sábado, 14 de noviembre de 2020

(Día 1266) Aunque Alonso de Alvarado tenía descontentos a sus soldados por la dureza de los castigos, Francisco Hernández Girón decidió ir contra la ciudad de Lima. Su hombre de confianza era el brutal DIEGO DE ALVARADO.

 

     (856) Francisco Hernández Girón no perdía el tiempo: "Viéndose poderoso de gente, pues, además de los que mandó a Huamanga y Arequipa, vinieron a unírsele de diversas partes más de cuatrocientos hombres, determinó ir a la ciudad de Lima para enfrentarse a lo que él llamaba ejército de los oidores, evitando decir ejército de Su Majestad. Pero partió con pena, porque él había esperado que acudirían muchos más a su llamada, pues pensaba  que su llamada era por el bien general. Antes de salir, había pensado ir primeramente contra el mariscal Alonso de Alvarado, lo cual habría sido acertado para su empresa, porque toda la gente que tenía el mariscal estaba descontenta, tanto los que eran  leales servidores de Su Majestad, como los no leales, debido al rigor de sus castigos pasados, pues muchos eran parientes o amigos de los muertos, y habían sentido muy mucho su pérdida, pues, como ellos decían, había habido más sobra de castigo que abundancia de delitos". Más de un cronista dijo que Girón cometió un doble error: en su camino hacia Lima, iba perdiendo gente, y, si se hubiese dirigido a Potosí, se habría encontrado con un Alonso de Alvarado en baja forma, ya que muchos de sus soldados le estaban perdiendo el respeto por la dureza de los castigos que había aplicado.

     La tropa de Francisco Hernández Girón partió del Cuzco en dos tandas. Él salió primero, y, después, con el resto, el licenciado Diego de Alvarado. Antes de abandonar la ciudad, Girón mostró un detalle poco frecuente en las guerras civiles: "Tuvo la generosidad (aunque por sentido práctico) de permitir que todos los vecinos que quisiesen quedarse en sus casas lo hiciesen libremente. Hizo esto por parecerle que  no les gustaba su campaña, y no quería tener a su lado gente sospechosa, sobre todo si eran vecinos importantes, a los cuales muchos soldados respetaban en cualquier circunstancia. Solo a Diego de Silva le  rogó insistentemente que le acompañase, pues era bueno para su ejército una persona con autoridad. Diego de Silva obedeció, más por miedo que por amor". En total eran seis los vecinos de relieve que le acompañaron.

     Pero antes de que salieran unos y otros del Cuzco, ocurrió algo ridículo: "Llegó un soldado de Arequipa que había estado en el bando del Rey y se llamaba Juan de Vera de Mendoza, el cual era mozo y muy caballero. Y como, aunque no tenía graduación, deseaba con gran ansia ser capitán, y los del Rey no le habían elegido como tal, se presentó ante Francisco Hernández Girón con un amigo suyo llamado Mateo Sánchez, esperando gozar del título de capitán, y, su amigo, el de alférez, tan entusiasmados, que llegaron con un paño de manos puesto en una vara, a guisa de bandera. Pero, viendo Juan de Vera que hacía ya más de quince días que estaba en el ejército de Girón y no lo promocionaban, decidió abandonarlo y volverse al bando del Rey. Lo cual parece más un sainete que cosa propia de soldados. Concertó Juan de Vera con Mateo Sánchez y otros cuatro tan mozos como él huirse al anochecer. Y así, se volvieron hacia el Cuzco, pasaron el río Apurimac y quemaron el puente para asegurarse de que no podían seguirles. Cuando llegaron a la ciudad, entraron ruidosamente, de manera que los vecinos temieron que volvían los rebeldes. Cuando supieron quiénes eran, se tranquilizaron".

 

     (Imagen) Toca hablar de otra bestia: el licenciado DIEGO DE ALVARADO. Empieza bien el historiador peruano Mendiburu su reseña: "Fue uno de los españoles más detestables que hubo en Perú". Poco se sabe de Alvarado en la fase anterior a la rebeldía de Francisco Hernández Girón. Era licenciado, pero pésimo profesional, porque, como dice Inca Garcilaso, lo que le gustaba a su bronco carácter era la guerra. Mandaba ejecutar a la gente con gran facilidad y sumo placer, sin que tuviera permiso para hacerlo, aunque suele ocurrir que a los dictadores les gusta tener en sus filas a hombres brutales a los que 'les dejan hacer' el trabajo sucio. Alvarado, a diferencia del cruel Francisco de Carvajal, no tenía ninguna de sus virtudes, como el sentido del humor y del agradecimiento. Lo nombró Girón maestre de campo, prueba de que, como militar, tenía ganado un prestigio. Recordemos que a él le encargó que examinara las posibles culpas de traición de Baltasar de Castilla y Juan de Cáceres, lo que le sirvió para tomar venganza, puesto que había perdido en un duelo con el primero, y ejecutó sin pruebas a los dos. Diego de Alvarado era partidario de los hechos consumados e irremediables. En la ida hacia Lima (adonde no llegaron), Girón, como hemos visto, dio libertad a los quejosos para que abandonaran su ejército, pero Alvarado, sin permiso, les quitó antes de marchar todo lo que tenían, y, al médico Serrano, mandó darle garrote vil, que es como le gustaba ejecutar. El capitán Nuño Mendiola, según volvían al Cuzco, le aconsejó descansar un poco a Girón, quien, desconfiando, le pidió que abandonara la tropa, pero Alvarado se quedó algo rezagado, y, por orden suya, Mendiola fue ejecutado. Tras la victoria que tuvieron en Chuquinga, llegó Alvarado al Cuzco para saquear la ciudad, donde una simple sospecha de traición le impulsaba a matar, y así lo hizo con Perales, Juan Alonso Badajos, Diego de Urbina, el alférez Lozano y Aulestia. Pero DIEGO DE ALVARADO y su compañero de fatigas, el verdugo JUAN ENRÍQUEZ (con quien solía pasear buscando 'ejecutables'), tras ser derrotado Girón en Pucará, acabaron siendo ahorcados juntos en 1554. Tres años después, como se ve en la imagen, Francisca de Alvarado, natural de Medellín (Badajoz), se oponía al embargo de los bienes del licenciado Diego de Alvarado, ejecutado como traidor. Es muy probable que fueran hermanos y nacidos en el mismo lugar.




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