sábado, 2 de enero de 2021

(Día 1308) Sayri Túpac fue al Cuzco y se bautizó. Se alegró mucho de ver a Inca Garcilaso (entonces un niño), porque eran parientes. También lo era Juan Sierra de Leguizamón.

 

     (898) Se conoce que Sayri Túpac, como era natural, tenía ganas de ir al Cuzco, capital del imperio Inca: "Le pidió licencia al virrey, que se la dio encantado. De camino, fue a visitarle un vecino de Huamanga,  que se llamaba Miguel  de Astete, y le llevó una de las borlas coloradas que los reyes incas se ponían como símbolo de su soberanía, diciéndole que se la había quitado a Atahualpa en Cajamarca cuando le apresaron los españoles, y que él se la restituía como heredero de aquel imperio. El príncipe la recibió con muestras, aunque fingidas, de mucho contento y agradecimiento, y se dice que le correspondió con joyas de oro y plata. Pero no es de creer, ya que la borla le resultaba odiosa a él y a los suyos, por ser de Atahualpa. Le dijeron sus parientes que debía quemar la borla porque Atahualpa traicionó a Huáscar y  le quitó el reino (más tarde, ordenó matarlo), haciéndoles tanto mal y daño a todos ellos. Esto y mucho más le contaron sus parientes a mi madre cuando vinieron al Cuzco (lo que quiere decir que el parentesco más próximo de Inca Garcilaso derivaba de Huáscar)".

     Sayri Túpac continuó viaje hacia el Cuzco (en el relato, Inca Garcilaso nos dejará clara la alta aristocracia de su madre): "Cuando entró en su ciudad imperial, aposentó en las casas de su tía, la infanta Doña Beatriz, que estaban a espaldas de las de mi padre. Todos los de su sangre real acudieron a besarle las manos. Yo fui en nombre de mi madre a besarle las manos. Cuando lo hice, me mandó sentarme, y me preguntó por qué no habido ido yo a Vilcabamba. Le respondí que no hicieron caso de mí porque era un muchacho. Y me dijo que habría preferido que fuera yo en lugar de los frailes que le visitaron. Y añadió: 'Dile a  mi tía que le beso las manos, y que no venga acá, pues iré yo a besárselas, y a darle la enhorabuena por vernos'. Después me detuvo algún tiempo preguntándome por mi vida y ejercicios.  Tras lo cual me dio licencia para que me fuese, mandándome que le visitase muchas veces. A la despedida, le hice la adoración al estilo de sus parientes indios, lo cual le gustó mucho, y me dio un abrazo mostrando mucho regocijo en el rostro".

     Habla también de que habían ido caciques de todas partes para verlo, y lo hicieron con gran entusiasmo, pero mezclado de una profunda tristeza al darse cuenta de que se se encontraba forzado a vivir modestamente. El  gran inca dio después otro paso impactante: "Pidió el sacramento del bautismo. Iba a ser su padrino Garcilaso, mi señor, pues así estaba concertado, pero no lo pudo cumplir por estar enfermo, y lo fue (como ya lo comenté) un caballero de los más principales y antiguos vecinos de la ciudad, que se llamaba Alonso de Hinojosa, natural de Trujillo. Se bautizó junto al inca Sayri Túpac su  mujer, llamada Cusy Huarcay". El cronista Palentino la consideró hija del emperador Huáscar, pero Inca Garcilaso le corrige con pruebas irrefutables de que era su nieta,  ya que entonces la princesa no llegaba a los diecisiete años de edad, y hacía más de treinta que había muerto Huáscar. Añade después: "Era hermosísima mujer, y lo sería mucho más si el color trigueño no le quitara parte de su hermosura, como les ocurre a las mujeres de aquella tierra, pues la mayor parte son de buenos rostros". (Se ve que al mestizo Inca Garcilaso le gustaba la piel más oscura, como sería la de su madre).

 

     (Imagen) Queda bastante claro que los indios rebeldes que vivían en una mini corte imperial, refugiados en las montañas de los Andes, deseaban, por puro cansancio, volver a una vida normal. Sayri Túpac, a quien tenían por emperador, se mostró receptivo a los mensajes que le envió el virrey de Perú para establecer una paz definitiva, pero no se fiaba del todo. Y exigió como intermediario a su primo mestizo JUAN SIERRA DE LEGUIZAMÓN (quien, sin duda, hablaba quechua), hijo del gran conquistador (y ejemplar persona) Mancio Sierra de Leguizamón  y de la princesa Beatriz Yupanqui, tía de Sayri. Poco después de morir este, Juan Sierra pidió en 1559 una ayuda económica al Rey, presentando como mérito extraordinario (y lo era) haber sido decisivo para conseguir algo sumamente importante: que Sayri aceptase la paz. En su solicitud (la de la imagen), Juan presume con orgullo de ser nieto del gran emperador Huayna Cápac, padre de Atahualpa, de su rival Huáscar y de Beatriz Yupanqui, su propia madre. Insiste Juan en el esfuerzo que necesitó para convencer a su primo Sayri, pues tuvo que viajar tres veces con propuestas del virrey. Luego el príncipe permitió que entraran como emisarios fray Melchor de los Reyes y Juan de Betanzos (que hablaba quechua y estaba casado con la primera amante de Francisco Pizarro, también princesa inca). Añade Juan que, en definitiva, fue él quien logró que abandonaran el lugar pacíficamente Sayri Túpac y sus indios. Habla también de los méritos de su padre, Mancio Sierra, pues fue de los pocos que siempre (y era verdad) luchó al servicio del Rey, y de quien él dependía económicamente, porque se encontraba en mucha necesidad. Pide que le concedan la encomienda de indios que tuvo el recién fallecido licenciado Antonio de la Gama. Pero ocurrió que el mismo JUAN SIERRA DE LEGUIZAMÓN falleció poco después, y su viuda, María Ramírez, también tuvo que pedir, en 1567, una ayuda para ella y para sus dos hijos, Pablo Sierra y 'Doña' Bernardina Ramírez (quizá fuera tratada como princesa inca), de los que María era también tutora por ser pequeños ('tutriz' se decía entonces). JUAN SIERRA era el hijo mayor de los doce que tuvo en cuatro matrimonios Mancio Sierra, quien murió, muy anciano y respetado, en 1589. Él mismo se consideraba 'el último de los antiguos conquistadores'.




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