viernes, 25 de noviembre de 2022

(1890) Dos ejemplos del rigor militar. En la Real Audiencia sentó muy mal que Bartolomé Hernández fundara una población sin permiso previo. Al capitán tuerto Antonio Sarmiento le dieron un flechazo en el otro ojo y murió animando a sus hombres.

 

     (1490) El Capitán BARTOLOMÉ HERNÁNDEZ DE LEÓN tomó por su cuenta la iniciativa de fundar una nueva población, sin contar con la preceptiva licencia previa: “Se limitó a consultarlo con sus soldados y con los indios de la zona. Le dijeron que sería buena idea, y él, aunque afirmando que era para servicio del Rey, fundó la población y le puso el nombre de León, por ser él leonés, el día 20 de octubre de 1552. Enterado el Capitán  Martín Galiano en la ciudad de Vélez de esta fundación, le envió una carta en la que le advertía a Bartolomé Hernández de los grandes inconvenientes que se seguirían de lo que había hecho sin licencia de la Real Audiencia de Santafé.  Y, acto seguido, se lo comunicó a dicha Audiencia, en la cual  les pareció que el hecho era muy grave”. Después los Oidores, sin precipitarse en anular la fundación, le mandaron al Capitán Juan Angulo, vecino con gran autoridad en Vélez, que se hiciese cargo del control de la fundada ciudad de León, mandando a Bartolomé Hernández que no volviese a la nueva ciudad sin permiso previo de la Real Audiencia. La ciudad de León, recién fundada sin base legal, quedará en nada, pero la de Vélez sigue viva y pintoresca (como muestra la imagen). Además, al hacerse cargo Juan de Angulo del territorio de León, encontró serias dificultades. Los nativos de aquella zona se resistieron a ser dominados por los españoles, e, incluso, mataron a dos que estaban desprevenidos y a varios indios amigos, tras lo cual huyeron para poder defenderse en un lugar fortificado. Y nos cuenta el cronista: “El Capitán Juan de Ángulo, para poner remedio eficaz, envió contra ellos a veinte hombres bajo el mando de Antonio Sarmiento, que era tuerto de un ojo como consecuencia de batallas anteriores. El cual partió de inmediato provisto de armas, municiones, provisiones e indios amigos suficientes, y sitió a los enemigos, habiendo muertos y heridos por ambas partes. Se produjo, finalmente, el asalto, y los nuestros se hicieron con casi toda la casa de los  indios. Cuando acudía Antonio Sarmiento a una puerta en la que los indios se habían hecho fuertes, entró por ella con valor y esfuerzo, animando a sus soldados y diciéndoles que, con lo poco que les quedaba por hacer, tendrían vencidos a sus enemigos. Justo al acabar de pronunciarlo, fue herido con una flecha en el ojo sano, de lo que luego cayó, sin que se le oyese decir más que, ¡adelante, caballeros!, ya que, inmediatamente después, murió. A pesar de la desgracia, fue grande la dicha al ver que tenían al alcance de la mano la victoria que pronto consiguieron. Después apresaron a los indios más importantes, se hizo justicia contra algunos de ellos y los demás fueron llevados a la ciudad de León, donde el Capitán JUAN ANGULO los perdonó. Y así, con esta eficacia,  resultó después fácil someter a los indios y mantener aquellas tierras pacificadas”.




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