(1115) Pasaría un tiempo hasta que el gran
capitán se hubiese recuperado: "Estando ya Valdivia sano de la pierna que se
había quebrado, salió de Santiago con 170 hombres, y llegó al río de Biobío,
teniendo con los naturales muchos enfrentamientos, y los desbarató muchas
veces. Yendo caminando un tambor que llevaba en su tropa, se apartó para
apresar algún ganado, pero le atacaron unos indios emboscados, y, antes de que pudiese ser socorrido, lo
mataron. Los indios en este tiempo no se descuidaban, sino que sabían por dónde
andaban los españoles, y, así, conociendo dónde habían hecho alto, determinaron
pelear con ellos, creyendo que, de noche, se turbarían los caballos, y que, a
los soldados, los tomarían en las camas. Cuando llegaron donde los cristianos,
los centinelas tocaron alarma y se fueron hacia el campamento, porque los
indios iban sobre ellos con gran número de flechas que llovían como granizo, y
con muchas lanzas, macanas grandes y porras tan largas como las macanas. Los
cristianos, que, precavidos, estaban armados y muy en orden, se juntaron
rápidamente. Como los indios avanzaron tanto, resultó una hermosa batalla
nocturna. Ellos tocaban un cuerno (con el que sabían lo que habían de hacer), y
sus capitanes los animaban a gritos. Por parte de los cristianos, era brava
cosa oír el estruendo de los caballos, el gran sonido de las trompetas y las
voces que Valdivia les daba animándolos a que atacasen a los indios. Andaban
los indios tan bien ordenados, que no podían los españoles entrar en ellos,
porque en llegando los caballos, aunque los llevaban bien protegidos, les daban
con las porras tales golpes en las cabezas, que los hacían retroceder
empinándose, sin que los pudiesen hacer volver hacia los indios. Pedro de
Valdivia peleaba bien protegido con un coselete de infante (coraza de cuero)
y su caballo con buenas cubiertas, pero no pudo hacer que los indios se retirasen.
Viendo que se perdían, y para animar a los que peleaban a pie, mandó que se
apeasen de los caballos algunos hombres principales. Así lo hicieron Francisco
de Riberos, Juan Godínez y Gregorio de Castañeda, hombres valientes y conocidos.
Viéndolos a estos, se apearon otros muchos con sus lanzas y adargas, y algunos con
arcabuces. Mandando, además, Valdivia que acometiesen a los indios treinta
soldados por las espaldas, los apretaron de tal manera, que, viéndose los
indios cercados por todas partes y el ánimo de los cristianos en crecimiento, así
como que les faltaba munición de flechas, y que eran muchos que ya habían
muerto, desmayaron en tal manera, que, volviendo las espaldas, comenzaron a
huir por todas partes. Luego unos trescientos yanaconas de Santiago (criados
indios) que Valdivia tenía consigo para servicio del campamento, y que, por
orden suya, habían estado quietos, viendo que los indios iban desbaratados, fueron
matando con grandísima crueldad a cuantos hallaban. Murieron en esta batalla más
de tres mil indios, y, de los cristianos, solamente uno, al que un soldado,
tirando a los enemigos, como era de noche, le dio un arcabuzazo por las
espaldas del que murió. Fue su mucha
estatura lo que lo mató, porque recibió la herida en lo que sobraba de los
hombros para arriba. De todos los demás españoles, capitanes y soldados, no
quedó ninguno que no saliese herido; de condición que, si otra batalla les
dieran, los desbarataran, según quedaron de temerosos y maltratados ellos y los
caballos.
(Imagen) Valdivia vio la conveniencia de
que se apearan los jinetes para pelear contra los indios, y quienes lo hicieron
de inmediato, echándole mucho valor y dando ejemplo, fueron los capitanes Juan
Godínez, Francisco de Riberos y Gregorio de Castañeda. Hablemos de los dos
primeros, y dejaremos a Castañeda para la próxima imagen. JUAN GODÍNEZ nació en
Úbeda (Jaén) en 1517. Llegó a las Indias en 1530 y formó parte de los primeros
españoles que hicieron campaña en Chile
(bajo el mando de Diego de Almagro, año 1536). Al volver a Perú, se decantó por el bando de los
pizarristas, y participó en dos campañas de exploración, la de Pedro de Candía,
que resultó durísima y acabó en fracaso, y, en 1539, la de Diego de Rojas (con
dirección a Paraguay), regresando la tropa sin encontrar lo que buscaban, pero
descubriendo amplios territorios. Fue a su vuelta, en 1540, cuando Godínez
(como hemos visto) se puso al servicio de Pedro de Valdivia para ir a Chile,
donde en 1556 y 1557 tuvo una importante participación en las batallas contra
el gran cacique araucano Lautaro, el cual, finalmente, murió derrotado. Entonces
se casó con Catalina de la Cueva, tuvieron ocho hijos, y JUAN GODÍNEZ murió en
Santiago de Chile el año 1571 (en 1572, como se ve en la imagen, su mujer y sus
hijos presentaron sus méritos). Veamos algunos datos de su compañero FRANCISCO
DE RIBEROS. Nació en 1521 en la madrileña Torrejón de Velasco (allí murió
encarcelado Nuño de Guzmán, quien tantas brutalidades hizo por tierras
mexicanas). Hijo de familia noble, fue paje del conde Juan Arias Dávila. En
1534 partió hacia las Indias en la armada del gobernador Rodrigo de Contreras
(a quien, como vimos, dos hijos le resultaron rebeldes contra la Corona).
Luego, Francisco de Riberos coincidió con Juan Godínez en sus aventuras con
Pedro de Candía, Diego de Rojas y Pedro de Valdivia. Estuvieron ambos en la
fundación de Santiago de Chile, y, después en la batallas contra los araucanos.
Esa vida paralela de luchas, derrotas y victorias en común, tuvo que cimentar
una sólida amistad entre los dos. El prestigio de Riberos debió de ser muy
grande, porque, cuando murió Pedro de Valdivia, fue enviado a Perú para ayudar
a resolver el conflicto entre los pretendientes a ocupar su puesto. FRANCISCO
DE RIBEROS tuvo numerosa descendencia con su mujer, Teresa Suárez de Figueroa,
y murió en Santiago de Chile el año 1580. Gracias al cronista Marmolejo,
seguiremos viendo en acción a Godínez y a su inseparable amigo Riberos.
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