(1125) A pesar de las dudosas intenciones
de Valdivia, su capitán no puso objeciones: "Yendo Villagra
por su camino, pues no osaba disgustar en cosa alguna a Valdivia, pasó la
Cordillera por buen sitio. Llegó a un río grande que hacía unos despeñaderos tan
grandes, que, continuando muchas jornadas, y no hallando por dónde pasarlo,
topó con un fuerte donde estaban recogidos veinte indios puelches. Después de
haberlos llamado en son de paz, visto que no querían hacerle caso, mandó ir a
castigarlos. Fueron hacia ellos doce soldados disparando arcabuces, y los
indios se defendieron de tal suerte, que peleando ellos y otros que fueron en
su ayuda, mataron a cuatro soldados, aunque después los vencieron, y castigaron
a algunos. Luego los españoles llegaron a un valle bien poblado de indios, a veinte
leguas de Valdivia, llamado Maguey, y desde allí se volvió a Concepción, no
habiendo tenido más provecho su viaje". Total que tampoco pudieron
encontrar por tierra una salida al Atlántico.
La mayor preocupación de Valdivia era que
los indios se rebelasen, y, por ello, le pareció necesario establecer un nuevo
poblado entre Concepción y La Imperial: "Con esa intención, mandó a
algunos españoles que se trasladasen, y comenzaran a hacer allí sus casas.
También envió a algunos hombres prácticos en sacar oro y en descubrirlo
donde lo hay. Estos entraron tierra adentro y hallaron algunos ríos que lo
tenían, de donde sacaron en breves días mucha cantidad, habiendo granos tan
grandes como nueces. También en aquel tiempo, junto a la ciudad de Concepción,
se hallaron otras minas muy ricas, trabajando en unas y otras hasta ochocientos
indios. Para seguridad de los españoles que en las minas andaban, Valdivia mandó
hacer un fuerte. Estando en esta prosperidad grande, Valdivia, según me
contaron los que estaban presentes, dijo: 'Desde ahora comienzo a ser señor'.
Sin dar gracias al Creador de todo aquello, que ciertamente es increíble que un
hombre de tan buen entendimiento dejase de dar gracias a Dios, pues, de ser un
escudero, había prosperado tanto, que era señor". Marmolejo no se calla lo
que siente, ni para bien ni para mal, aunque, en este caso, parece olvidar el
meritorio historial de Valdivia casi desde su adolescencia.
Tampoco es de extrañar que los nativos
estuviesen hartos de los españoles: "En este tiempo, los indios, viendo
cómo los hacían trabajar en hacer casas y sacar oro, cosas a las que no estaban
acostumbrados, trataron secretamente de alzarse, y decidieron hacerlo, pues
sabían que, si les saliese mal, bastaría volver a servir a Valdivia para que
los perdonase". Tenían esa confianza los indios porque sabían que Valdivia
ya había actuado así en otra ocasión. Y Marmolejo nos va a contar a qué se
referían: "Estando Valdivia en la Concepción, envió al capitán genovés
Bautista de Pastene con dos navíos para cargarlo de maíz. Llegado al puerto del
Carnero, envió veinte soldados a tierra para coger maíz en las casas. Los
indios se juntaron en gran número y pelearon con los españoles. Como venían más
y más indios, apretaban a los cristianos de tal manera, que le convino al
capitán Bautista, con ánimo de genovés, pues aquella nación es muy belicosa en
cosas navales, acudir en su ayuda y retirarlos. Con harto trabajo, logró que
embarcaran, pero quedando muertos seis soldados. Y esto es lo que les tranquilizaba a los indios,
pues decían que después Valdivia los había perdonado".
(Imagen) Los indios, confiando en que los
españoles solían perdonar a los arrepentidos, se atrevieron a rebelarse contra
los trabajos excesivos que les imponían para sacar oro: "De hacerlo, se
ocuparon los indios de la provincia de Tucapel, que es la gente más belicosa de
aquellas tierras. Decidieron matar a la guarnición de cristianos que en el
fuerte había, y para hacerlo, determinaron ir cargados de yerba como solían
hacer, pero llevando sus armas entre ella metidas, porque así, una vez dentro
del fuerte, las cogerían y los matarían repentinamente. En el
fuerte estaban seis soldados con armas y caballos, pero con cuidado, porque, sabiendo
que los indios iban a rebelarse, el que estaba por capitán, que era un soldado
antiguo, vizcaíno de nación, llamado Martín de Ariza, mandó prender a los señores
principales de aquella comarca. Los indios, viendo a sus caciques presos, se dieron
más prisa, y llegaron al fuerte con la yerba. Los cristianos los dejaron
entrar, y los indios tomaron las armas que escondían y arremetieron contra
ellos, los cuales, con sus espadas y adargas, los echaron fuera a cuchilladas,
quedando algunos muertos, y ellos
también heridos. Como los indios vieron descubierta su rebelión,
se juntaron con otros muchos, y esperaron a los cristianos fuera del fuerte. El
capitán Martín de Ariza salió a ellos con otros tres soldados a caballo y los
desbarató muchas veces, pero quedando los españoles tan mal heridos, que dio
orden de irse antes de que los indios viniesen y les pusiesen un cerco, pues,
aunque Valdivia le había escrito a Martín Ariza que llegaría un día determinado,
no quiso arriesgarse a poner su vida en peligro sin saber con certeza si iba a
llegar en la fecha indicada. Y así, no pudiendo soportar esa incertidumbre en
su ánimo, aquella noche desamparó el fuerte, y con una barreta de hierro mató a
los caciques que tenía en prisión. Desde allí se fue al fuerte de Purén, situado
a ocho leguas de distancia, y, a los que se ocupaban de su defensa, les dio
aviso de lo que le había acaecido en Tucapel, para que estuviesen prevenidos de
lo que podía ocurrir". Aclaremos algo que algunos querrán malinterpretar.
Ha dicho el cronista que Ariza era 'vizcaíno de nación'. A ninguna de las dos
palabras se le puede aplicar el sentido que se da ahora. Vizcaíno equivalía a
'vasco', por lo que Ariza bien pudo ser guipuzcoano o alavés. 'Nación' se
aplicaba a otros pueblos 'españoles' diferentes a los castellanos, sobre todo
si tenían, además del español, un idioma propio. La imagen muestra el
acatamiento gustoso de los vascos a Fernando el Católico en 1476, después de que él jurara el respeto a sus fueros.