(1114) Veremos si Pedro de Valdivia cumple
su promesa y le devuelve el oro que les había quitado a varios de sus hombres.
A ver qué dice Marmolejo: "Viéndose Pedro de Valdivia en Chile recibido como
gobernador en nombre del Rey y con la gente que había deseado para ampliar el
reino, procuró, a los que le eran enemigos, hacerlos amigos, y, a los amigos,
confirmarlos más en amistad. Dio orden de pagarles el oro que les había tomado
cuando se fue al Perú y de preparar algunos soldados para salir a la conquista.
Como hombre de gran experiencia, quiso evitar tener sospechas de que alguno
pudiera hacer movimientos contra él. Aprovechándose de que era hombre discreto, le llamó un día a
Francisco de Villagra, a quien había dejado por su teniente en Santiago, y le
dijo que lo mucho que le debía no se lo podía pagar en Chile, por lo que
deseaba enviarlo al Perú para que juntase toda la gente que pudiese, y que con
ella tomase el camino de Yungugo, pues el capitán Diego Rojas había llevado noticias de que era la mejor campaña que se podía
hacer, y que él esperaba convertirlo en señor, ya que, para ello, contaría con la ayuda del licenciado Pedro de
la Gasca. Francisco de Villagra estuvo algo temeroso, porque creía que, si iba
al Perú, le pedirían cuentas por la
muerte de Pedro Sancho de la Hoz, a quien había cortado la cabeza. Pero, viendo
que no podía hacer otra cosa, se conformó. No obstante, para protegerse, llevó un
informe que había hecho contra Pedro Sancho, con el cual podría defenderse de
acusaciones. Decía la gente que Valdivia no alejaba de sí a Villagra por amor, ni por
hacerlo señor, como él decía, sino porque supo que, en su ausencia, no le había
sido amigo. Se pensaba que, lo que quería apartándolo de sí, era no entregarse
a la venganza, pues es cierto que Valdivia, desde que tuvo confirmada la
gobernación, mudó mucho en costumbres y condición, aplicándose en muchas cosas
a la virtud".
De manera que Francisco de Villagra partió
hacia Perú, mientras su jefe se dedicaba a preparativos: "Ordenando
Valdivia todo lo necesario para su partida con mucho contento, un día le dio un mal a su caballo en la plaza
de Santiago, cayó al suelo, y, tomándole una pierna debajo, se la quebró, por lo
cual se retrasó la salida a la campaña que tenía tan a la mano. Sin embargo mandó
enseguida que un capitán llamado Francisco de Aguirre, hombre principal (ya
comenté que tendrá gran protagonismo), fuese con gente a poblar la ciudad
de La Serena (destruida por los indios) y castigar la muerte del capitán
Juan Bohón. Francisco de Aguirre partió con ánimo determinado, y, en cuanto
llegó, hizo un fuerte torreado y bien cercado, donde estaban seguros. Luego
salió con parte de los soldados a recorrer los valles, castigando a los
culpables de las muertes pasadas. Asentó todo el territorio de aquella ciudad,
ganando en ello mucha reputación y gloria, por ser cosa importante tener seguro
aquel camino para los que venían del Perú, los cuales, como pasaban sin peligro
alguno, ensalzaron el nombre de Francisco de Aguirre en gran manera".
(Imagen) El mencionado JUAN JUFRÉ (extraño
y antiguo apellido catalán, pero de raíces germánicas) nació en Medina de
Rioseco (Valladolid) el año 1517, y demostró ser un personaje del más alto
relieve militar y social. Además de triunfar
como brillante capitán, tuvo otro aspecto menos frecuente entre los
conquistadores. Era un hombre emprendedor, con visión de desarrollo económico
(de lo que dejó rastro en Chile), fundador de ciudades, terrateniente y
propietario de varios navíos, llegando a ser muy rico. Es probable que tuviera
buena relación con Francisco de Villagra, porque la mujer de este era sobrina
de la madre de Jufré, llamándose las dos Cándida de Montesa. Su padre,
Francisco de Jufré, estaba muy relacionado con la nobleza, por lo que Juan tuvo
la suerte de educarse en el palacio de Pedro Fernández de Córdoba y Figueroa,
cuarto Duque de Feria. Llegó a Perú en 1539, donde luchó bajo el mando de Pedro
de Candía, aquel magistral arcabucero al que, años después (como vimos in illo
tempore), lo mató a lanzadas Diego de Almagro el Mozo creyendo que fallaba a
propósito sus disparos contra las fuerzas de Vaca de Castro, el representante
del Rey. Juan Jufré se puso a las órdenes de Valdivia en Perú el año 1540, para
ir a la campaña de Chile. Mucho le gustarían las cualidades del jovenzuelo (23
años), porque de inmediato lo nombró capitán. Estuvo presente en la fundación
de Santiago de Chile. Fue uno de los diez capitanes que Valdivia llevó a Perú
en 1548 para luchar contra la sublevación de Gonzalo Pizarro (y, sobre todo,
para lograr, como hemos visto, que por ello Pedro de la Gasca lo confirmara
como gobernador de Chile). Se casó, de forma complicada, con Constanza de
Meneses, hija del gran conquistador Francisco de Aguirre (lo tuvo que hacer por
poderes en 1555, ya que sus complejas actividades no le dejaban tiempo para ir
a España). Ella partió para Chile, y después llegaron a tener ocho hijos.
Derrotó, sin perder un solo hombre, a los feroces mapuches que habían matado a Valdivia. Francisco de
Villagra lo nombró teniente de corregidor de la ciudad de Concepción, donde
Jufré logró imponerse al rechazo de algunos vecinos. En 1562, fundó la ciudad
de San Juan de la Frontera (en territorio argentino), y allí le recuerdan con
el monumento de la imagen. Su biografía, que alcanzó gran prestigio social a
todos los niveles, fue demasiado rica para ser abreviada en esta reseña, pero
el cronista Marmolejo nos lo irá sacando al escenario a medida que Juan Jufré
lleve a cabo algunas de sus brillantes intervenciones. Murió en Santiago de
Chile el año 1578.
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