(913) En general, los historiadores suelen
apreciar mucho el valor de LA FLORIDA DEL INCA. Le dan gran mérito a que, sin
haber estado Inca Garcilaso en aquellas tierras, son muy precisos los datos
geográficos que aporta, y, especialmente, a la objetividad de su narración. A
eso añaden la calidad de su prosa, llegando a considerarlo uno de los mejores
escritores del Siglo de Oro español (lo cual parece excesivo).
Nos habla el cronista de los
antecedentes de aquella expedición:
"El primer español que descubrió la Florida fue Juan Ponce de León,
natural de León, hombre noble, el cual, habiendo sido gobernador de la isla de
San Juan de Puerto Rico, armó dos carabelas y fue en demanda de una isla que
llamaban Bimini, donde, según decían los indios fantasiosamente, había una
fuente que remozaba a los viejos, y anduvo su busca perdido muchos días, sin
hallarla. Al cabo de ellos, debido a una tormenta, dio en la costa al norte de
la isla de Cuba, la cual costa, por ser día de Pascua Florida cuando la vio, la
llamó la Florida, y fue el año de mil quinientos trece, el día veintisiete de
marzo". De momento, Juan Ponce de León se limitó a observar aquella
tierra, y, sin detenerse a comprobar si se trataba de una isla, volvió a España
para pedirle al Rey que le concediera su gobernación: "Los Reyes Católicos
le hicieron merced de ella, donde fue con tres navíos el año 1515. Otros dicen
que fue en 1521; Yo sigo al cronista Francisco López de Gómara". Inca
Garcilaso no sabe que fueron dos las expediciones. Ponce Fracasó en 1515,
volvió en 1521, y ocurrió lo que ahora dice: "Cuando tomó tierra en la
Florida, los indios pelearon con él
valerosamente hasta que le desbarataron, y mataron casi todos los españoles que
con él habían ido, no escapando más de siete, y entre ellos Juan Ponce de León,
los cuales llegaron a la isla de Cuba, y allí murieron todos de las heridas que
llevaban. Este fin desdichado tuvo la jornada de la Florida, y parece que dejó
su desdicha en herencia a los que después les han sucedido en el mismo empeño".
Pocos años después, navegaba por aguas de
La Florida un piloto, dueño de una carabela, llamado Meruelo (iba contratado
por Juan Ortiz de Matienzo, como enseguida veremos), al que lo arrastró hasta
la costa una tormenta. Los indios lo trataron bien, él consiguió de ellos algo
de oro y plata mercadeando, y volvió muy contento a la isla de Santo Domingo.
De allí salió otra expedición financiada por siete hombres ricos, con el
objetivo de apresar a indios como esclavos para sus minas (algo que
teóricamente ya estaba prohibido). Iba al mando uno de ellos, Lucas Vázquez
Ayllón, cosa poco frecuente porque su verdadero oficio era el de oidor de la
Audiencia de Santo Domingo. Trabajando en la biografía que escribí sobre Sancho
Ortiz de Matienzo, tesorero de la Casa de la Contratación de Sevilla, di con unos
documentos en los que se ve claramente que Lucas Vázquez le arrebató la
licencia de esa campaña a otro oidor, su compañero Juan Ortiz de Matienzo,
sobrino de Sancho (eran tan poco recomendables Lucas como Juan). También a
estos viajeros los empujó una tormenta hacia tierra fe Florida. Los indios
fueron amistosos, y ellos, con disimulos, les invitaron a subir a los barcos,
donde, enseguida, los apresaron. De vuelta, un barco se hundió: "Los
indios que quedaron en el otro, aunque llegaron a Santo Domingo, se dejaron
morir todos de tristeza y hambre, que no quisieron comer de coraje por el
engaño que por fingida amistad se les había hecho".
(Imagen) Nos hemos dejado atrás un
personaje interesante, el franciscano PEDRO DE AGUADO, gran coleccionista de
relatos sobre las Indias, que luego completaba y ordenaba con más información.
Recordemos que fue él quien animó a Juan Coles a que redactara algunas páginas
sobre su propia aventura en La Florida. El clérigo era natural de Valdemoro
(Madrid). Había dudas sobre su fecha de nacimiento, pero ha quedado zanjado el
asunto porque se conoce su partida de bautismo: nació el año 1538. Llegó a
Nueva Granada (Colombia) muy joven y siendo ya sacerdote, en 1561, con otros 49
compañeros que iban bajo la supervisión de fray Luis Zapata, obispo y
reformador de la orden en Perú. Fray Pedro de Aguado y seis frailes más se
quedaron por aquellas tierras, y los demás tuvieron otros destinos. El principal
desarrollo de su actividad misionera radicó
en Santa Fe (Bogotá), donde llegó a ser nombrado, en 1573, provincial de
la orden para toda Colombia. Fue entonces cuando, por pura responsabilidad, se
dedicó a los trabajos de cronista, continuando la obra de otro compañero
recientemente fallecido. Así lo explica:
"Porque un religioso de mi orden, que se llamaba fray Antonio Medrano,
había comenzado este trabajo, y, por su muerte se iba a quedar sin salir a la
luz". Fray Antonio protagonizó algo grandioso. Había acompañado a Gonzalo
Jiménez Quesada (conquistador de Colombia, uno de los más grandes, más cultos y
más humanos de las Indias) a su última y desastrosa aventura en busca de El Dorado
en 1572. La aventura costó tres años de esfuerzos, la vida de 250 españoles y
casi 1.500 indios, y, también, la de fray Antonio Medrano. Por su parte, fray Pedro de Aguado volvió a España en 1575,
representando a los franciscanos de Perú, pero tuvo problemas por rivalidades
con algún otro fraile, quedó algo desplazado, y se dedicó entonces de lleno a
los trabajos de cronista. Remató la obra, y volvió con una copia a Bogotá en
1583 (le dieron permiso en España para editarla y venderla en las Indias
durante 10 años), dejando otra en España. La suya se perdió después, pero la de
España sirvió para sucesivas publicaciones, dando la casualidad de que el
inevitable Inca Garcilaso llegó a ver un ejemplar en una imprenta de Córdoba.
Se componía de dos tomos, titulados "Historia de la provincia de Santa
Marta y Nuevo Reino de Granada" e "Historia de Venezuela". En
1589 aún vivía, y residía en Cartagena de Indias.
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