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Da la impresión de que, aunque Valdivia había partido para ver los
descubrimientos que pudo hacer Alderete, cambió de planes sobre la marcha:
"Habiendo recorrido cuarenta leguas desde la ciudad de Valdivia, acabada
de poblar, halló un gran lago que nacía en la Cordillera Nevada y entraba en la
mar del Sur (el Pacífico), al que le puso el nombre de Lago Valdivia. En
cuanto lo hizo, se volvió desde allí, porque el único deseo que tenía era
acercarse al estrecho de Magallanes. Llegado de vuelta a la
ciudad de Valdivia, hizo repartimientos de indios a todos en general. Luego se
fue a la ciudad Imperial, que era camino hacia Concepción, lugar que había
escogido para su vivienda (se refiere a Concepción), por estar en mitad
del reino. Estando en la Imperial, halló algunos soldados antiguos que estaban
quejosos de él, porque en los repartimientos de aquella ciudad no les había
dado lo que pretendían. Después de haberlos contentado con palabras a unos, y a
otros con obras, que de todo tenía Valdivia cuando él quería, se fue a
Concepción. Allí estuvo durante el invierno, y el verano siguiente se fue a la
ciudad de Santiago, dejando dada orden de que le hiciesen sus casas con mucho
cuidado, grandes y suntuosas, de manera que cuando volviese las hallase
acabadas".
Nos va dejando el cronista una muestra de
la hiperactividad de Valdivia: "Llegado a Santiago, vendió
los indios que tenía como encomienda suya en aquella ciudad desde que la pobló.
Le pareció que, como se trataba de conquistadores, aquello no era venta, sino
ayuda que les hacía para sustentar el reino (da la sensación de que estaba
prohibida la venta de encomiendas, y de que el cronista lo ve mal).
Juntando la mayor suma de pesos de oro que pudo, le envió con ellos a Alderete
a España con más de treinta mil pesos, para orden que le negociase con el rey
don Felipe (entonces era el regente de España) que su gobernación de
Chile fuese vitalicia, y que, al final de su vida, pudiese nombrar persona que
le sucediese en el gobierno". Se trataba del viaje que,
como acabamos de ver, hizo en 1553 con Diego Ortiz Nieto de Gaete
Surgió entonces un conflicto de tipo
diplomático, en el que el cronista critica la actitud de Valdivia: "Llegaron
a la ciudad de Santiago don Martín de Avendaño y los capitanes Gaspar de
Villarroel y Altamirano, cada uno con una compañía de soldados. Y fue porque el
virrey don Antonio de Mendoza (lo había ya sido, con mucha valía, de México),
que gobernaba el Perú, sabiendo de la necesidad de gente que Valdivia tenía, dio
consentimiento para que de aquel reino la tal gente se sacase, llevando el
mando supremo durante el viaje don Martín de Avendaño. Valdivia los salió a recibir,
y les habló con palabras muy amigables". Por un aviso que recibió
Valdivia, tuvo que salir hacia Concepción para arreglar algunos asuntos. Fueron
todos hacia allá, y Valdivia quiso tener un gesto de agradecimiento hacia el
mariscal Alonso de Alvarado, quien tanto había influido para que Pedro de la
Gasca le concediera a Valdivia la gobernación de Chile. Y le pareció que
estaría muy bien darle una encomienda de indios al cuñado de Alvarado, que era,
precisamente, don Martín de Avendaño, pero en plan tacaño, pues el regalo se lo hizo quitándoles los indios a
unos vecinos. Aquello, como vamos a ver, no podía acabar bien.
(Imagen) Es el momento de decir algo sobre
INÉS SUÁREZ, la excepcional amante de Pedro de Valdivia. Había nacido en
Plasencia (Cáceres) hacia el año 1507. Cansada de esperar la vuelta de su
marido, Juan de Málaga, que había ido a las Indias diez años antes (estando
casi recién casados), ella partió en su busca en 1537. La imagen muestra el
registro de embarque, en el que consta que iba con "una sobrinita suya".
Desembarcadas en Panamá, y tras otro largo viaje, llegaron a Perú, donde Inés se
enteró de que su marido había fallecido
en la batalla de las Salinas (1538), donde vencieron los pizarristas a los
almagristas. Pero allí Valdivia conoció a Inés, y se la llevó consigo a Chile
en calidad de supuesta sirvienta. El viaje fue un horror a través del durísimo
desierto de Atacama. A lo que había que añadir el temor al fracaso. Valdivia le
escribió después a Carlos V: "No
había hombre que quisiera venir a Chile, y aun muchos no me tuvieron por cuerdo
cuando gasté la hacienda que tenía en una empresa tan alejada del Perú, y en la
que Diego de Almagro había fracasado". Lo que sí hubo fue una gran mujer,
Inés Suárez. Recordemos que Pedro Sancho de la Hoz había conseguido de Pizarro
que le diese para Chile la misma categoría que tenía Valdivia (algo que, más
tarde, La Gasca lo desautorizó). Cuando Valdivia se ausentaba, Inés Suárez tenía
vigilados a Pedro Sancho y a sus cómplices. En un terrible asedio de los indios
a la ciudad de Santiago, con Valdivia ausente, Inés aconsejó a la tropa (de la que
era muy querida porque trataba a los soldados maternalmente) que cortaran la
cabeza a siete caciques que tenían presos, y se las lanzaran a los indios que mantenían
el cerco. Se dice que, ante los titubeos de los mandos, lo hizo ella
personalmente. Santo remedio: los indios se retiraron desmoralizados por falta
de líderes. La Gasca, para otorgarle a Valdivia el cargo de gobernador de
Chile, le exigió que trajera de España a su mujer, Marina Ortiz de Gaete, que él
se apartara de Inés y que la casara en corto plazo. Cumplió las tres condiciones,
y, la tercera, logrando que un amigo suyo, Rodrigo de Quiroga, aceptara ser
marido suyo, a lo que, puede darse por seguro, la extraordinaria Inés Suárez no
pondría ningún obstáculo. Con sensato realismo, ella perdió a Valdivia, y
Valdivia se aseguró la gobernación, que era lo que más amaba en este mundo. Pero
INÉS SUÁREZ, con RODRIGO DE QUIROGA (de
quien hablaremos en la siguiente imagen), tuvo un marido excepcional. Y,
curiosamente, los dos murieron en Santiago de Chile el año 1580.
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