jueves, 30 de septiembre de 2021

(1535) Los indios se atrevían a rebelarse en parte porque sabían que los españoles solían perdonar a los arrepentidos. En aquel tiempo, los vascos se sentían muy a gusto siendo españoles.

 

     (1125) A pesar de las dudosas intenciones de Valdivia, su capitán no puso objeciones: "Yendo Villagra por su camino, pues no osaba disgustar en cosa alguna a Valdivia, pasó la Cordillera por buen sitio. Llegó a un río grande que hacía unos despeñaderos tan grandes, que, continuando muchas jornadas, y no hallando por dónde pasarlo, topó con un fuerte donde estaban recogidos veinte indios puelches. Después de haberlos llamado en son de paz, visto que no querían hacerle caso, mandó ir a castigarlos. Fueron hacia ellos doce soldados disparando arcabuces, y los indios se defendieron de tal suerte, que peleando ellos y otros que fueron en su ayuda, mataron a cuatro soldados, aunque después los vencieron, y castigaron a algunos. Luego los españoles llegaron a un valle bien poblado de indios, a veinte leguas de Valdivia, llamado Maguey, y desde allí se volvió a Concepción, no habiendo tenido más provecho su viaje". Total que tampoco pudieron encontrar por tierra una salida al Atlántico.

     La mayor preocupación de Valdivia era que los indios se rebelasen, y, por ello, le pareció necesario establecer un nuevo poblado entre Concepción y La Imperial: "Con esa intención, mandó a algunos españoles que se trasladasen, y comenzaran a hacer allí sus casas. También envió a algunos hombres prácticos en sacar oro y en descubrirlo donde lo hay. Estos entraron tierra adentro y hallaron algunos ríos que lo tenían, de donde sacaron en breves días mucha cantidad, habiendo granos tan grandes como nueces. También en aquel tiempo, junto a la ciudad de Concepción, se hallaron otras minas muy ricas, trabajando en unas y otras hasta ochocientos indios. Para seguridad de los españoles que en las minas andaban, Valdivia mandó hacer un fuerte. Estando en esta prosperidad grande, Valdivia, según me contaron los que estaban presentes, dijo: 'Desde ahora comienzo a ser señor'. Sin dar gracias al Creador de todo aquello, que ciertamente es increíble que un hombre de tan buen entendimiento dejase de dar gracias a Dios, pues, de ser un escudero, había prosperado tanto, que era señor". Marmolejo no se calla lo que siente, ni para bien ni para mal, aunque, en este caso, parece olvidar el meritorio historial de Valdivia casi desde su adolescencia.

     Tampoco es de extrañar que los nativos estuviesen hartos de los españoles: "En este tiempo, los indios, viendo cómo los hacían trabajar en hacer casas y sacar oro, cosas a las que no estaban acostumbrados, trataron secretamente de alzarse, y decidieron hacerlo, pues sabían que, si les saliese mal, bastaría volver a servir a Valdivia para que los perdonase". Tenían esa confianza los indios porque sabían que Valdivia ya había actuado así en otra ocasión. Y Marmolejo nos va a contar a qué se referían: "Estando Valdivia en la Concepción, envió al capitán genovés Bautista de Pastene con dos navíos para cargarlo de maíz. Llegado al puerto del Carnero, envió veinte soldados a tierra para coger maíz en las casas. Los indios se juntaron en gran número y pelearon con los españoles. Como venían más y más indios, apretaban a los cristianos de tal manera, que le convino al capitán Bautista, con ánimo de genovés, pues aquella nación es muy belicosa en cosas navales, acudir en su ayuda y retirarlos. Con harto trabajo, logró que embarcaran, pero quedando muertos seis soldados. Y  esto es lo que les tranquilizaba a los indios, pues decían que después Valdivia los había perdonado".

 

     (Imagen) Los indios, confiando en que los españoles solían perdonar a los arrepentidos, se atrevieron a rebelarse contra los trabajos excesivos que les imponían para sacar oro: "De hacerlo, se ocuparon los indios de la provincia de Tucapel, que es la gente más belicosa de aquellas tierras. Decidieron matar a la guarnición de cristianos que en el fuerte había, y para hacerlo, determinaron ir cargados de yerba como solían hacer, pero llevando sus armas entre ella metidas, porque así, una vez dentro del fuerte, las cogerían y los matarían repentinamente. En el fuerte estaban seis soldados con armas y caballos, pero con cuidado, porque, sabiendo que los indios iban a rebelarse, el que estaba por capitán, que era un soldado antiguo, vizcaíno de nación, llamado Martín de Ariza, mandó prender a los señores principales de aquella comarca. Los indios, viendo a sus caciques presos, se dieron más prisa, y llegaron al fuerte con la yerba. Los cristianos los dejaron entrar, y los indios tomaron las armas que escondían y arremetieron contra ellos, los cuales, con sus espadas y adargas, los echaron fuera a cuchilladas, quedando algunos muertos,  y ellos también heridos. Como los indios vieron descubierta su rebelión, se juntaron con otros muchos, y esperaron a los cristianos fuera del fuerte. El capitán Martín de Ariza salió a ellos con otros tres soldados a caballo y los desbarató muchas veces, pero quedando los españoles tan mal heridos, que dio orden de irse antes de que los indios viniesen y les pusiesen un cerco, pues, aunque Valdivia le había escrito a Martín Ariza que llegaría un día determinado, no quiso arriesgarse a poner su vida en peligro sin saber con certeza si iba a llegar en la fecha indicada. Y así, no pudiendo soportar esa incertidumbre en su ánimo, aquella noche desamparó el fuerte, y con una barreta de hierro mató a los caciques que tenía en prisión. Desde allí se fue al fuerte de Purén, situado a ocho leguas de distancia, y, a los que se ocupaban de su defensa, les dio aviso de lo que le había acaecido en Tucapel, para que estuviesen prevenidos de lo que podía ocurrir". Aclaremos algo que algunos querrán malinterpretar. Ha dicho el cronista que Ariza era 'vizcaíno de nación'. A ninguna de las dos palabras se le puede aplicar el sentido que se da ahora. Vizcaíno equivalía a 'vasco', por lo que Ariza bien pudo ser guipuzcoano o alavés. 'Nación' se aplicaba a otros pueblos 'españoles' diferentes a los castellanos, sobre todo si tenían, además del español, un idioma propio. La imagen muestra el acatamiento gustoso de los vascos a Fernando el Católico en 1476, después  de que él jurara el respeto a sus fueros.




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