martes, 19 de enero de 2021

(Día 1321) Inca Garcilaso se alegró de tener para su crónica, además de la información de Gonzalo Silvestre, la de otros dos testigos, Alonso de Carmona y Juan de Coles, pues todos coincidían en la versión de los hechos.

 

     (911) Nos habla Inca Garcilaso del tema de su libro: "En dicha historia hicimos relación de las muchas y muy grandes provincias que el gobernador y adelantado Hernando de Soto y otros muchos caballeros extremeños, portugueses, andaluces, castellanos, y de todas las demás provincias de España, descubrieron en el gran reino de la Florida". Como la heroica expedición fracasó, muestra su deseo de que se intente de nuevo: "Aunque aquella tierra tiene  fama de estéril y cenagosa, España debe ir a ganarla y poblarla, para el aumento de nuestra Santa Fe Católica, que es lo principal, y porque es tierra que se puede fertilizar mucho más con las semillas y ganados que de España y otras partes se le pueden llevar".

     Explica que, además de contar con Gonzalo Silvestre como fuente de información, pudo contrastarla de otra manera: "He tenido la versión de otros dos soldados, testigos de vista, que se hallaron en la misma jornada. El uno se dice Alonso de Carmona, natural de la villa de Priego. El cual, habiendo peregrinado por la Florida los seis años de este descubrimiento, y después otros muchos en el Perú, y habiéndose vuelto a su patria, escribió las dos peregrinaciones suyas, que así las llamó, y me las envió ambas para que las viese". Le gustaron mucho porque, aunque eran breves y poco organizadas, recogían los hechos fundamentales. El otro soldado era Juan de Coles, nacido en Zafra (Badajoz), aunque desde muy joven vivió en Barcarrota. También su narración resultaba breve y desordenada, pero, asimismo, con datos muy valiosos. Y la había escrito por petición del franciscano Pedro de Aguado, uno de los provinciales que tenía la orden en Las Indias, el cual, además de vivir entregado a su vocación de misionero, se dedicaba a recoger narraciones sobre las conquistas para enviárselas a Felipe II.

     Cuando le llegaron esos escritos, Inca Garcilaso ya tenía terminado su trabajo, pero, como buen profesional, les sacó jugo: "Aunque es verdad que yo había acabado de escribir esta historia, viendo estos dos testigos de vista tan conformes con ella, me pareció importante, volviéndola a escribir de nuevo, nombrarlos en sus lugares y referir en muchos pasos las mismas palabras que ellos dicen, copiadas a la letra, presentando así dos testigos contestes con mi autor, para que se vea cómo todas tres relaciones son una misma. Cotejados los hechos que cuentan con los de nuestra historia, son los mismos; y algunos hechos los dicen con adición de mayor encarecimiento y admiración, como los verán anotados con sus mismas palabras". Lo cual aumenta la confianza de quienes, en el siglo XXI, vamos a leer (resumida) LA FLORIDA DEL INCA.

     Insiste Inca Garcilaso en su afán de ser fiel a los hechos que cuenta, y, de paso, por aquello de que 'no hay mal que por bien no venga', hace alusión a que se siente afortunado por haber fracasado en sus deseos de triunfar en este engañoso mundo, y de que no le hubiese concedido el Rey las mercedes que esperaba por los grandes méritos de su padre. Saborea la vida tranquila que está disfrutando y, cosa más importante, que todo ello le haya permitido dedicarse a algo que le apasiona: contar con honradez, para que no se olviden, los extraordinarios hechos de los españoles en las Indias, así como la historia y las costumbres de los nativos. Era dos hombres en uno, por su sangre española e indígena, sintiéndose, además, tan orgulloso de su linaje español como del peruano, que entroncaba con la dinastía de los emperadores incas, aunque, lo que más estimó como valor esencial, fue su espíritu cristiano.

 

     (Imagen) Inca Garcilaso nos ha hablado de que, además de tener como fuente de información para su crónica a Gonzalo Silvestre, utilizó también unos relatos cortos de dos soldados de la expedición. Uno de ellos era ALONSO DE CARMONA. Nació en Priego (Córdoba) el año 1526. Inca Garcilaso lamentó el desorden y el reducido tamaño del  trabajo de Alonso de Carmona y del otro soldado (cuyos originales se han perdido), pero les dio tanta importancia, que le obligaron a rehacer su propia obra, porque encontró en ellos datos relevantes que él no conocía. Por otra parte, lo poco que se conoce de lo que escribió Alonso de Carmona, está muy bien escrito,  no en vano era hijo del escribano de Priego, Juan de Carmona (quizá natural de la sevillana Carmona). Alonso partió de España, con solo doce o trece años, en 1538, yendo con Hernando de Soto para la gran aventura de Florida, donde  el gran capitán murió en 1542. A los sufridos supervivientes les costó más de un año volver a México, donde fueron muy bien tratados por el virrey. Y escribe el propio Alonso: "Nos fuimos después todos al Perú, no tanto por sus riquezas, como por las alteraciones que en él había cuando Gonzalo Pizarro empezó a hacerse gobernador y señor de la tierra". Siempre fiel al Rey, participó en la batalla en la que fue derrotado y ejecutado Gonzalo. Se estableció en Potosí sin haberse implicado en ninguna rebeldía, y, hacia el año 1572, volvió definitivamente a Priego con sus dos hijos, Alonso y Leonor de Carmona. Ejerció de alcalde, y vivió como un rico indiano con las fincas que compró, dedicándose a la producción de seda y vino. Fue allí donde escribió sus dos cortos relatos (escritos casi solo para sus amigos), y se los envió a Inca Garcilaso (que vivía en Montilla, a solo 50 km de distancia), el cual tuvo la honradez de copiar sus frases de forma entrecomillada. En 1581 fundó una capellanía en la iglesia mayor, y murió diez años después, haciendo previamente su testamento. Sus dos hijos habían fallecido antes, y sin dejar descendencia, por lo que todos los bienes del difunto pasaron a manos de sus hermanos y sobrinos. Injustamente olvidado durante siglos, incluso en su pueblo natal, algunas investigaciones históricas recuperaron la memoria de ALONSO DE CARMONA, y, no hace muchos años, se decidió dedicarle una calle en su querida Priego de Córdoba.




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