(905) Le dijeron sus consejeros al virrey
que había otras razones para apresar al príncipe inca Túpac Amaru: "Por
estar refugiado cerca del Camino Real, que va del Cuzco a Huamanga y a Lima,
salían sus indios a saltear y robar a los mercaderes españoles que pasaban por
allí. Además, se evitarían los alzamientos que aquel mozo podría hacer siempre
que quisiese, con la ayuda de indios parientes suyos que vivían entre los
españoles, y de los caciques y los mestizos, pues todos se alegrarían, unos por
ver restituido a su Inca, y los mestizos por disfrutar de los despojos que
podían obtener, porque todos se quejaban de que estaban pobres. Le decían
también que, con la prisión del Inca, obtendría todo el tesoro de sus
antepasados, pues, al parecer, lo tenía escondido, y una de las joyas era la
cadena de oro que Huayna Cápac mandó hacer para la fiesta que se había de
celebrar al poner nombre a Huáscar Inca, su hijo primogénito". Por parte
de su madre, Inca Garcilaso descendía de Huáscar, y siempre tuvo a Atahualpa
como un impostor, por considerarlo un hijo bastardo de Huayna Cápac. Lo de la
bastardía es muy discutible, dada la poligamia de los emperadores incas; y
también lo de su impostura, puesto que Huayna Cápac no dejó clara su sucesión;
así que parece más probable que aquello fuera, simplemente, una guerra entre
hermanos.
Inca Garcilaso asegura que esos argumentos
de los asesores eran exagerados. Pero hicieron mella en el virrey:
"Convencido con estas persuasiones, nombró capitán de la campaña a un
caballero que se llamaba Martín García de Loyola, que años atrás, en grandes
ocasiones, había hecho muchos servicios a
Su Majestad. El cual juntó más de doscientos cincuenta hombres, y fueron a
Vilcabamba, adonde llegaron con facilidad. Al saberlo Túpac Amaru, se retiró
más de veinte de leguas por el río abajo, y los españoles lo siguieron en
balsas. El príncipe, considerando que no podía defenderse por falta de gente, y
también que no tenía culpa de ningún delito, se dejó prender. Sabía, además,
que tenía gran riesgo de perecer yendo por montañas y ríos tan grandes. Se entregó al capitán Martín García de Loyola
y a sus compañeros, imaginando que tendrían lástima de él al verlo desamparado,
y esperando que le dieran alguna merced para su sustento, como habían hecho
con Diego Sayri Túpac. Los españoles
recogieron todos los indios e indias que con él estaban, así como a su mujer y
a dos hijos y una hija que tenía. Luego volvieron con ellos, y entraron en el
Cuzco muy triunfantes. El virrey, sabiendo que el pobre príncipe y los suyos
habían sido apresados, fue a visitarlos".
El siguiente paso que dio el virrey fue
poner en marcha un proceso contra el príncipe
inca: "Nombró un fiscal que le acusase de los delitos que mencioné
anteriormente (se le hacía también responsable de haber promovido asesinatos
de españoles)". Además, se sometió a investigación a muchos mestizos
que vivían en el Cuzco (descendientes de indios nobles), como culpables de
defender la causa de Túpac Amaru y haber buscado su protección para recuperar
lo que habían heredado de sus padres.
Inca Garcilaso no tuvo problemas porque entonces vivía en España,
aunque, lo más probable es que, de estar allí, no corriera riesgo como mestizo,
por el prestigio de su padre y porque él mismo estaría libre de toda sospecha,
dada su forma de pensar y de sentir.
(Imagen) BEATRIZ CLARA COYA era hija del
'emperador' Sayri Túpac, del que hemos hablado recientemente. Nació en el Cuzco,
hacia 1558. Muerto su padre, estuvo en el convento de Santa Clara, del Cuzco,
hasta los ocho años de edad. Entonces su madre vivía con el conquistador mestizo
Juan Arias Maldonado, cuyo hermano, Cristóbal Maldonado, se casó con la todavía
niña por interés económico (incluso se dijo que la violó para conseguirlo).
Años después se anuló el matrimonio (los Maldonado, por implicaciones en una
rebeldía de criollos y mestizos, habían sido desterrados a España, como ya
vimos). Beatriz volvió al convento, donde permaneció hasta los 16 años. Su
destino podría haber sido casarse con su tío, el Inca Túpac Amaru, pero, como
sabemos, el virrey Francisco de Toledo optó por hacerle la guerra, y le encargó
la misión al capitán Martín García Óñez de Loyola. Vencido y ejecutado el
emperador inca, el virrey facilitó la boda de Martín con Beatriz, que prefería
casarse a seguir en el convento. Se trasladaron a Chile, donde Martín, que
llegó como gobernador, tuvo brillantes éxitos contra los araucanos, hasta que
los indios, en 1596, lo mataron a él y a toda su tropa (frailes incluidos).
Beatriz se trasladó entonces a Lima, y allí murió el año 1600, dejando en
testamento todos sus cuantiosos bienes a su única hija, llamada DOÑA ANA MARÍA
LORENZA DE LOYOLA COYA, nacida en Chile el
año 1593. Fue enviada a España en 1603, por estimar conveniente el
virrey confiarla a sus parientes paternos. Se casó con el aristócrata Juan
Enríquez de Borja, dando la casualidad de que era nieto del jesuita San
Francisco de Borja, así como el padre de
ella era sobrino nieto de San Ignacio. Se desenvolvió tan bien en la sociedad
española, que consiguió que le otorgaran el título de Marquesa de Santiago de
Oropesa (quizá con la ayuda del propio virrey, tan importante en esa población).
Tras haber vuelto un tiempo a Perú, regresaron a España, y ella murió en Madrid
con solo 37 años, pero dejando seis hijos. El bello cuadro de la imagen es
curioso porque muestra a los dos matrimonios, el de sus padres, a la izquierda,
y el suyo a la derecha, con la paradoja de que representan edad parecida. Se
pintó años después de haber muerto todos, y se encuentra en el Museo Virreinal
de Lima.
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