(1488) Había quedado pendiente el llamado
Juicio de Residencia al que debía ser sometido el Licenciado Miguel Díaz de
Armendáriz en relación a sus funciones como Gobernador del Nuevo Reino de
Granada, cargo que ya había dejado en manos de los Oidores de la Real Audiencia.
Pero le llegó el momento de que tuviera que pasar el mal trago, porque se había
puesto en camino hacia Santa Fe el Oidor Alonso de Zorita, encargado
judicialmente del caso. Y dice el cronista: “Todos los que en Santa Fe se
sentían agraviados por Armendáriz, así
como los vecinos de la zona costera que también tenían quejas de él desde el
tiempo en que ejerció allí de gobernador, se juntaron en aquella ciudad confiados
en hallar cumplida justicia y desagravios con el juez Alonso de Zorita. Pero todo
les salió mal, pues, en cuanto puso los pies en Santa Fe el Oidor Zorita, halló
que los dos Oidores de la Audiencia y los jueces de la ciudad apoyaban incondicionalmente
a Miguel Díaz. Aunque Alonso de Zorita tenía mucho interés en desagraviar a los
perjudicados, puesto que era hombre justo, muy letrado y con experiencia, no le
fue posible llevarlo a cabo, porque desbarataban sus argumentos poniendo gran
cantidad de obstáculos”. Unos apoyaban a Armendáriz por sincera amistad, y, otros,
por haber ejercido cargos como representantes suyos en varias ciudades. Como el
Oidor Zorita no era hombre que tirase la toalla con facilidad, peleó cuanto
pudo para hacer públicas las acusaciones que tenía contra los demandados. Pero
ni así pudo salirse con la suya, ya que se le hizo una campaña en contra a base
de juego sucio: “Fue tal la insolencia de los que trataban de desprestigiarlo,
que los anuncios que había colocado amanecieron, sin respeto al lugar sagrado
en que los había colocado, tachados con asquerosas suciedades, y se le hacían a
él constantes agravios. Se decía que el principal impulsador de estos ataques
era el Secretario de la Real Audiencia, Alonso Téllez”. Ante esta situación,
los que reclamaban justicia, decidieron buscarla en otra parte. Encabezados por
Luis Lanchero, tuvieron el coraje de ir hasta Santo Domingo, y presentar en la
Real Audiencia sus denuncias. También se trasladó allí el Oidor Zorita y entregó
su expediente contra Armendáriz, reducido al máximo por tantas contrariedades.
Zorita después fue trasladado a la Audiencia de México (donde escribió la
crónica de la imagen), y allí permaneció hasta sus últimos días: “Creyó con
esto Miguel Díaz de Armendáriz que ya había pasado sobre él la tempestad. Pero
se equivocaba como la eriza, que, cuando le llega el parto, aprieta para que no
le lastimen las puntas de sus crías, pero, teniéndolas más días en su vientre,
las puntas se hacen más largas y duras, de manera que luego aumentan los
dolores al parir”. Veremos, pues, cómo se le complican las cosas a Armendáriz.
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