viernes, 4 de noviembre de 2022

(1872) En la zona de los caníbales muzos, los españoles descubrieron que había esmeraldas. Volvió de España Sebastián de Belalcázar. Al saber que el Gobernador Lugo quería quitarle derechos, salió a flote su bravura y lo retó a un duelo personal.

 

     (1472) Volvemos a comprobar que había indios caníbales cerca de Bogotá, territorio mucho más civilizado, y poblado por los indios muiscas. Y, al parecer, se trataba de una tribu diferente a la de los panches, de cuyo canibalismo ya hablamos: “Viendo el Gobernador Alonso de Lugo los estragos que hacían los indios de la provincia de los muzos en los muiscas, que confinan con ellos en la parte del Norte, pues entraban en sus tierras, los sacaban y se los comían, como quien saca carneros para eso de una manada, envió una tropa de soldados con el capitán Diego Martínez, para que conquistasen y poblasen aquella tierra ese mismo año de 1544. Salió al efecto de esta ciudad de Santa Fe (Bogotá), y tuvo encuentros tan rigurosos con los muzos, que estuvieron todos los soldados a pique de perderse, porque ellos eran pocos y los indios muchos. Le pareció mejor dejar por entonces la empresa, pero no fue inútil el viaje, pues hallaron allí algunas gallinas de las nuestras (españolas), y vieron que en los buches tenían, además de maíz, algunas esmeraldas, que, aunque pequeñas, eran la prueba de que en el territorio de los muzos las había, cosa que hasta entonces desconocían. También por entonces el trapacero gobernador Alonso de Lugo quiso apoderarse de tierra ajena. El duro capitán Belalcázar ya estaba de vuelta de su viaje a España con Quesada y Federman, y, como vimos, el Rey le había premiado nombrándolo gobernador de Popayán, en el límite con Colombia. También le correspondía un territorio que había conquistado, con la conformidad de Gonzalo Jiménez de Quesada, en el valle de Neiva. Pero Alonso de Lugo le envió carta diciéndole que el valle de Neiva pertenecía a su gobernación. Parece ser que, más que apropiarse el territorio, lo que deseaba era alejar de sí al famoso, bravo  y carismático Sebastián de Belalcázar. Y nos dice fray Pedro Simón: “Tomó el  Gobernador Belalcázar con mucho enfado y recelo la carta, y le contestó con otra muy dura, que le dejó a Don Alonso de Lugo encogido, ya que lo provocaba con palabras diciéndole que deseaba tenérselas con él, de hombre a hombre, para decidir con la espada la solución del asunto. La de Belalcázar era temible, como  conocía todo el mundo por los valerosos hechos de sus manos, pues fueron muchas las conquistas que le vinieron a ellas. Tuvo muchos deseos de verse frente a Don Alonso, no tanto para solucionar este conflicto surgido entre los dos, sino sobre todo por los perjuicios que estaba causando con su forma de gobernar a todos los vecinos de este Nuevo Reino de Granada, a quienes él tenía por amigos desde que  llegó a él. Pero, pasadas estas primeras reacciones, pudo más la prudencia que el enojo, y no pasó más allá de escribirle la carta a Don Alonso de Lugo”.




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