miércoles, 30 de noviembre de 2022

(1894) Llegaron por entonces a la Audiencia los licenciados Briceño y Montaño. El primero fue quien condenó a muerte a Belalcázar, aunque este murió pronto de enfermedad. Con el segundo, continuó el calvario judicial de Armendáriz.

 

     (1494) El año 1552 hubo algunas novedades administrativas y judiciales. Llegó primeramente un tercer oidor a la Real Audiencia de San Fe, el Licenciado Francisco Briceño, y meses después, otro más, el Licenciado Juan Montaño, el cual llegaba, principalmente, con la misión de aplicarles el Juicio de Residencia a los oidores Góngora y Galarza, debido a que ellos, como ya vimos, habían hecho todo lo posible para sacar de apuros a Miguel Díaz de Armendáriz con respecto a las denuncias presentadas contra él. Pero el cronista opina que esta era la única crítica que se les podía hacer a Góngora y Galarza: “Aparte de esta culpa, no tenían otra que se les pudiera imputar, porque por todos eran aclamados y, considerados  Padres de la Patria, como lo eran, más que oidores”. Fueron suspendidos provisionalmente los dos letrados y se hizo cargo de la presidencia de la Real Audiencia el  toledano, natural de Corral de Almaguer, Francisco Briceño (ver imagen). Digamos de paso que, como otros oidores, Briceño era un letrado que había estado en distintas Audiencias Reales. Acababa de llegar de la de Popayán, donde demostró un rigor implacable al juzgar a uno de los grandes de Las Indias: Sebastián de Belalcázar, quien, desde luego, no tenía un alma angelical. Lo condenó por matar al Mariscal Robledo, maltratar a los indios y acuñar moneda falsa. La condena fue a muerte, aunque Belalcázar consiguió permiso para ir a alegar en España ante la Corte. Pero de nada le sirvió, ya que murió en Cartagena de Indias el año 1551 cuando se disponía a iniciar el viaje. Sigamos con Miguel Díaz de Armendáriz y sus apuros judiciales: “Poniendo en práctica las órdenes del Real Consejo de Indias, el Licenciado Armendáriz fue apresado en Santo Domingo para llevarlo a Santa Fe. Al navío en que le metieron subió también el Capitán Lanchero, uno de sus denunciantes, pues quería seguir de cerca el juicio en el que pensaba obtener sus peticiones”. A pesar de esos deseos de Lanchero, que eran muy lógicos, no era un hombre vengativo, y el cronista se lo alaba: “Durante el viaje, siempre le tuvo  Lanchero a Miguel Díaz el mismo respeto que cuando era gobernador, y lo trataba como si fueran grandes amigos, porque su pecho tenía nobleza para ello, si bien en los enfrentamientos militares se le tenía por hombre duro. Llegaron al fin a Santa Fe, donde se hizo cargo del preso el implacable Licenciado Montaño, quedando Miguel Díaz con ello en el mayor desamparo, pues pocos meses antes hacía temblar las comarcas de sus gobiernos, y ahora se veía encarcelado, pobre y miserable, sin tener ningún amigo de los que antes lo adulaban”.




martes, 29 de noviembre de 2022

(1493) Gonzalo Jiménez de Quesada fue el auténtico conquistador del Nuevo Reino de Granada, mostrando, además de su amplia cultura, una enorme valía y mucha sensatez. Era muy extraño que tardara tanto en regresar a Colombia, pero está confirmado que, en cuanto llegó a tierras peninsulares, se convirtió en un despilfarrador. Fray Simón nos aclara algunas cosas: “Por lo que hizo en España, es de imaginar cómo se comportó en las otras tierras por las que anduvo, pues también pisó muy a lo verde, como eran sus años, en Francia e Italia. Primeramente llegó a Lisboa, estuvo en algunas fiestas y tomó una mujer de contrabando”. Fray Pedro habla con ironía y no resulta claro. Se refiere sin duda a una prostituta, pero dice que por eso fue apresado Gonzalo. Por otra parte, ingenuo de mí, siempre pensé que Gonzalo era gay, ya que nunca se casó, ni se hablaba de prometidas suyas. Sigamos con el reverendo: “Al salir de la cárcel, y haciendo ostentación de su riqueza, le dio cien ducados a la mujer, la cual, con ello, juró dejar para siempre el oficio”. El siguiente derroche de Gonzalo que cita fray Pedro ocurrió en España, y, curiosamente, jugando a las cartas con varios veteranos de Perú, siendo uno de ellos Hernando Pizarro, quien andaba en la Corte defendiéndose de acusaciones por su comportamiento rebelde junto a sus tres hermanos (solamente él sobrevivirá). Pasó por delante una criada de la casa, y, como Pizarro y los suyos habían ganado una partida, le regalaron un doblón cada uno. Pero Gonzalo Jiménez de Quesada, aunque había perdido, se mostró mucho más dadivoso: “Presumiendo de esplendidez, tomó todo lo que pudo en sus manos y se lo dio a la mozuela diciéndole que había perdido, pero le parecía ganar al darle también a ella sus monedas. Hizo tantas veces cosas como esta, que agotó su mucho dinero, y tuvo que pedirle al Rey que le ayudara para poder regresar a Santa Fe. Pero lo único que consiguió fue que lo nombrara Regidor y Mariscal de la ciudad”. De lo que hizo por Europa, no dice nada el cronista, pero se dio orden de apresar a Gonzalo en Flandes por haberse apropiado de dinero público (como consta en la confusa imagen). Es de suponer que, dados sus enormes méritos, el Rey le perdonara, y fuera entonces cuando pudo partir, con esos dos nuevos cargos, hacia Colombia. E, incluso, más tarde le proporcionó dinero para que pudiera rehacerse, y le dio altos cargos, como el de Adelantado del Nuevo Reino de Granada y Gobernador de las tierras de Pauto, donde capitaneó una campaña en busca del mítico El Dorado, y, como todas las fantasías anteriores, acabará en fracaso.

 

     (1493) Gonzalo Jiménez de Quesada fue el auténtico conquistador del Nuevo Reino de Granada, mostrando, además de su amplia cultura, una enorme valía y mucha sensatez. Era muy extraño que tardara tanto en regresar a Colombia, pero está confirmado que, en cuanto llegó a tierras peninsulares, se convirtió en un despilfarrador. Fray Simón nos aclara algunas cosas: “Por lo que hizo en España, es de imaginar cómo se comportó en las otras tierras por las que anduvo, pues también pisó muy a lo verde, como eran sus años, en Francia e Italia. Primeramente llegó a Lisboa, estuvo en algunas fiestas y tomó una mujer de contrabando”. Fray Pedro habla con ironía y no resulta claro. Se refiere sin duda a una prostituta, pero dice que por eso fue apresado Gonzalo. Por otra parte, ingenuo de mí, siempre pensé que Gonzalo era gay, ya que nunca se casó, ni se hablaba de prometidas suyas. Sigamos con el reverendo: “Al salir de la cárcel, y haciendo ostentación de su riqueza, le dio cien ducados a la mujer, la cual, con ello, juró dejar para siempre el oficio”. El siguiente derroche de Gonzalo que cita fray Pedro ocurrió en España, y, curiosamente, jugando a las cartas con varios veteranos de Perú, siendo uno de ellos Hernando Pizarro, quien andaba en la Corte defendiéndose de acusaciones por su comportamiento rebelde junto a sus tres hermanos (solamente él sobrevivirá). Pasó por delante una criada de la casa, y, como Pizarro y los suyos habían ganado una partida, le regalaron un doblón cada uno. Pero Gonzalo Jiménez de Quesada, aunque había perdido, se mostró mucho más dadivoso: “Presumiendo de esplendidez, tomó todo lo que pudo en sus manos y se lo dio a la mozuela diciéndole que había perdido, pero le parecía ganar al darle también a ella sus monedas. Hizo tantas veces cosas como esta, que agotó su mucho dinero, y tuvo que pedirle al Rey que le ayudara para poder regresar a Santa Fe. Pero lo único que consiguió fue que lo nombrara Regidor y Mariscal de la ciudad”. De lo que hizo por Europa, no dice nada el cronista, pero se dio orden de apresar a Gonzalo en Flandes por haberse apropiado de dinero público (como consta en la confusa imagen). Es de suponer que, dados sus enormes méritos, el Rey le perdonara, y fuera entonces cuando pudo partir, con esos dos nuevos cargos, hacia Colombia. E, incluso, más tarde le proporcionó dinero para que pudiera  rehacerse, y le dio altos cargos, como el de Adelantado del Nuevo Reino de Granada y Gobernador de las tierras de Pauto, donde capitaneó una campaña en busca del mítico El Dorado, y, como todas las fantasías anteriores, acabará en fracaso.




lunes, 28 de noviembre de 2022

(1892) Los españoles abandonaron la ciudad de León. Pero un heroico y hábil personaje, Juan Vizcaíno, permaneció allí más de 20 años, aunque acabó mal. Vuelve a Las Indias, tras una vida extraña, el gran Gonzalo Jiménez de Quesada.

 

     (1492) El abandono del territorio y la ciudad de León por parte de los españoles fue un gran alivio para los indios de la zona, porque quedaban libres de estar a su servicio con incómodas tareas: “Se alegraron mucho, pues ya comenzaban a sentir muy pesada su compañía y la ayuda obligatoria en los trabajos de sus encomiendas, y, además, eran de por sí de condición ociosa. Los españoles, cumpliendo lo ordenado por la Real Audiencia de Santa Fe, se trasladaron a Vélez, y también con pena, porque los encomenderos habían tomado cariño a sus indios. Se quedaron allí unos seis para acabar los últimos trabajos, pero, poco a poco, también se marcharon. Únicamente decidió permanecer un tal Juan Vizcaíno, ya entrado en años, y  a quien la mayoría de los indios lo apreciaban mucho (que ya tenía mérito). Permaneció allí más de veinte años, con dos criados españoles y algunos indios de la provincia de Guane. Y  fue muy importante su permanencia, ya que procuraba conservar en paz a los nativos, consiguiendo, además, que fueran a comerciar en la ciudad de Vélez, y allí hacían trueques con los españoles”. Nos dice el cronista que esa situación continuó perfectamente estable durante los veinte años, pero indica que la historia acabó mal. Dice en concreto: “Guamaca, el principal cacique de los yariguíes, y Conveto, que lo era de los guamacaes, fueron los cabecillas de muchas guerras, muertes y desgracias de indios y españoles en aquellas tierras de Vélez, y en la ida al Río de La Magdalena, como veremos”. El cronista fray Pedro Simón  nos lo contará después, pero habrá que saltarse numerosas páginas porque las va a dedicar a la historia de las órdenes religiosas en Colombia, tema importante, pero que no es el primordial para nosotros. Volviendo a los conquistadores, nos da una noticia relevante. El, sorprendentemente, casi desaparecido GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA, pieza clave en la historia de Colombia, regresa a este país después de estar ausente durante doce años, con ‘variopintas’ andanzas por España y Europa. Así que, manos a la obra: “Habiendo concluido con lo que se refiere a nuestra Orden Franciscana, es forzoso que siga contando las demás cosas relativas al Nuevo Reino de Granada,  desde el año 1551, que es donde las habíamos dejado. Fue entonces cuando volvió de España a esta ciudad de Santa Fe, después de hacer doce años que se ausentó, el Licenciado Gonzalo Jiménez de Quesada. Cuando salió de aquí, llevaba intentos de volverse el año siguiente, pero tardó por no haber acertado a encauzar bien sus pretensiones, ni a gastar sensatamente la mucha hacienda que llevó”.




domingo, 27 de noviembre de 2022

(1891) Miguel Seco (con otros) mató a varios indios que fingieron la existencia de oro en León. Con justa razón, otros indios mataron a estos españoles, pero, a su vez, fueron castigados por Juan de Angulo. La Real Audiencia decidió abandonar León.

 

     (1491) Nos contará enseguida el cronista que la recién nacida ciudad de León desaparecerá casi de inmediato por orden superior. Pero, antes, nos habla de otra desgracia: “Sucedió la muerte de un sobrino del Capitán Martín Galiano, llamado Miguel Seco Boyano, vecino de la ciudad de Vélez y hombre lleno de aspiraciones. Aunque era ya titular de una espléndida encomienda de indios  en el pueblo de Ágata, del territorio de Vélez, el gobernador interino Miguel Díaz de Armendáriz le concedió otra muy importante, situada en la zona donde fue fundada la precaria ciudad de León. Pero a Miguel Seco le llegó la noticia de que los indios de aquel lugar, llamados sapos y chinácotas, tenían mucho oro, y fue  allí con tres compañeros. Una vez llegados, tomaron la decisión de vivir entre los nativos, los cuales le prometieron a Miguel Seco darle mucha cantidad de oro, pero nunca le daban nada, salvo vanas esperanzas”. Con su terquedad, Seco solo consiguió de los indios (en realidad carentes del precioso metal) que le llevaran una pequeña cantidad conseguida de otros nativos. La ridiculez de la entrega ofendió tanto al español, que, convenciendo a sus compañeros, mataron con arcabuces a los cuatro indios principales. Los demás huyeron, pero para volver reforzados con compañeros de su tribu. Habiendo convocado a otros, se juntaron todos de noche, llegaron con sigilo al alojamiento de Miguel Seco, y, pillándolos por sorpresa, lo mataron a él, a otros dos españoles y a algunos indios amigos que con ellos estaban. Pero ocurrió lo que era inevitable en Las Indias cuando los nativos mataban a los soldados españoles sin luchar en un enfrentamiento militar (aunque en este caso la venganza de los indios estaba plenamente justificada): “Cuando se supo en Vélez lo ocurrido, salió a castigarlos Juan de Ángulo, haciéndolo rigurosamente con algunos, y, más levemente, con los menos culpables, de manera que después quedó todo el territorio en paz y sosiego”. Tras lo ocurrido, continuó gobernando durante un año el Capitán Juan de Angulo la ciudad de León, carente de legalidad. Durante ese tiempo, tuvo ocasión de recorrer todos sus entornos, y vio claramente que poco provecho se podía obtener de aquella tierras. No había minas de oro ni de otros metales, la cantidad de montañas  de aquella zona era excesiva, por lo que  resultaba imposible para la cría de ganado, y, además, tampoco se prestaba a una recolección abundante de maíz, frutas y algodón. El Capitán Juan de Angulo (es de él de quien se dice en el documento de la imagen que fue nombrado máxima autoridad en León)  envió un informe con estos datos a la Real Audiencia de Santa Fe, y allí dieron orden de abandonar de inmediato la ciudad de León, fundada por el Capitán Bartolomé Hernández de León sin el previo consentimiento de las autoridades.


     (1491) Nos contará enseguida el cronista que la recién nacida ciudad de León desaparecerá casi de inmediato por orden superior. Pero, antes, nos habla de otra desgracia: “Sucedió la muerte de un sobrino del Capitán Martín Galiano, llamado Miguel Seco Boyano, vecino de la ciudad de Vélez y hombre lleno de aspiraciones. Aunque era ya titular de una espléndida encomienda de indios  en el pueblo de Ágata, del territorio de Vélez, el gobernador interino Miguel Díaz de Armendáriz le concedió otra muy importante, situada en la zona donde fue fundada la precaria ciudad de León. Pero a Miguel Seco le llegó la noticia de que los indios de aquel lugar, llamados sapos y chinácotas, tenían mucho oro, y fue  allí con tres compañeros. Una vez llegados, tomaron la decisión de vivir entre los nativos, los cuales le prometieron a Miguel Seco darle mucha cantidad de oro, pero nunca le daban nada, salvo vanas esperanzas”. Con su terquedad, Seco solo consiguió de los indios (en realidad carentes del precioso metal) que le llevaran una pequeña cantidad conseguida de otros nativos. La ridiculez de la entrega ofendió tanto al español, que, convenciendo a sus compañeros, mataron con arcabuces a los cuatro indios principales. Los demás huyeron, pero para volver reforzados con compañeros de su tribu. Habiendo convocado a otros, se juntaron todos de noche, llegaron con sigilo al alojamiento de Miguel Seco, y, pillándolos por sorpresa, lo mataron a él, a otros dos españoles y a algunos indios amigos que con ellos estaban. Pero ocurrió lo que era inevitable en Las Indias cuando los nativos mataban a los soldados españoles sin luchar en un enfrentamiento militar (aunque en este caso la venganza de los indios estaba plenamente justificada): “Cuando se supo en Vélez lo ocurrido, salió a castigarlos Juan de Ángulo, haciéndolo rigurosamente con algunos, y, más levemente, con los menos culpables, de manera que después quedó todo el territorio en paz y sosiego”. Tras lo ocurrido, continuó gobernando durante un año el Capitán Juan de Angulo la ciudad de León, carente de legalidad. Durante ese tiempo, tuvo ocasión de recorrer todos sus entornos, y vio claramente que poco provecho se podía obtener de aquella tierras. No había minas de oro ni de otros metales, la cantidad de montañas  de aquella zona era excesiva, por lo que  resultaba imposible para la cría de ganado, y, además, tampoco se prestaba a una recolección abundante de maíz, frutas y algodón. El Capitán Juan de Angulo (es de él de quien se dice en el documento de la imagen que fue nombrado máxima autoridad en León)  envió un informe con estos datos a la Real Audiencia de Santa Fe, y allí dieron orden de abandonar de inmediato la ciudad de León, fundada por el Capitán Bartolomé Hernández de León sin el previo consentimiento de las autoridades.




viernes, 25 de noviembre de 2022

(1890) Dos ejemplos del rigor militar. En la Real Audiencia sentó muy mal que Bartolomé Hernández fundara una población sin permiso previo. Al capitán tuerto Antonio Sarmiento le dieron un flechazo en el otro ojo y murió animando a sus hombres.

 

     (1490) El Capitán BARTOLOMÉ HERNÁNDEZ DE LEÓN tomó por su cuenta la iniciativa de fundar una nueva población, sin contar con la preceptiva licencia previa: “Se limitó a consultarlo con sus soldados y con los indios de la zona. Le dijeron que sería buena idea, y él, aunque afirmando que era para servicio del Rey, fundó la población y le puso el nombre de León, por ser él leonés, el día 20 de octubre de 1552. Enterado el Capitán  Martín Galiano en la ciudad de Vélez de esta fundación, le envió una carta en la que le advertía a Bartolomé Hernández de los grandes inconvenientes que se seguirían de lo que había hecho sin licencia de la Real Audiencia de Santafé.  Y, acto seguido, se lo comunicó a dicha Audiencia, en la cual  les pareció que el hecho era muy grave”. Después los Oidores, sin precipitarse en anular la fundación, le mandaron al Capitán Juan Angulo, vecino con gran autoridad en Vélez, que se hiciese cargo del control de la fundada ciudad de León, mandando a Bartolomé Hernández que no volviese a la nueva ciudad sin permiso previo de la Real Audiencia. La ciudad de León, recién fundada sin base legal, quedará en nada, pero la de Vélez sigue viva y pintoresca (como muestra la imagen). Además, al hacerse cargo Juan de Angulo del territorio de León, encontró serias dificultades. Los nativos de aquella zona se resistieron a ser dominados por los españoles, e, incluso, mataron a dos que estaban desprevenidos y a varios indios amigos, tras lo cual huyeron para poder defenderse en un lugar fortificado. Y nos cuenta el cronista: “El Capitán Juan de Ángulo, para poner remedio eficaz, envió contra ellos a veinte hombres bajo el mando de Antonio Sarmiento, que era tuerto de un ojo como consecuencia de batallas anteriores. El cual partió de inmediato provisto de armas, municiones, provisiones e indios amigos suficientes, y sitió a los enemigos, habiendo muertos y heridos por ambas partes. Se produjo, finalmente, el asalto, y los nuestros se hicieron con casi toda la casa de los  indios. Cuando acudía Antonio Sarmiento a una puerta en la que los indios se habían hecho fuertes, entró por ella con valor y esfuerzo, animando a sus soldados y diciéndoles que, con lo poco que les quedaba por hacer, tendrían vencidos a sus enemigos. Justo al acabar de pronunciarlo, fue herido con una flecha en el ojo sano, de lo que luego cayó, sin que se le oyese decir más que, ¡adelante, caballeros!, ya que, inmediatamente después, murió. A pesar de la desgracia, fue grande la dicha al ver que tenían al alcance de la mano la victoria que pronto consiguieron. Después apresaron a los indios más importantes, se hizo justicia contra algunos de ellos y los demás fueron llevados a la ciudad de León, donde el Capitán JUAN ANGULO los perdonó. Y así, con esta eficacia,  resultó después fácil someter a los indios y mantener aquellas tierras pacificadas”.




jueves, 24 de noviembre de 2022

(1889) Armendáriz no se dio la prisa suficiente para salir hacia España, perdió el dinero que había confiado a un piloto y tuvo que someterse a otro juicio. El cronista habla de la ciudad de Mariquita, cuyo nombre incluso en Colombia resulta chocante.

 

     (1489) Opina el cronista que le habría resultado mejor a Miguel Díaz de Armendáriz continuar su Juicio de Residencia bajo la autoridad del jurista Alonso de Zorita, porque, tras las presiones que había recibido, su veredicto habría sido bastante suave. Y dice: “Pero, al fin, no advirtiendo esto, Armendáriz determinó salir de Santa Fe con intentos de ir a España para tratar estos asuntos, esperando que desaparecieran sus acusaciones. Llegó a Santa Marta, donde hizo amistad con un piloto de barco, llamado Tomé Latesla, al que le entregó confiadamente seis mil pesos de buen oro, para evitar riesgos de inspección, y confiado en que se los devolviera en España. Armendáriz fue primeramente a Santo Domingo, y, tiempo después, llegado a España el piloto, gastó todo el dinero en viciosos entretenimientos. Más tarde, el piloto, sabiendo que Armendáriz había quedado empobrecido, se metió fraile en un convento de Granada, para pagar con oraciones lo que no podía con dinero. Bien pudiera ser que no le doliera tanto a Miguel Díaz de Armendáriz este lamentable suceso, de no haberle ocurrido lo que le pasó al detenerse demasiado en Santo Domingo defendiendo allí algunas de sus causa, debido a lo cual se retrasó más de lo debido en partir, pues le llegó un mandato del Real Consejo de Indias por el que se le ordenaba que, dondequiera que estuviese, regresara al Nuevo Reino de Granada para ser sometido a Juicio de Residencia, debiendo pasar la misma prueba, por segunda vez, en la Gobernación de Cartagena, donde sería juzgado por el Licenciado Juan de Montano, como luego diremos”. El cronista pasa a otro asunto. El de la fundación de la ciudad de Mariquita (donde le encantaba reposar a Gonzalo Jiménez de Quesada, y allí murió siendo muy anciano). Fray Pedro Simón trata de hacer entender por qué la ciudad se llamó así (quizá insista porque también en aquellos tiempos el nombre resultara ridículo, pero es el que sigue vigente, y cuenta con 35.000 habitantes; el cartel que se ve en la imagen casi parece una broma). De hecho, el apelativo se debía a que aquel lugar era el territorio de los indios mariquitanes. Fundó la población el 29 de octubre de 1549, inicialmente, el capitán Francisco Núñez Pedroso, por orden del gobernador en funciones Miguel Díaz de Armendáriz. Después, el capitán Pedroso, siguiendo su avanzada, vio un territorio que reunía mejores condiciones que el anterior: “Tomó posesión de él, y, haciendo las acostumbradas ceremonias, rehízo la fundación el 28 de agosto de 1551, poniéndole definitivamente el nombre de San Sebastián de Mariquita, quizá queriendo tomar a dicho santo por abogado contra las venenosas flechas con las que peleaban aquellos indios”. (Lo cual ya parece un chiste casual, puesto que hay quienes utilizan el martirio de San Sebastián como un icono gay).




miércoles, 23 de noviembre de 2022

(1888) Al licenciado Miguel Díaz de Armendáriz le llegó la hora de ser sometido al preceptivo Juicio de Residencia. Tuvo muchos acusadores, pero también defensores, y logró esquivar la situación. Pero el cronista explica con gracia que iba a ser peor.

 

     (1488) Había quedado pendiente el llamado Juicio de Residencia al que debía ser sometido el Licenciado Miguel Díaz de Armendáriz en relación a sus funciones como Gobernador del Nuevo Reino de Granada, cargo que ya había dejado en manos de los Oidores de la Real Audiencia. Pero le llegó el momento de que tuviera que pasar el mal trago, porque se había puesto en camino hacia Santa Fe el Oidor Alonso de Zorita, encargado judicialmente del caso. Y dice el cronista: “Todos los que en Santa Fe se sentían  agraviados por Armendáriz, así como los vecinos de la zona costera que también tenían quejas de él desde el tiempo en que ejerció allí de gobernador, se juntaron en aquella ciudad confiados en hallar cumplida justicia y desagravios con el juez Alonso de Zorita. Pero todo les salió mal, pues, en cuanto puso los pies en Santa Fe el Oidor Zorita, halló que los dos Oidores de la Audiencia y los jueces de la ciudad apoyaban incondicionalmente a Miguel Díaz. Aunque Alonso de Zorita tenía mucho interés en desagraviar a los perjudicados, puesto que era hombre justo, muy letrado y con experiencia, no le fue posible llevarlo a cabo, porque desbarataban sus argumentos poniendo gran cantidad de obstáculos”. Unos apoyaban a Armendáriz por sincera amistad, y, otros, por haber ejercido cargos como representantes suyos en varias ciudades. Como el Oidor Zorita no era hombre que tirase la toalla con facilidad, peleó cuanto pudo para hacer públicas las acusaciones que tenía contra los demandados. Pero ni así pudo salirse con la suya, ya que se le hizo una campaña en contra a base de juego sucio: “Fue tal la insolencia de los que trataban de desprestigiarlo, que los anuncios que había colocado amanecieron, sin respeto al lugar sagrado en que los había colocado, tachados con asquerosas suciedades, y se le hacían a él constantes agravios. Se decía que el principal impulsador de estos ataques era el Secretario de la Real Audiencia, Alonso Téllez”. Ante esta situación, los que reclamaban justicia, decidieron buscarla en otra parte. Encabezados por Luis Lanchero, tuvieron el coraje de ir hasta Santo Domingo, y presentar en la Real Audiencia sus denuncias. También se trasladó allí el Oidor Zorita y entregó su expediente contra Armendáriz, reducido al máximo por tantas contrariedades. Zorita después fue trasladado a la Audiencia de México (donde escribió la crónica de la imagen), y allí permaneció hasta sus últimos días: “Creyó con esto Miguel Díaz de Armendáriz que ya había pasado sobre él la tempestad. Pero se equivocaba como la eriza, que, cuando le llega el parto, aprieta para que no le lastimen las puntas de sus crías, pero, teniéndolas más días en su vientre, las puntas se hacen más largas y duras, de manera que luego aumentan los dolores al parir”. Veremos, pues, cómo se le complican las cosas a Armendáriz.




martes, 22 de noviembre de 2022

(1887) Era tan terrible el acoso de los indios caníbales, que hasta los muiscas, muy amigos de los españoles, estuvieron a punto de rebelarse. El cronista se siente orgulloso de que, en medio de esas dificultades, los españoles fundaran ciudades.

 

     (1487) Las autoridades del Cabildo de Santa Fe le encargaron al Capitán Juan Tafur, que era uno de los dos alcaldes fijos de la ciudad, que fundase una pequeña población en el territorio de los peligrosos y caníbales indios panches. Lo llevó a cabo dándole al lugar el nombre de Venta de la Viñeta. Desde que fue abandonada la ciudad de Tudela, los indios panches, siempre crueles, hacían la vida imposible a los muiscas, amigos de los españoles, y con estos también se ensañaban si los veían descuidados. Como cuenta el cronista, esta anarquía agravó la situación: “Los muiscas, que se habían mantenido en paz durante muchos años, viendo ahora que los españoles no eran capaces de protegerlos eficazmente de los panches, estaban también a punto de rebelarse. Los Oidores de la Real Audiencia hacían cuanto podían por solucionar el problema, pero era poco, ya que tenían otras muchas ocupaciones, y así pasaron casi cinco años sin remediar esta tragedia, hasta que, en 1558, decidieron encargar la conquista de los muzos al Capitán Luis Lanchero, porque por entonces ya estaba libre de sus pleitos contra Miguel Diaz de Armendáriz”. Bastantes años antes, los Oidores le confiaron  al Capitán Andrés López de Galarza la tarea de ir a batallar asimismo contra los panches. Saliendo de Santa Fe, pasó el río Magdalena, y empezó allí una lucha feroz frente a aquellos caníbales, con enormes dificultades y consiguiendo avanzar a base de grandes riesgos que les costaron la vida a muchos soldados e indios amigos. Y dice dramáticamente el cronista: “De sus carnes no se veían hartos, por la bestial costumbre que tenían de comérsela. Pero, al fin, los españoles, con sus bríos y como superiores a muchas naciones del mundo, mataron también a muchos de estos carniceros indios, y los demás tuvieron que huir. Luego llegaron los soldados hasta donde estaba el cacique Ibagué, cuyo territorio tenía su mismo nombre. A todos les pareció el lugar muy apropiado para lo que pretendían, y fundaron allí la ciudad de Ibagué el día 14 de octubre de 1550 con todas las ceremonias habituales. Sin embargo, cuatro meses después, se decidió trasladarla de sitio por verse que no tenía buen clima para vivir allí, y por otras incomodidades. La mudó el mismo fundador, Andrés López de Galarza, a ocho leguas de este lugar, quedando la nueva situación a dieciocho leguas de la ciudad de Tocaima, y a  treinta y cinco de la de Santa Fe. Se hizo el traslado el día siete de febrero del año siguiente, mil quinientos cincuenta y uno. Fueron nombrados Alcaldes, Alguacil Mayor, Regidores, Procurador y Escribano. Cuando volvió a Santa Fe ANDRÉS LÓPEZ DE GALARZA, le dieron el cargo de Tesorero de la Caja Real”.  En la imagen vemos cómo luce hoy en día la ciudad de IBAGUÉ, cuya población asciende a más de 500.000 habitantes.




lunes, 21 de noviembre de 2022

(1886) Resulta decepcionante que Pedro de Ursúa abandonara la ciudad de Tudela dejándola indefensa. Por el contrario, y en medio de esa situación, Diego García de Paredes tuvo un comportamiento muy generoso y heroico.

 

     (1486) Las vueltas que da la vida… (sobre todo si eres conquistador en Las Indias). El superfamoso y heroico Diego García de Paredes, llamado (justamente) El Sansón de Extremadura, tuvo un hijo legitimado que se llamaba como él, del que ya hablé extensamente, pero nos sale al paso en una anécdota que cuenta el cronista fray Pedro Simón. Acabamos de ver que Pedro de Ursúa abandona Tudela y se dispone a ir al Amazonas en busca de las míticas tierras de El Dorado. En este abandono, Tudela es cercada por los salvajes indios muzos, y los españoles tienen que huir. Uno de ellos era DIEGO GARCÍA DE PAREDES (hijo). Como sabemos, el loco Lope de Aguirre va a matar en el Amazonas a Pedro de Ursúa, pero poco después será este García de Paredes quien aprese a Aguirre en Venezuela y lo mate de un arcabuzazo. El loco, pero valiente, Aguirre tuvo tiempo de reírse de él porque falló el primer tiro. Oigamos la anécdota que cuenta Fray Pedro: “Entre los españoles que salían huyendo de Tudela, estaba Don Diego García de Paredes, natural de Trujillo (como su padre) y fundador en 1557 de la venezolana ciudad de Trujillo, el cual hizo durante esta salida, en favor de un pobre viejo, un hecho tan valiente como generoso. Estaba sacando este anciano unas vaquillas que tenía en Tudela, el nuevo pueblo, y eran su único medio de vida. Iba el pobre hombre expuesto a serios peligros de muerte por querer conservar sus vaquitas, pues los indios ya venían cargando con desenfrenada furia contra él. No hallando entre los soldados el socorro que necesitaba, se acercó a García de Paredes, y,  con ruegos desesperados, le pidió que le ayudara en aquella situación tan peligrosa. García de Paredes se lo tomó tan a pecho, que, llamando a algunos amigos para que le acompañaran, dejaron la vanguardia, y se pasaron a la retaguardia, donde los indios ya iban haciendo algún daño en los retrasados. Temiéndose Don Diego García de Paredes que, si fuese con el caballo que llevaba, que era extremadamente bueno, pudiera hacer alguna cosa indigna de su valor y fama huyendo de los enemigos al verse en un serio aprieto, le hizo cortes en las patas y lo dejó desjarretado en el camino. Después siguió despacio con sus armas a cuestas, y frenaron él y sus compañeros la furia de los bárbaros muzos, los cuales,  con acrecentados bríos, pretendían apoderarse de ellos, pero Dios quiso que sus deseos no se cumpliesen. Esto ocurrió a finales del año mil quinientos cincuenta y dos”. Luego los Alcaldes de Tudela, llegados a Santa Fe, les expusieron a los Oidores de la Real Hacienda por qué se vieron obligados a autorizar a los vecinos el abandono de la ciudad. Dando por buenas sus razones, permitieron que todos los huidos pudieran acomodarse de la mejor manera posible en Santa Fe, hasta que llegaran tiempos más tranquilos.




domingo, 20 de noviembre de 2022

(1885) Sin duda, Pedro de Ursúa luchó meritoriamente contra los muzos, pero, ansioso por ir al Amazonas, dejó indefensos a los vecinos de Tudela, los cuales, como temían, tuvieron que abandonar la ciudad por los ataques indios.

 

     (1485)  La redacción del cronista fay Pedro Simón suele resultar algo confusa, y la estoy resumiendo a lo esencial. Pero lo que dice ahora necesita solo un ligero orden y explica muy gráficamente cómo Pedro de Ursúa no pudo resistir más sus deseos de ir al Amazonas: “Ursúa tenía muchas ganas de salir de aquel territorio, demasiado estrecho para la grandeza de su corazón, e ir a buscar las tierras de El Dorado, donde se prometía lo que a muchos les ha resultado tan decepcionante: grandes riquezas y hazañas en tierras donde solo se ha hallado el eco, sonido de aire mal formado. Decidió, por fin, después de haber logrado buenos resultados en las luchas para vencer y pacificar a los indios muzos, que ya tenía cumplido lo que le exigieron en la Real Audiencia, y que no le podrían negar el permiso para ir al Amazonas, como le habían prometido los Oidores”. Sin embargo, la población quería que Pedro de Ursúa y sus hombres no abandonaran la ciudad de Tudela, escenario principal de los horribles ataques de los muzos, y los vecinos quisieron impedírselo con amables ruegos, o, incluso, recurriendo a órdenes judiciales, puesto que estaba en juego el servicio a Dios y al Rey, así como la subsistencia del poblado. Sigamos con el cronista: “Los de la ciudad sabían que, si se ausentaban Ursúa y sus hombres, no podrían vivir en paz, porque los indios rebeldes volverían a atacar pasados algunos días, de manera que habría sido en balde lo mucho que hasta entonces habían trabajado. Utilizaron con Ursúa estas y otras muchas razones para que retrasara el momento de su partida, pero dejó el gobierno de la ciudad de Tudela en manos de los jueces ordinarios,  y se fue a la de Santa Fe con los mejores soldados que tenía, también muy deseosos de hacerlo. Si estos hubiesen seguido allí, no se habría visto la ciudad tan desamparada, pero, con la salida de tantos, quedó como un cuerpo sin alma, pues los que permanecieron no eran nada frente a los muchos y brutales indios que los rodeaban. Y así, en cuanto partió Ursúa con sus hombres, los  indios muzos fueron conscientes de  la debilidad en que dejaban la ciudad de Tudela”. Los indios se aprovecharon de inmediato  de lo que era una gran ocasión para su revancha. Abucheaban sin descanso a los vecinos desde las lomas próximas a Tudela, insultando también a los indios amigos de los españoles, los muiscas. Con el cerco que pusieron los muzos a  la ciudad, llegó a tal extremo el hambre que se padecía, que los españoles tuvieron que tomar la sensata decisión  de abandonarla. Decidieron realizarlo una noche en silencio y aprovechando la oscuridad. Consiguieron hacerlo, pero no tardaron mucho los indios en presentarse en la abandonada ciudad de Tudela y prenderle fuego, sin renunciar después a perseguir a los huidos.




viernes, 18 de noviembre de 2022

(1884) Pedro de Ursúa era tan eficaz contra los indios, que los oidores de la Audiencia le presionaron para que no marchara todavía al Amazonas. Volvió a derrotar a los muzos mediante un engaño, y preparó otra gran campaña.

 

     (1484) Bastante satisfecho con lo que había logrado contra los indios muzos y fundando la ciudad de Tudela, Pedro de Ursúa volvió a Santa Fe y les expuso a los oidores los éxitos obtenidos. Era misión cumplida, y él recuperaba su gran ilusión de ir al Amazonas en busca de los  míticos tesoros de El Dorado (el ‘Hombre Dorado’ dice el cronista). Los oidores se alegraron mucho de sus triunfos, pero le pidieron que aplazara el viaje al Amazonas porque le necesitaban para hacer desaparecer por completo el peligro de indios tan peligrosos. La presión que le hacían tenía mucha fuerza porque los oidores lo consideraban imprescindible al frente de esa misión, porque le aseguraron que, sometidos los indios, podría ir al Amazonas, y, además, porque se daba la circunstancia de que les estaba muy agradecido debido a que acababan de sacar de apuros judiciales a su tío, Miguel Díaz de Armendáriz. Partió, pues, Pedro de Ursúa con sus hombres, y llegados al territorio de los muzos, los enfrenamientos fueron constantes, y muy peligrosos porque usaban flechas envenenadas. Los españoles decidieron prepararles un engaño. Se escondieron y dejaron a la vista una piara de cerdos, verdadera golosina para los indios muzos, que bajaron a por ellos pensando que el enemigo se había retirado. Cuando ya había llegado un numeroso grupo de indios, los españoles salieron a su encuentro. Y nos dice el cronista: “Siendo el lugar cómodo para los caballos, fue tanta la fuerza con que atacaron los soldados a los indios, que mataron e hirieron a muchos. Los que pudieron escapar quedaron tan escarmentados por la burla, que en todo el camino hasta la nueva ciudad de Tudela, no se atrevieron ni a dejarse ver por los españoles”. De vuelta a Santa Fe, Pedro de Ursúa se encontró con que también allí los acosos indios eran preocupantes,  y se hicieron tan repetidos, que se vio obligado a pedirles a los oidores de la Real Audiencia que le consiguieran más refuerzos de españoles y de los muiscas, que eran indios amigos. Atendiendo su petición, enviaron órdenes al Maestre de Campo Juan Ruiz de Orejuela, Alcalde Mayor de la ciudad de Tunja, y a Pedro Escudero, que lo era de la de Vélez, para que mandasen a los encomenderos que, cumpliendo las órdenes del Rey (que les obligaban a luchar contra los indios en caso de necesidad), se preparasen con sus armas y caballos, y con hasta dos mil indios de sus encomiendas, para que, tras juntarse todos en la ciudad de Santa Fe, y bajo el mando del Capitán Juan de Rivera, que estaba designado para encabezar esta ayuda militar, se dirigiesen a la ciudad de Tudela, donde Pedro de Ursúa los estaba esperando con gran impaciencia, ya que desde allí lanzaban sus ataques los  indios muzos por ser su territorio natural.









jueves, 17 de noviembre de 2022

(1883) Los brutales muzos fingieron aceptar la paz, pero Pedro de Ursúa, gracias a una india, supo que era una traición, y entonces ejecutó a varios caciques. Tuvo tiempo también para fundar la ciudad de Tudela.

 

     (1483) Los dos oidores de la Real Audiencia de Santa Fe, Góngora y Galarza, quedaron encantados del jovencísimo Pedro de Ursúa cuando lo conocieron en persona, y estaban convencidos de que era la persona ideal para capitanear una campaña contra los bestiales indios muzos. Sabían que el verdadero deseo de Ursúa era ir al río Amazonas, pero tuvieron la habilidad de que aceptara batallar contra los peligrosos indios, derrotarlos y fundar en su territorio un poblado de españoles, a cambio, precisamente, de ayudarle después a preparar un buen ejército y construir naves para que pudiera entregarse de inmediato a la preocupante aventura de adentrarse en las misteriosas aguas del río más caudaloso y, para muchos, el más largo del mundo. Dice el cronista: “Con esto y los ruegos que le hicieron sus amigos, no pudo evitar Ursúa tomar a su cargo esta expedición. Logró juntar 125 hombres y casi 500 indios amigos, y partió a su destino a principios del año 1551”. Luego cuenta con gran detalle (que resumiré al máximo) los numerosos enfrentamientos que tuvo con los durísimos muzos, que, sin embargo, también llegaron casi al agotamiento, y, con la habitual falsedad de los nativos, fingieron desear la paz. Curiosamente, Ursúa, a pesar de conocer estos frecuentes trucos, se inclinó a creerles. Pero la suerte estuvo de su parte, como cuenta fray Pedro: “Quiso Dios que se descubriera la trampa por medio de una india muisca, que, estando cautiva de los muzos, huyó y pudo descubrir a los españoles  la traición que les tenían preparada para matarlos a todos. Entonces fue Ursúa el que les envió otro mensaje a los traidores, pidiéndoles que vinieran a mercadear con los españoles, y los indios, para tenerlos confiados, cumplieron su deseo. Llegaron al campamento español los caciques más importantes con sus mujeres e hijos, y se instalaron con sus mercancías. Fue el momento en el que Pedro de Ursúa mandó apresar a los caciques, y les echó en cara la traición que tenían preparada. Luego Ursúa, tras averiguar quiénes eran los mayores culpables, los mandó ahorcar en los árboles, y dio permiso a los demás para que volvieran a sus poblados. Pero, aunque estos indios fueron castigados, de nada sirvió, pues, como veremos, no quedaron escarmentados”. Lo positivo fue que, al menos por algún tiempo, los indios muzos dejaron de molestar, y Pedro de Ursúa lo aprovechó para llevar a cabo el otro objetivo: fundar una ciudad. Se escogió el terreno, se eligieron dos alcaldes, cuatro regidores, un alguacil y un procurador, se hizo el trazado de la ciudad, y se repartieron los solares. Pedro de Ursúa le puso el nombre de Tudela de Navarra, por llamarse así otra ciudad de su tierra, y “se celebró la fundación con juegos  y regocijos”. En el mapa se  ve dónde estaba Tudela, y era por allí donde andaban los caníbales indios muzos.




miércoles, 16 de noviembre de 2022

(1882) El Juicio de Residencia era un duro examen que se aplicaba siempre a los gobernadores que acababan su mandato. Los indios muzos siguieron matando y comiendo a españoles. Le encargaron a Pedro de Ursúa que los sometiera.

 

     (1482) Aunque el cronista define a Miguel Díaz de Armendáriz como hombre amable, también se había creado enemigos que se empeñaban en que fuera sometido al clásico Juicio de Residencia que se solía utilizar con quienes ejercían cargos oficiales, y él era entonces Gobernador Interino del Nuevo Reino de Granada. Para  tal fin, se nombró al Licenciado Alonso de Zorita, y fue muy presionado por quienes tenían impacientes ganas de ver a Armendáriz juzgado. Sin embargo, el bueno de Lope Montalvo de Lugo, con el que Armendáriz había sido muy duro, ya libre de acusaciones por sentencia de la Real Audiencia de Santo Domingo, no quiso más complicaciones, volvió sensatamente y empobrecido a España, pasó el resto de su vida con la renta de un mayorazgo y murió en Salamanca. En las fechas en que se estableció la Real Audiencia de Santa Fe, mayo de 1550, llegó allí el Licenciado Zorita, donde presentó el nombramiento que le obligaba a encargarse del juicio de Armendáriz, pero el cronista nos terminará la historia más adelante. Nos cuenta primeramente que Armendáriz tenía mucho interés en someter a los salvajes indios muzos, porque hacían verdaderas barbaridades, como la de comérselos, con los indios muiscas, mucho más civilizados, y amigos de los españoles. Le encargó el trabajo al Capitán Melchor Valdés, el cual llevaba entre sus hombres al vasco Martín de Oñate, de quien dice el cronista que era famoso, y comenta lo siguiente: “Después de haber controlado a los indios muzos, el Capitán Valdés dio por  buena su fingida paz, pero más tarde mataron a traición a más de veinte españoles, y entre ellos, a Oñate, así como a gran cantidad de los indios amigos. Los muzos quedaron tan ensoberbecidos, que no solo iban a las tierras de los muiscas para comérselos o tenerlos como esclavos, sino que también salían a los caminos para matar a los españoles”. Como si el Destino estuviera manejando perversamente su cerebro, Pedro de Ursúa seguía obsesionado con el sueño de descubrir El Dorado (tumba de muchos ilusos durante siglos) entre el río Amazonas y sus afluentes. Ya tenía licencia de su tío, el Gobernador Miguel Díaz de Armendáriz, para preparar esa campaña, pero, como vimos, tuvo que suspenderla para ir a fundar Pamplona. Vuelto a Santa Fe, creyó llegada la ocasión de entregarse a su soñada aventura del Amazonas, pero el problema de los muzos le va a obligar a posponerla de nuevo. Vimos que los oidores Góngora y Galarza consiguieron que Ursúa regresara de Pamplona a Santa Fe para conocerlo en persona. Les pareció un gran hombre, y le prometieron facilitar su campaña del Amazonas, pero necesitaban, primeramente, que se encargara de bajarles los humos a los indios muzos”. En la imagen, la enorme firma de un Ursúa de 21 años. Un grafólogo se asustaría.




martes, 15 de noviembre de 2022

(1881) La fundación de la colombiana Pamplona fue un acierto en todos los sentidos. Pedro de Ursúa tuvo que volver a Santa Fe, y le dejó al mando a Ortún de Velasco, que conservó el puesto durante más de veinte años.

 

     (1481) Desde el principio de su existencia, la fundación de la ciudad de Pamplona fue un éxito de gran relieve, aunque no faltaron problemas con los nativos, como ocurrió en un lugar al que le pusieron el nombre de Valle de los Locos. El cronista explica por qué: “Se debía  a los diversos gestos teatrales que hacían los indios de aquella provincia cuando peleaban con los españoles, pensando espantarlos con aquello”. El 3 de febrero de 1550, los vecinos de Pamplona le escribieron al Licenciado Miguel Díaz de Armendáriz todo lo referente a la fundación de la ciudad y le hablaban del buen gobierno de Pedro de Ursúa. Iban las cosas tan bien, que ninguno de los que se encontraban en ella tuvo deseos de abandonar aquella zona para aventurarse en otras conquistas, pues en ella toda la gente tenía dónde emplear sus grandes deseos de descubrir y conquistar, así como los de conseguir excepcionales riquezas. El liderazgo de Pedro de Ursúa era ejemplar y duró hasta el mes de junio de 1550, momento en el que tuvo que volver a Santa Fe para entrevistarse con los licenciados Góngora y Galarza, los cuales, ejerciendo como oidores, acababan de fundar la Real Audiencia situada en aquella ciudad. Tenían interés en conocerlo  en persona y en recibir de él información directa de los detalles de su exitosa campaña. Nos añade fray Pedro Simón: “En Pamplona, le quedó entonces confiado su gobierno al capitán Ortún Velasco por haber trabajado tanto en las conquistas y en su fundación, así como por ser hijo de quien era, y estuvo al mando de la nueva ciudad de Pamplona más de veinte años continuos, en los cuales se fueron descubriendo nuevas tierras y poblando en ellas villas y ciudades, como fueron la de Mérida el año 1558, la villa de San Cristóbal en 1560 y la ciudad de Santa Ana de Ocaña en 1561. No fueron de menor importancia los descubrimientos de oro que se hicieron en algunos ríos, así como en otras muchas minas de Suratá,  tierra muy rica en oro, plata y otros metales, en especial en una parte que llaman la Montosa, donde comenzaron pronto a tomar de asiento los españoles para ir descubriendo sus riquezas de plata, haciendo, para moler sus metales, diversos ingenios, con los que se fue cada día facilitando más el beneficio de sacarla. Se descubrió un pedazo de tierra alta y llana, a la que llamaron el Páramo Rico de Suratá. En toda su superficie, hasta poco más de una media vara de hondo, era tanto el oro que sacaban, que, arrancando con la mano las hierbas que allí se criaban, la arena que salía pegada en  sus raíces era, al menos en su mitad, oro fino de más de veinte quilates”. Pero fray Pedro añade un disparate: “Ha habido diversas opiniones acerca de dónde pudo llegar allí este oro que es como polvo fino, y se ha tenido por la más acertada la de haberlo arrastrado la inundación de las aguas del Diluvio”.




lunes, 14 de noviembre de 2022

(1880) En su meteórica carrera militar, Pedro de Ursúa logró, entre otros éxitos notables, fundar en Colombia la ciudad de Pamplona. Pero morirá con 35 años en el fracaso de un sueño, el de El Dorado.

 

     (1480) Los mitos sobre la existencia de fabulosos tesoros tenían tal atractivo, que se repetían los intentos a pesar de los fracasos. El río Amazonas fue en ese sentido el origen de trágicas experiencias. Hacía ya años que Gonzalo Pizarro volvió destrozado por aquella devoradora naturaleza, y se encontró a la vuelta con que habían asesinado a su hermano Francisco Pizarro. También fue un fiasco un viaje posterior de Hernán Pérez de Quesada, hermano de Gonzalo Jiménez de Quesada. Lo había intentado en compañía de Lope Montalvo, y cuando este preparaba otro viaje, le quitó el mando Pedro de Ursúa, recién nombrado Gobernador por su tío, Díaz de Armendáriz. También Ursúa tenía la intención de aventurarse por el Amazonas, pero había otros planes prioritarios. (Años después, consiguió ir al mando de una tropa numerosa descendiendo por el Amazonas, pero llevaba consigo un demonio que le quitó la vida: Lope de Aguirre). Desechada, pues, ahora, la expedición del río Amazonas, Pedro de Ursúa utilizó sus energías y su valor para otra campaña. Con la conformidad de Armendáriz, su tío, se preparó para ir de conquista hacia el territorio de las Sierras Nevadas (cordillera oriental de Los Andes Colombianos), de las que se tenían prometedoras noticias sobre la existencia de oro en sus ríos, lo cual había sido confirmado después por el Teniente Ortún Velasco. Ya avanzado el año 1548, partieron para esa campaña los dos juntos, Pedro de Ursúa y Ortún Velasco. Nos dice el cronista: “Habiendo pasado el río de Sogamoso, se separaron Ortún Velasco y Ursúa para territorios distintos, tocándoles parecidos sufrimientos por el clima y por los ataques de los indios. Luego se juntaron todos donde los indios chitareros, se comunicaron ambos el número de indios que habían conseguido someter, vieron que eran suficientes para que sustentaran un pueblo de españoles que los fueran reduciendo a la fe católica y a la obediencia de su Rey de Castilla, y se determinó que, en un valle al que llamaron del Espíritu Santo, coronado de altas sierras, llano y de buenas aguas, se poblase allí una ciudad. Así se hizo, y Pedro de Ursúa, que era quien mandaba en todo el ejército, le puso a la ciudad el nombre de Pamplona, en homenaje a la otra ciudad de Pamplona de Navarra, por estar junto al pueblo en el que nació Ursúa. La nueva ciudad se encuentra a sesenta leguas de la de Santa Fe de Bogotá, y se fundó el día primero de noviembre del año 1549. Pedro de Ursúa nombró de inmediato los 2 alcaldes y los 9 regidores preceptivos. Dividió el terreno en 132 solares para repartirlos entre 136 vecinos, los primeros pobladores de esta ciudad, que sigue permaneciendo en el mismo sitio desde que se fundó”. Eso dice fray Pedro hacia el año 1620. Lo que no sabía es que continúa muy vigorosa y en el mismo sitio.




domingo, 13 de noviembre de 2022

(1879) A pesar de que Díaz de Armendáriz fue duro aplicando tormentos, el cronista dice que no era sanguinario, sino deseoso de evitar rebeliones. Resulta asombroso que el excepcional Pedro de Ursúa muriera después a manos del loco Lope de Aguirre.

 

     (1479) No le bastó a Armendáriz ejecutar al preso que aseguraba que su delación era falsa, sino que, además, también torturó a Manrique y a Lanchero, denunciados por el ahorcado, sin que de nada sirviera que se retractara de su acusación. Atormentó asimismo a Pedro Rodríguez y a un tal Vergara, funcionario público, pero, tras soportar los dolores sin afirmar que fueran culpables, lograron escapar, y acompañados de otros muchos que eran enemigos de Armendáriz. Gran parte de ellos fueron tan lejos que llegaron a la Isla Española (Santo Domingo), para denunciar en la Audiencia Real al licenciado Armendáriz. Uno de los que  presentaron la demanda fue el Capitán Luis Lanchero. Junto a él, iba Lope Montalvo de Lugo, el cual, debido a que, además de ser una buena persona, había quedado libre de toda culpa en el habitual Juicio de Residencia al que fue sometido con respecto a su mandato, de solo ocho meses, como gobernador del Nuevo Reino de Granada, pudo demostrar que hizo un brillante servicio. Y cuenta el cronista: “Los denunciantes le acusaron a Miguel Díaz de cargos muy feos, especialmente en materias de sensualidad, y, no contentos con haberlos presentado en aquella Real Audiencia, los enviaron también al Real Consejo, con lo que quedó notablemente desacreditado, pues hasta entonces su fama había sido muy distinta”. Pero, acto seguido, considera que la implacable actitud de  Miguel Díaz de Armendáriz no  se debía a un mal carácter, sino a la creencia de que tenía obligación de comportarse con dureza, pues no deseaba para el Nuevo Reino  de Granada la terrible anarquía y las guerras civiles que asolaron durante  años el territorio del Virreinato de Perú, hasta que la mano firme de Pedro de la Gasca puso fin a aquel desastre. Y añade fray Pedro Simón: “De por sí Miguel Díaz era discreto, jovial y de graciosa conversación con todos los que se le mostraban como amigos, hasta el punto de que los favorecía no sólo con palabras, sino con obras y con gastos demasiado generosos de su hacienda”. Después deja claro que, tanto su forzada dureza como el exceso de gasto, frustrarán las esperanzas que Miguel Díaz de Armendáriz (nacido en Valtierra-Navarra) tenía de que, cuando se estableciera una Audiencia Real en el Nuevo Reino de Granada, le otorgaran a él su presidencia. Y luego cambia de tema, sacando a escena a su sobrino: “No permitían el lucido talento y los gallardos bríos del generoso mancebo Pedro de Ursúa que estuviera escondido entre paredes, sin emprender cosas grandiosas y dignas de sus altos pensamientos, y así los traía siempre ocupados, imaginando campañas y conquistas donde pudiera celebrar su nombre y ensanchar los límites de la Iglesia y de la Corona de su Rey”. No podrá entonces viajar al Amazonas. Pero insistirá, y su tragedia llegará más tarde.




viernes, 11 de noviembre de 2022

(1878) Pedro de Ursúa le envió soldados al virrey de Perú, pero ya había muerto en batalla. Se quema la casa de Ursúa, y, llegado Díaz de Armendáriz, ejecutó a uno que se declaró culpable, aunque después lo había negado.

 

     (1478) Dice el cronista: “Una noche, por descuido de los criados de Pedro de Ursúa, o por maldad de los del bando contrario (y tengo por más cierto lo primero), comenzó a encenderse la casa en la que estaba Ursúa, de manera que tuvieron la suerte de escapar del incendio él y sus criados, aunque sus bienes quedaron convertidos en ceniza.  Esto le daba excusas a Ursúa para tener sospechas de que habían causado el incendio los partidarios  de los dos presos. Sin más indicios que estas sospechas, Ursúa apresó a todos los que se sabía que eran del bando de  los Lugos (llama así a quienes fueron amigos del fallecido gobernador Alonso de Lugo), y los tuvo retenidos sin trámites judiciales, aguardando la venida de su tío Miguel Díaz de Armendáriz”. En medio de esa situación, con el problema de la rivalidad de Ursúa y Lope Montalvo (quien, a pesar de estar preso, se consideraba, sin razón, legítimo gobernador interino del Nuevo Reino de Granada), hubo un aviso de emergencia desde Perú, enviado por el virrey (de triste destino) Vasco Núñez Vela, viéndose acorralado por el rebelde Gonzalo Pizarro (año 1545). Pedro de Ursúa, dadas las desagradables circunstancias que le estaban oprimiendo, se resistía a proporcionarle ayuda militar al virrey, pero, ante la insistencia desesperada de Núñez Vela, decidió enviarle setenta soldados, con la colaboración voluntaria del capitán Melchor Valdés. Sin embargo, cuando salieron, faltaba poco para el triste final del virrey Vasco Núñez Vela. Y dice el cronista: “A finales de enero de 1546, llegaron a Popayán, y se encontraron con que el Virrey había muerto en batalla, lo cual no fue poca pena para nuestro Capitán Valdés”. Gonzalo Pizarro había obtenido una gran victoria en aquella batalla, con muy pocas bajas en su ejército, pero, como ya vimos detalladamente hace tiempo, fue derrotado y muerto en Jaquijaguana el mes de abril de 1548, con triunfo definitivo por parte del gran Pedro de la Gasca. Tras hablar el cronista de la colaboración de soldados del Nuevo Reino de Granada, sigue contando lo que había interrumpido: “El Licenciado Miguel Díaz de Armendáriz, después de sentenciar en Cartagena los juicios que estaba tramitando, vino  a Santa Fe a mediados del año 1546, y se ocupó de inmediato del asunto del incendio, y con mucho más rigor que su sobrino Pedro de Ursúa, procurando a fuerza de tormentos sacar la verdad en limpio sobre quiénes fueron los agresores. Uno de los presos se confesó culpable, y hasta dijo que habían sido cómplices Francisco Manrique de Velandia y el Capitán Luis Lanchero, por lo que fueron los dos apresados de nuevo, y el delator condenado a la horca.  Pero, al enterarse de que lo iban a ejecutar, negó todo lo que había dicho y pidió disculpas a quienes había delatado falsamente. Sin embargo, esta nueva declaración no le libró de que fuera colgado”.




(1877) El joven pero muy decidido Pedro de Ursúa, en cuanto llegó a Santa Fe, fue bien recibido como Gobernador Interino, pero tuvo que encarcelar a partidarios del anterior Gobernador, ya fallecido, Antonio de Lugo.

 

     (1477) Aunque el capitán Pedroso llegó en solitario y antes que los demás a Santa Fe de Bogotá, donde todavía andaba Lope de Montalvo con sus preparativos para ponerse en marcha hacia el Amazonas, no quiso satisfacer la curiosidad que sentían los vecinos por su presencia. Tenía el encargo de apresar a Lope de Montalvo, aunque siempre habían sido amigos, y prefirió mantenerse en silencio para no crear inquietud hasta que llegara Pedro de Ursúa, el cual, por fin, entró en la ciudad de Santa Fe de Bogotá el 18 de mayo del año 1545, fiesta de La Ascensión. Era la hora en que había gente por las calles, y, entre los paseantes, se encontraban los dos alcaldes de la ciudad, los capitanes Gonzalo Garito de Zorro y  Luis Lanchero, el cual tenía estrecha relación con Lope de Montalvo, y era persona muy fiel a sus amigos, capaz de arriesgar su vida por ellos. Pedro de Ursúa ya había tenido referencias de estas características suyas, y quiso controlarlo cuanto antes, aunque su recelo era exagerado, ya que, en las cosas de importancia, Lanchero era un hombre muy leal al servicio del Rey. Y dice fray Pedro Simón: “Ursúa y los suyos entraron a la iglesia para hacer oración (quizá por la festividad), y, al salir, hablando Ursúa con los dos alcaldes, Luis Lanchero le dijo: ‘Mande Vuestra Señoría algo en que yo le sirva’. Entonces Ursúa, disimuladamente, le quitó la vara de alcalde que llevaba en la mano, cosa que admiró a todos, y Lanchero le dijo: ‘Me confunde no saber por qué me quita la vara en público y sin motivo’. Ursúa le respondió que enseguida conocería las razones”. Luego fue la gente al Cabildo, y allí, tras un intercambio de opiniones, le reconocieron a Pedro de Ursúa autoridad suficiente para tomar ese tipo de decisiones. Incluso les dijo palabras convincentes para que comprendieran que, a pesar de su juventud, tenía capacidad para gobernar en nombre del Rey. Y añade el cronista: “Salieron todos después de la sala del Cabildo agradeciéndole sus palabras, y muy esperanzados de que llegaran buenos tiempos. Le acompañaron hasta su posada, que era la casa del Capitán Fernán Vanegas, donde se hospedó aquella noche. El día siguiente, dio orden de apresar al Teniente Interino Lope Montalvo de Lugo y a Luis Lanchero, poniendo guardias en diferentes partes. Tenía preparando una casa Montalvo de Lugo para su morada, buena pero de paja, por no haberse aún comenzado en este tiempo a labrar teja por falta de oficiales. Sin estar estrenada, se trasladó allí Pedro de Ursúa. Luego ocurrió que surgieron conflictos entre ambas partes, lo que provocó gran inquietud en toda la ciudad, por estar enfrentados  el juez recién venido (Pedro de Ursúa) y el que estaba antes (Lope Montalvo de Lugo)”. Lo que quiere decir que había quedado sin resolver el conflicto entre ambos, dado que sus partidarios volvieron a enfrentarse, como veremos.




miércoles, 9 de noviembre de 2022

(1876) Con solo 19 años, el excepcional PEDRO DE URSÚA empezó a ejercer como Gobernador Interino del Nuevo Reino de Granada, y pronto tuvo que parar los pies a algunos partidarios del huido gobernador Alonso de Lugo.

 

     (1476) No acababa de digerir el Licenciado Miguel Díaz de Armendáriz las peticiones que le hacían de que le confiara a su joven sobrino Pedro de Ursúa (nacido en Arizcun-Navarra, tenía 19 años) el poder de gobernar, aunque con carácter interino, todo el territorio del Nuevo Reino de Ganada, donde ya se habían establecido cuatro poblaciones nuevas. Pero sus acompañantes no dejaban de darle la carga para que lo hiciera, y pesaron especialmente los ruegos del Capitán Gonzalo Suárez de Rendón, fundador de la ciudad de Tunja, milagrosamente recuperado de la tremenda sacudida del rayo que mató a los Quesada, así como del acoso que, como vimos, le había hecho el Gobernador Alonso de Lugo, que fracasó en su intento de llevárselo preso a España. Por fin, el Licenciado Armendáriz cedió, con gran alegría del ‘mozo’ y de todos los que insistían en su nombramiento. El Licenciado Armendáriz tenía autoridad concedida por el Rey para distribuir cargos, y, ya convencido, redactó el documento que le daba a su sobrino la máxima autoridad en aquella gobernación. Resuelto el problema, se pusieron todos en marcha, y para variar, pudieron llegar sin incidentes hasta la ciudad de Vélez. Allí presentó Ursúa sus poderes a los del cabildo y al Teniente de la población, Jerónimo Aguayo, que no puso inconvenientes. Siempre con prisa, llegaron más tarde a Tunja, y allí la alegría fue muy grande por ver sano y salvo a su fundador, Gonzalo Suárez, ya que les dejó muy preocupados que Alonso de Lugo se lo hubiese llevado a la fuerza y de malas maneras. Y añade fray Pedro Simón: “Recibieron a Pedro de Ursúa con esperanzas de verse por su mano desagraviados los que estaban descontentos, si bien no faltaban los pareceres contrarios de aquellos que fueron partidarios de Don Antonio de Lugo”. El próximo destino, la ciudad de Santa Fe de Bogotá, tenía su riesgo, ya que allí residía Lope Montalvo de Lugo, a quien le había adjudicado el cargo de gobernador interino del Nuevo Reino de Ganada el huido, y fallecido, Don Alonso de Lugo, pariente suyo. Pedro de Ursúa, ya de camino hacia Santa Fe, se enteró, además, de que Lope Montalvo estaba preparando una campaña en busca de El Dorado, intento en el que ya había fracasado yendo en compañía de Hernán Pérez de Quesada (e, incluso, anteriormente, Gonzalo Pizarro). Era un motivo más para que Pedro de Ursúa fuera duro con él, ya que aspiraba también a hacer realidad ese sueño imposible (en el que morirá a manos de Lope de Aguirre). Aunque el capitán Francisco Núñez de Pedroso iba con Ursúa, se adelantó para llegar a a Santa Fe antes de que Lope Montalvo saliera a su aventura, y los que iban con Ursúa también le metían prisa con la intención de procesar a Montalvo y a todos los que habían recibido del fallecido gobernador Alonso de Lugo cargos relevantes.




martes, 8 de noviembre de 2022

(1875) Un rayo terrible mató a los dos hermanos Quesada y a algunos más. El juez Armendáriz nombró Gobernador Interino a un sobrino suyo sumamente brillante, pero futura víctima de una gran tragedia: PEDRO DE URSÚA.

 

      (1475) Nos cuenta fray Pedro Simón cosas que sucedieron por el tiempo en que el difunto Alonso de Lugo salió de la Habana hacia España, lo que le sirvió para escurrirse de alguien que llegaba a Cartagena de Indias para juzgarle. Se trataba del muy importante Miguel Díaz de Armendáriz. Le entregaron entonces todas las causas que tenía que sentenciar, entre ellas las de los dos hermanos Quesada, que emprendieron viaje para ir al encuentro del juez Armendáriz. En el Cabo de Vela se encontraron con viejos amigos, y decidieron navegar todos juntos hasta Cartagena, que era donde estaba el juez Armendáriz, y luego seguir hasta el Nuevo Reino de Granada. Y dice fray Pedro Simón: “Se embarcaron todos en una nave del Capitán Anchuleta , y con ellos  el Obispo Fray Martín de Calatayud. Se  pusieron a jugar a los naipes en una mesa el Obispo, el Capitán Gonzalo Suárez y los dos hermanos Quesada. Comenzó entonces a enmarañarse el cielo de repente, con espesas nubes, truenos y relámpagos, y entonces cayó un rayo que dio en la mesa de los jugadores, quedando muertos al instante los dos hermanos Quesada, el Obispo, mal herido en una pierna, el Suárez en un brazo y el Anchuleta murió al otro día sin poder decir palabra del sobresalto que sufrió. Todos los demás quedaron descompuestos, y, cuando volvieron en sí, sacaron a los muertos del navío y les hicieron un solemne entierro”. Llegaron a la ciudad de Cartagena, donde se presentaron ante Miguel Díaz de Armendáriz, deseando que se ocupase pronto de los asuntos judiciales, pues ellos querían ver resueltos cuanto antes las denuncias que habían presentado. Pero él prefería llegar primeramente al Nuevo Reino de Ganada, para hacer las cosas con la debida calma, y trataba de tranquilizarlos con buenas palabras. Oigamos a fray Pedro:  “Atormentaban estas negativas a los agraviados, pero el Licenciado Armendáriz quería retrasar la llegada al Nuevo Reino porque, aunque solo oficialmente, todavía era Alonso de Lugo el gobernador, y, como no había manera de convencerlo, le propusieron otro planteamiento. Y fue que, como Díaz de Armendáriz traía en su compañía a un sobrino suyo llamado Pedro de Ursúa, el cual, aunque mozo, era de buen entendimiento, brioso y de muy buenas cualidades, le rogaron que lo enviase sin más espera al Nuevo Reino de Granada con el cargo de Teniente General suyo, para que lo gobernase mientras él resolvía sus asuntos judiciales”. En principio, Armendáriz se va a a resistir, pero cederá. El brillante joven era nada menos que Pedro de Ursúa, aquel extraordinario capitán que fue el primer asesinado por el terrorífico y trastornado Lope de Aguirre durante la expedición al Amazonas. Pedro de Ursúa era  navarro, y fundó en Colombia la ciudad de Pamplona, donde le han dedicado la estatua de la imagen.




lunes, 7 de noviembre de 2022

(1874) Llegado a España Alonso de Lugo, el Rey confió en él. Lo envió a Córcega al mando de una gran tropa, y, curiosamente, su valentía y sus éxitos fueron enormes. Murió allí una noche tras luchar alucinado contra enemigos imaginarios.

 

     (1474) El Gobernador Don Alonso de Lugo, tras devolver a los vecinos del Cabo de la Vela las perlas que había cogido de la Caja Real, partió precipitadamente del lugar y llegó navegando a la Habana. Fay Pedro Simón nos cuenta: “Allí estaba al mando el Licenciado Juanes Dávila (era un hombre muy corrupto), quien, por una orden recibida de la Audiencia de Santo Domingo, le prendió y le embargó sus bienes y el navío, pero Don Alonso se dio tan buena maña, que, con cuatro mil ducados que le metió en la manga, quedó libre, sin que le costara nada, porque luego los recuperó judicialmente. Sin más problemas, pudo llegar hasta España, donde le pusieron mil pleitos, en especial por parte de los representantes del Capitán Gonzalo Suárez, que, además, exigían que volviera al Nuevo Reino de Granada para someterse al preceptivo Juicio de Residencia. De esto se libró, pero se vio obligado a restituir algo de lo que le debía a Gonzalo Suárez. Terminados los pleitos, y tras estar algunos años en la Corte, le nombró Su Majestad Capitán General de unos tres mil hombres de la caballería para marchar de expedición a Córcega, yendo en su compañía Don García de Mendoza, quien después fue Virrey de Perú”. En su llegada a Córcega, tuvo un gran éxito militar conquistando varias poblaciones. De allí fue a Milán, participando en varios grupos de ataque que cercaban la ciudad. Y el poco recomendable Alonso de Lugo, actuó sin embargo con una valentía excepcional. Así lo cuenta el cronista: “Demostrando la nobleza de sus venas, obligó a los cercados a someterse al yugo de Carlos V, pero él tuvo que someterse al de la muerte, pues aquella misma noche murió. Algunas horas antes, se produjo en su casa un estruendo tal, que huyeron los criados. Se presentaron su primo Francisco Bahamón de Lugo, Cristóbal Vázquez de Dávila y otros caballeros. Oyeron al entrar en el aposento ruido de armas, como si peleara mucha gente, y le hallaron sentado en su cama con el estoque en la mano y una sábana envuelta en el brazo izquierdo. Al preguntarle qué le ocurría, respondió: ‘No estoy loco, sino que he necesitado todo el valor que Dios me dio para saber morir como cristiano, pues ha permitido que muchos demonios en forma de hombres me aflijan con sus armas, y quiero que me traigan a mi confesor porque siento que me muero’. Se lo trajeron, y los médicos dijeron que se iba acabando a toda prisa, a causa del gran molimiento con que había quedado del combate. Se confesó, y tras haber ordenado muy rápidamente las cosas de su alma, y las de su hacienda en un breve testamento, recitó un Credo e hizo una manifestación de fe católica. Finalmente, ya sereno y con sosiego, se apoyó sobre el brazo del Capitán Cristóbal Vázquez Dávila diciendo: ‘Vamos a ver este gran secreto’, y expiró”. (La incógnita del más allá).



domingo, 6 de noviembre de 2022

(1873) Resulta sorprendente que el soberbio y corrupto gobernador ALONSO DE LUGO cediera, a pesar de su gran poder, frente a intentos de rebelión. Decidió regresar a España pero no se libró de problemas.

 

     (1473) Las cosas le iban tan mal al Gobernador Alonso de Lugo, que, a finales del año 1544, decidió partir hacia España. Para evitar que lo retuvieran con alguna inspección oficial, se dio toda la prisa que pudo. Aceleró la construcción de unas naves en el río Magdalena, y, con el fin de que se pusieran en orden asuntos administrativos pendientes, le entregó el mando de la gobernación a su pariente Lope Montalvo de Lugo. A la hora de partir, quiso proteger los tesoros con que iría a España, los de la Hacienda Pública y los suyos, y llevó hasta la costa atlántica como guardia personal a sus hombres de confianza, los capitanes Juan de Céspedes, Martín Galiano, Lorenzo Martín y Francisco Salguero. También llevó consigo al capitán Gonzalo Suárez, con la excusa de que lo necesitaba para la custodia de los bienes, y diciéndole que podría regresar desde Tocaima, pero, en realidad  no se fiaba de él, y temía alguna traición suya. Cuando llegaron a los bergantines, se despidió de estos acompañantes, pero apresó a Gonzalo Suárez y lo llevó río abajo encadenado hasta Santa Marta, aunque tuvo la suerte de quedar libre poco después”. Pero pronto el Gobernador Alonso de Lugo tropezó con lo inesperado. Tiempo atrás, Francisco de Castellanos, Tesorero de la Hacienda Real, había enviado al Consejo de Indias una denuncia porque Alonso de Lugo le había quitado por la fuerza la llave de la Caja Real y se quedó con las perlas existentes en su interior, alegando que eran parte de los fondos destinados al reparto entre los vecinos del Cabo de la Vela. Pero quien se quedó con las perlas fue Don Alonso, que desconocía la existencia de esa denuncia. Cuando partió de Santa Marta, llegó navegando hasta el Cabo de la Vela (en la imagen, lugar de los hechos). Y dice el cronista: “Los vecinos del lugar no le tuvieron el mismo respeto de cuando pasó por allí anteriormente, y, en cuanto tomó puerto, el Alcalde Bartolomé Carroño y el Alguacil Mayor Pedro de Cádiz, presentando la demanda que tenían, le quitaron a la nave las velas, el  timón y los marineros, dejándola inútil para la navegación, y al Capitán Gonzalo Suárez le dieron libertad y protección en el pueblo, pues le llevó a su casa el Obispo Don Martín de Calatayud, fraile jerónimo, que había llegado como cuarto Obispo de Santa Marta. Se le exigió luego al Gobernador Don Alonso de Lugo que devolviese de inmediato a la Caja Real, sin faltar nada, todo lo que había sacado de ella. Y así lo hizo, sin la menor réplica, adaptándose a las circunstancias, pues ya eran muy distintas de aquellas en las que  le resultó fácil sacar las perlas de la Caja Real. Incluso les rogó, con las palabras dulces que solía emplear cuando le interesaba, que le devolviesen sus marineros y los aparejos del navío, porque las prisas que llevaba, quizá debidas al miedo, no daban lugar a retrasos”.