lunes, 23 de noviembre de 2020

(Día 1273) Aunque Girón hizo mucho daño a los soldados de Pablo de Meneses (uno de los que murieron fue el generoso Miguel Cornejo), dejó de seguirlos porque le abandonaban algunos de los suyos.

 

          (863) Pablo de Meneses y sus hombres estaban excesivamente tranquilos, confiando en la valía de Lope Martín y los hombres que había llevado consigo, como si el no tener noticias de ellos fuera síntoma de que todo les iba bien. Pero 'el lobo' andaba cerca: "Él y los de su tropa dormían descuidados, sin recelo alguno y sin centinelas. Al amanecer, uno de sus soldados, que había salido a buscar un poco de maíz, oyó ruido de gente, y vio una cuadrilla de treinta de a caballo que Francisco Hernández Girón había enviado por delante para que hicieran escaramuzas con los del bando del Rey, hasta que él y los suyos llegasen a pelear con ellos. El soldado dio la alarma avisando de los que venían. Pablo de Meneses, entendiendo que se trataba de poca gente,  no quiso retirarse, y mandó prepararse para la pelea, sin hacer caso a los que opinaban lo contrario, lo cual fue muy dañoso, porque dio lugar a que los enemigos se acercasen. Viendo entonces Meneses asomar por los arenales mucha gente de los contrarios, mandó a los suyos que se retirasen a toda prisa, y él se quedó en la retaguardia para retenerlos".

     Se produjo el primer contacto de pelea, con algunos heridos y muertos por ambas partes, agravándose el conflicto porque pronto llegó todo el escuadrón de Francisco Hernández. Los de Meneses se defendían mientras buscaban la retirada: "Duró la persecución más de tres leguas. Resultaron heridos el capitán Luis de Ávalos y seis más, y murieron unos quince, entre ellos, Miguel Cornejo, vecino de Arequipa. Y así le ocurrió porque llevaba una celada borgoñona, con la visera calada, de manera que no podía respirar por el polvo de los que huían y el mucho calor que hace en aquellos valles. No acertó a alzar la visera por la prisa que llevaba y el temor de los enemigos, y se ahogó dentro de la celada. Lo sintieron mucho los que le conocían, porque era hombre muy estimado y de mucha bondad, como la tuvo con Francisco de Carvajal y su familia, al verlos desamparados en la plaza de Arequipa (por lo que más tarde Carvajal le perdonó la vida)".

     Curiosamente, a pesar de su victoriosa arremetida, Girón mandó parar la persecución, porque se daba cuenta de que, en la galopada, muchos de los suyos se iban pasando al bando contrario, lo cual era un mal crónico de todos los ejércitos rebeldes, cuyos soldados vivían siempre temerosos de un final trágico e ignominioso: "Los enemigos llamaron a retirada, porque, aunque iban victoriosos, porque vieron que muchos de ellos, cuando perseguían a los que huían se pasaban al bando del Rey, de manera que, a toda prisa, volvieron hacia atrás antes de que entre ellos se formase algún motín. Entre los que se le huyeron a Girón aquel día, estaba un vecino del Cuzco llamada Juan Rodríguez de Villalobos, a quien él, con intención de ganárselo para su rebeldía, le había casado con una cuñada suya, hermana de su mujer. En cuanto lo supo Girón, dijo con desdén que no le pesaba nada su ausencia, y, engrandeciendo más su desprecio, dijo que todos los que no quisiesen seguirle, se fuesen adonde los oidores, pues él les daba libertad, ya que no quería compañía de hombres forzados, sino de amigos voluntarios".

 

     (Imagen) DON PEDRO DE PORTOCARRERO fue uno de los más notables conquistadores de Perú. Nació en Jerez de la Frontera (Cádiz) hacia el año 1510. Batalló en Guatemala y México bajo el mando del gran Pedro de Alvarado, con quien, posiblemente, llegó a Perú, quedándose allí, como otros muchos, cuando Alvarado se retiró por disputas territoriales. Tomó partido por Francisco Pizarro en los conflictos que tuvo con Diego de Almagro, aunque siempre le aconsejó un arreglo amistoso. Derrotado y muerto Almagro en la batalla de Salinas (año 1538), y posteriormente asesinado Pizarro, Pedro se unió al bando legal de Vaca de Castro para luchar contra Almagro el Mozo, participando en la batalla de Chupas, la de la derrota y muerte del trágico y joven caudillo. Por esa fidelidad a los Pizarro, cometió un grave error: se puso a las órdenes de Gonzalo Pizarro cuando inició la rebelión en la que mataron al virrey, habiendo incluso nombrado a Pedro capitán de caballería en el Cuzco. Allí sirvió bajo el mando del temible pizarrista Alonso de Toro, quien estuvo a punto de matarlo dos veces por desconfiar de su fidelidad. Algunos indicios habría, porque, aunque Pedro entró triunfante con Gonzalo Pizarro en Lima después de que el virrey fuera derrotado, no tardó mucho en pasarse al bando de Pedro de la Gasca, y participó decisivamente a sus órdenes en la derrota y muerte de Gonzalo Pizarro. Ahora le veremos sufrir un fracaso frente al rebelde Francisco Hernández Girón en Villacurí. Pero no será definitivo, porque, en la siguiente batalla, la de Pucará, conseguirán vencerlo. Girón logró huir, pero le duró poco la esperanza, ya que un grupo de soldados, con dos capitanes y bajo el mando, precisamente, de PEDRO DE PORTOCARRERO, lo apresaron, lo entregaron a los oidores de la Audiencia de Lima y fue ejecutado a finales de 1554. Pedro se casó entonces en Lima con María Antonia de Escobar (enviudada ya dos veces y probable introductora del trigo en Perú), de cuyo enlace nació un solo hijo, Pedro Portocarrero Escobar. El año 1555, como se ve en la imagen, le daban a Pedro en Lima un plazo de un año para presentarse (en persona o por medio de su procurador) en el Consejo de Indias, aportando pruebas de que él y su mujer tenían derecho a dos encomiendas de indios. (Se suele decir, erróneamente, que se casaron el año 1559).




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