jueves, 7 de enero de 2021

(1312) En aquellos tiempos se le confió a Pedro de Ursúa la campaña del Amazonas que Lope de Aguirre convirtió en un espanto. Por entonces llegó un nuevo virrey: el poco recomendable Diego López de Zúñiga y Velasco.

 

     (902) Fue entonces cuando el virrey promovió una de las expediciones más trágicas de la historia de las Indias, en la que el principal protagonista fue el trastornado y funesto Lope de Aguirre: "Actuando el virrey con suavidad (arrepentido de su dureza  anterior), concedió la conquista de las tierras del río Amazonas, la cual pidió en su día a Su Majestad Francisco de Orellana en España, después de traicionar a Gonzalo Pizarro, y murió en ella sin llegar adonde quería. El virrey se la confió a un caballero llamado Pedro de Ursúa, al que yo conocí en Perú, hombre de toda bondad y virtud, muy gentil por naturaleza, y agradable a la vista de todos. Fue desde el Cuzco hasta Quito recogiendo soldados, deseosos de salir a nuevas conquistas, pues en Perú ya no había en qué medrar, porque todo estaba repartido entre los más antiguos y meritorios. Del Cuzco salieron con él muchos soldados, y, entre ellos, Don Fernando de Guzmán (el cual tuvo un patético protagonismo en aquel espanto), al que yo conocí), recién llegado de España, y otro soldado más antiguo, que se llamaba Lope de Aguirre, de ruin talle, pequeño de cuerpo y de perversa condición y obras". Para hacer una mínima reseña de lo que ocurrió en aquella campaña, Inca Garcilaso utiliza a otro cronista: "A él se refiere en verso el licenciado Juan de Castellanos, clérigo presbítero, residente en la ciudad de Tunja (Colombia), en sus Elegías de Varones Ilustres de Indias. En ellas habla de esta campaña de Pedro de Ursúa, que llevaba más de quinientos hombres. Habla de la muerte que le dieron sus propios compañeros (manipulados por Aguirre)". Y da por bueno algo absurdo que dice Castellanos: "Lo mataron para gozar de una dama hermosa que Ursúa llevaba en su compañía, pasión que ha destruido a muy grandes capitanes en el mundo, como a Aníbal y a otros". Inca Garcilaso, cuando escribió su crónica, era también clérigo, como Castellanos, algo que se nota mucho en sus mensajes moralizantes. En realidad, el asesinato de Ursúa, al margen de que los soldados pudieran ver con envidia que disfrutaba de su amante, lo motivó la maligna ansia de poder de Lope de Aguirre. Y añade: "Aquellos traidores alzaron por rey a don Fernando de Guzmán, y él era tan discreto (Aguirre lo utilizó como un títere), que consintió en ello, y luego le mataron los mismo que le llamaban rey. Aguirre se hizo caudillo de todos y llegó a matar, por veces, más de doscientos hombres". Lograron desembocar en el Atlántico, y, en Barquisimeto (Venezuela), Diego García de Paredes (del que ya hemos hablado) y sus hombres lo atraparon, aunque Aguirre, antes de que lo ejecutaran, mató a su propia hija. El cronista dice que lo hizo para que no la llamasen traidora. En realidad, él lo dijo más claramente: "No quiero que sea el colchón de todos los soldados".

      Vuelve Inca Garcilaso a la situación de Perú. "Mientras pasaban estos sucesos en el gran río del Amazonas, Su Majestad el Rey Don Felipe Segundo no se olvidaba de proveer al Perú de un nuevo virrey. Después de fallecer el buen Don Diego de Acevedo, nombró a Don Diego de Zúñiga y Velasco, Conde de Nieva, el cual llegó a Perú por abril del año mil quinientos sesenta, y le envió una carta a Don Andrés Hurtado de Mendoza anunciándole su llegada y pidiéndole que renunciase al cargo de virrey".

 

     (Imagen) Todos los virreyes lograron cosas importantes para Perú, porque eran ambiciosos y muy activos. Pero pocos destacaron por su ejemplaridad. ¿Un prototipo?: DIEGO LÓPEZ DE ZÚÑIGA Y VELASCO, Conde de Nieva y Caballero de Santiago, nacido hacia el año 1500 en Burgos. Había luchado en Túnez (donde liberaron a ¡20.000! prisioneros)  y en Europa junto a Carlos V. Se casó en 1522 con Doña María Enríquez, hermana de Don Martín Enríquez, virrey de México, y también de Perú, muy querido por virtudes de las que careció su cuñado. Cuando Don Diego salió hacia Perú, ya lo hizo con una ostentación que no le gustó a Felipe II. Llegado a su destino, dejó claro que le aburrían los trabajos administrativos, y se rodeó de un boato más propio de la Corte Real. Quizá los reyes se equivocaran al escoger por falta de hombres dispuestos a ir a las duras tierras de las Indias. Es curioso que Don Diego tuviera más simpatías por el clero diocesano que por los frailes, quizá debido a que los primeros fueran más tolerantes con su fama de mujeriego. Hubo un fraile que se lo reprochó en público, y lo desterró a España. También se desprestigió por chanchullos económicos suyos y de su hijo. A pesar de todo, tuvo actuaciones positivas. Se descubrió una importante mina de azogue, materia imprescindible entonces para la extracción de oro y plata, y el virrey estableció las primeras ordenanzas de minas de las Indias. Fundó la Audiencia Real de Quito. Envió expediciones de conquista en las que surgieron nuevas localidades; más tarde asentó la amenazada ciudad de Santiago del Estero, emplazamiento clave para el trazado del importantísimo Camino Real que unía Lima con Buenos aires. Pero los escándalos dejan mucha huella en las biografías. Y así, ocurrió que, el 19 de febrero de 1564, lo encontraron una noche malherido y caído en una calle. Lo llevaron adonde los oidores, y, poco después, falleció. Se decía que cayó desde la casa de su prima Carolina López de Zúñiga, quien, ciertamente, era su amante. Otros aseguraban que ella y su marido estaban fuera (aunque el 'accidente' del virrey tuvo lugar al lado de su casa), pero, aun así, se pensaba que el engañado encargó el asesinato. La versión oficial fue (como suelen serlo) la de un ataque cardíaco. Recordemos que lo mismo le pasó en 1549 al licenciado Benito Suárez de Carvajal, pero entonces no hubo dudas: era un golfo que cayó desde una ventana de su Dulcinea.




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