(906) Los mestizos admitían haber
delinquido, pero alegaban la necesidad en que se encontraban por haber sido
despojados de los bienes heredados que tenían, y solicitaban que les
permitieran ponerse al servicio de Su Majestad, pues ellos lucharían como
buenos soldados, hasta dar la vida si era necesario. No obstante, se apresó a
todos los mestizos de más de veinte años que había en el Cuzco, y algunos
fueron condenados a tormento por ser especialmente sospechosos. Los presos
estuvieron en mucho peligro de que los
matasen, pero una india, madre de uno de los que iban a atormentar, se presentó
dando gritos donde lo tenían detenido. De forma descontrolada, clamaba
(irónicamente) que matasen a todos por ser hijos de quienes habían conquistado
el Perú, y hasta a sus madres indias por haberlos traído al mundo:
"Diciendo estas cosas, salió de la cárcel, y fue por la calle con la misma
vocería, de manera que alborotó a cuantos la oyeron. Y les valió de mucho a los
mestizos este clamor que hizo la buena madre, pues, viendo la razón que tenía,
el virrey abandonó su propósito, por no causar más escándalo. No condenó a
muerte a ninguno de los mestizos, pero les dio otra muerte más larga, pues los
desterró a diversas partes del Nuevo Mundo. Enviaron a muchos al reino de
Chile, y entre ellos fue un hijo de Pedro del Barco (de quien se ha hecho larga
mención en la historia), que fue mi condiscípulo en la escuela, y del cual fue
tutor mi padre. Otros enviaron al Nuevo Reino de Granada (Colombia), a
diversas islas de Barlovento (en el Caribe), a Panamá y a Nicaragua.
Algunos de ellos fueron a España, como Juan Arias Maldonado (como sabemos,
sobrino del difunto Sayri Túpac), hijo de Diego de Maldonado el Rico.
Estuvo desterrado en España más de diez años, y yo le vi y hospedé dos veces en
mi posada, y me contó mucho de lo que ocurrió. Al cabo del largo tiempo de su
destierro, le dio licencia el Consejo Real de Indias para que fuese a Perú a
recoger su hacienda, y regresase a España para acabar en ella su
vida". Inca Garcilaso añade que le
pidió ayuda para el viaje porque se encontraba empobrecido; además de haberle
regalado anteriormente un caballo, le dio ropa. Él se lo agradeció y prometió
devolverle el valor de todo ello, aunque no pudo ser: "Creo que lo habría
hecho así, pero, al llegar a Paita, de puro contento y regocijo por verse en territorio
peruano, expiró a los tres días. Perdóneseme esta digresión, pues, por tratarse
de cosas de mis condiscípulos, me he atrevido a tomar la licencia de contarlas.
Ningún otro de los que fueron desterrados regresó al Perú". Ya que casi
todos los que estudiaron con el cronista eran mestizos, es de suponer que
conocería a bastantes de los que sufrieron ese castigo.
Luego habla el cronista de los indios de
la nobleza inca que residían en el Cuzco: "A los indios de sangre real,
que eran treinta y seis, los desterraron a Lima, con orden de que no saliesen
de la ciudad sin autorización. Con ellos enviaron a dos hijos y una hija del
pobre príncipe, no pasando de diez años el mayor de ellos. El arzobispo
Jerónimo de Loaysa, se apiadó de la niña y la llevó a su casa para criarla. De
los demás desterrados, hubo treinta y tres que se murieron, de pena y falta de
aclimatación, en poco más de dos años, así como los dos niños".
(Imagen) Es evidente que Inca Garcilaso no
resulta fiable al defender la lealtad de su padre (un hombre muy valioso),
aunque es comprensible. Pero sería temerario rechazar lo que él vio con sus
propios ojos. Ha hablado de los mestizos que estudiaron con él en el Cuzco,
varios de los cuales fueron desterrados por apoyar a Túpac Amaru I. Uno de
ellos era hijo de PEDRO DEL BARCO, del que ya hablé, si bien con ciertas dudas,
en las que veo sumidos a varios historiadores. Algunos le atribuyen hechos de
otro Pedro del Barco que anduvo peleando por México, y, habiendo nacido éste en
El Barco (Ávila), se lo aplican al otro. Hay quien dice que nació en Montijo
(Badajoz), y niegan que fuera en Lobón, como afirma Inca Garcilaso. Es de creer
que el cronista no se equivoca, porque conoció al padre y al hijo. Simplemente,
es más preciso, pues Lobón está a 9 km de Montijo. Pedro del Barco presentó en
1540 una relación de sus méritos. En ella queda claro que empezó a batallar por
Nicaragua y Panamá, bajo el mando de Pedrarias Dávila y de Gabriel de Rojas,
pero sin ningún contacto con la conquista de Hernán Cortés. Como ya vimos,
estuvo luego en Perú, a las órdenes de Francisco Pizarro, quien lo premió en el
Cuzco con una parte del palacio que fue de las princesas incas llamadas
Vírgenes del Sol. Se vio comprometido a unirse a la rebeldía de Gonzalo
Pizarro, pero pronto lo abandonó, para su desgracia. En 1544, Pedro del Barco,
Martín de Florencia y Pedro de Saavedra fueron atrapados por el sanguinario
Francisco de Carvajal, y los ahorcó en
un árbol, pero, siempre muy 'gracioso', le dijo a Pedro que, por ser tan
rico e importante, le dejaba escoger la rama que quisiese. El año 1558, el
desterrado hijo mestizo de Pedro del Barco, llamado como él, y otra hija suya,
reclamaban a Hernando Pizarro (como se ve en la imagen) seiscientos pesos de
oro que su padre le había dado para que, llegado a la Corte, los destinara al
servicio del Rey, pero no lo había hecho. Pedro y su hermana, menores de 25
años, estaban en España, y presentaron su reclamación en Lima por medio de un
apoderado. Lo que confirma también la afirmación que nos acaba de hacer Inca
Garcilaso: los mestizos desterrados no volvieron a Perú, salvo Juan Arias
Maldonado, que tuvo un permiso muy breve.
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