miércoles, 16 de noviembre de 2022

(1882) El Juicio de Residencia era un duro examen que se aplicaba siempre a los gobernadores que acababan su mandato. Los indios muzos siguieron matando y comiendo a españoles. Le encargaron a Pedro de Ursúa que los sometiera.

 

     (1482) Aunque el cronista define a Miguel Díaz de Armendáriz como hombre amable, también se había creado enemigos que se empeñaban en que fuera sometido al clásico Juicio de Residencia que se solía utilizar con quienes ejercían cargos oficiales, y él era entonces Gobernador Interino del Nuevo Reino de Granada. Para  tal fin, se nombró al Licenciado Alonso de Zorita, y fue muy presionado por quienes tenían impacientes ganas de ver a Armendáriz juzgado. Sin embargo, el bueno de Lope Montalvo de Lugo, con el que Armendáriz había sido muy duro, ya libre de acusaciones por sentencia de la Real Audiencia de Santo Domingo, no quiso más complicaciones, volvió sensatamente y empobrecido a España, pasó el resto de su vida con la renta de un mayorazgo y murió en Salamanca. En las fechas en que se estableció la Real Audiencia de Santa Fe, mayo de 1550, llegó allí el Licenciado Zorita, donde presentó el nombramiento que le obligaba a encargarse del juicio de Armendáriz, pero el cronista nos terminará la historia más adelante. Nos cuenta primeramente que Armendáriz tenía mucho interés en someter a los salvajes indios muzos, porque hacían verdaderas barbaridades, como la de comérselos, con los indios muiscas, mucho más civilizados, y amigos de los españoles. Le encargó el trabajo al Capitán Melchor Valdés, el cual llevaba entre sus hombres al vasco Martín de Oñate, de quien dice el cronista que era famoso, y comenta lo siguiente: “Después de haber controlado a los indios muzos, el Capitán Valdés dio por  buena su fingida paz, pero más tarde mataron a traición a más de veinte españoles, y entre ellos, a Oñate, así como a gran cantidad de los indios amigos. Los muzos quedaron tan ensoberbecidos, que no solo iban a las tierras de los muiscas para comérselos o tenerlos como esclavos, sino que también salían a los caminos para matar a los españoles”. Como si el Destino estuviera manejando perversamente su cerebro, Pedro de Ursúa seguía obsesionado con el sueño de descubrir El Dorado (tumba de muchos ilusos durante siglos) entre el río Amazonas y sus afluentes. Ya tenía licencia de su tío, el Gobernador Miguel Díaz de Armendáriz, para preparar esa campaña, pero, como vimos, tuvo que suspenderla para ir a fundar Pamplona. Vuelto a Santa Fe, creyó llegada la ocasión de entregarse a su soñada aventura del Amazonas, pero el problema de los muzos le va a obligar a posponerla de nuevo. Vimos que los oidores Góngora y Galarza consiguieron que Ursúa regresara de Pamplona a Santa Fe para conocerlo en persona. Les pareció un gran hombre, y le prometieron facilitar su campaña del Amazonas, pero necesitaban, primeramente, que se encargara de bajarles los humos a los indios muzos”. En la imagen, la enorme firma de un Ursúa de 21 años. Un grafólogo se asustaría.




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