viernes, 11 de noviembre de 2022

(1878) Pedro de Ursúa le envió soldados al virrey de Perú, pero ya había muerto en batalla. Se quema la casa de Ursúa, y, llegado Díaz de Armendáriz, ejecutó a uno que se declaró culpable, aunque después lo había negado.

 

     (1478) Dice el cronista: “Una noche, por descuido de los criados de Pedro de Ursúa, o por maldad de los del bando contrario (y tengo por más cierto lo primero), comenzó a encenderse la casa en la que estaba Ursúa, de manera que tuvieron la suerte de escapar del incendio él y sus criados, aunque sus bienes quedaron convertidos en ceniza.  Esto le daba excusas a Ursúa para tener sospechas de que habían causado el incendio los partidarios  de los dos presos. Sin más indicios que estas sospechas, Ursúa apresó a todos los que se sabía que eran del bando de  los Lugos (llama así a quienes fueron amigos del fallecido gobernador Alonso de Lugo), y los tuvo retenidos sin trámites judiciales, aguardando la venida de su tío Miguel Díaz de Armendáriz”. En medio de esa situación, con el problema de la rivalidad de Ursúa y Lope Montalvo (quien, a pesar de estar preso, se consideraba, sin razón, legítimo gobernador interino del Nuevo Reino de Granada), hubo un aviso de emergencia desde Perú, enviado por el virrey (de triste destino) Vasco Núñez Vela, viéndose acorralado por el rebelde Gonzalo Pizarro (año 1545). Pedro de Ursúa, dadas las desagradables circunstancias que le estaban oprimiendo, se resistía a proporcionarle ayuda militar al virrey, pero, ante la insistencia desesperada de Núñez Vela, decidió enviarle setenta soldados, con la colaboración voluntaria del capitán Melchor Valdés. Sin embargo, cuando salieron, faltaba poco para el triste final del virrey Vasco Núñez Vela. Y dice el cronista: “A finales de enero de 1546, llegaron a Popayán, y se encontraron con que el Virrey había muerto en batalla, lo cual no fue poca pena para nuestro Capitán Valdés”. Gonzalo Pizarro había obtenido una gran victoria en aquella batalla, con muy pocas bajas en su ejército, pero, como ya vimos detalladamente hace tiempo, fue derrotado y muerto en Jaquijaguana el mes de abril de 1548, con triunfo definitivo por parte del gran Pedro de la Gasca. Tras hablar el cronista de la colaboración de soldados del Nuevo Reino de Granada, sigue contando lo que había interrumpido: “El Licenciado Miguel Díaz de Armendáriz, después de sentenciar en Cartagena los juicios que estaba tramitando, vino  a Santa Fe a mediados del año 1546, y se ocupó de inmediato del asunto del incendio, y con mucho más rigor que su sobrino Pedro de Ursúa, procurando a fuerza de tormentos sacar la verdad en limpio sobre quiénes fueron los agresores. Uno de los presos se confesó culpable, y hasta dijo que habían sido cómplices Francisco Manrique de Velandia y el Capitán Luis Lanchero, por lo que fueron los dos apresados de nuevo, y el delator condenado a la horca.  Pero, al enterarse de que lo iban a ejecutar, negó todo lo que había dicho y pidió disculpas a quienes había delatado falsamente. Sin embargo, esta nueva declaración no le libró de que fuera colgado”.




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