(1124) En el regalo que quiso hacer
Valdivia había dos errores: "Habiendo ido don Martín de Avendaño con sus
criados a tomar la posesión de la encomienda de indios (se entiende que en
representación de su cuñado, el mariscal Alonso de Alvarado, a quien Valdivia
quería agradecer sus favores), tras
verla, quiso que Valdivia le diera más número de indios y en mejor sitio,
porque algo de ella estaba en el monte, y, además, los soldados que la poseían
se quejaban diciendo que no habían ellos ganado indios y tomado tantos trabajos
para que después se los diese Valdivia a don Martín, quitándoselos a ellos. E insistían en que, si estaba en deuda de
agradecimiento con el mariscal Alonso de Alvarado, se lo pagase con su
hacienda, y no de lo que ellos poseían y habían ganado. Don Martín, como era
caballero y oía estas cosas que decían, incluso delante de él, le pesaba que se
les quitasen aquellos indios a los que los tenían, para dárselos a él, viendo
que los habían merecido y trabajado. Para hablar de esto, volvió a verse con
Valdivia, pero no se pusieron de acuerdo. Por lo cual, Don Martín le pidió
licencia para irse al Perú, y se la dio
gustoso, porque en aquel tiempo Valdivia, como se sentía tan señor, toda cosa
despreciaba. Por respeto a don Martín, se fueron con él más de treinta soldados,
que después le hicieron a Valdivia harta falta".
Valdivia no dejaba de estar activo, física
y mentalmente. Se daba cuenta de que la población india era muy numerosa:
"Vio la necesidad de construir fuertes, para que los nativos no pudiesen
rebelarse fácilmente, imitando a los romanos cuando se hicieron señores de
España, pues prepararon tantos, que luego aquella tierra se llamó Castilla. Como era hombre que tenía pensamientos altos, y pareciéndole que la
fortuna le era en gran manera favorable, mandó también que se aderezasen dos
navíos, y rogó a Francisco de Ulloa, caballero natural de Cáceres, que había
sido su capitán, que explorase con ellos el estrecho de Magallanes, para facilitar
por allí el camino hacia España, y no por el Perú, para que, además de no evitar
el mando de la Audiencia que en el Perú residía, pues tanto escuece a los
hombres poderosos estar sujetos a otros, las mercaderías resultarían mucho más baratas. Lo envió a la
ciudad de Valdivia, que está a doscientas cincuenta leguas del Estrecho de
Magallanes. Tras proveerse Ulloa de gente y de todo lo necesario, llegó a un estrecho
de mar que parecía pasar a la otra banda de la Cordillera Nevada (los Andes).
Se introdujo por él para asegurarse de si era el Estrecho de Magallanes o no. Pareciéndole
que había avanzado mucho sin ver la mar
del Norte (el Atlántico), se volvió con solo traer datos de lo visto por
la costa, para poder en otro tiempo preparar mejor lo que después se quisiese
hacer".
No hay duda de que en la campaña de Chile
eran frecuentes las sospechas: "Valdivia, asimismo, había mandado en este
tiempo a Villagra que, con ochenta soldados de a caballo, atravesase la
Cordillera Nevada por tierra, con el fin de descubrir un paso que llevase a la Mar
del Norte, para que, si Francisco de Ulloa no acertase por donde había ido
navegando, lo intentase él por otro lado, y le dijo que fuese por la ciudad de
Villarrica (fundada por Jerónimo de Alderete), que era la mejor entrada
que la cordillera tenía. Se decía también que Valdivia más lo hacía para
alejarlo de sí que por el descubrimiento, ya que, como Villagra había traído a
Chile doscientos hombres, con gente importante, y, además, le eran amigos otros
muchos, quería apartalo y tenerlo lejos de sí".
(Imagen) RODRIGO DE QUIROGA Y ULLOA, el marido de Inés Suárez, nació en San Juan de Boime (La Coruña) en 1512. De familia noble, estuvo sirviendo a la condesa de Lemos como paje. Fue a la conquista de Perú en 1535 (como otros muchos que ayudaron a Francisco Pizarro contra la rebelión general de Manco Inca), aumentando después su experiencia con el malogrado Diego de Rojas en la zona donde surgió más tarde la estratégica ciudad de Santiago del Estero. En 1540 llegó a Chile (y nació su hija legitimada, Isabel de Quiroga, cuya madre era una india peruana), estando poco después en la fundación de la ciudad de Santiago, donde pronto empezó a ejercer diversos cargos políticos. Participó en duras batallas contra los indios, y apresó al cacique Michimalonco. En 1544 fue por mar con el navegante genovés Juan bautista Pastene, para examinar, en dirección hacia el Estrecho de Magallanes, la costa de Chile (preludio del viaje que en 1553 hizo, como acabamos de ver, Francisco de Ulloa). En 1549 se casó con INÉS SUÁREZ (con la que no tuvo hijos). En 1565, ejerció como gobernador interino sustituyendo a Pedro de Villagra. Durante sus dos años de mandato fundó las poblaciones de Cañete, Castro y Quinchao. En 1573 fue nombrado Caballero de la Orden de Santiago. El año 1575 recuperó el gobierno, y lo ejerció hasta que falleció en Santiago de Chile el 25 de febrero de 1580. Los últimos días de su vida, aumentó sus prácticas religiosas, y legó gran parte de sus bienes a varios conventos. El cronista Marmolejo lo ensalzó con esta frase: "Era nobilísimo de condición, muy generoso, amigo en extremo grado de pobres, y así, Dios le ayudaba en lo que hacía. Su casa era hospital y mesón de todos los que lo necesitaban”. En la imagen vemos que, el año 1581, se dispuso en la Corte nombrar (sin saberse que ya había muerto Quiroga, pero sí que estaba muy enfermo) un nuevo gobernador, Alonso de Sotomayor, a quien se le encargaba que tomara a RODRIGO DE QUIROGA el preceptivo Juicio de Residencia cuando alguien cesaba en su cargo público. Alonso de Sotomayor, militar de enorme prestigio, derrotó definitivamente, en 1596, a alguien que fue una de las pesadillas que atormentaron a Rodrigo: el pirata Francis Drake, quien murió entonces de disentería. Aunque INÉS SUÁREZ falleció también el año 1580, es probable que estuviera presente en la muerte de su marido, ya que ocurrió a principios de ese mismo año. Sin pretenderlo (pues lo hizo por su propio interés), PEDRO DE VALDIVIA logró que la unión de dos personas a las que apreciaba mucho llegara a ser un matrimonio perfecto.
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