domingo, 13 de noviembre de 2022

(1879) A pesar de que Díaz de Armendáriz fue duro aplicando tormentos, el cronista dice que no era sanguinario, sino deseoso de evitar rebeliones. Resulta asombroso que el excepcional Pedro de Ursúa muriera después a manos del loco Lope de Aguirre.

 

     (1479) No le bastó a Armendáriz ejecutar al preso que aseguraba que su delación era falsa, sino que, además, también torturó a Manrique y a Lanchero, denunciados por el ahorcado, sin que de nada sirviera que se retractara de su acusación. Atormentó asimismo a Pedro Rodríguez y a un tal Vergara, funcionario público, pero, tras soportar los dolores sin afirmar que fueran culpables, lograron escapar, y acompañados de otros muchos que eran enemigos de Armendáriz. Gran parte de ellos fueron tan lejos que llegaron a la Isla Española (Santo Domingo), para denunciar en la Audiencia Real al licenciado Armendáriz. Uno de los que  presentaron la demanda fue el Capitán Luis Lanchero. Junto a él, iba Lope Montalvo de Lugo, el cual, debido a que, además de ser una buena persona, había quedado libre de toda culpa en el habitual Juicio de Residencia al que fue sometido con respecto a su mandato, de solo ocho meses, como gobernador del Nuevo Reino de Granada, pudo demostrar que hizo un brillante servicio. Y cuenta el cronista: “Los denunciantes le acusaron a Miguel Díaz de cargos muy feos, especialmente en materias de sensualidad, y, no contentos con haberlos presentado en aquella Real Audiencia, los enviaron también al Real Consejo, con lo que quedó notablemente desacreditado, pues hasta entonces su fama había sido muy distinta”. Pero, acto seguido, considera que la implacable actitud de  Miguel Díaz de Armendáriz no  se debía a un mal carácter, sino a la creencia de que tenía obligación de comportarse con dureza, pues no deseaba para el Nuevo Reino  de Granada la terrible anarquía y las guerras civiles que asolaron durante  años el territorio del Virreinato de Perú, hasta que la mano firme de Pedro de la Gasca puso fin a aquel desastre. Y añade fray Pedro Simón: “De por sí Miguel Díaz era discreto, jovial y de graciosa conversación con todos los que se le mostraban como amigos, hasta el punto de que los favorecía no sólo con palabras, sino con obras y con gastos demasiado generosos de su hacienda”. Después deja claro que, tanto su forzada dureza como el exceso de gasto, frustrarán las esperanzas que Miguel Díaz de Armendáriz (nacido en Valtierra-Navarra) tenía de que, cuando se estableciera una Audiencia Real en el Nuevo Reino de Granada, le otorgaran a él su presidencia. Y luego cambia de tema, sacando a escena a su sobrino: “No permitían el lucido talento y los gallardos bríos del generoso mancebo Pedro de Ursúa que estuviera escondido entre paredes, sin emprender cosas grandiosas y dignas de sus altos pensamientos, y así los traía siempre ocupados, imaginando campañas y conquistas donde pudiera celebrar su nombre y ensanchar los límites de la Iglesia y de la Corona de su Rey”. No podrá entonces viajar al Amazonas. Pero insistirá, y su tragedia llegará más tarde.




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