jueves, 26 de noviembre de 2020

(Día 1276) Alonso de Alvarado fue recibido con entusiasmo en el Cuzco, pero decepcionó a su tropa por un acto cruel: ejecutó a los soldados Pedro Franco y Gabriel de Pernía.

 

     (866) La entrada de Alonso de Alvarado con su numerosa tropa en el Cuzco fue una fiesta para todos. Ya hablamos de lo extraño que resultaba ver a grandes dignidades de la Iglesia peleando en las batallas, algo que no gustaba demasiado a los soldados. Es de suponer que también el clero estuviera confuso: "El obispo del Cuzco, Don fray Juan de Solano, con todos sus clérigos, salió a recibir al mariscal y su ejército, y les echó la bendición; pero, escarmentado de las jornadas que anduvo con Diego Centeno, no  quiso seguir la guerra, sino quedarse en su iglesia rogando a Dios por todos". Se ve que los puentes de aquellos ríos caudalosos y montañosos eran de quita y pon, ya que hacía falta reconstruirlos para atravesar el Apurimac y el Abancay. Dio la orden Alvarado con el fin de perseguir a Girón, pues no sabía con certeza dónde estaba. Pero entonces le llegó desde la audiencia de Lima la  noticia de la derrota de Pablo de Meneses en Villacurí, y decidió dar la vuelta con intención de cortarle el paso hacia Arequipa, y puso su ejército en marcha forzada para alcanzarle cuanto antes.

     Entonces ocurrió un incidente cruel que en tiempos pasados habría sido impropio de Alvarado: "Según avanzaban, cuatro de sus soldados huyeron para unirse a Francisco Hernández Girón, habiendo hurtado dos buenas mulas, una de Gabriel de Pernía, y otra de Pedro Franco, dos soldados famosos. El mariscal, tras saber de quiénes eran las mulas, mandó dar garrote a los dueños, sospechando que ellos se las habían dado, lo cual alteró al ejército, y los soldados maldecían al mariscal por su brutalidad". Los huidos le hicieron saber en secreto a Girón que el mariscal se dirigía hacia Parihuanacocha, y el poderío del ejército que llevaba. Él lo ocultó, animó a sus soldados para que confiaran en la próxima victoria que les esperaba, y les ordenó prepararlo todo para llegar antes que el mariscal a aquellas tierras, hacia donde partieron el día ocho de mayo.

     Fue el mariscal el primero que se presentó en aquel lugar (aunque no era el destino final), de una dureza climática extrema, hasta el punto de que se le murieron más de sesenta caballos. Veremos más tarde que volvió a ocurrir algo revelador del cambio de carácter del mariscal: "En Parihuanacocha tuvieron que dejar enfermo de flujo de vientre al capitán Sancho de Ugarte, donde falleció en pocos días. Los corredores prendieron a un corredor de Girón, se lo llevaron al mariscal y, para que no lo mandase matar, le dijeron que se había juntado con ellos para servir a Su Majestad. Por este soldado supo el mariscal que Francisco Hernández Girón estaba a menos de veinte leguas. El capitán Diego de Almendras solía apartarse para matar a animales bravos. Se topó en unas peñas con un negro del sargento mayor Villavicencio, que andaba huido. Almendras quiso atarle las manos para llevárselo a su amo. El negro, cuando lo vio cerca, se tiró al suelo, le asió de ambas piernas, le empujó con la cabeza, le hizo caer de espaldas y, con sus propias daga y espada, le dio tantas heridas, que le dejó casi muerto. Después huyó para juntarse con los parientes suyos que andaban con Francisco Hernández".

 

 

     (Imagen)  Puse a mi blog dos nombres, 'El Drama de las Indias' y 'Españoles en las Indias'. Y acerté, por casualidad. Hubo allí biografías gloriosas, a cuyos protagonistas todo el mundo conoce. Pero también miles de héroes a los que vemos pasar fugazmente y desaparecer en las sombras del tiempo. Todos ellos merecen reposar, bajo un arco de triunfo, en una tumba  dedicada al soldado desconocido (como hicieron en París), en la que habría que honrar también a los indígenas, que tanto padecieron. Así fue el caso de PEDRO FRANCO y  GABRIEL DE PERNÍA, quienes, aunque Inca Garcilaso los califica de famosos soldados, no han dejado ningún rastro en los archivos. Solo son conocidos porque los cronistas hablan de la injusta muerte que les dio el mariscal Alonso de Alvarado, un gran hombre que terminó fracasado y con arrebatos de crueldad. De Pernía, nada más queda. Y, de PEDRO FRANCO, un solo documento, pero interesante. Se trata de una carta que le escribió a Gonzalo Pizarro el 31 de enero de 1547. Entonces estaba luchando a sus órdenes, envuelto en aquella rebeldía que acabó en desastre. Es casi seguro que más tarde Pedro Franco se pasara al bando de Pedro de la Gasca, puesto que no fue castigado, y hemos visto que le llegó la muerte cuando servía al Rey. Resumo su bien escrita carta, en la que le dice a Gonzalo: "Ruego a vuestra señoría que me ponga en el número de los demás servidores suyos, y se acuerde de los servicios que le he hecho, como fue el de ayudar a sacar a vuestra señoría del cubo (casi seguro que se refiere a cuando lo tenía preso Diego de Almagro en el Cuzco, unos nueve años antes), y  no me llevó vuestra señoría consigo porque  no había caballo. Yo siempre me he hallado tan dispuesto como cualquier otro en todas las ocasiones de servir a vuestra señoría y a sus hermanos, así como a los capitanes Alonso de Toro y Alonso de Mendoza, y al maestre de campo Francisco de Carvajal, haciéndolo todo en servicio de vuestra señoría, y ahora le estoy sirviendo en la tierras de los aullagas y los carangas (indios de la zona de las Charcas). Hace unos trece años que estoy en esta tierra, y espero que vuestra señoría tendrá tanto interés en hacerme mercedes como yo en serviros".



 

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