(1105) A mediados del año 1540 Valdivia
tenía todo organizado para partir hacia Chile (con él iba su amante, la brava Inés Suárez): "Juntó
en breves días ciento setenta hombres bien aderezados. Se puso en camino y,
prosiguiendo su jornada, llegó al valle de Atacama, que está a la entrada del
despoblado (lo llama 'despoblado', pero es el durísimo desierto de Atacama),
y, deteniéndose allí algunos días para conseguir provisiones con que pasar
aquellas ochenta leguas (440 km) de arenales, un soldado de poco ánimo,
arrepintiéndose de haber venido en aquella campaña, comenzó a tratar en secreto
con otros amigos que debían volverse al Perú, pues estaban tan cerca de su
frontera. Cuando lo supo Valdivia y confirmó que era verdad, lo mandó enseguida ahorcar, para que no
derribase los ánimos de los demás.
Después de haberse obtenido provisiones para el camino, entró por el desierto,
y llegó al valle de Copiapó (Marmolejo pasa por alto los horrores de aquella
travesía, que, en su día, ya conté), y, desde allí, llegó al valle de
Mapocho, acariciando a los indios principales que de camino le salían a ver, y buscando
dónde hacer asiento para poblar y desde allí descubrir nuevas tierras. Siendo
informado de que en ninguna otra parte hallaría tan buen sitio como aquel, le
pareció lo mejor, y pobló en lo que ahora es Santiago. Trazó la ciudad y
repartió solares para que hiciesen casas algunos caballeros que consigo llevaba
y otros soldados de menor condición, dándoles indios a la mayoría. Estando
ocupado en esos asuntos, acaeció, como muchas veces se ve en semejantes campañas,
que algunos soldados intentaron provocar alboroto y motín diciendo que habían
venido engañados a mala tierra y que mejor les sería volverse al Perú, pues no
veían muestras de riqueza, y que no era cosa justa pasar ellos tantos trabajos
y necesidades, como por delante tendrían, para hacer señor a Valdivia".
La situación de complicó
extraordinariamente porque, a las quejas de los soldados, se unió la de algún
hombre importante en la tropa: "Esta plática la encabezó luego un
caballero de Córdoba que se llamaba don Martín de Solier (el apellido es
francés), diciendo, con un Pastrana de Sevilla y con otros, que Valdivia
era un militar codicioso de mando y que, por mandar, había abandonado el Perú,
donde el marqués Pizarro le daba de comer y no le pareció suficiente, y que, ahora
que los tenía dentro de Chile, los forzaría a todo lo que quisiese, sin
dejarles volverse, y que era de hombres cuerdos mirar con tiempo lo que les
depararía el futuro, y repararlo. Enterado Valdivia, consideró que era necesario castigarlos, porque, aplicándoles
la pena que las leyes de la guerra para tales casos determina, los demás evitarían
caer en semejantes liviandades. Y, así, mandó prenderlos, y, para que no lo
importunasen con ruegos de perdón, le ordenó a Luis de Toledo, alguacil mayor
del campo, que los ahorcase de inmediato, y, con ellos, a otros que también eran
culpables. Luego juntó a todo el ejército, les hizo un discurso de tipo
militar, y quedaron todos sosegados.
Allí les amonestó para que se apartasen de tratos tan dañosos, pues de ellos solo
podían resultar semejantes castigos. Quedó Valdivia con este castigo que hizo
tan temido y reputado como hombre de guerra, que todos en general procuraban contentarlo
y servirle en lo que quería". Como hemos visto otras veces, en las Indias
no se podía abandonar un ejército sin permiso de la máxima autoridad. Pero no
todos los jefes eran tan rigurosos, y aquí Valdivia está demostrando que tenía
tendencia a inclinarse por duros castigos.
(Imagen) Como el cronista Alonso de
Góngora Marmolejo hizo el viaje a Chile con Valdivia el año 1549, no fue
testigo de lo anterior, y se refiere a ello de manera escueta. Nos acaba de
hablar del motín que le estaban preparando a Valdivia en Santiago (Chile) en
1540, y de cómo lo cortó rápidamente con ejecuciones. Voy a añadir algunos
datos importantes y aclaratorios. La rebelión era de gran calado. Valdivia
había partido de Perú después de que Diego de Almagro fuera decapitado por los
partidarios de Francisco Pizarro. A su vez, muchos del bando de Almagro
decidieron irse a Chile con Valdivia (amigo de Pizarro), pero dispuestos a
traicionarlo si lo vieran ventajoso. Valdivia había salido de Santiago con
parte de la tropa, y algunos rebeldes aprovecharon la ocasión en la ciudad. Uno
de ellos, Alonso de Chinchilla, de 26 años y el más alocado, convencido de que
iban a conseguir matar a Valdivia, salió a caballo por la ciudad ruidosamente y
mostrando su entusiasmo. Fue apresado, lo sometieron a tormento y delató a
otros cabecillas, que también acabaron en la cárcel. Eran Pedro Sancho de la
Hoz, Bartolomé Márquez, Antonio de Pastrana (de 41 años, procurador de la
ciudad), Don Martín de Solier, Martín Ortuño (vasco) y Sebastián Vázquez.
Avisado Valdivia, volvió rápidamente a Santiago, y les abrió un proceso
judicial a los implicados descubiertos. Con toda justicia, pero sin que le
temblara el pulso, condenó a muerte a cinco de ellos, quedando absueltos
(probablemente por conveniencia política) Don Martín de Solier y Pedro Sancho
de la Hoz. El único condenado que se libró de
la ejecución, y en el último momento, fue Sebastián Vázquez, sin que se
sepa por qué. Así se lo contaba Pedro de Valdivia a Calos V: "Hallé culpables
a muchos, pero por la necesidad en que estaba, ahorqué a cinco, que fueron los
cabecillas. Y disimulé con los demás, y, así, contuve a la gente. Confesaron
que habían concertado en el Perú, con las personas que gobernaban a D. Diego, matarme
ellos a mí acá, y, después, los otros a Francisco Pizarro allá". La carta
la escribiría antes de haberle perdonado la vida a Sebastián Vázquez, porque,
en realidad, solo ahorcó a cuatro. Don Diego es Don Diego de Almagro el Mozo,
el cual estaba todavía bajo la tutela de sus capitanes (especialmente de Juan
de Rada), tras haber sido ejecutado su padre. Tampoco se sabe por qué fueron
absueltos Don Martín de Solier y el retorcido Pedro Sancho de la Hoz (de quien
habrá mucho que contar).
No hay comentarios:
Publicar un comentario