(1117) Es muy probable que el cronista
Alonso de Góngora Marmolejo esté ya contando hechos de los que también fue
protagonista, como, por ejemplo, la fundación de la ciudad de Concepción, que
ocurrió el año 1549, cuando él llegó a Chile. Así que su crónica, a partir de
ahora, va a tener más consistencia, más detalle y más exactitud en los datos.
Ya hemos visto que, así como ha ensalzado los valores de Pedro de Valdivia, no
se ha mordido la lengua al criticar sus defectos. Pero ha comentado que, al
serle confirmado su cargo de gobernador de Chile, cambió de comportamiento, y
para bien. Tras hacer referencia a la espantada de los indios cuando creyeron
que aparecieron, para ayudar a los españoles, la Virgen y el apóstol Santiago, continúa
diciendo: "Habiendo seguido Valdivia persiguiendo a los indios, mandó a
sus soldados que se retirasen al fuerte de Concepción, porque era un hombre tan
contrario a ser cruel con los nativos, que tuvo mucho que ver en su perdición
la clemencia que con ellos tenía, como más adelante se dirá". De pasada,
da una noticia: "Pocos días después, llegó al puerto de la ciudad de
Concepción un barco en el que iba don Rodrigo González, primer obispo de Chile,
con muchas provisiones y medicinas para curar a los heridos, pues, habiéndose enterado
en la ciudad de Santiago de la batalla que Valdivia tuvo en Andalién, vino allá
como clérigo deseoso del aumento de la Iglesia de Jesucristo". No vendrá
mal repetir resumido el texto de una imagen que le dediqué a Rodrigo González
para precisar algunos detalles sobre su personalidad. El cronista,
extrañamente, no menciona su segundo apellido, que era como el suyo, Marmolejo,
y la afirmación que hace de que fuera 'el primer' obispo de Chile está
equivocada. Veamos parte de lo que pude saber del clérigo: "RODRIGO
GONZÁLEZ MARMOLEJO nació en Carmona (Sevilla) el año 1488,
siendo, sin duda, paisano y pariente del soldado e interesante
cronista de Chile Alonso de Góngora Marmolejo. Llegó como fraile dominico a
Lima en 1536, y pasó de inmediato al clero secular, justo lo contrario de lo
que hizo el gran Bartolomé de las Casas. El reverendo Rodrigo estuvo de
capellán con Francisco Pizarro durante sus conflictos con Diego de Almagro, y
después con Pedro de Candía (de apasionante biografía y triste final, como ya
vimos), en la desafortunada y durísima expedición que le encargó Hernando
Pizarro (año 1538) por tierras de los indios chunchos. Llegó a Chile con las
tropas de Pedro de Valdivia en 1540, tras un viaje de pesadilla,
y estuvo presente en la fundación de Santiago de Chile, donde dicen
que le enseñó a leer a la amante de Pedro, la incomparable Inés Suárez. Pronto
hizo el clérigo algo muy poco espiritual: criaba caballos (que dieron origen a
la famosa raza chilena), disfrutaba de encomiendas de indios, y, con el tiempo,
tuvo hasta una mina de plata (al dejar de ser dominico, no estaba sujeto al
voto de pobreza). Pero no se puede olvidar que, incluso como capellán, corrió
graves peligros en las campañas. Eso no le impidió seguir progresando en su
carrera eclesiástica. En 1547, el obispo del Cuzco, Juan Solano (otro dominico
de armas tomar) lo nombró vicario suyo en Santiago de Chile. RODRIGO GONZÁLEZ
MARMOLEJO, hombre poco ascético, murió de gota, dejando una sustanciosa
herencia. Fue nombrado obispo de Chile en 1561, sin duda por muerte de Martín
de Robleda, que ya lo era, y a quien le había disputado el cargo. Pero le pasó
lo mismo que a Robleda: murió (en Santiago de Chile el año 1564) sin haber sido
consagrado en tal dignidad. Parece ser que fue generoso haciendo donativos y
facilitando préstamos (quizá con intereses). Pero, en algunos juicios, se
presentaron pruebas de su vida poco ejemplar".
(Imagen) Hablemos ahora de JUAN GÓMEZ DE
ALMAGRO, el capitán que iba al mando de LOS CATORCE DE LA FAMA (a quienes
acabamos de mencionar). A pesar de la brillantez de Gregorio de Castañeda,
quien capitaneaba al heroico grupo era Juan Gómez. Nació en Almagro (Ciudad
Real). Hijo de Álvar Gómez y de Catalina González, consta que, en 1534, estaban
Juan Gómez y su padre en Nicaragua al servicio, como soldados, de Rodrigo de
Contreras (a quien ya conocemos), el cual era entonces gobernador de aquel
lugar, y, más tarde, de Guatemala. Lo que quiere decir que el padre, como
mucho, tendría unos cincuenta años, y el hijo sería muy joven. Junto a gran
cantidad de compañeros, partieron en 1537 hacia Perú, atendiendo a la ansiosa
llamada de los españoles, ya que el acoso y cerco de los indios de Manco Inca
contra ellos era durísimo. Por ese motivo, Francisco Pizarro los recompensó con
una importante encomienda de indios en la ciudad de San Juan de la Frontera. Su
llegada a Chile no fue en la primera expedición, la de Diego de Almagro, sino
que los reclutó en Perú Pedro de Valdivia, para ese destino, el año 1539. Los
cargos asignados a su padre, Álvar Gómez, fueron los de maestre de campo,
tesorero y veedor, todos ellos de gran importancia, lo que prueba su veteranía
y eficacia, pero, probablemente por su edad, falleció en el durísimo trayecto
hasta Chile (quizá lo matara el desierto de Atacama). Tras ser fundada la
ciudad de Santiago, Valdivia, sin duda apreciando las cualidades de JUAN GÓMEZ
DE ALMAGRO, lo nombró ALGUACIL MAYOR DEL REINO DE CHILE (a él se refiere el
libro de la imagen). Más tarde, ya muerto Valdivia, se destacó en la lucha
contra los feroces araucanos, y tuvo el pundonor de mandarles a los
supervivientes de los CATORCE DE LA FAMA que lo dejaran abandonado, porque sus
heridas no le permitían continuar la huida. Pero, aunque en solitario,
consiguió salvarse, y, años después, participó en la derrota y muerte del
carismático Lautaro. Por un pleito que ganó reclamando una encomienda de indios
que le habían usurpado, se sabe que estaba casado y tenía hijos, así como que,
además de ser alguacil mayor de Chile, fue alcalde de la ciudad de Santiago y
su regidor perpetuo más antiguo. En 1568, regresó a su Almagro natal, y se dio
'el gustazo' de embarcarse un año después de vuelta a Chile acompañado de gran parte de su familia.
Pero no logró la dicha completa, porque murió al llegar a Panamá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario