(907) No es muy preciso Inca Garcilaso al
decir que toda la dinastía de los príncipes desapareció en poco tiempo: "A
los tres que quedaron, que uno de ellos fue Don Carlos, mi condiscípulo, hijo
de Don Cristóbal Paullu, les mandó la Audiencia Real (por lástima que les tuvo)
que volviesen a sus casas, pero fueron tan gastados por su mala fortuna, que,
al cabo de año y medio, se murieron todos. Pero no se consumió toda la sangre
real de aquella tierra, porque quedó un hijo de este Don Carlos, que vino a España
a recibir grandes mercedes, como en el Perú le prometieron. El cual falleció el
año mil seiscientos diez en Alcalá de Henares, de cierta pesadumbre que tuvo
por verse recluido en un convento, por cierta pasión que tuvo con otro de su
mismo hábito de Santiago. Falleció rápidamente de melancolía, por el hecho de
que, habiendo estado ocho meses recluido, por la misma causa, en otro convento,
lo volvieran a encarcelar. Dejó un hijo de unos cuatro meses, el cual murió un
año después. Con ello, se cumplieron los pronósticos que el gran Huayna Cápac
hizo sobre los de su sangre real y sobre su imperio". Y digo que no me
parece muy preciso, porque Túpac Amaru II siguió dando guerra en el siglo
XVIII.
Tuvo lugar entonces la sentencia dictada
contra Túpac Amaru I, y el cronista carga las tintas censurando la decisión del
virrey Francisco de Toledo, uno de los mejores de las Indias, pero al que
muchos (sobre todo en Perú) nunca le han perdonado este hecho, olvidando que un
hombre de su calidad humana podía equivocarse, pero jamás ensañarse, y que, con
toda probabilidad, hizo lo que creyó necesario: "A este pobre príncipe lo
sentenciaron a cortarle la cabeza, debiendo el pregonero publicar su tiranía (rebeldía)
y las traiciones que con los suyos, indios y mestizos, tenía acordado hacer,
levantando aquel imperio contra la Corona y el servicio de Su Majestad el Rey
Don Felipe II. Le notificaron la sentencia brevemente, sin decirle las causas
de su condena. Respondió el pobre Inca que él no había hecho delito alguno que
mereciera la muerte, y que se contentase el virrey con mandarle preso a España,
pues se alegraría mucho de besar la mano del rey Don Felipe". Añade el
cronista que Túpac Amaru dio razones de que él nunca había sido un peligro,
pues sabía de sobra que sería inútil enfrentarse militarmente al poderío de los
españoles, que habían conquistado todo el imperio, recordándoles, además,
que dejó de huir y se entregó a los
soldados esperando que le dieran una forma de vida y un trato como el que le
habían concedido a su hermano Sayri Túpac. Da la impresión de que Inca
Garcilaso está actuando como su abogado defensor, y con argumentos absurdos,
pues Sayri Túpac abandonó voluntariamente su rebeldía, y, Túpac Amaru, no.
Después Túpac Amaru aceptó voluntariamente
ser bautizado y escogió el nombre de Felipe, por ser el del rey español:
"Lo hizo con tanta tristeza y llanto de los presentes, como regocijo hubo
en el bautismo de su hermano don Diego Sayri Túpac. Los españoles que estaban
en el Cuzco, aunque oyeron la sentencia, no imaginaron que se cumpliese, por
parecerles inhumano e impropio de la clemencia que se debía tener con un
príncipe desheredado de un imperio tan grande, y pensaban que, a la majestad
del rey Don Felipe, no le sería agradable, sino grave y enojoso que no se le
dejase ir a España, pero el virrey era de diferente parecer".
(Imagen) Acabamos de hablar de Pedro del Barco, y nos servirá para dar un
salto hacia atrás en el tiempo. En sus inicios como conquistador, guerreó bajo
el mando de GONZALO DE BADAJOZ, y estuvieron juntos, por orden del durísimo
Pedrarias Dávila, en una larga campaña por tierras panameñas. Anteriormente, en
1510, Gonzalo, incorporado a la tropa del
gobernador Diego de Nicuesa, formó parte de los fundadores (en la costa
Atlántica de Colombia) de la primera ciudad española del continente americano,
Santa María de la Antigua, donde, 9 años después, fue ejecutado brutalmente
Vasco Núñez de Balboa, lugar tan insalubre, que Pedrarias (su suegro y
ejecutor) lo abandonó para fundar la capital de Panamá, asomada al Pacífico. Fue
Pedrarias quien, en 1515, envió a Gonzalo a su expedición más importante (uno
de sus hombres era Pedro del Barco), la de conseguir la mayor cantidad posible
de oro en el interior del territorio. En ella
logró un gran éxito, que se convirtió después en el gran fracaso de su
vida. Fueron viajes durísimos, de hambre y muerte, a los que hace alusión Pedro
del Barco en su expediente de servicios. Quizá por eso Inca Garcilaso dijera
que, de Pedro, 'se había hecho larga memoria en la historia' (no se sabe si se
refiere a su propia crónica o a la historia con mayúscula). Gonzalo de Badajoz
y sus hombres (algo más de cien) atravesaron el territorio panameño en
dirección norte, hacia el Atlántico, arrebatando a los indios todo el oro que
podían, con el agravante de que destrozaban tumbas en las que, con sentido
religioso, habían depositado muchos objetos hechos con el precioso metal. El
botín fue enorme, pero los indios reaccionaron uniendo tribus, y lograron matar
a ochenta españoles. Con esa masacre, y sin un gramo de oro, volvieron a Panamá
con las orejas gachas, y con el prestigio de GONZALO DE BADAJOZ por el suelo. Hundido
en el desánimo, marchó a su patria chica extremeña, pero le pudo la nostalgia
de las aventuras indianas, y dos años después volvió a las andadas. Pero ya no
era el mismo hombre, y, murió empobrecido tras vivir un tiempo sin relieve
alguno en aquellas tierras. No obstante, algo de su recuerdo quedó idealizado,
pues es muy recordado en Panamá como un héroe, a pesar de la dureza con que
trató a los nativos. Incluso hay una ruta turística (LA RUTA DE BADAJOZ) que
recorre los lugares que atravesó con sus hombres en la funesta campaña.
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