martes, 28 de septiembre de 2021

(1533) Pedro de Valdivia, como todos los grandes conquistadores, era hiperactivo. También hacía regalos a quienes le habían ayudado, pero, a veces, con los bienes de los demás. Hubo dos extraordinarias mujeres en su vida, su esposa y su amante.

 

     (1123) Da la impresión de que, aunque Valdivia había partido para ver los descubrimientos que pudo hacer Alderete, cambió de planes sobre la marcha: "Habiendo recorrido cuarenta leguas desde la ciudad de Valdivia, acabada de poblar, halló un gran lago que nacía en la Cordillera Nevada y entraba en la mar del Sur (el Pacífico), al que le puso el nombre de Lago Valdivia. En cuanto lo hizo, se volvió desde allí, porque el único deseo que tenía era acercarse al estrecho de Magallanes. Llegado de vuelta a la ciudad de Valdivia, hizo repartimientos de indios a todos en general. Luego se fue a la ciudad Imperial, que era camino hacia Concepción, lugar que había escogido para su vivienda (se refiere a Concepción), por estar en mitad del reino. Estando en la Imperial, halló algunos soldados antiguos que estaban quejosos de él, porque en los repartimientos de aquella ciudad no les había dado lo que pretendían. Después de haberlos contentado con palabras a unos, y a otros con obras, que de todo tenía Valdivia cuando él quería, se fue a Concepción. Allí estuvo durante el invierno, y el verano siguiente se fue a la ciudad de Santiago, dejando dada orden de que le hiciesen sus casas con mucho cuidado, grandes y suntuosas, de manera que cuando volviese las hallase acabadas".

     Nos va dejando el cronista una muestra de la hiperactividad de Valdivia: "Llegado a Santiago, vendió los indios que tenía como encomienda suya en aquella ciudad desde que la pobló. Le pareció que, como se trataba de conquistadores, aquello no era venta, sino ayuda que les hacía para sustentar el reino (da la sensación de que estaba prohibida la venta de encomiendas, y de que el cronista lo ve mal). Juntando la mayor suma de pesos de oro que pudo, le envió con ellos a Alderete a España con más de treinta mil pesos, para orden que le negociase con el rey don Felipe (entonces era el regente de España) que su gobernación de Chile fuese vitalicia, y que, al final de su vida, pudiese nombrar persona que le sucediese en el gobierno". Se trataba del viaje que, como acabamos de ver, hizo en 1553 con Diego Ortiz Nieto de Gaete

     Surgió entonces un conflicto de tipo diplomático, en el que el cronista critica la actitud de Valdivia: "Llegaron a la ciudad de Santiago don Martín de Avendaño y los capitanes Gaspar de Villarroel y Altamirano, cada uno con una compañía de soldados. Y fue porque el virrey don Antonio de Mendoza (lo había ya sido, con mucha valía, de México), que gobernaba el Perú, sabiendo de la necesidad de gente que Valdivia tenía, dio consentimiento para que de aquel reino la tal gente se sacase, llevando el mando supremo durante el viaje don Martín de Avendaño. Valdivia los salió a recibir, y les habló con palabras muy amigables". Por un aviso que recibió Valdivia, tuvo que salir hacia Concepción para arreglar algunos asuntos. Fueron todos hacia allá, y Valdivia quiso tener un gesto de agradecimiento hacia el mariscal Alonso de Alvarado, quien tanto había influido para que Pedro de la Gasca le concediera a Valdivia la gobernación de Chile. Y le pareció que estaría muy bien darle una encomienda de indios al cuñado de Alvarado, que era, precisamente, don Martín de Avendaño, pero en plan tacaño, pues el  regalo se lo hizo quitándoles los indios a unos vecinos. Aquello, como vamos a ver, no podía acabar bien.

 

     (Imagen) Es el momento de decir algo sobre INÉS SUÁREZ, la excepcional amante de Pedro de Valdivia. Había nacido en Plasencia (Cáceres) hacia el año 1507. Cansada de esperar la vuelta de su marido, Juan de Málaga, que había ido a las Indias diez años antes (estando casi recién casados), ella partió en su busca en 1537. La imagen muestra el registro de embarque, en el que consta que iba con "una sobrinita suya". Desembarcadas en Panamá, y tras otro largo viaje, llegaron a Perú, donde Inés se enteró de que  su marido había fallecido en la batalla de las Salinas (1538), donde vencieron los pizarristas a los almagristas. Pero allí Valdivia conoció a Inés, y se la llevó consigo a Chile en calidad de supuesta sirvienta. El viaje fue un horror a través del durísimo desierto de Atacama. A lo que había que añadir el temor al fracaso. Valdivia le escribió después a Carlos V:  "No había hombre que quisiera venir a Chile, y aun muchos no me tuvieron por cuerdo cuando gasté la hacienda que tenía en una empresa tan alejada del Perú, y en la que Diego de Almagro había fracasado". Lo que sí hubo fue una gran mujer, Inés Suárez. Recordemos que Pedro Sancho de la Hoz había conseguido de Pizarro que le diese para Chile la misma categoría que tenía Valdivia (algo que, más tarde, La Gasca lo desautorizó). Cuando Valdivia se ausentaba, Inés Suárez tenía vigilados a Pedro Sancho y a sus cómplices. En un terrible asedio de los indios a la ciudad de Santiago, con Valdivia ausente, Inés aconsejó a la tropa (de la que era muy querida porque trataba a los soldados maternalmente) que cortaran la cabeza a siete caciques que tenían presos, y se las lanzaran a los indios que mantenían el cerco. Se dice que, ante los titubeos de los mandos, lo hizo ella personalmente. Santo remedio: los indios se retiraron desmoralizados por falta de líderes. La Gasca, para otorgarle a Valdivia el cargo de gobernador de Chile, le exigió que trajera de España a su mujer, Marina Ortiz de Gaete, que él se apartara de Inés y que la casara en corto plazo. Cumplió las tres condiciones, y, la tercera, logrando que un amigo suyo, Rodrigo de Quiroga, aceptara ser marido suyo, a lo que, puede darse por seguro, la extraordinaria Inés Suárez no pondría ningún obstáculo. Con sensato realismo, ella perdió a Valdivia, y Valdivia se aseguró la gobernación, que era lo que más amaba en este mundo. Pero INÉS SUÁREZ, con RODRIGO DE QUIROGA (de  quien hablaremos en la siguiente imagen), tuvo un marido excepcional. Y, curiosamente, los dos murieron en Santiago de Chile el año 1580.




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