lunes, 30 de noviembre de 2020

(Día 1279) A pesar de que Alonso de Alvarado supo que Girón ya no podía aguantar el cerco, y de que sus consejeros le insistían en que no le atacara aún, siguió firme en su propósito de hacerlo.

 

     (869) Venida la noche, Pedro de Piedrahita salió con tres docenas de arcabuceros a hostigar a los del mariscal, pero volvió al amanecer  de vacío. Incluso Rodrigo de Pineda,  capitán de Caballería de Girón, con la excusa de que iba a echarle una mano a los de Piedrahita, se había pasado al bando contrario, y habló con el mariscal Alonso de Alvarado: "Le dijo que la mayor parte de los de Girón, si no fuese por la mucha vigilancia que tenía, le abandonarían, que aquella misma noche huiría, y que era muy fácil vadear el río. Tras oírlo, el mariscal, habló con los capitanes y vecinos exponiéndoles lo que Rodrigo de Pineda había dicho, y les dijo que estaba decidido a acometer al enemigo. Muchos de los consultados, se opusieron a la idea, dando razones suficientes de que no convenía de ninguna manera atacarle  a Girón en su fuerte".

     Alonso de Alvarado estaba aferrado a su idea de atacar. Por  petición suya, les contó también Rodrigo de Pineda a los capitanes su convencimiento de que lo mejor era atacar, porque, si no lo hacían, esa misma noche huiría del fuerte, ya que no le quedaba comida y su gente estaba atemorizada. Además, si lograba escapar, sufrirían mucho daño los que le siguiesen, porque los caminos eran muy malos. Los capitanes le respondieron, como ya dijeron al principio, que lo mejor sería dejarle huir, porque así su tropa se iría deshaciendo sin necesidad de arriesgar un solo soldado: "Sin embargo, el mariscal dijo que no era cosa acertada, pues no cumplía con la obligación que él tenía, ni convenía a la honra de tantos caballeros y buenos soldados como allí estaban, que Francisco Hernández anduviese desasosegando y robando aquellas tierras con su gente, y que, aunque hubiera algún inconveniente, él estaba determinado a darle batalla. Con lo cual se  fueron descontentos de la tienda del mariscal muchos de los principales capitanes. Y, al salir, dijo Gómez de Alvarado, muy desabrido: 'Vamos, pues, ya, que bien sé que he de morir'. Luego volvieron adonde el mariscal más de treinta vecinos del Cuzco y de las Charcas, entre los que estaban Lorenzo de Aldana, Juan de Saavedra, Diego de Maldonado, Pedro Hernández Paniagua, el licenciado Polo, Juan Ortiz de Zárate, Alonso de Loaysa, el factor Juan de Salas, Martín de Meneses, García de Melo, Juan de Berrio, Antón Ruiz de Guevara, Gonzalo de Soto y Diego de Trujillo, todos ellos ganadores del Perú".

     Veían tan claro que aquello iba a ser un desastre, que le pusieron a Alonso de Alvarado ante los ojos nuevamente sus razones. Le recordaron que el mismo Rodrigo de Pineda había dicho que los enemigos se encontraban ya a falta de alimentos. Le dijeron que Girón tendría que huir y sería fácil seguirle, contando, además, con que los indios le podían cortar los caminos: "Le aseguraron que acometer al enemigo en sitio tan fuerte era enviar a sus capitanes y soldados al matadero, y que mirase bien las ventajas que tenía sobre su contrario, pues le sobraba lo que a él le faltaba de alimentos, de ayuda de los indios y de todo los necesario para quedarse quietos, por lo que debía procurar alcanzar la victoria sin daño de los suyos, sobre todo porque tenía al enemigo tan sujeto y rendido como estaba".

 

     (Imagen) Sigamos con el informe de Pedro de la Gasca. Nos revela otro problema: "Los caciques ejercitan gran tiranía en sus indios, tanto por los excesivos castigos que les suelen dar, como en los tributos que les imponen". Dice que la llegada de los españoles lo agravó, porque les consentían a los caciques cosas que antes se les prohibía. Y afirma: "Por eso yo dejé ordenado que se tasase lo que los indios han de dar a sus caciques. Creo que también dejé bien establecido, de acuerdo con los mineros, lo relativo a las labores en las minas, prohibiendo que se se les obligara a los indios a trabajar en ellas". Después hace una sagaz descripción de un serio problema: "Todos los males de aquella tierra vienen del exceso de gente que en ella hay, pues, con la fama del oro y la plata que en ella existe, toda la gente perdida de España, y de fuera de ella, procura ir allá con mil engaños, evitando las prohibiciones". Uno de los trucos era irse a otros destinos de las Indias, para luego pasarse al Perú. Nos hace ver que las tierras peruanas tenían el atractivo de la quimera del oro: "Y así, cada día llegan al Perú más ladrones, y los que acá no lo son, allá pronto se hacen, por necesidad o por envidia que tienen de ver a otros ricos y a ellos pobres, y cuanto más son de buenas familias en España, antes se pervierten, pues no pueden soportar que los que en España serían menos que ellos, allí lo sean más. Esta gente excesiva, con sus pretensiones y codicias, desea que haya desasosiegos y revueltas, para vivir de ello, y es la que inquieta y procura robar a los indios. Por ello, lo que más importa para el bien de aquellas tierras es que no llegue más gente, y que se vacíe el exceso que de ella hay". Nos aclara también algo que ya vimos. Cuando iba a enfrentarse a Gonzalo Pizarro, pidió ayuda de soldados a distintos gobernadores, y luego anuló su petición. Lo hizo porque ya se encontraba suficientemente fuerte. Pero nos descubre otra razón: "Comprendí que, aunque me ayudaran a castigar a Gonzalo Pizarro, me quedaría después, sin duda, otra contienda con los recién llegados, y di orden de que se apresara a quien quisiera entrar en Quito o en Perú". Después estableció controles en todos los puertos, de manera que nadie pudiese desembarcar sin que, previamente, el corregidor de la zona examinase cada caso y diera su permiso. La imagen muestra una petición del Rey al Vaticano para que La Gasca, tras su victoria, fuera autorizado a presidir la Audiencia de Lima con atribuciones civiles y criminales.(Continuará).




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