(1486) Las vueltas que da la vida… (sobre
todo si eres conquistador en Las Indias). El superfamoso y heroico Diego García
de Paredes, llamado (justamente) El Sansón de Extremadura, tuvo un hijo
legitimado que se llamaba como él, del que ya hablé extensamente, pero nos sale
al paso en una anécdota que cuenta el cronista fray Pedro Simón. Acabamos de
ver que Pedro de Ursúa abandona Tudela y se dispone a ir al Amazonas en busca
de las míticas tierras de El Dorado. En este abandono, Tudela es cercada por
los salvajes indios muzos, y los españoles tienen que huir. Uno de ellos era
DIEGO GARCÍA DE PAREDES (hijo). Como sabemos, el loco Lope de Aguirre va a
matar en el Amazonas a Pedro de Ursúa, pero poco después será este García de
Paredes quien aprese a Aguirre en Venezuela y lo mate de un arcabuzazo. El
loco, pero valiente, Aguirre tuvo tiempo de reírse de él porque falló el primer
tiro. Oigamos la anécdota que cuenta Fray Pedro: “Entre los españoles que
salían huyendo de Tudela, estaba Don Diego García de Paredes, natural de
Trujillo (como su padre) y fundador en 1557 de la venezolana ciudad de
Trujillo, el cual hizo durante esta salida, en favor de un pobre viejo, un hecho
tan valiente como generoso. Estaba sacando este anciano unas vaquillas que
tenía en Tudela, el nuevo pueblo, y eran su único medio de vida. Iba el pobre
hombre expuesto a serios peligros de muerte por querer conservar sus vaquitas,
pues los indios ya venían cargando con desenfrenada furia contra él. No
hallando entre los soldados el socorro que necesitaba, se acercó a García de
Paredes, y, con ruegos desesperados, le pidió
que le ayudara en aquella situación tan peligrosa. García de Paredes se lo tomó
tan a pecho, que, llamando a algunos amigos para que le acompañaran, dejaron la
vanguardia, y se pasaron a la retaguardia, donde los indios ya iban haciendo
algún daño en los retrasados. Temiéndose Don Diego García de Paredes que, si
fuese con el caballo que llevaba, que era extremadamente bueno, pudiera hacer
alguna cosa indigna de su valor y fama huyendo de los enemigos al verse en un
serio aprieto, le hizo cortes en las patas y lo dejó desjarretado en el camino.
Después siguió despacio con sus armas a cuestas, y frenaron él y sus compañeros
la furia de los bárbaros muzos, los cuales, con acrecentados bríos, pretendían apoderarse
de ellos, pero Dios quiso que sus deseos no se cumpliesen. Esto ocurrió a
finales del año mil quinientos cincuenta y dos”. Luego los Alcaldes de Tudela,
llegados a Santa Fe, les expusieron a los Oidores de la Real Hacienda por qué
se vieron obligados a autorizar a los vecinos el abandono de la ciudad. Dando
por buenas sus razones, permitieron que todos los huidos pudieran acomodarse de
la mejor manera posible en Santa Fe, hasta que llegaran tiempos más tranquilos.
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