viernes, 27 de noviembre de 2020

(Día 1278) Empezaron los conatos de ataque entre los dos bandos. Los más sensatos le aconsejaron al impaciente Alvarado que utilizara el cerco y no la lucha directa, pero no hará caso.

 

     (868) Antes del amanecer, llegaron los enviados por el mariscal frente al lugar en que estaban los enemigos, y procuraron acercárseles lo más posible: "Estando así quietos, los descubrió un indio de los de Francisco Hernández Girón, que dio aviso a su amo. Cuando lo supo, ordenó su gente, y, de una parte y de la otra, se lanzaron arcabuzazos sin daño alguno, porque estaban lejos". Lo que dice después el cronista parece más bien una anécdota imaginada por comentarios populares: "Los soldados de Francisco Hernández se pusieron desparramados y cubiertos por los árboles. Los del mariscal bajaron muy ufanos por una cuesta para trabar escaramuza, y, llegados a tiro de arcabuz, para señalarse más dijeron cómo se llamaban. El alférez de Juan Remón, que se llamaba Gonzalo de Mata, poniéndose cerca de los enemigos, gritó: 'Yo soy Mata'. Uno de los contrarios, que estaba encubierto, dijo: 'Yo te mato'. Y le dio un arcabuzazo en los pechos, de lo que cayó muerto en tierra". También murieron varios más, sin ver siquiera quiénes les disparaban. Entonces el mariscal Alonso de Alvarado envió más capitanes con gente parta reforzar la escaramuza: "La cual duró hasta las tres de la tarde, sin obtener ninguna ventaja en la pelea, pues, entre sus muertos y heridos, hubo más de cuarenta personas. Uno de los muertos era un caballero, mozo de 18 años, que se llamaba Don Felipe Enríquez, lo que causó mucha lástima. En el otro bando salió herido el capitán Larrínaga. Con tanto daño como recibieron los del Rey, perdieron parte de su valentía. Durante la pelea, Sancho de Bayona y otro soldado se pasaron al bando del mariscal, y, al de Girón, un soldado apellidado Bilbao".

     Una vez más, el mariscal se va a mostrar dubitativo con respecto a los consejos de sus mandos, importantes veteranos que ya nos resultan como de la familia: "Platicó luego, sobre lo que se debía hacer, con Lorenzo de Aldana, Gómez de Alvarado, Diego de Maldonado, Gómez Solís y otras personas principales de su campo. Mostraba tener gran voluntad de acometer al tirano, porque el soldado Sancho de Bayona le había dicho que, sin duda, Girón huiría. Lorenzo de Aldana y Diego de Maldonado lo tomaron aparte, y le aconsejaron que no  diese la batalla, sino que tuviese paciencia, porque  él le aventajaba mucho a Girón en gente, y contaba con muchos indios, mientras que los enemigos solo tenían el fuerte, de manera que, acosándolos con los indios, los pondría en situación de hambre y necesidad, de forma que se verían obligados a salir huyendo del fuerte, en cuyo caso sería fácil desbaratarlos, o que todos o la mayor parte de la gente se le pasase a su bando, sin que él perdiera un solo hombre". Era una estrategia llena de sentido común, que les pareció muy sensata a muchos de los principales capitanes, pero otros asesores no estaban de acuerdo. Martín de Robles y algunos más pedían que se diese ya la batalla. Lorenzo de Aldana volvió a insistirle a Alvarado en que no lo hiciera, y, de momento, estuvo de acuerdo en limitarse a disparar al enemigo desde una altura para cansarlos, con el fin de forzarle a Girón a rendirse o a salir del fuerte para darles la batalla en campo abierto". Le hizo esa promesa a Lorenzo de Aldana, pero, aunque la mayoría de sus soldados preferían esperar, el mariscal Alonso de Alvarado se dejará llevar por el ansia compulsiva de atacar.

 

     (Imagen) Hay un documento sumamente interesante de Pedro de la Gasca, y muy amplio (ocho extensos folios), que merece la pena que resuma, ya que pone el dedo en la llaga, con clarividencia, sobre los especiales problemas que originaron las guerras civiles, dando consejos para que no volvieran a ocurrir. Lo escribió el 17 de octubre de 1554 desde Villamuriel, ya como obispo de Palencia, y no se sabe a quién iba dirigido. Empieza diciendo: "Por la carta que recibí de vuestra señoría, tengo por cierto que ya ha terminado la alteración de Francisco Hernández Girón, y que ha sido castigado". Luego añade que Girón no tenía carisma suficiente para encabezar su alzamiento, y da algunos consejos de organización administrativa, sobre todo relativos a evitar malos tratos a los indios. Es partidario de que los indios se puedan gobernar por sí mismos en asuntos menores y según sus antiguas costumbres, "porque entienden mejor sus cosas". Explica muy bien el problema del 'servicio personal de los indios', cuya prohibición (de la que él siempre fue partidario) provocó muchas alteraciones de los españoles, que los utilizaban como porteadores de cargas y como peones de la construcción de sus casas. Él lo prohibió tajantemente: "No quise imponer el servicio personal a los indios,  porque las cargas fatigan y disminuyen a los indios, y hasta parece que es una servidumbre de esclavos. Ya lo practicaban los incas, pero de manera más moderada comparado con los usos de los españoles, pues les obligan a grandes trabajos haciendo casas y otras cosas, por lo que gran número de ellos han muerto, pues a veces ni les daban de comer. Yo no me atreví a quitar todo el servicio personal, porque sabía que no me obedecerían, pero lo limité lo más que pude, permitiendo solamente que los indios sirvieran dentro de las casas,  y para traer hierba y leña". También prohibió que se obligase a los indios del llano a trabajar en la sierra, y viceversa, porque la falta de aclimatación hacía estragos.  Sin embargo, aún no había llegado el tiempo de tener esa preocupación con los esclavos: "Manifesté a los españoles que, en breve tiempo, se proveyeran de negros, porque el servicio personal de los indios lo iba a quitar del todo. Y así lo hice, porque esta ha sido la mayor pestilencia para los indios del Perú. Ya que ahora hay allí bestias de carga, no hay razón alguna para que estos desventurados sirvan en oficios viles, con tanta fatiga y mortandad". (Continuará).




No hay comentarios:

Publicar un comentario