(854) Allá en Potosí, Alonso de Alvarado,
tras zanjar como pudo el problema de los que habían tenido responsabilidades en
el alzamiento de Castilla, Guzmán y Godínez,
empezó a prepararse para la lucha contra Francisco Hernández Girón. En
la Audiencia de Lima se tomaron también medidas, incluso algunas de carácter legal
destinadas a calmar a la gente: "Pocos días después, le llegaron a
Alvarado dos provisiones de los oidores de Lima: en una, mandaban suspender por
dos años la disposición que prohibía el servicio personal de los indios, y las
demás que habían provocado el descontento de los vecinos y soldados, pues
sabían muy bien que era eso lo que alteraba aquellas tierras, y no la mala
voluntad de sus moradores; en la otra provisión, nombraban al mariscal Alonso
de Alvarado capitán general de aquella guerra contra Girón. De inmediato,
nombró capitanes, y le ofreció el cargo de maestre de campo a Gómez de
Alvarado, pero no lo aceptó porque lo pretendía un cuñado del mismo mariscal,
hermano de su mujer, que se llamaba Don Martín de Avendaño, y el mariscal le
concedió la plaza por insistencia de su mujer, aunque contra su voluntad, pues
era muy mozo y tenía muy poca o ninguna experiencia militar; pero lo decidió
así por no tener conflictos en su casa. Pidió a los curacas (caciques)
que aportasen muchas provisiones para los soldados, y unos nueve mil indios
para llevar cargas cuando el ejército se pusiese en marcha".
Por su parte, también Francisco Hernández
Girón aceleraba sus preparativos: "Envió a Tomás Vázquez con cincuenta
soldados a Arequipa para que tomase la ciudad y pidiese a los de su cabildo que
lo nombrasen (a Girón) capitán general y justicia mayor del Perú, como
lo habían hecho en el Cuzco. Después de hacer de su bando a Francisco Núñez con
caricias y halagos, aunque podía más el miedo que los beneficios, lo envió con
Juan Gavilán y otros cuarenta soldados a la ciudad de Huamanga, para que
hiciese allí lo mismo que Tomás Vázquez en Arequipa, pues las dos ciudades
habían mostrado simpatía con su alzamiento enviándole embajadores. Pero, en
realidad, Francisco Hernández Girón lo hizo más por hacer creer a todo el Perú
que aquellas ciudades se habían pasado a su bando, que por esperar que le iban
a conceder lo que les pedía, pues bien sabía que las dos se habían apartado de
todo lo que le habían prometido y ofrecido con sus mensajeros. Sus capitanes
llevaban también cartas para personas particulares, y él les pidió a los del
cabildo del Cuzco que también les enviasen mensajes a las dos ciudades apoyando
su alzamiento, y a la villa de la Plata, y, por su parte, escribió, además, a
muchos vecinos de las Charcas, al mariscal Alonso de Alvarado y a su mujer,
Doña Ana de Velasco. Cosas que son más para reír que para hacer caso de ellas,
de manera que ninguno le respondió".
Los oidores, viendo que Francisco Girón
iba cogiendo cada vez más fuerza y que sus partidarios aumentaban, hicieron los
nombramientos del ejército que estaban formando. El puesto clave de maestre de
campo se lo confiaron a Pablo de Meneses. Designaron como capitanes de
caballería a Don Antonio de Ribera, Diego de Mora, Melchor Verdugo y Don Pedro
Luis de Cabrera. Estos dos últimos rechazaron las propuestas, porque, dice el
cronista, "les parecía que merecían ser generales de ejércitos
mayores".
(Imagen) Vemos ahora los nombramientos que hicieron los oidores de Lima para enfrentarse al alzamiento de Francisco Hernández Girón. Entre los escogidos estaban PABLO DE MENESES y MELCHOR VERDUGO. Pero Melchor no aceptó el cargo de capitán por creer que merecía un puesto mejor, dando pruebas, una vez más, de su estilo independiente y alocado. A los dos les dediqué sendas imágenes, que necesitan algún retoque. Cuando hablé de Meneses, aludí al serio conflicto que tuvo con Martín de Robles, provocado en los inicios de la rebelión de Don Sebastián de Castilla, poco antes de que este matara a Pedro de Hinojosa. Lo atribuí a cuestiones económicas, pero, en realidad, los soldados rebeldes, para conseguir que Martín de Robles se uniera a ellos, trataron de enemistarlo con Pablo de Meneses mediante la sibilina mentira de que tenía un romance con su mujer. De hecho, se desafiaron a duelo, pero todo se aclaró, e incluso establecieron los dos el compromiso de una futura boda de Meneses con la hija de Robles (entonces una niña). De MELCHOR VERDUGO ya vimos que, como hombre rico, preparó unos barcos y luchó contra Gonzalo Pizarro, aunque a Pedro de la Gasca no le gustó su colaboración por ser anárquica y llena de brutalidades (no es casualidad que, entre sus hombres, estuviera el trastornado Lope de Aguirre). Sabiendo el odio que le tenían en Panamá, no quiso aceptar sus servicios, y le ordenó que se retirara a Cartagena de Indias. Entonces Verdugo decidió ir a España a pedir el amparo del Rey y que le premiara sus esfuerzos, pero se tenía ya una amplia información de sus andanzas piratescas, muy diferentes a los méritos que alegaba, por lo que, en diciembre de 1552, le rechazaron sus pretensiones, y, además, se le despojó del Hábito de Santiago que tenía concedido, dato que el cronista Inca Garcilaso no conocía, pues nos acaba de decir que era comendador de dicha orden de caballería. Chasqueado Verdugo, volvió a Perú en el momento preciso del comienzo de la rebelión de Francisco Hernández Girón. Algún tiempo después, se dio la paradoja de que nombraron caballero de la Orden de Santiago a PABLO DE MENESES, el cual murió en 1557. En esto fue más afortunado MELCHOR VERDUGO, ya que siguió vivo hasta el año 1567.
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