domingo, 1 de noviembre de 2020

(Día 1255) Inca Garcilaso, que vivía en el Cuzco, afirma que el cronista Palentino se equivocaba al decir que en en esa ciudad muchos apoyaban la rebeldía de Francisco Hernández Girón.

 

     (845) Pronto se extendió por todas partes lo que el mariscal Alonso de Alvarado estaba haciendo con los acusados de rebelión, pero había rumores exagerados: "Se comentaba que el mariscal estaba haciendo investigaciones sobre otros que vivían fuera de su jurisdicción, y que comentaba que  en Potosí se cortaban las ramas, pero en el Cuzco se desentroncarían las raíces, a cuya ciudad llegó ese rumor". Inca Garcilaso  niega que los vecinos del Cuzco se pusieran nerviosos por esas informaciones, como afirma el Palentino, y dice a quién, por su mala conciencia, le preocupaban seriamente: "Solo se alteró Francisco Hernández Girón. Pensó que el mariscal estaba haciendo alguna pesquisa contra él, por lo que procuró llevar a cabo en breve su rebeldía. Para ello habló con unos trece soldados amigos suyos. Entre ellos estaban Juan Cobo, Antonio Carrillo (de quien hice mención en mi Historia de la Florida), Diego Gavilán, su hermano Juan Gavilán,  Nuño Mendiola y el licenciado Diego de Alvarado, que presumía más de soldado valentón que de jurista. Estos eran soldados pobres, aunque nobles y honrados. Habló también con Tomás Vázquez, que era un vecino rico y de los primeros conquistadores, pues se halló en el apresamiento de Atahualpa. Le fue fácil hablarle por un enfrentamiento que Tomás Vázquez había tenido con el corregidor, Gil Ramírez Dávalos (les dediqué sendas imágenes), el cual luego le puso en prisión con pocas razones".

     Dice Inca Garcilaso que, desde entonces, Tomás Vázquez se la tenía jurada al corregidor, ya que no le había respetado la dignidad que tenían ante los vecinos los que, como como él, eran importantes en la ciudad y habían adquirido la categoría de conquistadores antiguos. Francisco Hernández Girón se lo trabajó porque ese era su punto sensible: "De esa manera, le incitó a Tomás Vázquez, el cual, ciego por su pasión, aceptó ser de su bando. También habló a otro de los vecinos, llamado Juan de Piedrahita, que era de los de menos renta de la ciudad, y de los más belicosos. Se alió con Girón con mucha facilidad, porque le impulsó a ello su ánimo inquieto. Pero muchos de los que le seguían a Francisco Hernández Girón, lo hicieron solo por miedo, y así, cuando pudieron, le abandonaron y se pasaron al bando de Su Majestad, y esa fue la causa de su destrucción final".

     Después de protestar Inca Garcilaso porque el Palentino acusaba a la mayoría de los vecinos del Cuzco de simpatías con Francisco Hernández Girón, dice que fueron este y su grupo los únicos que fraguaron el motín: "Yo soy hijo de aquella ciudad, y asimismo lo soy de todo el imperio del Perú, y me duele que, sin tener culpa alguna, se haga sospechosos de traición a quienes ganaron un imperio tan grande y tan rico, que ha enriquecido al mundo entero. Fue Francisco Hernández Girón el que se conjuró con los que he nombrado, con otro llamado Bernardino Robles y con otro que se llamaba Alonso González, Este era un hombre un hombre vil y bajo, y el mayor verdugo del mundo, que con su espada mataba a los que Girón, del que era muy amigo, ya había perdonado, pues los degollaba antes de que llegara el aviso de su perdón".

 

     (Imagen) Hace tiempo que le dediqué una imagen a DIEGO GAVILÁN GONZÁLEZ, nacido en Guadalcanal (Sevilla) hacia el año 1515. Lo que voy a resaltar ahora es el contraste entre dos partes de su azarosa vida. El primer tramo de sus campañas fue coronado con un escudo de armas familiar, por su fidelidad a la Corona. Pero pronto la echó por la borda para siempre. El escudo se lo concedió el Rey el 22 junio de 1541 en estos términos (lo resumo): "Por vos, Diego Gavilán, vecino de la Ciudad de Lima, nos ha sido hecha relación de que, con deseo de servirnos, hará unos diez años que pasasteis al Perú, donde estuvisteis en su conquista y en el apresamiento de Atahualpa, y asimismo os hallasteis en la toma del Cuzco, juntamente con el Marqués Don Francisco Pizarro. Desde allí seguisteis la conquista, y estuvisteis muy malo, a punto de muerte. Y, andando en estas luchas, se os murieron tres caballos, que valía cada uno mil castellanos, por la falta que había de ellos en aquel tiempo. También en otras conquistas nos habéis servido a vuestra costa con vuestras armas, caballos y esclavos, pasando grandes trabajos y necesidades. Por lo cual nos suplicasteis que, en remuneración de vuestros servicios, y para que de vos y de ellos quedase perpetua memoria, mandásemos daros por armas, además de las que tenéis de vuestros antepasados, un escudo hecho de dos partes: que, en la primera figuren dos onzas (animales salvajes) con su color, en campo colorado, y, en la otra parte, un mogote (una cima) de sierra alto con su color, y, encima de él, una mata de ortigas verdes con cinco hojas, en campo de oro, y, por orla, unas ondas de aguas azules y blancas. Encima del escudo un yelmo cerrado, y, por divisa, un brazo armado con una espada desnuda en la mano". Cuatro días después de la concesión, asesinaron a Francisco Pizarro, y se acendró la sintonía de Diego Gavilán con su hermano, Gonzalo Pizarro. Se mantuvo a su lado con la máxima lealtad y, tras ser derrotados en Jaquijaguana, llegó la ejecución de Gonzalo, pero a Diego no lo mataron, aunque fue condenado a galeras y a la pérdida de sus muchos bienes. No es de extrañar que ahora le veamos otra vez en feroz rebeldía, concretamente, al servicio de Francisco Hernández Girón. Se repetirá la historia:  a Girón lo van a ejecutar, y Diego Gavilán morirá de viejo en Huamanga el año 1577. Fue un milagro que viviera tanto.




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