sábado, 16 de enero de 2021

(Día 1319) El mestizo Inca Garcilaso finaliza la narración de las guerras civiles, última parte de su HISTORIA GENERAL DEL PERÚ, mostrando gran admiración y afecto por los incas y por los españoles. Le seguiremos de inmediato en su LA FLORIDA DEL INCA.

 

     (909) Tras narrar Inca Garcilaso la muerte de Túpac Amaru I, va a dar por terminado su libro dedicado a la Historia General del Perú. Recogeré resumido el epílogo que redacta, en el que muestra los sentimientos más íntimos que le provocaron aquellos hechos: "Aquel pobre príncipe, rico y dichoso porque murió como cristiano, recibió a la muerte con tan buen ánimo, que dejó entristecidos a los religiosos que le ayudaron a soportar su tormento. Estuvieron los franciscanos, mercedarios, dominicos, agustinos y muchos sacerdotes clérigos. Todos con lástima de ver la muerte de un tal príncipe, lloraron amargamente y dijeron muchas misas por su ánima. Y se consolaron viendo su paciencia y su comportamiento de buen cristiano, adorando las imágenes de Cristo Nuestro Señor y de Su Madre la Virgen que llevaban por delante los sacerdotes. Así acabó este Inca, legítimo heredero de aquel imperio, por línea recta de varón, desde el primer Inca, Manco Cápac, hasta él, y, según dice el padre Blas Valera, pasaron casi seiscientos años (se equivocaba: serían, como mucho, unos cuatrocientos). Este fue el general sentimiento de aquella tierra, naciendo de la compasión el relato que los naturales y los españoles transmitieron, como yo lo hice cumpliendo la obligación que les debía a mis parientes maternos. También he hecho larga relación de las hazañas que los valerosos españoles hicieron al ganar aquel riquísimo imperio. También he cumplido (aunque no por entero) la obligación que tenía de honrar a mi padre y a sus ilustres y generosos compañeros. Voy a terminar esta obra mencionando que, antes de que el desdichado Huáscar Inca muriera en el tiempo en que llegaron los españoles, le precedieron trece emperadores. Y, después de él, hubo cinco sucesores, que fueron Manco Inca, sus dos hijos, Don Diego y Don Felipe, y sus dos nietos, los cuales no poseyeron  nada de aquel reino, sino solo el derecho de tenerlo. DE manera que fueron dieciocho los sucesores del primer Inca, Manco Cápac. A Inca Atahualpa, no le cuentan los indios entre sus reyes, pues dicen que fue un auca (traidor)".

     Lo que dice a continuación muestra la poca honradez del 'figurín' que vimos en la imagen anterior, Melchor Carlos Inca. Explica que varios parientes de príncipes incas le enviaron a Melchor, a Don Alonso de Mesa (era mestizo) y a él una relación de personas que tenían ese linaje, para que se la presentara cualquiera de ellos al Rey, con el fin de que les hiciera alguna merced: "Yo envié los documentos a la Corte y a Don Melchor Carlos y Don Alonso, pero Don Melchor, que tenía sus propias pretensiones, no quiso presentarlos, para que no se supiese que había tantos de sangre real. Yo hice lo que pude, pues me habría gustado haber empleado la vida en servicio de quienes lo merecen, pero no he podido más, por estar ocupado en esta historia, y espero no haber servido menos en ella a los españoles que ganaron aquel imperio, que a los incas que lo poseyeron".

     Veamos el colofón final: "La Divina Majestad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sea loada por todos los siglos, pues tanta merced me ha hecho en querer que llegase a este punto. Sea para gloria y honra de  su Nombre Divino; y  que la intercesión de la siempre Virgen María, su Madre, con su infinita misericordia, mediante la sangre de Nuestro Señor Jesucristo, sea en mi favor y amparo, ahora y en la hora de  mi muerte. Amén, Jesús, cien mil veces Jesús".

    

 

     (Imagen) Terminamos, pues, la magnífica HISTORIA GENERAL DEL PERÚ que escribió el extraordinario INCA GARCILASO DE LA VEGA. Pero nos embarcaremos en otra de sus obras, LA FLORIDA DEL INCA, relativa a las aventuras de los españoles por aquellas tierras. Se trata del primer libro que escribió el cronista, y es de suponer que el trabajo le resultara costoso, pero, a la vez, que esté empapado del entusiasmo que se suele poner en una obra primeriza. Al poco de morir su padre en Perú (año 1559), Inca Garcilaso partió para España, diciendo adiós para siempre a su (querida) madrastra, Luisa Martel (enseguida casada con Jerónimo Luis de Cabrera) y a su (querida) madre, la princesa inca Isabel Chimpu Ocllo (ya casada con Juan de Pedroche). Al llegar a España, tuvo el disgusto de que no le concedieran unos derechos de su difunto padre, debido a los rumores de que el gran capitán tuvo alguna deslealtad con la Corona durante la rebelión de Gonzalo Pizarro. Pasó un tiempo en Montilla (Córdoba), rumiando la idea de volver a Perú, pero decidió probar fortuna como militar, y alcanzó el grado de capitán, abandonando el oficio de las armas después de haber luchado en las rebeliones de los moriscos. Por entonces cambió su nombre (Gómez Suárez de Figueroa) por el de Inca Garcilaso de la Vega. Aunque su inclinación intelectual le facilitó el contacto con gente del mundo de las letras, también pesó su espíritu religioso, y se ordenó clérigo el año 1590. Pero dos años antes había tenido un hijo con Beatriz de la Vega (fallecida en 1620), una criada con la que llevaba tiempo viviendo. El niño se llamó Diego de Vargas (uno de los apellidos familiares). Inca Garcilaso ni se casó ni legitimó a su hijo, pero sí se ocupó de los dos, dejándoles asimismo parte de su herencia. DIEGO DE VARGAS también fue clérigo, y se encargó siempre de cuidar la magnífica capilla  de Las Benditas Ánimas del Purgatorio que su padre compró (y allí fue enterrado) en la catedral de Córdoba. En la imagen vemos el lugar, con una urna (bastante macabra) que contiene sus restos. Mucho tuvo que aprender DIEGO DE VARGAS a su lado, pues colaboraba con él como escribano de sus libros. Tras quedar huérfano, no debía de andar holgado de dinero, puesto que varias veces pidió ayuda a la jerarquía de la catedral.




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