sábado, 30 de enero de 2021

(Día 1331) Muchos indios se suicidaron en la zona de Cuba por la presencia de los españoles. El cronista lo lamenta, pero lo atribuye a una fatalidad.

 

     (921) Tras llegar a Santiago de Cuba, los de la expedición tuvieron un largo plazo, tres meses, de vida placentera y de descanso, sintonizando con los vecinos, pues disfrutaban de su presencia. Era como un 'recreo' al que se entregaban mientras Hernando de Soto no paraba de organizar su gobernación: "Visitó en este tiempo los pueblos que en la isla había, proveyó ministros de justicia que en ellos quedasen por tenientes suyos y compró muchos caballos para la jornada, y su gente principal hizo lo mismo, para lo cual dio a muchos de ellos socorro en más cantidad que lo había hecho en Sanlúcar de Barrameda".

     Inca Garcilaso toca después un asunto que resulta espeluznante, por las consecuencias que les trajo a aquellos indios (al parecer de poca fortaleza y muy indolentes) la explotación a que les sometían los españoles. Aunque no lo precisa, habla de lo que ocurrió a lo largo del tiempo (en lo que también tuvieron mucho que ver las epidemias): "Entonces estaba aquella tierra próspera y muy poblada de indios, los cuales, poco después, dieron en ahorcarse casi todos. Y la causa fue que, como toda aquella región es muy caliente y húmeda, la gente era floja y de poco trabajo. Por la mucha fertilidad de la tierra, no tenían necesidad de trabajar mucho para sembrar y recoger. Como no estimaban la riqueza del oro, se les hacía muy duro el sacarlo de los arroyos y minas, y sufrían demasiado, por poca que fuese, la molestia que para ello les daban los españoles". Lo que sigue es la frecuente interpretación religiosa del cronista, que, en este caso, resulta muy dura, a pesar de su habitual defensa de los indígenas, a los que admiraba tratándose de sus evolucionados parientes incas, pero no tanto cuando se refería a indios más primitivos: "Como también el demonio incitaba por su parte, y con gente tan simple, viciosa y holgazana podía lo que quisiese, sucedió que, por no sacar oro, se ahorcaron con tanta prisa, que hubo día de amanecer, en cincuenta casas de un mismo pueblo, indios ahorcados con sus mujeres e hijos, sin apenas quedar hombre viviente, que era la mayor lástima del mundo verlos colgados de los árboles, como pájaros zorzales cuando los atrapan con lazos. Y no bastaron los remedios que los españoles procuraron e hicieron para impedirlo. Con esta plaga tan abominable se consumieron los naturales de aquella isla y sus comarcas, pues hoy (unos cincuenta años después)  casi no hay ninguno. De este hecho vino después la carestía de los negros que al presente hay, llevados a todas partes de la Indias para que trabajen en las minas".

     Siempre atento a todo, Hernando de Soto, también pensaba en La Habana: "Entre otras cosas que el gobernador proveyó en Santiago de Cuba, fue mandar que un capitán llamado Mateo Aceituno, caballero natural de Talavera de la Reina, fuese con gente por la mar a reedificar la ciudad de La Habana, porque tuvo aviso de que pocos días antes la habían saqueado y quemado corsarios franceses, sin respetar el templo ni las imágenes que en él había, por lo que el gobernador y toda su gente, como católicos, hicieron mucho sentimiento. En suma, proveyó el gobernador todo lo que le pareció convenir para pasar adelante en la conquista".

 

     (Imagen) Sigamos con GIL GONZÁLEZ DE ÁVILA (2ª parte de la imagen anterior). Hundidos los cuatro barcos, cualquiera se habría vuelto a casa, pero Gil decidió hacer otros cuatro, evitando los errores cometidos. En enero de 1522 ya pudo partir con ellos. Tras navegar unos 500 km, las naves hacían agua por los daños de la 'broma' (molusco taladrador de la madera sumergida), algo muy frecuente en aquel tiempo. Entonces se quedó junto a la costa Andrés Niño con un grupo, para repararlas, y Gil continuó a pie con el resto, estando de acuerdo en encontrarse más tarde en un punto adecuado. Por el camino, los de Gil tuvieron varios logros importantes: encontraron muchos poblados de indios, a los que pacificaron y evangelizaron, consiguiendo, además, mucho oro. Por la humedad y el calor, se deterioró la salud de Gil, y fueron tan torrenciales las lluvias, que lo tuvieron que refugiar en casa de un cacique, que los recibió muy bien. Aquello era un mar de agua, y decidieron preparar una balsas para salir de las enormes inundaciones. Así llegaron hasta el punto de encuentro, aunque después Andrés Niño continuó por mar, y los de Gil a pie hasta llegar a los dominios de un famoso y peligroso cacique, llamado Nicaragua. Sus hombres no se atrevían a presentarse ante él, pero Gil dio orden de seguir adelante, y el temible cacique, de momento, los recibió muy bien, y hasta les regaló mucho oro. Pero se trataba de  un astuto tanteo de la fuerza de los españoles, y después de que marcharon, fue tras ellos y los atacó, sin que pudiera derrotarlos, por lo que luego se disculpó. Gil volvió al encuentro de Andrés Niño, que fue quien había descubierto la bahía de Fonseca, y regresaron a Panamá con sus grandes triunfos y ricos de oro. Borracho de éxito, Gil inició otra expedición con la que se dirigió a Guatemala y a Honduras, donde fundó el año 1524, en la costa caribeña, la ciudad de San Gil de Buena Vista (que desapareció con el tiempo). Tuvo la mala suerte de que el lugarteniente de Hernán Cortés, Cristóbal de Olid (a quien más tarde lo ejecutó por rebelde), lo apresara por considerar que estaba en territorio que no le correspondía. Tras entregárselo Olid, Hernán Cortés envió preso a España (por delitos que no había cometido) a GIL GONZÁLEZ DÁVILA, quien fue absuelto de toda culpa, y pudo ir libremente a su ciudad natal, Ávila, donde, por desgracia, murió pronto, en 1526. Dejó fama de excepcional conquistador y de hombre muy humano.




viernes, 29 de enero de 2021

(Día 1330) Llegó un barco pirata de verdad, y, curiosamente, se produjo un duelo caballeresco entre esta nave y la del capitán español Diego Pérez.

 

     (920) Inca Garcilaso, para explicar por qué los vecinos de Santiago de Cuba temían tanto que fueran atacados por mar, se alarga dos páginas hablando del motivo. Contado muy brevemente, ocurrió que el capitán de un barco, llamado Diego Pérez,  que andaba merodeando por la costa, vio llegar  otro que era de piratas, y se dirigió hacia él para proteger a los de la ciudad. Habló con el capitán bucanero, dando la casualidad de que ambos tenían un espíritu romántico, y decidieron convertir aquello en un duelo entre caballeros. Estuvieron varios días enfrentándose, pero en serio, pues hubo  hasta muertos. El capitán pirata, viendo que tenía las de perder, no quiso llegar hasta el desastre total, y desapareció en el horizonte. Esa era la razón de que, cuando vieron llegar la armada de Hernando de Soto, creyeran que volvía el pirata con más barcos. Termina el cronista criticando a los vecinos por no ayudar ni recompensar al capitán Diego Pérez, quien, muy generosamente, había arriesgado su vida para protegerlos. El jinete que los confundió con piratas y rectificó de inmediato tuvo que ser muy torpe, ya que una armada tan importante tenía que llevar sus inconfundibles banderas españolas ondeando al viento. Aunque quizá pensara, de primeras, que los piratas habían usado el engaño de ponerlas.

     Después, pudo haber ocurrido otra desgracia, y da la sensación de que, en los viajes de aquellos tiempos, y en la vida diaria sobre el terreno de las Indias, eran frecuentes los percances: "Hernando de Soto fue recibido con mucha fiesta y común regocijo de toda la ciudad, pues, por las buenas noticias de su prudencia y afabilidad, había sido muy deseosa su presencia. A este contento se juntó otro, no menor, pues el obispo que llegaba con el gobernador a aquella iglesia, fray Hernando de Mesa, dominico, era un santo varón y el primer prelado que tuvieron (hay algún error: en ese tiempo era obispo Diego de Sarmiento). El cual estuvo a punto de ahogarse al desembarcar, porque, cuando Su Señoría iba a pasar del navío al batel, la barca se apartó un tanto, de manera que, no pudiéndola alcanzar (por ser las ropas largas), cayó entre los dos bajeles y, al sacar la cabeza del agua, dio con ella en la barca, por lo cual se vio en riesgo de perder la vida, pero los marineros, echándose al agua, lo libraron. Viéndose la ciudad con dos personajes tan principales para el gobierno de ambos estados, eclesiástico y seglar, no cesó en muchos días de festejarlos con danzas, saraos y máscaras que hacían de noche, o con juegos de cañas y toros, que corrían y alanceaban".

     A lo largo de sus crónicas, se ve claramente que Inca Garcilaso tenía verdadera pasión por los caballos. De paso  nos revela que iba prosperando el negocio de su cría, especialmente en Cuba: "Para estos regocijos y fiestas ayudaban mucho  los abundantes y en extremo buenos caballos que en la isla había, de obra, talle y colores, porque, además de la bondad natural que los de esta tierra tienen, los criaban entonces con mucho cuidado y en gran número, pues había hombres que tenían en sus caballerizas hasta treinta caballos, y los ricos, hasta sesenta, criándolos porque, para las nuevas conquistas que en el Perú, México y otras partes se habían hecho y hacían, se vendían muy bien y era la mayor y mejor producción que en aquel tiempo tenían los moradores de la isla de Cuba".

 

     (Imagen) Hemos visto en la imagen anterior que Luis de Moscoso se casó en México con su prima Leonor de Alvarado. Para entonces ella debía de ser bastante mayor, porque había quedado viuda el año 1526. Su anterior marido fue un hombre de gran relieve, GIL GONZÁLEZ DE ÁVILA, nacido en Ávila el año 1480. Era de familia noble, y estuvo protegido desde muy joven por el inquietante obispo Juan Rodríguez de Fonseca, quien llegó a los más altos cargos eclesiásticos y políticos ya desde el tiempo de los Reyes Católicos. El obispo era generoso con quienes valían y obedecían. Así, por ejemplo, consiguió que se nombrara Tesorero de la recién fundada Casa de Contratación de Indias (año 1503) a Sancho Ortiz de Matienzo, antiguo compañero suyo, como canónigos de la catedral de Sevilla. Y de la misma manera fue nombrado el año 1511 Gil González de Ávila Contador de la Hacienda Real de la Isla de Santo Domingo. Además de funcionario, Gil tenía inquietudes de conquista. En un corto viaje que hizo de regreso a España, se encontró con otro hombre emprendedor, el gran piloto Andrés Niño, quien, en aquellos tiempos, estaba obsesionado con la idea de recorrer las costas centroamericanas del Pacífico. Había demasiada competencia, y encontró en Gil González de Ávila el socio perfecto para obtener un permiso de exploración. La varita mágica de Fonseca funcionó, y los dos se lanzaron a su aventura (en la imagen se ve que luego le pusieron su nombre a una gran bahía). Partieron de España en setiembre del año 1519. Al llegar a la costa atlántica de Panamá encontraron un obstáculo casi insalvable. El cruel gobernador Pedrarias Dávila se negó, a pesar de que le presentaron una orden del Rey, a entregarles  las naves que su difunto yerno, Vasco Núñez de Balboa (ejecutado por él), había dejado construidas en las playas del Pacífico. Gil, con gran arranque, logró hacer cuatro naves nuevas en aquella costa, pero en tan duras condiciones de transporte, que habían muerto en la travesía varios indios, españoles e, incluso, animales de carga. Tras varios meses de trabajo, se hicieron a la mar, pero la desgracia los acechaba, y los barcos, por los pocos conocimientos constructivos de aquellos héroes, se fueron pronto a pique. No obstante, veremos en la próxima imagen de lo que era capaz un superhombre: GIL GONZÁLEZ DE ÁVILA.




jueves, 28 de enero de 2021

(Día 1329) Nuevo incidente: al entrar en Santiago de Cuba, una maniobra mal aconsejada estuvo a punto de hundir la nave de Hernando de Soto. Cuando lleguen a La Florida, tendrá gran protagonismo Luis de Moscoso.

 

     (919) Y añade el cronista: "Todas estas son palabras de Alonso de Carmona, y las puse aquí porque los tres casos que cuenta son notables, y también para que se vea cuán conforme va su relación con la mía, tanto en el año y en los primeros quince días de la navegación, como en el temporal y en el puerto que tomaron, pues todo se ajusta con nuestra historia. Por lo cual, pondré de esta manera otros muchos pasos suyos y de Juan Coles, que es el otro testigo de vista, los cuales se hallaron en esta jornada juntamente con mi autor". Casi resulta cómico que le esté dando categoría de autor a Gonzalo Silvestre, su  informante, y él se ponga en el papel de 'negro',  mientras parece resistirse a decir su nombre. Luego dice: "Tres días después de Pascua, siguieron su viaje. El gobernador había conseguido del Conde de la Gomera (Guillén Peraza de Ayala), con muchos ruegos y súplicas, que le diese una hija natural que tenía, de edad de diez y siete años, llamada doña Leonor de Bobadilla, para llevarla consigo y casarla como gran señora en su nueva conquista. Se la entregó a doña Isabel de Bobadilla, mujer del Adelantado Hernando de Soto, para que, admitiéndola por hija, la llevase en su compañía. Salió el gobernador muy contento de la isla de la Gomera el veinticuatro de abril, y, mediante el buen viento que siempre le hizo, dio vista el puerto de Santiago de Cuba a los postreros de mayo. Doce días antes, le había pedido licencia (queda claro que el mando supremo lo tenía Soto) el factor Gonzalo de Salazar para apartarse con la armada de México y guiar su navegación a Veracruz, pues lo había deseado en extremo por salir de jurisdicción ajena, y el gobernador se la había dado con mucha facilidad, por verle el deseo que de ella tenía".

      De manera que se separaron las dos armadas, y la de Hernando de Soto llegó a Santiago de Cuba, donde ocurrió otro absurdo incidente que pudo ser grave (de tropezón en tropezón). Cuando entraban en el puerto, llegó alguien a caballo, enviado por las autoridades para provocarles un accidente, ya que los creían enemigos. Les gritó que, para entrar, giraran a babor, con la intención que chocaran con rocas sumergidas. En cuanto hicieron la maniobra, se dio cuenta de su metedura de pata y, con mayores gritos, les dijo que volviera a estribor. Pero fu demasiado tarde: "Los marineros no pudieron evitar que la nao diese en una peña un golpe tan grande que todos creyeron que se había abierto y perdido. Empezaron a bombear y salía, además de agua, mucho vino, vinagre, aceite y miel, pues, del golpe, se habían quebrado muchas vasijas, y dieron por cierto que la nao estaba perdida". Sacaron en un batel a Doña Isabel de Bobadilla y a sus doncellas, en el que subieron casi atropelladas por algunos pasajeros jóvenes e inexpertos que huían del peligro sin contemplaciones: "Hernando de Soto, como buen capitán, no quiso salir de la nao hasta ver el daño que había recibido, y por obligar con su presencia a que no escapasen todos. Luego vieron los marineros que el único daño producido fue la quiebra de las botijas, y que la nao estaba sana y buena, pues la bomba no sacaba más agua, con lo que se alegraron todos, y los que habían huido de mala manera quedaron en ridículo".

 

     (Imagen)  Ya le dediqué varios comentarios en otra imagen a LUIS DE MOSCOSO y ALVARADO, pero completaré algunos detalles del personaje porque va a tener un  gran protagonismo en la historia que estamos viendo. Nació en Zafra (Badajoz) el año 1505. Era sobrino del gran capitán Pedro de Alvarado, bajo cuyo mando estuvo luchando en México y Guatemala. Llegó a Perú con la tropa de Alvarado, quien, habiéndose metido en corral ajeno, llegó a un acuerdo económico con Pizarro y Almagro, y dejó en aquellas tierras la mayor parte de sus hombres, entre ellos, Luis de Moscoso. En las campañas peruanas hizo una gran amistad con Hernando de Soto, hasta el punto de que, al volver este a España harto de ser ninguneado por los Pizarro, Luis hizo el viaje con él, y luego se apuntó a la aventura de La Florida. Era una amistad correspondida, y eso explica que, cuando Soto se dio cuenta de que iba a sucumbir a la enfermedad, antes de morir, le dejara al mando de sus hombres, y nombrado, interinamente, gobernador de Cuba y La Florida. Muerto el gran capitán, Luis de Moscoso, por petición de sus desesperados hombres, decidió regresar a casa, y, tras una odisea de película, logró volver, a finales del año 1543, con unos 300 supervivientes. Llegado a México, se casó con su prima Leonor de Alvarado. Luego fue a Perú, probablemente con los que salieron hacia allá para servir a la Corona contra Gonzalo Pizarro, como hizo Alonso de Carmona (uno de los tres que aportaron datos a la crónica de Inca Garcilaso). Pero todo hace suponer que, llegados allá, Luis de Moscoso y su hermano Cristóbal Mosquera se dejaran convencer para cambiar de idea por otro hermano, Gómez de Alvarado el Mozo. El hecho cierto es que se pusieron al servicio de Gonzalo Pizarro (como consta en cartas de Gómez a Pizarro del año 1546), aunque los tres corrigieron el rumbo a tiempo, y acabaron luchando contra él. La imagen corresponde a la partida para la Florida, en 1538, de Luis con dos hermanos, el mencionado Cristóbal Mosquera y Juan de Alvarado, y se indica que eran hijos de Alonso Hernández de Diosdado, comendador de una orden militar. LUIS DE MOSCOSO murió en Perú el año 1551, sin que se sepa cómo, pero, dado que continuaban los conatos de guerras civiles, y que él solo tenía 46 años, es probable que fuera víctima de aquellos enfrentamientos.





miércoles, 27 de enero de 2021

(Día 1328) Hernando de Soto estuvo a punto de ejecutar a Gonzalo de Salazar por la antirreglamentaria maniobra que había hecho su nave, pero quedó convencido de que no era culpable. Tres soldados cayeron al mar y desaparecieron.

 

     (918) Con los nervios de unos y otros, las dos naves estuvieron a punto de chocar. En medio de la noche, todo eran gritos: "No hallaron otro remedio mejor que el de sacar muchas picas, con las cuales  retenían las naves, y rompieron más de trescientas, que pareció una hermosísimo torneo de a pie, pero hicieron buen efecto, aunque no pudieron evitar que se trabasen las jarcias, velas y entenas, de manera que se vieron en el último punto de hundirse las dos. Pero Dios Nuestro Señor les socorrió, porque los de  la del gobernador Hernando de Soto, con las navajas que en las entenas llevaban, cortaron a la del factor Gonzalo de Salazar todos los cordeles, jarcias y velas con que las dos se habían asido, y así pudo la del general, con el buen viento que hacía, apartarse de la otra, quedando ambas libres".

     La reacción de Hernando de Soto fue muy violenta: "Quedó tan airado por haberse visto en el peligro pasado, así como por pensar que el hecho se había producido por desacato malicioso, que estuvo por hacer un gran exceso mandando cortar la cabeza al factor Gonzalo de Salazar. Mas él se disculpaba con gran humildad diciendo que no había tenido culpa en cosa alguna de lo sucedido, y así le testificaron todos los de su nao. Con lo cual, y con buenos terceros que no faltaron en la del gobernador y excusaron al factor, se aplacó la ira del general, le perdonó, y olvidó todo lo pasado. Pero el factor Gonzalo de Salazar, después de llegado a México, siempre que se ofrecía plática sobre el suceso de aquella noche, solía decir que le gustaría toparse con Hernando de Soto para desafiarlo por las palabras excesivas que con sobra de enojo le había dicho en lo que él no había tenido culpa. Y era verdad que no la había tenido; pero tampoco el general le había dicho cosa de que él pudiese ofenderse. Pero la sospecha y la ira tienen grandísima fuerza y dominio sobre los hombres, principalmente si son poderosos, como lo eran estos dos capitanes.

     Por primera vez, Inca Garcilaso cita, entrecomillado, un párrafo de la pequeña crónica de Alonso de Carmona, dejando claro previamente, y honradamente, quién era el autor: "Salimos de Sanlúcar el año 1538, por Cuaresma, y llegamos navegando  a las islas de la Gomera (21 de abril), que es adonde todas las flotas van a tomar agua y refresco de matalotaje (provisiones). Y diré dos cosas que acaecieron aquel día en mi nao. La una fue que, peleando dos soldados, se asieron a brazo partido y dieron consigo en la mar, y así se sumieron, que no apareció pelo ni hueso de ellos. La otra fue que iba allí un hidalgo que se llamaba Tapia, natural de Arévalo, y llevaba un lebrel de mucho valor, y, estando como a doce leguas del puerto, cayó a la mar. Y como llevábamos viento próspero, se quedó, que no lo pudimos tomar, y fuimos prosiguiendo nuestro viaje, y llegamos al puerto, y otro día de mañana, vio su amo el lebrel en tierra, y, admirándose de ello, fue con gran contento a tomarlo, y se negó el que lo llevaba, y se supo que, viniendo un barco de una isla a otra, lo hallaron en la mar, que andaba nadando, y lo metieron en el barco, y averiguose que había nadado el lebrel cinco horas. Y tomamos refresco, y lo demás, y proseguimos nuestro viaje, y a vista de la Gomera se llegó el amo del lebrel a bordo, y le dio la vela un envión que le echó a la mar, y así se sumió como si fuera plomo y nunca más apareció, de que nos dio mucha pesadumbre a todos los de la armada".

 

     (Imagen) HERNANDO DE SOTO era un tipo extraordinario. Un líder nato, pequeño de cuerpo, pero de alma gigante. De ahí que se lanzara a la prometedora campaña de La Florida, a pesar de que todos los intentos anteriores habían fracasado. Tenía clavada una espina especialmente molesta. Francisco Pizarro, a pesar de haberle prometido el mando superior de su tropa, faltó a su palabra, dándole el cargo a su ambicioso hermano Hernando Pizarro. Fue motivo suficiente para que el año 1535 Soto se marchara a España, confiando en que el Rey le permitiera capitanear algo digno de su valía, sin que nadie le hiciera sombra ni le diera órdenes. Las grandes conquistas estaban ya hechas, o seguían haciéndolas otros. Quedaba virgen el territorio de La Florida, y ese fue su objetivo, aunque a punto estuvo de adelantársele el gran Alvar Núñez Cabeza de Vaca, quien, por llegar tarde, se resignó a pedir otra gobernación, la del Río de la Plata. Soto consiguió el visto bueno de Carlos V, y así empezó su tremenda aventura. Nació hacia el año 1500, y muy probablemente, en Barcarrota (Badajoz). Llegó a las Indias en 1514, en la gran armada del duro Pedrarias Dávila, a cuyo lado (además de conocer a Francisco Pizarro) ganó gran prestigio en la zona de Nicaragua. Luego pasó a Perú, e intervino en el acoso a Atahualpa. Fue el primero que, por orden de Francisco Pizarro y derrochando coraje, se presentó cara a cara frente al gran emperador. Por petición suya, hizo una exhibición de buen jinete, que asustó a los de su guardia personal, siendo castigados con la muerte por el gran Inca, pero ambos se tuvieron una mutua simpatía, lo que explica que luego Soto criticara duramente  que Atahualpa fuera ejecutado por Pizarro, de quien se fue distanciando. Estando en el Cuzco, se vio mezclado en las disputas entre los partidarios de Francisco Pizarro y los de Diego de Almagro, al que se ofreció para acompañarle en su viaje de conquista a Chile, pero desechó la idea al ver que no le asignaba un cargo digno. Entonces Hernando de Soto, harto de tantos desaires, decidió ir a España (lo cual le libró de los horrores de las inminentes guerras civiles). Inca Garcilaso nos contará todo lo que ocurrió después. Solo queda comentar que, cuando  murió HERNANDO DE SOTO, dejó a su viuda, Isabel de Bobadilla (hija de Pedrarias Dávila), casi en la ruina, pero aún tuvo que hacer ella frente, en largos pleitos, a las demandas de Hernán Ponce de León, antiguo socio de su marido.




martes, 26 de enero de 2021

(Día 1327) Además de su propia flota, Hernando de Soto tenía, provisionalmente, el mando de otra destinada a México. En Cuba se haría cargo de ella Gonzalo de Salazar, pero, antes de llegar, uno de sus barcos hizo una maniobra que pudo acabar en desastre.

 

     (917) Pero había otra poderosa flota bajo el mando de Hernando de Soto: "Con esta armada de la Florida iba la de México, que era de veinte naos gruesas, de la cual iba también por general Hernando de Soto hasta el paraje de la isla de Santiago de Cuba, de donde se había de apartar hacia Veracruz. De allí adelante iba nombrado por general de ella un caballero llamado Gonzalo de Salazar, el primer cristiano que nació en Granada después de tomársela a los moros, por lo que los Reyes Católicos le dieron grandes privilegios. El cual había sido conquistador en México, y volvió como factor de la Hacienda Imperial". Partieron del puerto el día seis de abril de 1538. El cronista dice que iban tan bien abastecidos, que se le daba a la gente ración doble, lo cual censura como un derroche, y lo atribuye a que Soto se sentía feliz por llevar tan magnífico ejército y capitanes de tanto prestigio. Aunque él ya había demostrado su extraordinaria valía en las campañas de Perú, ahora estaba dando pruebas de su enorme atractivo como líder, con una armada digna de lo que creía merecer.

     Aparece en escena por primera vez el principal informador que tuvo Inca Garcilaso para redactar su libro sobre la campaña de Florida: "El primer día que navegaron, poco antes de que anocheciese, llamó Hernando de Soto a un soldado de los muchos que llevaba escogidos para traer cerca de su persona, llamado Gonzalo Silvestre, natural de Herrera de Alcántara, y le dijo: 'Decid esta noche a los centinelas cómo han de velar, y apercibiréis al condestable, que es el artillero mayor, que lleve toda su artillería puesta a punto, para que, si apareciere algún navío de mal andar, le disparen'. Y se proveyó todo como el gobernador lo mandó". Era buen momento para que Inca Garcilaso aclarara que Silvestre (a quien alaba) era su fuente de información, pero, no se sabe por qué, se resiste a decirlo. Sin duda era un hombre joven, pues murió el año 1592.

     Entonces ocurrió un estúpido incidente que pudo haber traído gravísimas consecuencias. La nave capitana que iba al mando del factor Gonzalo Salazar hizo algo que estaba estrictamente prohibido en el avance de un convoy de barcos. En lugar de seguir agrupada, se adelantó sobre todas las demás, "a tiro de cañón y a barlovento de la capitana, que por cualquiera de estas dos cosas que los marineros hagan tienen pena de muerte". El cronista sugiere algunas hipótesis sobre lo sucedido, todas ellas por descuido y no con intención de hacerlo: "Pero desconcertó a   Gonzalo Silvestre, que no dormía (como lo debe hacer todo buen soldado e hidalgo), despertó al condestable, y le preguntó si aquel navío era de la armada o pirata. Le respondió que, si lo fuera, no se atrevería a ir por donde iba, por tener pena de muerte los marineros que tal hacían. Entonces determinaron ambos dispararle, y al primer cañonazo le horadaron todas las velas de proa a popa, y al segundo le llevaron de un lado parte de las obras muertas, y, yendo a tirarle más, oyeron que la gente de la nave daba grandes gritos, pidiendo misericordia, que no les tirasen, pues eran amigos. El gobernador se levantó al oír el ruido, y toda la armada se alborotó y se dirigió hacia la nao destinada a México. La cual, como se le iba el viento por las roturas que tenía en las velas, perdió velocidad, y la capitana, que iba en su seguimiento, la alcanzó presto, sucediendo entonces otro mal mayor que el que se había temido".

 

     (Imagen) Es fácil saber dónde y cuándo nació GONZALO DE SALAZAR, porque, como dice Inca Garcilaso, fue el primer niño al que bautizaron en Granada en 1492, aunque era descendiente de judíos conversos. Pertenecía a una familia ilustre, lo  que le facilitó llegar a ser un protegido del más famoso secretario de Carlos V, Francisco de los Cobos, quien lo tuvo como criado suyo, y, de esa manera, vivió muy de cerca el entorno cortesano del emperador. En 1524 llegó a México con el cargo administrativo de factor de la Corona, gracias también a Francisco de los Cobos. Fue Gonzalo de Salazar quien le hizo saber a Hernán Cortés que uno de sus mejores capitanes, Cristóbal de Olid, pensaba traicionarle en Honduras, lo que dio como resultado que fuera ejecutado por un enviado suyo, Francisco de las Casas, en 1524, mientras el propio Cortés viajaba como gran señor hacia aquellas tierras, al mando de una expedición que resultó ostentosa y desastrosa, conocida como la de Las Hibueras, en cuyo recorrido ejecutó a Cuauhtémoc, que iba como acompañante, por sospechar que planeaba traicionarlo. El siempre triunfador Cortés, empezaba a cometer errores, y uno de ellos fue lanzarse a esa insensata aventura, dejando, además, México en manos indeseables. Hubo muchos conflictos entre quienes aspiraban al mando, y uno de ellos era  GONZALO DE SALAZAR. Abundaron los golpes bajos, y Salazar, que se alió con los impresentables oidores de la nueva Audiencia Real, haciendo labor de zapa contra Hernán Cortés, estuvo un tiempo apresado por sus competidores. Volvió a España en 1529, sin que le pidieran responsabilidades, quizá gracias a su poderoso amigo, aunque le prohibieron volver a México. Pero ahora, en 1540, le vemos regresar al mando de una flota, y en compañía de la de  Hernando de Soto, con quien, sin embargo, va a tener un serio conflicto. Nunca se sabrá si Gonzalo de Salazar se adelantó a propósito con su nave, dejando atrás el resto del convoy, o fue un incidente imprevisto, pero Hernando de Soto estuvo a punto de matarlo. La imagen muestra su expediente de méritos. Uno de ellos fue mantener preso el año 1566 a Martín Cortés (hijo del conquistador), quien, muerto su padre, tuvo un conato de rebelión contra la Corona. Enviado a España, no se le castigó, pero le prohibieron volver a México, como había ocurrido con GONZALO DE SALAZAR, el cual murió antes del año 1570.




lunes, 25 de enero de 2021

(Día 1326) El cronista muestra datos de la impresionante armada con la que iba a partir Hernando de Soto hacia La Florida, y da nombres de capitanes y clérigos.

 

     (916) Hernando de Soto aportó una fortuna para financiar la campaña. El acuerdo con la Corona era repartir a medias los beneficios que se obtuvieran. Fueron muchos los que también gastaron importantes cantidades, y, en poco más de un año, ya estaba todo preparado en Sanlúcar de Barrameda, puerto de salida para la expedición: "Se juntaron novecientos cincuenta españoles de todas calidades en el puerto para ir a la conquista de la Florida, todos mozos, que apenas se hallaba entre ellos uno que tuviese canas (cosa muy importante para vencer los trabajos y dificultades que en las nuevas conquistas se ofrecen). Se embarcaron en siete navíos grandes y tres pequeños que en diversos puertos de España se habían comprado. El adelantado, con toda su casa, mujer y familia, se embarcó en una nao llamada San Cristóbal. En otra no menor, llamada la Magdalena, se embarcó Nuño Tovar, uno de los sesenta conquistadores (parece referirse a quienes eran veteranos y prestigiosos conquistadores), natural de Jerez de Badajoz. Este caballero iba por teniente general y en su compañía llevaba otro caballero, don Carlos Enríquez, natural de la misma ciudad. Luis de Moscoso de Alvarado, caballero natural de Badajoz y vecino de Zafra y uno de los sesenta conquistadores, elegido para maese de campo, iba por capitán del galeón llamado la Concepción. En otro galeón igual a éste, llamado Buena Fortuna, iba el capitán Andrés de Vasconcelos, caballero hidalgo portugués, natural de Yelves, con una muy lucida compañía de hidalgos portugueses, que algunos de ellos habían sido soldados en las fronteras de África". El cronista sigue danto nombres de capitanes importantes: Diego García, natural de Barcarrota, Arias Tinoco,  su hermano Alonso Romo de Cardeñosa, otro hermano llamado Diego Arias Tinoco (los tres eran parientes de Hernando de Soto; su madre se llamaba Leonor Arias Tinoco) y Pedro Calderón, natural de Badajoz, al que acompañaba el capitán genovés Espínola, encargado de los setenta alabarderos de la guardia personal del gobernador Soto.

     No se olvida el cronista de otro grupo importante: "Iban en la armada doce sacerdotes, ocho clérigos y cuatro frailes. Los nombres de los clérigos que mi memoria ha retenido son: Rodrigo de Gallegos, natural de Sevilla, deudo de Baltasar de Gallegos, Diego de Bañuelos y Francisco del Pozo, naturales de Córdoba, y Dionisio de París, natural de Francia, de la misma ciudad de París. Los nombres de los otros cuatro clérigos se han olvidado. Los frailes se llamaban: fray Luis de Soto, natural de Villanueva de Barcarrota, deudo del gobernador Hernando de Soto, fray Juan de Gallegos, natural de Sevilla, hermano del capitán Baltasar de Gallegos (ambos frailes de la orden de Santo Domingo), fray Juan de Torres, natural de Sevilla, de la religión de San Francisco, y fray Francisco de la Rocha, natural de Badajoz, de la advocación e insignia de la Santísima Trinidad. Todos ellos hombres de mucho ejemplo y doctrina". A medida que señala nombres, va sonando la localidad Barcarrota, de donde procedían algunos que incluso eran parientes (deudos) de Hernando de Soto, lo que da mayor consistencia a la hipótesis (casi certeza) de que él mismo tuvo su origen en esa población extremeña. Como vimos, ese parentesco con barcarroteños era un argumento más de los que fundamentaban el hecho.

 

 

     (Imagen) Quien tomó nota, como testigo presencial, de la trágica muerte en Florida de  fray Luis Cáncer y otros dos religiosos, fue el también dominico FRAY GREGORIO DE BETETA. Volviendo al tema, podré aclarar, e incluso rectificar, algo de lo que dije en la imagen anterior. Fray Gregorio nació en un pueblo de León, siendo de familia rica. Fue ordenado el año 1533 en el convento dominico de San Esteban (Salamanca). Llegó a la Indias, primeramente a Santo Domingo y luego a México, donde se unió a fray Luis Cáncer para ir a evangelizar en La Florida. Tengo que aclarar que, antes de que los indios mataran a fray Luis, ya había ocurrido otra tragedia. Los primeros que desembarcaron en la bahía de Tampa fueron fray Diego de Peñalosa y el hermano lego Fuentes, y los masacraron de inmediato. Rápidamente, Fray Luis saltó a tierra, como dice un cronista, "esperando que quizá la sangre de los mártires ablandaría a los indígenas". Esa prueba de enorme valor le costó la vida, y, aunque fray Gregorio y otro superviviente, fray Juan García, quisieron seguir la ruta de evangelización, no pudieron hacerlo, porque el piloto se negó y dio la vuelta. Ya de regreso, fray Cristóbal siguió con su labor misionera en zona venezolana. El año 1551 fue nombrado, contra su voluntad, obispo de Cartagena de Indias. Se trasladó a España y le propuso al Consejo de Indias un proyecto de asentamiento junto al río Orinoco, fundando un poblado con colonos y treinta soldados. Había dejado en la isla Margarita a un compañero suyo, Fray Francisco de Montesinos. Este dato revela que, en la imagen anterior, lo confundí con fray Antonio de Montesinos (la fuente que utilicé no decía el nombre), aunque todo lo que dije de fray Antonio era cierto. Vuelto a las Indias en 1554, hubo una tragedia en la que pudo haber muerto. Desembarcado con otros en lugar equivocado, fue un batel a recogerlos en dos viajes. Traídos el obispo y algunos más, el batel fue luego a por el resto, pero no volvió, y nunca más se supo de los cinco que estaban en tierra ni de los ocho que iban en el batel. En 1556, consiguió del Papa que le admitiera su renuncia al obispado. Lo suyo eran las misiones, y tuvo la osadía de intentar de nuevo evangelizar en La Florida. FRAY GREGORIO DE BETETA comprendió sobre el terreno que no tenía ninguna posibilidad de éxito, y decidió volver a España, muriendo en su convento de Toledo el año 1562.




sábado, 23 de enero de 2021

(Día 1325) Tras el fracaso del espectacular ejército de Hernando de Soto, partió para La Florida una expedición evangelizadora a cargo de fray Luis Cáncer de Barbastro, que también acabó trágicamente.

 

     (915) El cronista quiere hablar también de otro intento que se produjo después de la muerte de Soto:   "Luego que en España se supo la muerte de Hernando de Soto, salieron muchos pretensores a pedir la gobernación y conquista de la Florida, y el emperador Carlos Quinto, habiéndola negado a todos ellos, envió a su costa el año de 1549 un religioso llamado fray Luis Cáncer de Barbastro, con otros cuatro de su orden, que se ofrecieron a evangelizar a aquellos indios. Habiendo llegado a la Florida, saltaron en tierra a predicar, pero los indios, escarmentados de los castellanos pasados, dieron contra ellos sin quererlos oír, y mataron a fray Luis y a otros dos de los compañeros. Los demás se acogieron al navío y volvieron a España. El año de 1562, un hijo del oidor Lucas Vázquez de Ayllón pidió la misma conquista y gobernación, y se la dieron. El cual murió en la Isla Española (Santo Domingo) solicitando su partida, y la enfermedad y la muerte se le causó de tristeza y pesar de que por su poca posibilidad se le dificultase de día en día la empresa". En realidad, aunque no lo dice Inca Garcilaso, también Lucas Vázquez de Ayllón padre había muerto durante la funesta campaña, siendo echado su cuerpo a las aguas del mar. En el libro sobre Sancho Ortiz de Matienzo, aclaro algo el tema: "La viuda de Lucas Vázquez de Ayllón se vio sepultada por las deudas que dejó su marido. Pero su primogénito, del mismo nombre, quiso resarcirse de la tragedia de su padre y consiguió en 1562 que el rey le diera licencia para repetir el intento del oidor en Florida. Hizo los preparativos, pero, entre acreedores y desertores, el iniciado proyecto quedó abortado". Inca Garcilaso añade este comentario: "De entonces acá han ido otros, y entre ellos el adelantado Pedro Menéndez de Avilés, de los cuales dejo de escribir por no tener entera noticia de sus hechos".

     Dicho lo anterior, el cronista habla de las costumbres de los indios de aquellas zonas (entre otras cosas, niega que fueran caníbales), y dice que había pocas diferencias de unas tribus a otras. El tema es interesante, pero demasiado prolijo, así que, entraremos de lleno en la campaña de Hernando de Soto, al cual, no solamente le dieron el título de Adelantado (o sea, descubridor) en las tierras de Florida, sino también el de Gobernador de Cuba. Puesto que murió en Florida, no llegó a ejercer este cargo, pero lo había asumido su esposa, Doña Isabel de Bobadilla, desde que partió para su campaña, y luego, ya viuda, se sobrepuso a  la desgracia para seguir haciendo frente a sus responsabilidades como Gobernadora y Capitana General de Cuba, la única mujer que lo ha sido. Ejerció como tal desde 1539 hasta 1544, cuando, descartada toda probabilidad de que Hernando de Soto no hubiese fallecido, partió para España, donde murió hacia el año 1555.

     Según Inca Garcilaso, la noticia de que el prestigioso Hernando de Soto iba a emprender una campaña muy prometedora por Florida se extendió rápidamente por toda España, y tuvo una gran poder de convocatoria: "Por lo cual acudieron muchos caballeros de ilustre linaje, y muchos soldados que en diversas partes del mundo habían servido a la corona de España, así como muchos ciudadanos y labradores, con esperanzas de que esta aventura había de ser tan rica, o más, que las dos pasadas de México y del Perú. Con las mismas esperanzas acudieron también unos siete de los conquistadores que se habían vuelto del Perú, no satisfaciéndose con las riquezas que habían traído, pues su naturaleza era insaciable".

 

 

     (Imagen) FRAY LUIS CÁNCER DE BARBASTRO, el intrépido misionero dominico, tuvo la idea de que, habiendo fracasado todas las expediciones que fueron a La Florida, podría tener éxito una pacífica, que tuviera por objetivo principal evangelizar a los nativos. Había nacido en Barbastro (Huesca), hacia 1485, puesto que ya andaba por la Isla Española (Santo Domingo) el año 1518. Fue compañero del famoso dominico Antonio de Montesinos, que abroncaba a los españoles por abusar de los indios, y con él fundó el primer convento dominico de Puerto Rico. En 1542 fue a evangelizar a Guatemala, entre los peligrosos indios mayas, a los cuales, amantes de la música, los pacificó componiendo y tocando canciones (como ocurría en la película La Misión). De esa manera, con su trato sencillo y amable, aprendiendo además rápidamente su lengua, logró que terminaran por verle como a un padre. En 1542, fundó allí, con otros dos compañeros, la ciudad de Lanquín (hoy de gran importancia), cosa rara entre frailes. Visitó en México al entonces obispo Bartolomé de las Casas (a quien los duros sermones de Montesinos le hicieron cambiar de vida), y se produjo una gran sintonía entre él y fray Luis sobre la necesidad de proteger a los indios. En 1547 tuvo la aprobación de sus superiores para intentar una pacífica evangelización de La Florida. Fue a España, le expuso a Carlos V su idea, y el emperador, conociendo su prestigio y experiencia, le concedió el permiso. Además le dijo que llevara a Florida todos los esclavos de aquellas tierras apresados en expediciones anteriores, para que vivieran en sus poblados; pero los pocos que encontró en México eran ya libres, y ninguno quiso volver a su tierra. La campaña fue un fracaso, porque los indios tenían un mal recuerdo de los españoles. Uno de los compañeros de FRAY LUIS CÁNCER DE BARBASTRO redactó las incidencias del viaje, y vemos en la imagen cómo describió su muerte. Anotó que Fray Luis, aun viendo el peligro, se acercó a los indios, pero lo cogieron y lo llevaron a empellones. Al parecer le dieron también con una macana en la cabeza. Luego se juntaron más indios, acabaron con él y le quitaron el hábito. Aunque el heroico clérigo no ha sido canonizado, quienes viven en aquella zona lo consideran el Protomártir de La Florida (según Inca Garcilaso, los indios mataron entonces a otros dos dominicos).




viernes, 22 de enero de 2021

(Día 1324) Antes del viaje de Hernando de Soto a La Florida, había fracasado allí Pánfilo de Narváez, y sufrió un desastre, previo a éste, Lucas Vázquez de Ayllón, quien le había usurpado sus derechos de conquista a Juan Ortiz de Matienzo.

 

     (914) Con los datos que había recogido Meruelo, más los de su propia expedición, el oidor Lucas Vázquez Ayllón quiso conseguir una exclusiva: "Vino a España a pedir la conquista y gobernación de aquella provincia, la cual, entre las muchas que la Florida tiene, se llama Chicoria. El emperador se la dio, honrándole con el hábito de Santiago. El oidor se volvió a Santo Domingo y armó tres navíos grandes. Era el año de mil quinientos veinticuatro, y con ellos, llevando por piloto a Meruelo, fue a tierra que este había descubierto, porque decían que era más rica que Chicoria. Mas Meruelo, por mucho que lo intentó, nunca pudo atinar dónde había sido su descubrimiento, del cual pesar cayó en tanta melancolía que en pocos días perdió el juicio y la vida".

     Pero el desastre fue general:   "El licenciado Ayllón pasó adelante en busca de su provincia Chicoria y en el río Jordán perdió la nave capitana; con las dos que le quedaban siguió su viaje al levante, y dio en la costa de una tierra apacible y deleitosa, cerca de Chicoria, donde los indios le recibieron con mucha fiesta y aplauso. El oidor, confiando en su buen trato, mandó que saltasen en tierra doscientos españoles y fuesen a ver el pueblo de aquellos indios. Los indios los llevaron, y después de haberlos festejado tres o cuatro días, los mataron una noche, y dieron al amanecer sobre los pocos españoles que con el oidor habían quedado en la costa. Habiendo matado y herido  a los más de ellos, les forzaron a que, rotos y desbaratados, se embarcasen y volviesen a Santo Domingo, dejando vengados a los indios de la campaña pasada. Entre los pocos españoles que escaparon con el oidor Lucas Vázquez de Ayllón, estaba uno llamado Hernando Mogollón, natural de Badajoz, el cual pasó después al Perú, donde contaba muy largamente lo que hemos dicho de esta jornada. Yo le conocí".

     Como decía Inca Garcilaso, las expediciones por Florida fracasaban una detrás de otra. Nos habla ahora del siguiente desastre: "Después del oidor Lucas Vázquez de Ayllón, fue a la Florida Pánfilo de Narváez (a quien Hernán Cortés le había derrotado de forma humillante), el año de mil quinientos veintisiete, donde con todos los españoles que llevó se perdió tan miserablemente, como lo cuenta en sus Naufragios Álvar Núñez Cabeza de Vaca, que fue con él por tesorero de la Hacienda Real. El cual escapó con otros tres españoles y un negro y, habiéndoles hecho Dios Nuestro Señor tanta merced que llegaron a hacer milagros (curaciones que parecían milagros) en su nombre, con lo que habían cobrado tanta reputación con los indios, que les adoraban como dioses, no quisieron quedarse entre ellos, sino que se salieron a toda prisa de aquella tierra (no menciona que hicieron un tremendo viaje a pie en territorio indio de más de 6.000 km durante nueve años) y se vinieron a España a pretender nuevas gobernaciones, y, habiéndolas alcanzado, acabaron tristemente, como lo cuenta todo el mismo Álvar Núñez Cabeza de Vaca, el cual murió en Valladolid, habiendo venido preso del Río de la Plata, donde fue por gobernador". El siguiente en ir hacia La Florida con grandes esperanzas fue Hernando de Soto, el año 1539, quien morirá en el empeño.

 

     (Imagen) He mencionado que Lucas Vázquez de Ayllón le usurpó a su colega el oidor JUAN ORTIZ DE MATIENZO los derechos de ir a descubrir por la zona de La Florida. Juan Ortiz protestó, y lo que sigue es un resumen del escrito que le envió al Rey (publicado en mi biografía sobre su tío Sancho Ortiz de Matienzo):  “El licenciado Juan Ortiz de Matienzo, uno de los oidores de la Audiencia de Vuestra Majestad, que en Las Indias reside, besa sus reales pies y manos, y dice que él, con licencia del Gobernador de la Isla Española, envió una carabela a por indios lucayos (es decir, para capturar esclavos) a ciertas islas concedidas por el Rey Católico, que en gloria es, y el capitán que iba (era el mencionado Meruelo) llevaba licencia para descubrir tierra nueva donde otros cristianos no hubiesen llegado, y descubrió cierta tierra nueva, de la cual, en nombre mío y para Su Majestad, tomó posesión. Yo lo hice saber a los oidores de la Audiencia, y les pedí licencia para tornar a armar y enviar a la dicha tierra, y saber el secreto della, y de todo hacer relación a S. Majestad, y me la concedieron". Luego habla de que las circunstancias le obligaron a dejar para más tarde ese segundo viaje. Y añade: “En este medio tiempo, muy poderoso Señor, sucedió que el licenciado Ayllón, oidor otrosí de esta Audiencia, supo cómo la dicha tierra era descubierta a mi costa, y, estando él en la Corte de Vuestra Majestad, indebidamente dijo ser el descubridor de la dicha tierra. Vuestra Alteza le dio permiso para seguir descubriendo donde él no había servido ni descubierto. Además de la merced que recibió, Vuestra Majestad mandó que ninguna persona fuera osada de ir a aquellas partes, so grandes penas. Todo en gran daño y perjuicio mío. Porque yo ya tenía dos carabelas para enviar a la dicha tierra, las cuales me habían costado muchos dineros, y tenía tomado el piloto que descubrió la tierra (Meruelo), al cual ya había pagado dos años de vacío, y allende desto, en el viaje que hice cuando la tierra se descubrió, gasté más de seiscientos pesos de oro, como lo sabe muy bien el dicho licenciado, y lo sabía al tiempo que de Vuestra Majestad recibió las mercedes susodichas”. De nada le sirvió su protesta, aunque tuvo suerte, porque habría sufrido el mismo o peor descalabro que el que le esperaba a Lucas en su nuevo viaje de descubrimiento.




jueves, 21 de enero de 2021

(Día 1323) Los historiadores le dan mucho mérito a esta crónica de Inca Garcilaso, quien comienza su texto explicando una expedición anterior, la de Juan Ponce de León (especialmente trágica).

 

     (913) En general, los historiadores suelen apreciar mucho el valor de LA FLORIDA DEL INCA. Le dan gran mérito a que, sin haber estado Inca Garcilaso en aquellas tierras, son muy precisos los datos geográficos que aporta, y, especialmente, a la objetividad de su narración. A eso añaden la calidad de su prosa, llegando a considerarlo uno de los mejores escritores del Siglo de Oro español (lo cual parece excesivo).

     Nos habla el cronista de los antecedentes  de aquella expedición: "El primer español que descubrió la Florida fue Juan Ponce de León, natural de León, hombre noble, el cual, habiendo sido gobernador de la isla de San Juan de Puerto Rico, armó dos carabelas y fue en demanda de una isla que llamaban Bimini, donde, según decían los indios fantasiosamente, había una fuente que remozaba a los viejos, y anduvo su busca perdido muchos días, sin hallarla. Al cabo de ellos, debido a una tormenta, dio en la costa al norte de la isla de Cuba, la cual costa, por ser día de Pascua Florida cuando la vio, la llamó la Florida, y fue el año de mil quinientos trece, el día veintisiete de marzo". De momento, Juan Ponce de León se limitó a observar aquella tierra, y, sin detenerse a comprobar si se trataba de una isla, volvió a España para pedirle al Rey que le concediera su gobernación: "Los Reyes Católicos le hicieron merced de ella, donde fue con tres navíos el año 1515. Otros dicen que fue en 1521; Yo sigo al cronista Francisco López de Gómara". Inca Garcilaso no sabe que fueron dos las expediciones. Ponce Fracasó en 1515, volvió en 1521, y ocurrió lo que ahora dice: "Cuando tomó tierra en la Florida,  los indios pelearon con él valerosamente hasta que le desbarataron, y mataron casi todos los españoles que con él habían ido, no escapando más de siete, y entre ellos Juan Ponce de León, los cuales llegaron a la isla de Cuba, y allí murieron todos de las heridas que llevaban. Este fin desdichado tuvo la jornada de la Florida, y parece que dejó su desdicha en herencia a los que después les han sucedido en el mismo empeño".

     Pocos años después, navegaba por aguas de La Florida un piloto, dueño de una carabela, llamado Meruelo (iba contratado por Juan Ortiz de Matienzo, como enseguida veremos), al que lo arrastró hasta la costa una tormenta. Los indios lo trataron bien, él consiguió de ellos algo de oro y plata mercadeando, y volvió muy contento a la isla de Santo Domingo. De allí salió otra expedición financiada por siete hombres ricos, con el objetivo de apresar a indios como esclavos para sus minas (algo que teóricamente ya estaba prohibido). Iba al mando uno de ellos, Lucas Vázquez Ayllón, cosa poco frecuente porque su verdadero oficio era el de oidor de la Audiencia de Santo Domingo. Trabajando en la biografía que escribí sobre Sancho Ortiz de Matienzo, tesorero de la Casa de la Contratación de Sevilla, di con unos documentos en los que se ve claramente que Lucas Vázquez le arrebató la licencia de esa campaña a otro oidor, su compañero Juan Ortiz de Matienzo, sobrino de Sancho (eran tan poco recomendables Lucas como Juan). También a estos viajeros los empujó una tormenta hacia tierra fe Florida. Los indios fueron amistosos, y ellos, con disimulos, les invitaron a subir a los barcos, donde, enseguida, los apresaron. De vuelta, un barco se hundió: "Los indios que quedaron en el otro, aunque llegaron a Santo Domingo, se dejaron morir todos de tristeza y hambre, que no quisieron comer de coraje por el engaño que por fingida amistad se les había hecho".

 

     (Imagen) Nos hemos dejado atrás un personaje interesante, el franciscano PEDRO DE AGUADO, gran coleccionista de relatos sobre las Indias, que luego completaba y ordenaba con más información. Recordemos que fue él quien animó a Juan Coles a que redactara algunas páginas sobre su propia aventura en La Florida. El clérigo era natural de Valdemoro (Madrid). Había dudas sobre su fecha de nacimiento, pero ha quedado zanjado el asunto porque se conoce su partida de bautismo: nació el año 1538. Llegó a Nueva Granada (Colombia) muy joven y siendo ya sacerdote, en 1561, con otros 49 compañeros que iban bajo la supervisión de fray Luis Zapata, obispo y reformador de la orden en Perú. Fray Pedro de Aguado y seis frailes más se quedaron por aquellas tierras, y los demás tuvieron otros destinos. El principal desarrollo de su actividad misionera radicó  en Santa Fe (Bogotá), donde llegó a ser nombrado, en 1573, provincial de la orden para toda Colombia. Fue entonces cuando, por pura responsabilidad, se dedicó a los trabajos de cronista, continuando la obra de otro compañero recientemente fallecido. Así lo  explica: "Porque un religioso de mi orden, que se llamaba fray Antonio Medrano, había comenzado este trabajo, y, por su muerte se iba a quedar sin salir a la luz". Fray Antonio protagonizó algo grandioso. Había acompañado a Gonzalo Jiménez Quesada (conquistador de Colombia, uno de los más grandes, más cultos y más humanos de las Indias) a su última y desastrosa aventura en busca de El Dorado en 1572. La aventura costó tres años de esfuerzos, la vida de 250 españoles y casi 1.500 indios, y, también, la de fray Antonio Medrano. Por su parte,  fray Pedro de Aguado volvió a España en 1575, representando a los franciscanos de Perú, pero tuvo problemas por rivalidades con algún otro fraile, quedó algo desplazado, y se dedicó entonces de lleno a los trabajos de cronista. Remató la obra, y volvió con una copia a Bogotá en 1583 (le dieron permiso en España para editarla y venderla en las Indias durante 10 años), dejando otra en España. La suya se perdió después, pero la de España sirvió para sucesivas publicaciones, dando la casualidad de que el inevitable Inca Garcilaso llegó a ver un ejemplar en una imprenta de Córdoba. Se componía de dos tomos, titulados "Historia de la provincia de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada" e "Historia de Venezuela". En 1589 aún vivía, y residía en Cartagena de Indias.




miércoles, 20 de enero de 2021

(Día 1322) Inca Garcilaso menciona el glorioso pasado de Hernando de Soto y explica por qué deseaba triunfar en La Florida, de cuyo emplazamiento hace una descripción.

 

     (912) Tras este  preámbulo, Inca Garcilaso se zambulle en las aguas abundantes y variadas de la narración de los hechos: "Hernando de Soto, gobernador y capitán general que fue de las provincias y señoríos del gran reino de la Florida, se halló en la primera conquista del Perú y en la prisión de Atahualpa, rey tirano, que, siendo hijo bastardo (era discutible; quizá Inca Garcilaso sea partidista porque descendía de la rama de su rival), usurpó aquel reino al legítimo heredero, el cual fue el último de los incas que tuvo aquella monarquía, y, por la discordia y división que en los naturales su rebelión y tiranía causaron, se ayudó a que los españoles lo ganasen con la facilidad que lo ganaron, de lo cual, como es notorio, se obtuvo un rescate tan soberbio, grande y rico, que excede a todo crédito que a historias humanas se pueda dar. De esta cantidad, y de las ventajas que como a tan principal capitán se le hicieron, y con las dádivas que el mismo rey Atahuallpa le dio (pues lo apreciaba por haber sido el primer español al que vio y habló), tuvo Hernando de Soto más de cien mil ducados de botín. Esta suma de dineros trajo cuando él y otros setenta conquistadores se vinieron a España: y aunque con esta cantidad de tesoro pudiera comprar en su tierra, que era Villanueva de Barcarrota, mucha hacienda, no quiso comprarla, antes bien, levantando los pensamientos y el ánimo con la recordación de las cosas que por él habían pasado en el Perú, no contento con lo ya trabajado y ganado, sino deseando emprender otras hazañas iguales o mayores, si mayores podían ser, se fue a Valladolid, donde entonces tenía su Corte el emperador Carlos Quinto, rey de España, y le suplicó le hiciese merced de la conquista del reino de la Florida (llamada así por haberse descubierto su costa el día de Pascua Florida), que la quería hacer por su cuenta y riesgo, gastando en ella su hacienda y vida, por servir a Su Majestad y aumentar la Corona de España. Esto hizo Hernando de Soto movido de generosa envidia y celo magnánimo de las hazañas nuevamente hechas en México por el marqués del Valle don Hernando Cortés y en el Perú por el marqués don Diego de Almagro, las cuales él vio y ayudó a hacer (no menciona a Francisco Pizarro porque sirvió principalmente a Almagro). En el discurso de esta historia hablaremos de españoles y castellanos, pero adviértase que queremos significar una misma cosa".

     El cronista hace una descripción de lo que sería el territorio de Florida, señalando al este las aguas del Atlántico, y sabiendo que hacia el norte había un mundo inexplorado. Menciona al oeste la zona descubierta por Francisco Vázquez de Coronado el año 1539 (enviado por Don Antonio de Mendoza, virrey de México), a la que le puso el nombre de provincia de las Siete Ciudades, donde esperaban encontrar maravillosas riquezas, pero resultó un fiasco. Al decir el cronista que Coronado era vecino de México, explica lo que hacía falta en las Indias para serlo de un lugar (ya nos lo mencionó antes, pero no tan claramente): "Vecinos son los que tienen repartimiento de indios, porque están obligados a mantener vecindad donde tenían los indios, y no podían venir a España sin licencia del Rey, so pena de que, pasados los dos años sin mantener vecindad, perdían el repartimiento". Era la manera de mantener vigentes las encomiendas de indios. Lo que quiere decir que, quienes no eran encomenderos (por ejemplo, un simple comerciante), podían marcharse sin permiso cuando quisieran. Y añade: "Confina asimismo la Florida al oeste con la provincia de los chichimecas, gente valentísima, que cae junto a los términos de las tierras de México".

 

     (Imagen)  Ya sabemos que Inca Garcilaso, para completar datos de su libro sobre La Florida, utilizó, además del texto de Alonso de Carmona,  otro de JUAN COLES, que era muy corto, pero de largo título: "Breve relación de la conquista de La Florida y de las hazañas de Hernando de Soto y sus sesenta compañeros" (aludiendo a 60 de los supervivientes). El documento lo encontró Inca Garcilaso abandonado en una librería de Córdoba, estaba muy deteriorado y nunca más se supo de él. Los dos conquistadores, Alonso y Juan, coinciden fielmente en lo que cuentan. Juan Coles nació en Zafra (Badajoz), pero se trasladó pronto a Barcarrota (Badajoz), y se casó más tarde con una viuda que tenía ya tres hijas. El año 1538 se presentó en la localidad Hernando de Soto, y reclutó a muchos vecinos, entre ellos a Juan, para la gran expedición de La Florida. A Juan Coles le dieron permiso de embarque el dos de marzo de ese mismo año, y las naves partieron bajo el mando de Hernando de Soto. Con respecto al origen de Soto, surgió no hace mucho una polémica que, al parecer, el historiador Esteban Mira Caballos ha podido zanjar. Hasta el siglo veinte no se discutió que había nacido en Barcarrota, y le fue dedicada una estatua. Pero algún documento que no se conocía ha dado pie para defender que su lugar de origen era Jerez de los Caballeros (Badajoz). El investigador Mira Caballos defiende su origen barcarrotense con tres argumentos. 1.- Inca Garcilaso lo dio por hecho debido a que así lo decía JUAN COLES, que vivió en Barcarrota y conocía muy bien a Soto. 2.- No hay ninguna prueba contundente de que procediera de Jerez de los Caballeros. 3.- Hernando de Soto, que, extrañamente, nunca dijo dónde nació, ni siquiera en documentos que lo exigían, tenía hermanos en Barcarrota, y es muy verosímil que ocultara su procedencia por el hecho de que muchos de su familia fueran descendientes de judíos, algo que le podía perjudicar en sus ambiciones,  y que le habría impedido obtener el Hábito de Caballero Santiago que le fue concedido. La importancia de esa 'mancha', la podemos ver en la imagen, que es el registro de salida del mismo Juan Coles, poco antes de partir para las Indias. Dice: "Juan Coles, hijo de Juan Coles y de Luisa Rodríguez, vecinos de Zafra, pasó a la dicha armada. Juraron por él Alonso (?) y Alonso de la Puente que lo conocen y que no es de los prohibidos (judíos)".




martes, 19 de enero de 2021

(Día 1321) Inca Garcilaso se alegró de tener para su crónica, además de la información de Gonzalo Silvestre, la de otros dos testigos, Alonso de Carmona y Juan de Coles, pues todos coincidían en la versión de los hechos.

 

     (911) Nos habla Inca Garcilaso del tema de su libro: "En dicha historia hicimos relación de las muchas y muy grandes provincias que el gobernador y adelantado Hernando de Soto y otros muchos caballeros extremeños, portugueses, andaluces, castellanos, y de todas las demás provincias de España, descubrieron en el gran reino de la Florida". Como la heroica expedición fracasó, muestra su deseo de que se intente de nuevo: "Aunque aquella tierra tiene  fama de estéril y cenagosa, España debe ir a ganarla y poblarla, para el aumento de nuestra Santa Fe Católica, que es lo principal, y porque es tierra que se puede fertilizar mucho más con las semillas y ganados que de España y otras partes se le pueden llevar".

     Explica que, además de contar con Gonzalo Silvestre como fuente de información, pudo contrastarla de otra manera: "He tenido la versión de otros dos soldados, testigos de vista, que se hallaron en la misma jornada. El uno se dice Alonso de Carmona, natural de la villa de Priego. El cual, habiendo peregrinado por la Florida los seis años de este descubrimiento, y después otros muchos en el Perú, y habiéndose vuelto a su patria, escribió las dos peregrinaciones suyas, que así las llamó, y me las envió ambas para que las viese". Le gustaron mucho porque, aunque eran breves y poco organizadas, recogían los hechos fundamentales. El otro soldado era Juan de Coles, nacido en Zafra (Badajoz), aunque desde muy joven vivió en Barcarrota. También su narración resultaba breve y desordenada, pero, asimismo, con datos muy valiosos. Y la había escrito por petición del franciscano Pedro de Aguado, uno de los provinciales que tenía la orden en Las Indias, el cual, además de vivir entregado a su vocación de misionero, se dedicaba a recoger narraciones sobre las conquistas para enviárselas a Felipe II.

     Cuando le llegaron esos escritos, Inca Garcilaso ya tenía terminado su trabajo, pero, como buen profesional, les sacó jugo: "Aunque es verdad que yo había acabado de escribir esta historia, viendo estos dos testigos de vista tan conformes con ella, me pareció importante, volviéndola a escribir de nuevo, nombrarlos en sus lugares y referir en muchos pasos las mismas palabras que ellos dicen, copiadas a la letra, presentando así dos testigos contestes con mi autor, para que se vea cómo todas tres relaciones son una misma. Cotejados los hechos que cuentan con los de nuestra historia, son los mismos; y algunos hechos los dicen con adición de mayor encarecimiento y admiración, como los verán anotados con sus mismas palabras". Lo cual aumenta la confianza de quienes, en el siglo XXI, vamos a leer (resumida) LA FLORIDA DEL INCA.

     Insiste Inca Garcilaso en su afán de ser fiel a los hechos que cuenta, y, de paso, por aquello de que 'no hay mal que por bien no venga', hace alusión a que se siente afortunado por haber fracasado en sus deseos de triunfar en este engañoso mundo, y de que no le hubiese concedido el Rey las mercedes que esperaba por los grandes méritos de su padre. Saborea la vida tranquila que está disfrutando y, cosa más importante, que todo ello le haya permitido dedicarse a algo que le apasiona: contar con honradez, para que no se olviden, los extraordinarios hechos de los españoles en las Indias, así como la historia y las costumbres de los nativos. Era dos hombres en uno, por su sangre española e indígena, sintiéndose, además, tan orgulloso de su linaje español como del peruano, que entroncaba con la dinastía de los emperadores incas, aunque, lo que más estimó como valor esencial, fue su espíritu cristiano.

 

     (Imagen) Inca Garcilaso nos ha hablado de que, además de tener como fuente de información para su crónica a Gonzalo Silvestre, utilizó también unos relatos cortos de dos soldados de la expedición. Uno de ellos era ALONSO DE CARMONA. Nació en Priego (Córdoba) el año 1526. Inca Garcilaso lamentó el desorden y el reducido tamaño del  trabajo de Alonso de Carmona y del otro soldado (cuyos originales se han perdido), pero les dio tanta importancia, que le obligaron a rehacer su propia obra, porque encontró en ellos datos relevantes que él no conocía. Por otra parte, lo poco que se conoce de lo que escribió Alonso de Carmona, está muy bien escrito,  no en vano era hijo del escribano de Priego, Juan de Carmona (quizá natural de la sevillana Carmona). Alonso partió de España, con solo doce o trece años, en 1538, yendo con Hernando de Soto para la gran aventura de Florida, donde  el gran capitán murió en 1542. A los sufridos supervivientes les costó más de un año volver a México, donde fueron muy bien tratados por el virrey. Y escribe el propio Alonso: "Nos fuimos después todos al Perú, no tanto por sus riquezas, como por las alteraciones que en él había cuando Gonzalo Pizarro empezó a hacerse gobernador y señor de la tierra". Siempre fiel al Rey, participó en la batalla en la que fue derrotado y ejecutado Gonzalo. Se estableció en Potosí sin haberse implicado en ninguna rebeldía, y, hacia el año 1572, volvió definitivamente a Priego con sus dos hijos, Alonso y Leonor de Carmona. Ejerció de alcalde, y vivió como un rico indiano con las fincas que compró, dedicándose a la producción de seda y vino. Fue allí donde escribió sus dos cortos relatos (escritos casi solo para sus amigos), y se los envió a Inca Garcilaso (que vivía en Montilla, a solo 50 km de distancia), el cual tuvo la honradez de copiar sus frases de forma entrecomillada. En 1581 fundó una capellanía en la iglesia mayor, y murió diez años después, haciendo previamente su testamento. Sus dos hijos habían fallecido antes, y sin dejar descendencia, por lo que todos los bienes del difunto pasaron a manos de sus hermanos y sobrinos. Injustamente olvidado durante siglos, incluso en su pueblo natal, algunas investigaciones históricas recuperaron la memoria de ALONSO DE CARMONA, y, no hace muchos años, se decidió dedicarle una calle en su querida Priego de Córdoba.




lunes, 18 de enero de 2021

(Día 1320) EMPEZAMOS ahora la primera crónica que publicó (año 1605) INCA GARCILASO DE LA VEGA, a la que dio como título LA FLORIDA DEL INCA, y en la que narra la expedición de HERNANDO DE SOTO a aquellas tierras.

 

     (910) Empecemos con LA FLORIDA DEL INCA, publicada en 1605 por Inca Garcilaso de la Vega. Fue el primer libro que escribió, y espero que los lectores disfruten de su narración. Es curioso que le dedicara el libro a Don Teodosio de Portugal, Duque de Braganza. Probablemente le subvencionó el trabajo, pero el autor indica otros motivos. Le apasionaba, ya desde niño, la gran historia de los portugueses, porque se la contaba su padre. Pero añade: "Esta afición se convirtió después en obligación, porque la primera tierra que vi cuando vine de la mía, que es el Perú, fue la de Portugal, donde las autoridades y los ciudadanos me hicieron muy buena acogida, como si yo fuera hijo natural de esas tierras; por no cansar a Vuestra Excelencia, no doy cuenta en particular de los regalos y favores que me hicieron, uno de los cuales fue librarme de la muerte". No explica cómo, pero había ocurrido que, llegando a la costa, su barco se hundió, y fue un portugués el que le salvó la vida.

     La obra apareció titulada como HISTORIA DEL ADELANTADO HERNANDO DE SOTO, GOBERNADOR Y CAPITÁN GENERAL DEL REINO DE LA FLORIDA, Y DE OTROS HEROICOS CABALLEROS ESPAÑOLES E INDIOS, ESCRITA POR EL INCA GARCILASO DE LA VEGA. Y explica cómo la redactó. Fue como el trabajo de un periodista con dotes literarias que se sirve de fuentes de información. Algunas de ellas (para este trabajo y para los que siguieron después), fueron, aunque ahora no lo dice, las crónicas ya escritas por otros colegas. Pero tuvo otra muy importante: la de un testigo de las peripecias de aquella impresionante campaña, cuyo nombre no menciona; se trataba del conquistador GONZALO SILVESTRE (a quien ya le dediqué una imagen por sus andanzas en Perú): "Conversando mucho tiempo y en diversos lugares con un caballero (Silvestre), gran amigo mío, que se halló en esta expedición, y oyéndole muchas y muy grandes hazañas que en ella hicieron así españoles como indios (también simpatiza con los indios del norte de América), me pareció cosa indigna y de mucha lástima que obras tan heroicas que en el mundo han pasado quedasen en perpetuo olvido. Por lo cual, porque soy hijo de un español y de una india, importuné muchas veces a aquel caballero para que escribiésemos esta historia, sirviéndole yo de escribiente". El trabajo duró muchos años por repetidas interrupciones, en parte debidas a las obligaciones militares que tuvo Inca Garcilaso, pero también por repetidas ausencias del uno o del otro, hasta que, sintiendo los dos el temor de que tan importante asunto no llegara a convertirse en realidad, Inca Garcilaso, que vivía en Montilla (Córdoba), se trasladó a la localidad de Gonzalo Silvestre, Las Posadas (a 70 km), el cual sufría viejas heridas de guerra y una larga enfermedad de bubas: "Y allí nos dedicamos con cuidado y diligencia a escribir todo lo que en aquella campaña sucedió, para honra y fama de la nación española, que tan grandes cosas ha hecho en el Nuevo Mundo, y no menos de los indios que en la historia se mostrasen y pareciesen dignos del mismo honor".

 

     (Imagen) Ya vimos la azarosa vida de GONZALO SILVESTRE. Volvió a España y residió tranquilamente en Las Posadas, un pueblo cordobés. Allí fue donde INCA GARCILASO  se entusiasmó oyéndole hablar de sus aventuras (anteriores a las guerras civiles de Perú) con Hernando de Soto en el descubrimiento de las tierras americanas de La Florida. Inca Garcilaso vivía con su tío Alonso de Vargas en Montilla (Córdoba, ver imagen), a 70 km de Las Posadas, adonde decidió trasladarse para trabajar intensamente con Silvestre (enfermo crónico y con secuelas de sus heridas militares) en la preparación de una crónica sobre aquella campaña. Silvestre tenía cierto nivel cultural, pues aparecen anotaciones suyas junto a los textos del escritor. Diríamos que Inca Garcilaso era 'el periodista', y Silvestre el entrevistado. El trabajo en común fue largo e intenso. El peculiar Inca Garcilaso, que parece evitar el nombre de su informador, sin embargo le da la categoría de 'autor', llamándose a sí mismo 'el escribiente'. Tras llevar muchos años entregados a tan importante faena, algo los distanció. No obstante, cuando, en 1605, Inca Garcilaso publicó la que fue su primera obra, titulada LA FLORIDA DEL INCA, hacía  13 años que Gonzalo Silvestre había muerto, y no escatimó en ella grandes elogios a la valía personal y a la fiabilidad de su colaborador. Parece ser que GONZALO SILVESTRE también le aportó informaciones y apoyo al cronista para sus otras grandes obras, una traducción de Los Diálogos de Amor (de León Hebreo)  y la titulada Comentarios Reales de los Incas, cuya segunda parte, Historia General del Perú, nos ha venido muy bien para conocer las guerras civiles. Hay un documento en el que INCA GARCILASO explica algo que pudo ser la causa de que se estropeara su amistad con GONZALO SILVESTRE. En él dice que Gonzalo, "desde siempre fue mi deudor, porque gastaba mucho". Cuando murió Gonzalo, le debía ochocientos ducados (cantidad importante), pero antes se había quedado hábilmente con la escritura que certificaba la deuda, y el  dinero que tenía lo utilizó para casar a su sobrino, Alonso Díaz. Así termina el escrito de Inca Garcilaso: "Es mi voluntad que se hagan las diligencias pertinentes para que se procure cobrar estos ochocientos ducados al dicho Alonso Díaz". Pero nada empañará el valioso fruto de aquella colaboración.