(864) Por lo que dice el cronista, se ve
que los soldados de Meneses huyeron desperdigados: "Como sus hombres
escapaban a rienda suelta, se desvió del camino y fue a Chincha con otros tres
que le siguieron. Los enemigos, según se retiraban de vuelta, fueron recogiendo
cuanto en el camino hallaron, pues los leales a la Corona, por aligerar sus
caballos y mulas, lo habían echado, como hacen los navegantes cuando temen
ahogarse con la tormenta". Luego cuenta una anécdota que muestra, una vez
más, su aprecio por los caballos: "Voy a contar algo que ocurrió en
aquellas circunstancias, y se refiere a la lealtad de un caballo que yo conocí.
En aquel trance de la huida, se hallaba un caballero del bando de Su Majestad,
vecino del Cuzco, y uno de los primeros conquistadores de aquel imperio, que se
llamaba Juan Julio de Ojeda. Iban todos huyendo a rienda suelta, y él cayó del
caballo, el cual, viéndolo caído, aunque iba corriendo entre más de trescientas
cabalgaduras, se paró de repente, sin menearse hasta que su dueño se levantó y
subió en él, salvando su vida por la lealtad del caballo, a lo cual se le dio
mucha importancia por ser cosa tan rara".
Está claro que esta primera 'batalla' de
Villacurí, que ganó Francisco Hernández
Girón, resultó un levísimo enfrentamiento militar, en el que su victoria se
debió a la huida de sus enemigos al verse sorprendidos con su llegada. Pero
afectó a la moral de los derrotados, y surgieron problemas en la Audiencia de
Lima. Además, ya antes de que ocurriera la humillante desbandada, los capitanes
y soldados desconfiaban de la competencia
militar de los dos capitanes generales, el licenciado Santillán y el
obispo Loaysa: "Cuando llegó al campamento general la noticia del
desbarate de Villacurí, quedaron todos asombrados, porque contaban con la
superioridad de Pablo Meneses sobre el enemigo. Los oidores, capitanes y demás
consejeros se alteraron mucho, y todos coincidían en que las divisiones de
opinión que había entre los dos capitanes generales habían sido la causa de
aquella pérdida de la reputación del ejército imperial, aunque sabían que
habían ganado en gente, porque muchos del bando del tirano se pasaron al suyo.
Por ello, se juntaron todos y acordaron destituir, por provisión real a los dos capitanes generales, que Pablo de Meneses
hiciese el oficio de capitán general, y Don Pedro de Portocarrero fuese maestre
de campo. Lo cual también fue criticado por muchos, diciendo que, a un jefe
militar que había perdido una batalla como aquella, en lugar de castigarlo, le
aumentaban la honra, subiéndole a maestre de campo, en lugar de rebajarlo a la
altura de un soldado".
Se les comunicaron a los dos capitanes
generales su destitución, y, aunque la recibieron de muy mala gana, la
acataron: "Se ordenó que persiguieran
al tirano rápidamente ochocientos hombres, pero se retrasó la salida
tres días, porque también sobre esto hubo muchas discusiones. El licenciado
Santillán se disponía a volver a Lima, pero con sus parientes y amigos, que
eran muchos, pues casi llegaban a ciento cincuenta personas. Uno de sus amigos
le dijo que sería un escándalo que llevase a tantos, pues hasta se pensaría que
intentaba rebelarse. Por lo cual, el licenciado despidió a todos, y solo partió
con sus criados".
(Imagen) Al preparar su ejército, Alonso de Alvarado nombró, entre sus capitanes, a
Juan de Larrínaga Salazar (casado con Francisca de la Mina Medel), quien
enderezó su rumbo rebelde pasándose al ejército de Pedro de la Gasca, y
permaneció para siempre fiel a la
Corona, llegando a vivir, enriquecido, 95 años. Como ya le dediqué una imagen,
toca hablar de su hijo, LEANDRO DE
LARRÍNAGA SALAZAR, el cual, como hombre culto, corrigió el apellido familiar,
pues en las crónicas aparece como 'de la Reinaga'. Nació el año 1563 en Osorno
(Chile), lo que revela que su padre anduvo también por aquellas tierras, aunque
la familia volvió a Lima dos años después. No todos los españoles eran
conquistadores. Algunos escogieron caminos menos violentos, como el de los
mercaderes, clérigos, letrados y funcionarios. Leandro nació con una clara
inclinación intelectual, y, siendo muy joven, inició sus estudios de leyes en
San Marcos, la universidad limeña, oficialmente considerada como la primera
creada por los españoles en las Indias. No solamente hizo una brillante
carrera, sino que, además, se convirtió en una de las figuras principales de dicho 'templo de la sabiduría', donde
alcanzó el grado de doctor (el primer criollo que lo obtuvo), ejerció como
catedrático y tomó el mando de la entidad, siendo cinco veces su rector. A lo
que se unieron cargos políticos, como el de regidor perpetuo del cabildo de Lima. Su prestigio le dio
acceso a la cercanía de los virreyes, convertido en su consejero, obteniendo
así honores como el de caballero de la Orden de Calatrava, y, entre otros
cargos, el de abogado oficial de los indígenas. Hay un curioso documento (el de
la imagen), redactado el año 1600, en el que se propone como oidor de Tierra
Firme (Centroamérica) a LEANDRO DE LARRÍNAGA, abogado de la audiencia de Lima.
Se trataba de sustituir al oidor Alonso de la Torre, que tenía más de 70 años, no veía y llevaba más de ocho meses muy
enfermo en la cama. Y lo estaba por la insalubridad de la zona. En el escrito
se dice: "Como esta tierra es muy enferma, los que sirven aquí dos años
pueden adquirir los méritos de (los que luchan en) Flandes, por las
continuas enfermedades y el riesgo de la vida". No se sabe si Leandro se
atrevió a ir a semejante infierno. Murió en Lima el año 1624, y su mujer, Juana
Cervera de Rivadeneira, en 1653.
No hay comentarios:
Publicar un comentario