memoria, mandásemos daros por armas, además de las que tenéis de
vuestros antepasados, un escudo hecho de dos partes: que, en la primera figuren
dos onzas (animales salvajes) con su color, en campo colorado, y, en la
otra parte, un mogote (una cima) de sierra alto con su color, y, encima
de él, una mata de ortigas verdes con cinco hojas, en campo de oro, y, por
orla, unas ondas de aguas azules y blancas. Encima del escudo un yelmo cerrado,
y, por divisa, un brazo armado con una espada desnuda en la mano". Cuatro
días después de la concesión, asesinaron a Francisco Pizarro, y se acendró la
sintonía de Diego Gavilán con su hermano, Gonzalo Pizarro. Se mantuvo a su lado
con la máxima lealtad y, tras ser derrotados en Jaquijaguana, llegó la
ejecución de Gonzalo, pero a Diego no lo mataron, aunque fue condenado a
galeras y a la pérdida de sus muchos bienes. No es de extrañar que ahora le
veamos otra vez en feroz rebeldía, concretamente, al servicio de Francisco
Hernández Girón. Se repetirá la historia:
a Girón lo van a ejecutar, y Diego Gavilán morirá de viejo en Huamanga el
año 1577. Fue un milagro que viviera tanto.
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