(902) Fue entonces cuando el virrey
promovió una de las expediciones más trágicas de la historia de las Indias, en
la que el principal protagonista fue el trastornado y funesto Lope de Aguirre:
"Actuando el virrey con suavidad (arrepentido de su dureza anterior), concedió la conquista de las
tierras del río Amazonas, la cual pidió en su día a Su Majestad Francisco de
Orellana en España, después de traicionar a Gonzalo Pizarro, y murió en ella
sin llegar adonde quería. El virrey se la confió a un caballero llamado Pedro
de Ursúa, al que yo conocí en Perú, hombre de toda bondad y virtud, muy gentil
por naturaleza, y agradable a la vista de todos. Fue desde el Cuzco hasta Quito
recogiendo soldados, deseosos de salir a nuevas conquistas, pues en Perú ya no
había en qué medrar, porque todo estaba repartido entre los más antiguos y
meritorios. Del Cuzco salieron con él muchos soldados, y, entre ellos, Don
Fernando de Guzmán (el cual tuvo un patético protagonismo en aquel espanto),
al que yo conocí), recién llegado de España, y otro soldado más antiguo, que se
llamaba Lope de Aguirre, de ruin talle, pequeño de cuerpo y de perversa
condición y obras". Para hacer una mínima reseña de lo que ocurrió en
aquella campaña, Inca Garcilaso utiliza a otro cronista: "A él se refiere
en verso el licenciado Juan de Castellanos, clérigo presbítero, residente en la
ciudad de Tunja (Colombia), en sus Elegías de Varones Ilustres de Indias.
En ellas habla de esta campaña de Pedro de Ursúa, que llevaba más de quinientos
hombres. Habla de la muerte que le dieron sus propios compañeros (manipulados
por Aguirre)". Y da por bueno algo absurdo que dice Castellanos:
"Lo mataron para gozar de una dama hermosa que Ursúa llevaba en su
compañía, pasión que ha destruido a muy grandes capitanes en el mundo, como a
Aníbal y a otros". Inca Garcilaso, cuando escribió su crónica, era también
clérigo, como Castellanos, algo que se nota mucho en sus mensajes moralizantes.
En realidad, el asesinato de Ursúa, al margen de que los soldados pudieran ver
con envidia que disfrutaba de su amante, lo motivó la maligna ansia de poder de
Lope de Aguirre. Y añade: "Aquellos traidores alzaron por rey a don
Fernando de Guzmán, y él era tan discreto (Aguirre lo utilizó como un títere),
que consintió en ello, y luego le mataron los mismo que le llamaban rey.
Aguirre se hizo caudillo de todos y llegó a matar, por veces, más de doscientos
hombres". Lograron desembocar en el Atlántico, y, en Barquisimeto
(Venezuela), Diego García de Paredes (del que ya hemos hablado) y sus hombres
lo atraparon, aunque Aguirre, antes de que lo ejecutaran, mató a su propia hija.
El cronista dice que lo hizo para que no la llamasen traidora. En realidad, él
lo dijo más claramente: "No quiero que sea el colchón de todos los
soldados".
Vuelve Inca Garcilaso a la situación de
Perú. "Mientras pasaban estos sucesos en el gran río del Amazonas, Su
Majestad el Rey Don Felipe Segundo no se olvidaba de proveer al Perú de un
nuevo virrey. Después de fallecer el buen Don Diego de Acevedo, nombró a Don
Diego de Zúñiga y Velasco, Conde de Nieva, el cual llegó a Perú por abril del
año mil quinientos sesenta, y le envió una carta a Don Andrés Hurtado de
Mendoza anunciándole su llegada y pidiéndole que renunciase al cargo de
virrey".
(Imagen) Todos los virreyes lograron cosas
importantes para Perú, porque eran ambiciosos y muy activos. Pero pocos destacaron
por su ejemplaridad. ¿Un prototipo?: DIEGO LÓPEZ DE ZÚÑIGA Y VELASCO, Conde de
Nieva y Caballero de Santiago, nacido hacia el año 1500 en Burgos. Había
luchado en Túnez (donde liberaron a ¡20.000! prisioneros) y en Europa junto a Carlos V. Se casó en 1522 con
Doña María Enríquez, hermana de Don Martín Enríquez, virrey de México, y también
de Perú, muy querido por virtudes de las que careció su cuñado. Cuando Don
Diego salió hacia Perú, ya lo hizo con una ostentación que no le gustó a Felipe
II. Llegado a su destino, dejó claro que le aburrían los trabajos
administrativos, y se rodeó de un boato más propio de la Corte Real. Quizá los
reyes se equivocaran al escoger por falta de hombres dispuestos a ir a las
duras tierras de las Indias. Es curioso que Don Diego tuviera más simpatías por
el clero diocesano que por los frailes, quizá debido a que los primeros fueran
más tolerantes con su fama de mujeriego. Hubo un fraile que se lo reprochó en
público, y lo desterró a España. También se desprestigió por chanchullos
económicos suyos y de su hijo. A pesar de todo, tuvo actuaciones positivas. Se
descubrió una importante mina de azogue, materia imprescindible entonces para
la extracción de oro y plata, y el virrey estableció las primeras ordenanzas de
minas de las Indias. Fundó la Audiencia Real de Quito. Envió expediciones de
conquista en las que surgieron nuevas localidades; más tarde asentó la
amenazada ciudad de Santiago del Estero, emplazamiento clave para el trazado del
importantísimo Camino Real que unía Lima con Buenos aires. Pero los escándalos
dejan mucha huella en las biografías. Y así, ocurrió que, el 19 de febrero de
1564, lo encontraron una noche malherido y caído en una calle. Lo llevaron
adonde los oidores, y, poco después, falleció. Se decía que cayó desde la casa
de su prima Carolina López de Zúñiga, quien, ciertamente, era su amante. Otros
aseguraban que ella y su marido estaban fuera (aunque el 'accidente' del virrey
tuvo lugar al lado de su casa), pero, aun así, se pensaba que el engañado encargó
el asesinato. La versión oficial fue (como suelen serlo) la de un ataque
cardíaco. Recordemos que lo mismo le pasó en 1549 al licenciado Benito Suárez
de Carvajal, pero entonces no hubo dudas: era un golfo que cayó desde una
ventana de su Dulcinea.
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