martes, 12 de enero de 2021

(Día 1316) Los mestizos descendientes de familias nobles estuvieron a punto de ser ejecutados por su rebeldía, pero la brava protesta de una madre los salvó, aunque fueron desterrados.

 

     (906) Los mestizos admitían haber delinquido, pero alegaban la necesidad en que se encontraban por haber sido despojados de los bienes heredados que tenían, y solicitaban que les permitieran ponerse al servicio de Su Majestad, pues ellos lucharían como buenos soldados, hasta dar la vida si era necesario. No obstante, se apresó a todos los mestizos de más de veinte años que había en el Cuzco, y algunos fueron condenados a tormento por ser especialmente sospechosos. Los presos estuvieron en mucho peligro de  que los matasen, pero una india, madre de uno de los que iban a atormentar, se presentó dando gritos donde lo tenían detenido. De forma descontrolada, clamaba (irónicamente) que matasen a todos por ser hijos de quienes habían conquistado el Perú, y hasta a sus madres indias por haberlos traído al mundo: "Diciendo estas cosas, salió de la cárcel, y fue por la calle con la misma vocería, de manera que alborotó a cuantos la oyeron. Y les valió de mucho a los mestizos este clamor que hizo la buena madre, pues, viendo la razón que tenía, el virrey abandonó su propósito, por no causar más escándalo. No condenó a muerte a ninguno de los mestizos, pero les dio otra muerte más larga, pues los desterró a diversas partes del Nuevo Mundo. Enviaron a muchos al reino de Chile, y entre ellos fue un hijo de Pedro del Barco (de quien se ha hecho larga mención en la historia), que fue mi condiscípulo en la escuela, y del cual fue tutor mi padre. Otros enviaron al Nuevo Reino de Granada (Colombia), a diversas islas de Barlovento (en el Caribe), a Panamá y a Nicaragua. Algunos de ellos fueron a España, como Juan Arias Maldonado (como sabemos, sobrino del difunto Sayri Túpac), hijo de Diego de Maldonado el Rico. Estuvo desterrado en España más de diez años, y yo le vi y hospedé dos veces en mi posada, y me contó mucho de lo que ocurrió. Al cabo del largo tiempo de su destierro, le dio licencia el Consejo Real de Indias para que fuese a Perú a recoger su hacienda, y regresase a España para acabar en ella su vida".  Inca Garcilaso añade que le pidió ayuda para el viaje porque se encontraba empobrecido; además de haberle regalado anteriormente un caballo, le dio ropa. Él se lo agradeció y prometió devolverle el valor de todo ello, aunque no pudo ser: "Creo que lo habría hecho así, pero, al llegar a Paita, de puro contento y regocijo por verse en territorio peruano, expiró a los tres días. Perdóneseme esta digresión, pues, por tratarse de cosas de mis condiscípulos, me he atrevido a tomar la licencia de contarlas. Ningún otro de los que fueron desterrados regresó al Perú". Ya que casi todos los que estudiaron con el cronista eran mestizos, es de suponer que conocería a bastantes de los que sufrieron ese castigo.

     Luego habla el cronista de los indios de la nobleza inca que residían en el Cuzco: "A los indios de sangre real, que eran treinta y seis, los desterraron a Lima, con orden de que no saliesen de la ciudad sin autorización. Con ellos enviaron a dos hijos y una hija del pobre príncipe, no pasando de diez años el mayor de ellos. El arzobispo Jerónimo de Loaysa, se apiadó de la niña y la llevó a su casa para criarla. De los demás desterrados, hubo treinta y tres que se murieron, de pena y falta de aclimatación, en poco más de dos años, así como los dos niños".

 

     (Imagen) Es evidente que Inca Garcilaso no resulta fiable al defender la lealtad de su padre (un hombre muy valioso), aunque es comprensible. Pero sería temerario rechazar lo que él vio con sus propios ojos. Ha hablado de los mestizos que estudiaron con él en el Cuzco, varios de los cuales fueron desterrados por apoyar a Túpac Amaru I. Uno de ellos era hijo de PEDRO DEL BARCO, del que ya hablé, si bien con ciertas dudas, en las que veo sumidos a varios historiadores. Algunos le atribuyen hechos de otro Pedro del Barco que anduvo peleando por México, y, habiendo nacido éste en El Barco (Ávila), se lo aplican al otro. Hay quien dice que nació en Montijo (Badajoz), y niegan que fuera en Lobón, como afirma Inca Garcilaso. Es de creer que el cronista no se equivoca, porque conoció al padre y al hijo. Simplemente, es más preciso, pues Lobón está a 9 km de Montijo. Pedro del Barco presentó en 1540 una relación de sus méritos. En ella queda claro que empezó a batallar por Nicaragua y Panamá, bajo el mando de Pedrarias Dávila y de Gabriel de Rojas, pero sin ningún contacto con la conquista de Hernán Cortés. Como ya vimos, estuvo luego en Perú, a las órdenes de Francisco Pizarro, quien lo premió en el Cuzco con una parte del palacio que fue de las princesas incas llamadas Vírgenes del Sol. Se vio comprometido a unirse a la rebeldía de Gonzalo Pizarro, pero pronto lo abandonó, para su desgracia. En 1544, Pedro del Barco, Martín de Florencia y Pedro de Saavedra fueron atrapados por el sanguinario Francisco de Carvajal, y los ahorcó en  un árbol, pero, siempre muy 'gracioso', le dijo a Pedro que, por ser tan rico e importante, le dejaba escoger la rama que quisiese. El año 1558, el desterrado hijo mestizo de Pedro del Barco, llamado como él, y otra hija suya, reclamaban a Hernando Pizarro (como se ve en la imagen) seiscientos pesos de oro que su padre le había dado para que, llegado a la Corte, los destinara al servicio del Rey, pero no lo había hecho. Pedro y su hermana, menores de 25 años, estaban en España, y presentaron su reclamación en Lima por medio de un apoderado. Lo que confirma también la afirmación que nos acaba de hacer Inca Garcilaso: los mestizos desterrados no volvieron a Perú, salvo Juan Arias Maldonado, que tuvo un permiso muy breve.




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