lunes, 9 de noviembre de 2020

(Día 1261) Inca Garcilaso da los nombres de bastantes de los que huyeron del Cuzco y de otras poblaciones para ir a Lima a ponerse bajo las órdenes de los oidores de la Audiencia, representantes del Rey.

 

     (851) Luego Inca Garcilaso detalla quiénes fueron los principales de los que escaparon del Cuzco: "Garcilaso de la Vega, mi señor, Antonio de Quiñones, Diego de los Ríos, Jerónimo Costilla, Garci Sánchez de Figueroa, primo de mi padre, que no era vecino, sino soldado antiguo y benemérito de esta tierra (Inca aclaró que solo se consideraba vecinos a los que tenían encomiendas de indios). Estos cinco caballeros fueron a la ciudad de Lima la misma noche del levantamiento de Francisco Hernández Girón". En días sucesivos fueron marchando otros, y cita, en concreto, estos nombres (alguno ya mencionado antes): Juan Vasco de Guevara, con sus dos cuñados, apellidados Escalante, Alonso de Hinojosa, Juan de Pancorbo y Alonso de Mesa. Se supone que quedarían bastante indefensos los familiares que permanecieron en sus casas. Y sigue diciendo Inca Garcilaso: "Mi señor, Garcilaso, y sus compañeros se encontraron a nueve leguas de la ciudad con Pedro López de Cazalla en una heredad suya. Estaba con él Sebastián de Cazalla, su hermano, los cuales, sabiendo lo que pasaba, determinaron irse también con ellos para servir a Su Majestad. La mujer de Pedro López, que se llamaba Doña Francisca de Zúñiga, mujer noble, hermosa y de toda bondad y discreción, quiso también irse con él, no por servir a Su Majestad sino a su marido. Aunque era delicada y de poca salud, pasó sobre una mula ensillada toda la aspereza de aquellos caminos. Por la noche les proveía a todos la cena, y a la hora del almuerzo les indicaba a las indias cómo lo habían de aderezar. Todo esto y mucho más oí contar de aquella famosa señora a los que iban con ella".

     Según iban avanzando hacia su meta, los que huían de Girón consiguieron que se unieran a ellos otros que encontraron por el camino, entre ellos, Hernán Bravo de Laguna y Gaspar de Sotelo. Al llegar a la ciudad de Huamanga, los vecinos recibieron con entusiasmo a soldados tan brillantes, y, todos los que pudieron, se unieron a  su escapada hacia Lima. Luego explica el cronista que, cuando pasaron el puente del río Apurimac (el que tuvo tanta importancia para la victoria de Pedro de la Gasca contra Gonzalo Pizarro), no quisieron quemarlo, para que así pudieran seguir pasando otros fugitivos durante bastantes días. Pero tomaron la precaución de dejar allí de vigilantes a dos compañeros que, cuando consideraran que era ya peligrosa su conservación porque podría aparecer en cualquier momento la tropa de Girón con intención de pasar por allí, lo  destruyeran inmediatamente. Da luego los nombres de algunos que huyeron por otros caminos, porque no estaban en la ciudad del Cuzco, sino que se encontraban en sus encomiendas de indios: Julio de Ojeda, Pedro de Orve, Martín de Arbieto, Rodrigo de Esquivel y Don Pedro de Cabrera. De pasada, Inca Garcilaso, afirma que el cronista Palentino se equivocó al decir que Don Pedro de Cabrera le escribió una carta a Francisco Hernández Girón comunicándole que se le había adelantado rebelándose, por lo cual, para unirse en su motín, él partía hacia Lima acompañado de Garcilaso de la Vega y otros, pero con la intención de apoderarse de la ciudad, apresar a los oidores de la Audiencia y embarcarlos hacia España.

 

     (Imagen) Acaba de citar Inca Garcilaso a un primo de su padre llamado Garci Sánchez de Figueroa, y, tratando de encontrar algún dato sobre él, descubro otra historia que hace referencia a la madre del cronista, ISABEL CHIMPU OCLLO, prima de Atahualpa. Su hijo la menciona con afecto en sus obras, pero da pocos detalles, quizá por el trauma que sufrió al abandonarla su padre (obligado), para casarse con Luisa Martel de los Ríos. Sin embargo, hacia el año 1933, un historiador peruano (del que solo aparecen las iniciales A.M.Q.S.) descubrió en el Cuzco el testamento de Isabel, tras una larga peripecia de dudas, intuiciones y, finalmente, convicciones, con lo cual quedó el recuerdo histórico de la difunta enriquecido de datos. Así, por ejemplo, se ve en él que uno de sus albaceas fue el mencionado Garci Sánchez de Figueroa. En el texto, Isabel se muestra como una ferviente cristiana. El documento es del año 1571 (año en que murió), y, para entonces, Luisa y Ana del Pedroche, las dos hijas que tuvo con Juan del Pedroche, estaban ya casadas, y había nacido un hijo de la menor, lo que quiere decir (contra otras suposiciones) que Isabel se había casado con Juan del Pedroche poco después de separarse de Sebastián Garcilaso de la Vega. A lo largo del testamento aparecen numerosos nombres de parientes directos e indirectos de  su familia, incluso, como era natural, el de su hijo, Inca Garcilaso, el cual, al venir a España el año 1560 (nunca más se volvieron a ver, y su padre acababa de morir), le dejó a su madre el disfrute de una encomienda que poseía en el Cuzco, la ciudad donde ella nació, vivió y murió. De su marido, JUAN DEL PEDROCHE, apenas se conoce nada, pero vivieron juntos hasta que la muerte los separó, e Isabel hace constar que lo nombra albacea de ese testamento que comienza así: "En el nombre de Dios, amén: Sepan cuantos este testamento vieren que yo, Isabel Suárez Inca (era su nombre habitual), natural de la ciudad del Cuzco, hija legítima de Gualpe Topa y de Cusi Chimbo, mujer legítima que soy de Juan del Pedroche, estando enferma del cuerpo (solo tenía unos 50 años) y sana de voluntad, y en todo mi juicio natural, creyendo firmemente en la Santísima Trinidad y en la Santa Iglesia de Roma, hago mi testamento en la manera siguiente:…".




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