(1483) Los dos oidores de la Real
Audiencia de Santa Fe, Góngora y Galarza, quedaron encantados del jovencísimo
Pedro de Ursúa cuando lo conocieron en persona, y estaban convencidos de que
era la persona ideal para capitanear una campaña contra los bestiales indios
muzos. Sabían que el verdadero deseo de Ursúa era ir al río Amazonas, pero
tuvieron la habilidad de que aceptara batallar contra los peligrosos indios,
derrotarlos y fundar en su territorio un poblado de españoles, a cambio,
precisamente, de ayudarle después a preparar un buen ejército y construir naves
para que pudiera entregarse de inmediato a la preocupante aventura de
adentrarse en las misteriosas aguas del río más caudaloso y, para muchos, el
más largo del mundo. Dice el cronista: “Con esto y los ruegos que le hicieron
sus amigos, no pudo evitar Ursúa tomar a su cargo esta expedición. Logró juntar
125 hombres y casi 500 indios amigos, y partió a su destino a principios del
año 1551”. Luego cuenta con gran detalle (que resumiré al máximo) los numerosos
enfrentamientos que tuvo con los durísimos muzos, que, sin embargo, también
llegaron casi al agotamiento, y, con la habitual falsedad de los nativos,
fingieron desear la paz. Curiosamente, Ursúa, a pesar de conocer estos frecuentes
trucos, se inclinó a creerles. Pero la suerte estuvo de su parte, como cuenta
fray Pedro: “Quiso Dios que se descubriera la trampa por medio de una india muisca,
que, estando cautiva de los muzos, huyó y pudo descubrir a los españoles la traición que les tenían preparada para
matarlos a todos. Entonces fue Ursúa el que les envió otro mensaje a los
traidores, pidiéndoles que vinieran a mercadear con los españoles, y los
indios, para tenerlos confiados, cumplieron su deseo. Llegaron al campamento
español los caciques más importantes con sus mujeres e hijos, y se instalaron
con sus mercancías. Fue el momento en el que Pedro de Ursúa mandó apresar a los
caciques, y les echó en cara la traición que tenían preparada. Luego Ursúa,
tras averiguar quiénes eran los mayores culpables, los mandó ahorcar en los árboles,
y dio permiso a los demás para que volvieran a sus poblados. Pero, aunque estos
indios fueron castigados, de nada sirvió, pues, como veremos, no quedaron
escarmentados”. Lo positivo fue que, al menos por algún tiempo, los indios
muzos dejaron de molestar, y Pedro de Ursúa lo aprovechó para llevar a cabo el
otro objetivo: fundar una ciudad. Se escogió el terreno, se eligieron dos
alcaldes, cuatro regidores, un alguacil y un procurador, se hizo el trazado de
la ciudad, y se repartieron los solares. Pedro de Ursúa le puso el nombre de
Tudela de Navarra, por llamarse así otra ciudad de su tierra, y “se celebró la
fundación con juegos y regocijos”. En el
mapa se ve dónde estaba Tudela, y era
por allí donde andaban los caníbales indios muzos.
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