(1103) Acabada la interesante crónica de
LOS COMENTARIOS, cuyo autor real era ÁLVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA, aunque
aparentemente figuraba como tal su secretario Pedro Hernández, creo que merecerá la pena meternos en la Historia de
Chile de la mano de ALONSO DE GÓNGORA MARMOLEJO, otro testigo presencial de los
hechos. En la imagen le haré una sencilla reseña, porque son escasos los datos
que se conocen sobre su vida, salvo aquellos que, habiéndolos vivido, los
cuenta él mismo tal como sucedieron. Quiero subrayar dos aspectos de su estilo.
No era un literato, pero, aunque con sencillez, sabía narrar los hechos, y
tenía una rara virtud reconocida por todos los críticos: en general, escribía
siempre con objetividad, lo cual es, sin duda, la mayor virtud para narrar acontecimientos
históricos.
Como ya hablé en su día largo y tendido de
las guerras civiles de Perú, aviso de que Alonso de Góngora iniciará su crónica
mencionando parte de lo ocurrido, pero será breve, y aportará algunos datos
interesantes. Como siempre hago, respetaré el texto del autor, pero lo abreviaré,
y haré algunos cambios de estilo para que todo sea más comprensible y menos
repetitivo. Empecemos, pues, a escuchar al cronista: "Después de haber
descubierto el Perú don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro, pensaron que,
como en el Perú habían hallado tanta abundancia de riqueza de oro y plata, lo mismo
habría en Chile, y, como el mandar no sufre igual (lo dice en alusión a la rivalidad que había entre
Pizarro y Almagro), acordó don Diego de Almagro con sus amigos, y en
conformidad de Francisco Pizarro, venir a descubrir en Chile. Salió con
cuatrocientos hombres el año 1536, quedando por señor en el Perú Francisco
Pizarro. Informado de que, si venía por Atacama (el terrible desierto)
hasta llegar a Copiapó, había de pasar forzosamente ochenta leguas de
despoblado falto de yerba y de agua, y, por conservar los caballos, que tenían
mucho precio en aquel tiempo, dejó este camino y vino por la zona de los indios
diaguitas. Luego atravesó la Cordillera Nevada por el mejor camino que había, donde,
repentinamente, le sobrevino una tempestad de frío y nieve. No teniendo donde
abrigarse, perecieron más de ochocientos indios que llevaba de servicio, sin
poderlos ayudar. Con esta pérdida y la de muchos caballos, llegó al valle de
Copiapó, donde halló un buen río y abundancia de alimentos para todos".
Continuaron su marcha hasta el valle de
Aconcagua, y Marmolejo contará algo que ya vimos hace tiempo, a lo que añade
algún detalle interesante: "Allí acaeció una cosa notable, y fue, que, cuando
se pobló Lima en el valle de Jauja, un soldado llamado Pedro Calvo Barrientos
hizo un hurto, por el cual, en justicia, le cortaron las orejas. Viéndose avergonzado,
abandonó en lugar con intención de no verse
más entre gente española, y así afrentado desamparó el campo y se metió tierra
adentro. De pueblo en pueblo, vino a parar al reino de Chile, pidió ayuda a los
indios y le dieron guías que lo llevaron en hamacas a sus hombros hasta llegar al
valle de Aconcagua. Allí había dos caciques señores principales enemistados.
Los indios lo encaminaron a uno de ellos, haciéndole su amigo, el cual, maravillado
de que tal hombre viniese a su tierra, lo honró mucho".
(Imagen) ALONSO DE GÓNGORA MARMOLEJO nos
va a narrar las vivencias que tuvo (y las que le contaron) de la conquista de
Chile, desde los primeros tanteos de Diego de Almagro, centrándose luego en el
gran protagonismo de Pedro de Valdivia, y continuando la historia hasta finales
del año 1575, pocos días antes de que muriera. Había nacido en Carmona
(Sevilla) el año 1523. Llegó a Chile en 1549 sirviendo a Valdivia, y alcanzó el
grado de capitán. Se decidió a hacer su crónica porque no había otra, salvo la
Araucana, de Alonso de Ercilla (escrita en verso), y consideró que no era muy
apropiada para mostrar la cruda realidad (además, Ercilla idealizaba a los
indios araucanos). Así lo explicó (sin que le faltara razón) en la siguiente
frase: "Me pareció necesario contar en prosa los muchos trabajos e
infortunios que se han padecido en este reino de Chile, mayores que en ninguna
otra parte de las Indias, por ser tan belicosos sus nativos". Otra
circunstancia que le decidió a redactar la crónica fue quedarse frustrado (para
fortuna de sus futuros lectores) al no obtener el cargo de Defensor de los
Indios, que el gobernador Melchor Bravo Sarabia le concedió a quien no lo
merecía, y, además, era mercader, no soldado. Así se queja: "Este puesto
lo pidieron muchos soldados, y yo, Alonso de Góngora, era uno de ellos, pues,
desde el tiempo de Pedro de Valdivia, había servido al Rey luchando para ganar
este reino, y no había tenido remuneración de mis trabajos". Tenía ya 49 años y muchas ganas de comunicar todas las
intensas vivencias que había acumulado
en las tortuosas batallas de Chile. Durante dos años fue componiendo su
texto, terminándolo a finales de 1575, y murió a principios de enero de 1576
(le quedó un hijo mestizo), pero lo dejó ya preparado para que fuera publicado
en España. Afortunadamente, no supo que su manuscrito (como ocurrió con otros
también importantes) permaneció dormido durante siglos, hasta que el bibliófilo
Andrés González Barcia (uno de los fundadores de la Real Academia de la Lengua)
lo descubrió en algún lugar perdido, vio que era una joya, y lo guardó
celosamente, pero falleció en 1743, y hubo que esperar hasta el año 1852 para
que fuera publicado (en Madrid, con el título de HISTORIA DE TODAS LAS COSAS
QUE HAN ACAECIDO EN EL REINO DE CHILE Y DE LOS QUE LO HAN GOBERNADO). ¿Las
máximas virtudes de ALONSO DE GÓNGORA MARMOLEJO?: Supo narrar los hechos y
lo hizo con objetividad, lo cual es de
agradecer.
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