(908) Llegó el momento de la ejecución de Túpac Amaru I: "El virrey mandó hacer un tablado muy solemne en la plaza mayor (de Lima), y que se ejecutase la muerte de aquel príncipe, porque así convenía a la seguridad y quietud de aquel imperio. Todos de la ciudad se admiraron, y algunos caballeros y graves religiosos decidieron pedir al virrey que no hiciera cosa tan fuera de piedad y de la que todo el mundo abominaría, y que se contentase con enviarlo a España en perpetuo destierro. Pero el virrey, que tenía espías en la ciudad, enterado de que pretendían hablarle y requerirle, mandó cerrar las puertas de su casa, y que su guardia no dejase entrar a nadie. Mandó, asimismo, que, con toda brevedad, sacasen al inca y le cortasen la cabeza, para que se aquietase aquel alboroto, pues temió que se lo quitasen de las manos".
Lo sacaron con una soga al cuello, yendo por delante el pregonero voceando que se le mataba por ser rebelde y traidor contra la corona del Rey. Túpac Amaru, que no entendía español, le preguntó a los frailes qué decía. Según Inca Garcilaso (no se sabe muy bien si está dramatizando la escena), cuando se lo explicaron, pidió que le acercaran al pregonero, y él le reprochó que contara mentiras, pues el virrey lo mataba por desearlo, ya que no había cometido ningún delito contra él ni contra el Rey. Luego entraron a la plaza muchas mujeres, algunas de sangre real, y otras, hijas de caciques, a grandes gritos y con muchas lágrimas, diciéndole al condenado que le pidiera al virrey que las matara a ellas en su lugar: "Entonces se temió que hubiera algún alboroto en la ciudad, dado el ruido que levantaron los que miraban la ejecución de aquella sentencia. Pasaban de trescientas mil almas las que estaban en aquellas dos plazas (La población de Lima entonces no pasaba de quince mil habitantes; los cronistas solían exagerar sus cifras, pero, aunque lo de Inca Garcilaso parece un despropósito, estarían, sin duda, en la ciudad muchos indios venidos de fuera, dada la importancia que para ellos tenía el acontecimiento)".
Después subieron al cadalso Túpac Amaru,
los religiosos y el verdugo. La muchedumbre de indios que estaba presente en
las plazas, viendo que se acercaba el fatídico momento, gritaba
desaforadamente. Los sacerdotes le rogaron al Inca que les hiciera alguna señal
para que se calmaran: "El príncipe alzó el brazo derecho hasta su oído, y
luego bajó lentamente su mano hasta ponerla sobre el muslo derecho, y,
entendiendo los indios que les mandaba callar, cesó totalmente el griterío, y
pareció no haber un alma en la ciudad. Los españoles se admiraron mucho, y
también el virrey, que estaba mirando la ejecución de la sentencia desde una
ventana. Luego le cortaron la cabeza al Inca,
recibiendo aquella pena con el valor y la grandeza de ánimo con que
todos los indios nobles suelen recibir cualquier inhumanidad que se les
haga". Inca Garcilaso atribuye el mismo heroísmo a todos los indios del
continente americano: "Así se ha visto en mi historia de la Florida, y en
esta, y en otras guerras que han tenido, y tienen, en Chile los indios
araucanos con los españoles, según lo han escrito en verso algunos autores, y
así también lo anotaron en México y en Perú otros españoles muy relevantes, a
algunos de los cuales yo conocí".
(Imagen) Trataré de aclarar de dónde proceden algunos
nobles incas de los que acaba de hablar Inca Garcilaso. A Diego de Almagro el
Viejo, durante la terrible expedición de Chile, le acompañaba, con una tropa de
indios, PAULLU INCA, quien desechó matar a Almagro y aceptó ser un emperador
títere de los españoles (se bautizó con el nombre de Cristóbal), mientras su
hermanastro Manco Inca se rebelaba contra ellos. Ambos fueron, a su vez,
hermanastros de Atahualpa. Nos acaba de contar el cronista el destino de los
descendientes de 'Don Cristóbal'. Su hijo, DON CARLOS INCA, nacido en el Cuzco
en 1537, fue condiscípulo, siendo niños,
de Inca Garcilaso (que era dos años más joven que él). Sin dejar de tener
cultura inca, asimiló perfectamente la española, siendo bautizado, y teniendo
(con beneficios mineros y de
encomiendas) un alto nivel de vida en el Cuzco, donde ejerció cargos oficiales,
como el de regidor del cabildo de la ciudad, en la que era muy respetado. Se
casó con la española María Amarilla de Esquivel. Vivió sinceramente su religión
cristiana, como hombre hospitalario y fundador de una capilla en el convento de
San Francisco. Pero, como nos ha contado Inca Garcilaso, todo se fue al traste
cuando apresaron a Túpac Amaru. Los incas nobles que vivían en el Cuzco fueron
desterrados a Lima (incluso él, que siempre fue fiel a la Corona). DON CARLOS
INCA murió el año 1582, siendo después rehabilitado por el Rey (lo cual no es
mencionado por el cronista). Dejó un hijo de ocho años, llamado MELCHOR CARLOS
INCA, que heredó su conciencia de clase, e hizo cosas notables que le consiguieron
cargos importantes en el Cuzco, pero resultó ser un vividor, enredado en mil
líos amorosos, que, aunque Inca Garcilaso no lo dice expresamente, debieron de
tener carácter bisexual, hasta el punto de que lo tuvieron encerrado en España
dos largas temporadas en un convento por sus enredos, uno de los cuales fue con
alguien que, como él, era Caballero de Santiago. En la imagen, nos lo muestra
Guamán Poma de Ayala (por aquella época) con la cruz de la orden
caballeresca, y con pinta de noble español. Murió en Alcalá de Henares en 1610,
pero Inca Garcilaso no sabía que un hijo suyo,
llamado JUAN MELCHOR CARLOS INCA (también Caballero de Santiago) le
sobrevivió 20 años, aunque sí acierta en que no tuvo descendencia, acabando con
él la dinastía familiar.
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