viernes, 8 de enero de 2021

(Día 1313) Muerto el virrey Diego López de Zúñiga, le sustituyó en el cargo Lope García de Castro.

 

     (903) El virrey Don Andrés Hurtado de Mendoza tuvo aviso de que el nuevo virrey le enviaba el mensajero, pero  no sabía cuál era el contenido de la carta. En principio, se preparó para tratarlo muy bien: "Mandó que se le proveyese al mensajero por los caminos de todo lo necesario, con mucha abundancia. Le tuvo preparada en la ciudad de Lima una posada, y una buena dádiva de joyas de oro y plata. Todo lo cual lo perdió el mensajero porque tenía orden de no llamarle Excelencia, sino Señoría, y en la carta el nuevo virrey le trataba de la misma manera. Le molestó mucho al virrey Don Andrés Hurtado de Mendoza que su sucesor quisiera ponerse por encima de él tan descaradamente, sin razón ni justicia. De esa melancolía, se dañó su salud, y le fue mermando de día en día, y, como  su edad era mucha, no pudiendo resistir el mal, feneció antes de que el nuevo virrey llegara a Lima, Al cual no le fue mejor, porque, pasados unos meses, le alcanzó la muerte, por un caso extraño que él mismo provocó. Ese suceso, por ser odioso, no debe ser comentado, y, por eso, seguiremos adelante, dejándolo así de confuso". Es llamativo que Inca Garcilaso, tan amigo de entrar en detalles, pase de largo la explicación de esta historia que todos los cronistas describen.

     Inca Garcilaso sigue aportando datos, pero nos anuncia que se va acercando al final de  su narración: "Don García de Mendoza, que era gobernador en Chile, sabiendo que su padre, el virrey, había fallecido, se dio prisa en volver al Perú, y preparar su venida a España. Lo hizo con tanta diligencia, que los murmuradores decían que había salido de Chile con tanta prisa, principalmente, para huir de los indios araucanos, que le habían asombrado, y que había partido del Perú por  no verse bajo la jurisdicción de otro. Vino a España y, más tarde (treinta años después), volvió a aquel imperio de Perú para ser virrey de él, e impuso un nuevo tributo que hoy pagan los españoles y los indios. Mi intención es acabar esta historia con la muerte del príncipe inca hermano de Don Diego Sayri Túpac, de cuya salida de las montañas, bautizo y fallecimiento ya hablamos anteriormente. Con este propósito, iré abreviando esta historia, para ver  ya el  fin de ella".

     Se diría que Inca Garcilaso (y probablemente los cronistas de la época) comete un error al creer que Felipe II envió con urgencia a un suplente que hiciera las funciones de virrey tras la escandalosa muerte de Don Diego López de Zúñiga y Velasco. Parece demostrado que el escogido, el licenciado Lope García de Castro, había partido antes de su muerte, y, precisamente, con orden de destituirlo por su mal comportamiento. Lope había sido quien, en España, no concedió algunas mercedes que pedía Inca Garcilaso, por considerar que su difunto padre dejó malos antecedentes  en Perú. Así inicia su comentario el cronista: "Su Majestad el Rey Don Felipe Segundo, cuando supo la desgraciada muerte del virrey Don Diego López de Zúñiga, Conde de Nieva, envió al licenciado Lope García de Castro, que era del Consejo Real de las Indias, de quien antes hice mención al hablar de mis peticiones por los servicios  de mi padre, y de la oposición que entonces me hizo".

 

     (Imagen) Es buen momento para hablar de uno de los personajes de Indias que más admiro: PEDRO SARMIENTO DE  GAMBOA, al que hace mucho tiempo le dediqué espacio abundante. Viene a cuento porque, muertos los dos virreyes, el Marqués de Cañete y el Conde de Nieva, llegó a Perú el licenciado LOPE GARCÍA DE CASTRO con poderes de virrey, pero sin el título. Hizo bien su trabajo, y lo alaba mucho Inca Garcilaso, a pesar de que le negó en España un premio que merecía (lo cual le honra). Da la casualidad de que, entre otras iniciativas, Lope García envió una expedición de descubrimientos por el inmenso Pacífico. Puso al mando a Álvaro de Mendaña, su sobrino, y le acompañaba Pedro Sarmiento, mucho mejor marino que él. Uno de sus logros fue descubrir las Islas Salomón. Mendaña era el marido de la asombrosa Isabel Barreto, quien tomó el mando en una segunda expedición por fallecer Álvaro. Pedro Sarmiento ha sido olvidado porque  su enorme valía, honradez y coraje no dieron, ni de lejos, los frutos que merecía. El buen virrey Francisco de Toledo sentía gran admiración por él, y, a petición suya, Pedro, informándose con los nativos, escribió una valiosa historia de los incas, convertida en un clásico. Le dieron permiso para instalar junto al Estrecho de Magallanes dos poblados de colonos. Lo consiguió, pero el final fue alucinante: casi todos murieron, y Pedro sobrevivió porque había ido a la desesperada a Buenos Aires para conseguir provisiones. Volviendo a España,  lo atraparon piratas ingleses, lo llevaron a Londres, y allí, la despótica reina Isabel I, así como su amante el corsario Walter Raleigh, admiraron tanto sus conocimientos (explicados en latín), que le dejaron marchar con un mensaje para Felipe II. Al glorioso perdedor lo atraparon en su travesía por Francia los hugonotes, lo encarcelaron en 1586, y vivió un horror durante tres años, en los que perdió hasta los dientes. De ello se quejaba al Rey rogándole que lo sacara de allí, pero Felipe II se lo tomaba con calma, hasta que, por fin, se dignó pagar el rescate, que, para mayor vergüenza, era inferior a los salarios que le debía ('¡Dios, qué buen vasallo, si hubiera buen señor!'). Ya de vuelta, murió el año 1592. El mayor honor se lo rindió el marino inglés Phillip Parker King al denominar oficialmente como Monte Sarmiento (hacia 1830) al descubierto por PEDRO SARMIENTO DE GAMBOA en territorio chileno, cerca del Estrecho de Magallanes.




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