(1472) Volvemos a comprobar que había
indios caníbales cerca de Bogotá, territorio mucho más civilizado, y poblado
por los indios muiscas. Y, al parecer, se trataba de una tribu diferente a la
de los panches, de cuyo canibalismo ya hablamos: “Viendo el Gobernador Alonso
de Lugo los estragos que hacían los indios de la provincia de los muzos en los muiscas,
que confinan con ellos en la parte del Norte, pues entraban en sus tierras, los
sacaban y se los comían, como quien saca carneros para eso de una manada, envió
una tropa de soldados con el capitán Diego Martínez, para que conquistasen y
poblasen aquella tierra ese mismo año de 1544. Salió al efecto de esta ciudad
de Santa Fe (Bogotá), y tuvo encuentros tan rigurosos con los muzos, que
estuvieron todos los soldados a pique de perderse, porque ellos eran pocos y los
indios muchos. Le pareció mejor dejar por entonces la empresa, pero no fue
inútil el viaje, pues hallaron allí algunas gallinas de las nuestras (españolas),
y vieron que en los buches tenían, además de maíz, algunas esmeraldas, que,
aunque pequeñas, eran la prueba de que en el territorio de los muzos las había,
cosa que hasta entonces desconocían. También por entonces el trapacero
gobernador Alonso de Lugo quiso apoderarse de tierra ajena. El duro capitán
Belalcázar ya estaba de vuelta de su viaje a España con Quesada y Federman, y,
como vimos, el Rey le había premiado nombrándolo gobernador de Popayán, en el
límite con Colombia. También le correspondía un territorio que había
conquistado, con la conformidad de Gonzalo Jiménez de Quesada, en el valle de
Neiva. Pero Alonso de Lugo le envió carta diciéndole que el valle de Neiva
pertenecía a su gobernación. Parece ser que, más que apropiarse el territorio,
lo que deseaba era alejar de sí al famoso, bravo y carismático Sebastián de Belalcázar. Y nos
dice fray Pedro Simón: “Tomó el Gobernador
Belalcázar con mucho enfado y recelo la carta, y le contestó con otra muy dura,
que le dejó a Don Alonso de Lugo encogido, ya que lo provocaba con palabras
diciéndole que deseaba tenérselas con él, de hombre a hombre, para decidir con
la espada la solución del asunto. La de Belalcázar era temible, como conocía todo el mundo por los valerosos
hechos de sus manos, pues fueron muchas las conquistas que le vinieron a ellas.
Tuvo muchos deseos de verse frente a Don Alonso, no tanto para solucionar este
conflicto surgido entre los dos, sino sobre todo por los perjuicios que estaba
causando con su forma de gobernar a todos los vecinos de este Nuevo Reino de
Granada, a quienes él tenía por amigos desde que llegó a él. Pero, pasadas estas primeras reacciones,
pudo más la prudencia que el enojo, y no pasó más allá de escribirle la carta a
Don Alonso de Lugo”.
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