(858) Tampoco le fue bien al capitán Francisco Núñez: "Había
salido del Cuzco con cuarenta soldados para tomar posesión de Huamanga, y se
encontró con lo mismo que Vázquez en Arequipa, pues todos los vecinos,
arrepentidos de su primera idea, se fueron a Lima para servir a Su Majestad.
Solo se unieron a él Juan Alonso de Badajoz y Sancho de Tudela, un viejo de
ochenta y seis años, que siguió a
Francisco Hernández Girón hasta que terminó su tiranía, y, después de ella, lo
mataron por él". Cuando llegó Girón a Huamanga se sintió muy decepcionado,
aunque le animó un poco que dos soldados de Lope Martín (de los que el cronista
solo dice que eran famosos), tras abandonarlo, se unieron a él, y le dieron
valiosa información de todo lo que quería saber de las tropas enemigas. Después
partió de la ciudad con unos seiscientos soldados. Tanto él como sus enemigos
enviaban espías por delante. Así ocurrió que Juan de Piedrahita, uno de los de
Girón "se enteró por los indios
(que, como hemos dicho, hacen a dos manos) de que Jerónimo Costilla (del
bando de los oidores) estaba muy cerca de él y con poca gente".
Sabiendo que tenía pocos soldados, fue en su busca cabalgando toda la noche:
"Al amanecer, llegó donde estaban, y, hallándolos desapercibidos, los
desbarató, prendió a tres y se volvió con ellos".
Pero, donde las dan las toman. Se juntó
Jerónimo Costilla con Jerónimo de Silva, atraparon a un indio que servía al
capitán Salvador de Lezama, que ya se había juntado con Juan de Piedrahita, le
apretaron bien las tuercas y consiguieron que les dijera dónde estaba su amo y
con cuántos soldados. Entonces pidieron refuerzos a los oidores, y les enviaron
a Lope Martín con sesenta hombres: "Los cuales, ya todos juntos, les
dieron tal mano a los contrarios, que, aunque eran soldados famosos, provistos
de arcabuces y refugiados en un fuerte, se rindieron tras haberles dado
promesas de que les perdonarían sus delitos si se pasaban al bando del Rey.
Todos salieron del fuerte y se dejaron prender, menos uno que escapó y fue a
darle la noticia a Francisco Hernández Girón. El cual sintió muy mucho aquella
pérdida, porque confiaba mucho en Lezama, y los soldados eran de los más
escogidos de su ejército".
No obstante, de alguna manera se impuso el
engaño. Llevaron a los presos adonde los oidores, y mandaron que se ahorcase a
todos. Pero era tan ruin la orden, que los mismo soldados que los habían
derrotado, temiendo futuras represalias, protestaron fuertemente: "Les dijeron
que ellos no saldrían a ningún tipo de
escaramuza contra los enemigos, pues, en revancha, los contrarios harían lo
mismo que pretendían los oidores, y ahorcarían a los que prendiesen aunque no
hubiera motivos para hacerlo. Algunos capitanes se pusieron de su parte para
contentarlos, y suplicaron a los oidores que moderasen su orden. Por lo cual,
decidieron enviar a Lezama y a los suyos al licenciado Altamirano, oidor de su
Majestad, para que hiciese lo que creyera conveniente. El cual mandó ahorcar a
Lezama y a otros dos de entre los más culpables, y a los demás los desterró del
Perú".
(Imagen) Habrá que añadir algunas pinceladas a lo que ya conté sobre el extremeño JUAN
ALONSO DE BADAJOZ, puesto que ahora le vemos en unas circunstancias decisivas,
y próximo a morir. Era muy veterano, y, en un principio, de la total confianza
de los hermanos Pizarro. Hasta el punto de que, cuando el tesorero Riquelme se
puso en marcha hacia España para denunciarlos por supuestas infracciones
legales, Francisco Pizarro le pidió a Juan Alonso de Badajoz que lo alcanzara
en el camino y le hiciese cambiar de idea, operación que, tras recorrer muchos
kilómetros, le salió redonda. Sin embargo, después se puso de parte de Diego de
Almagro en los conflictos que tuvo con Francisco Pizarro. Y, lo que es más
grave, muerto Almagro, se alió con su hijo, Diego de Almagro el Mozo, y
colaboró en el asesinato del gran conquistador. Pero extrañamente, como dije,
nunca fue castigado por su pertinaz rebeldía. Y así le vemos ahora a punto de
luchar, con casi 70 años, en la batalla de Chuquinga junto al rebelde Girón,
tan identificado con él, que vestía de la misma manera. Eso le costó la vida.
Un soldado apellidado Perales (que también acabó trágicamente), buen artillero,
creyó que era Girón (del que había desertado), y lo mató de un arcabuzazo en el
pecho, lo que provocó la huida (momentánea) de algunos de los rebeldes, pues
daban por hecho que el muerto era su jefe. Los de Girón ganaron la batalla, y,
entre ellos, estaba el incorregible rebelde Lope de Aguirre (cuya firma vemos
en la imagen). Entonces solo era conocido por la monstruosa tenacidad que demostró
persiguiendo durante más de un año, y matando finalmente, al juez Esquivel,
quien había mandado que lo azotaran tras haber cometido una infracción. En esta
batalla de Chuquinga, también Aguirre recibió un pelotazo de arcabuz, y lo dejó
cojo de por vida, lo que no le impidió protagonizar su terrorífica aventura en
el descenso del Amazonas, en la que iban bastantes a los que, como a él, les fueron
perdonados delitos cometidos. Unos años antes de morir JUAN ALONSO DE BADAJOZ,
logró legitimar en Lima, como vimos, a Pedro y Benito de Badajoz, dos hijos que
tuvo con una india soltera llamada Catalina, pero con un fin determinado:
"para que pudieran obtener honras y
oficios en las Indias".
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