(1113) Pedro de Valdivia estuvo a punto de
perder lo que tanto deseaba y ya parecía conseguido: "Después de que
Valdivia hubo alcanzado la merced que pretendía, pidió licencia al licenciado
Gasca para irse, el cual se la dio con cédula y título de gobernador de Chile.
También le dio a algunos que iban con el castigo de desterrados de Perú a
Castilla, para que los llevase a Chile, y a otros que estaban en la cárcel porque
habían sido secuaces de Gonzalo Pizarro, conmutándoles así sus penas. Al tiempo
que Valdivia llegó con ellos a Arica, donde pensaba preparar las cosas para su
viaje a Chile, le enviaron a Pedro de la Gasca, que estaba en Lima, muchas
quejas sobre él desde varios sitios, diciendo que iba en rebeldía contra el rey,
pues los que iban con él robaban a los indios y los apresaban, y que a los
españoles que topaban por el camino les quitaban sus haciendas, lo cual los
consentía Valdivia. Como esto indignó en tanta manera al presidente La Gasca,
mandó luego al capitán Pedro de Hinojosa (van saliendo nombres de viejos
conocidos de las guerras civiles de Perú) que fuese tras de él y lo tomase
preso. Hinojosa lo alcanzó antes de que Valdivia saliese de Arica, y le explicó
las razones de su llegada. Valdivia le dijo que cumpliese con lo mandado. Aunque
algunos soldados suyos le dijeron que ellos podían ayudarle a continuar su
camino, los reprendió gravemente, mandó que los capitanes y soldados siguiesen
hacia Chile, y él se volvió preso a Lima con Hinojosa".
La situación era muy delicada: "Antes
de que Valdivia llegase, entre los asesores del presidente La Gasca había
varios pareceres, creyendo algunos que volvería, y otros que no. Estando en
esas dudas, llegó la noticia de que Hinojosa venía con Valdivia, por lo cual el
presidente La Gasca, viendo aquel nublado deshecho, recibió grandísimo placer,
y mandó que le diesen cárcel de acuerdo con la dignidad de su persona. A los
pocos días, conocida su humildad, y que era mentira lo que de él se había
dicho, teniendo, además, tan buenos amigos, en especial un caballero del Hábito
de Santiago llamado Alonso de Alvarado, mariscal del Perú, que había venido con
el presidente Gasca de Castilla y servido a su Majestad en aquella guerra, en breve le fue concedida licencia para irse".
Pero siguieron las emociones, porque
llegaron entonces los que habían sido estafados por Valdivia: "Parece que andaba
la fortuna jugando con él, ya que, cuando se preparaba para su viaje, llegaron
a Lima los que iban en una fragata tras él. Le presentaron su querella al
licenciado diciendo de Valdivia muchos males: Habían ido treinta hombres,
creyendo que, cuantos más fuesen, las quejas tendrían más fuerza, pero eran
poco prácticos en negocios, y no tuvieron con quién probar lo que decían,
porque el que llevaba las probanzas no las quiso presentar. Viéndose engañados,
y que Valdivia ya tenía el título de gobernador, procuraron reconciliarse con
él. Valdivia les prometió pagar todo el dinero que les había tomado, y que les
daría repartimientos de indios a todos, y les pidió que fuesen amigos de allí en
adelante. Confirmados en la amistad, le dio el presidente La Gasca a Valdivia
un navío en el que se embarcó". Pero recordemos que hubo alguien,
Francisco Pinel, que pagó un alto precio, porque, al menos a él, no le devolvió
los diez kilos de oro que le quitó, y, deprimido por su despreciativa y firme
negativa, se ahorcó. Puede que sea la anécdota más miserable de la vida de
Pedro de Valdivia.
(Imagen) Pedro de Valdivia logró convencer
en Lima al gran Pedro de la Gasca para que, en nombre de Carlos V, le
confirmara el título de Gobernador de Chile, donde las campañas siempre fueron
duras y sangrientas. Vuelto a territorio chileno, le esperaba otra catástrofe:
"Llegó navegando a la ciudad de la Serena (fundada 5 años antes, como
ya vimos, por Juan Bohón), y mandó bajar a tierra a algunos hombres para que
fuesen a la ciudad y diesen aviso al pueblo de su llegada. Estos soldados
llegaron a la ciudad y no hallaron gente alguna, pues pocos días antes los
indios comarcanos, se concertaron todos, y una mañana, entrando en la ciudad
repartidos, fueron a las casas de los vecinos, pues las conocían bien, y los
llamaron a gritos. Los españoles salieron a las calles, y, antes de que se
juntasen, y sin poder preparar cosa alguna en su defensa, los mataron a todos,
no escapando más que un pobre hombre metido en un horno. Este llevó la noticia
a la ciudad de Santiago, escondiéndose de día y caminando de noche (uno de
los fallecidos fue el capitán Juan Bohón). Visto por Valdivia que no tenía sentido
detenerse allí, navegó hasta el puerto de Santiago, y, llegado, vinieron a verle
los amigos que en la ciudad tenía". El cronista hace luego alusión a un
conflicto surgido entonces en Santiago, pero que se resolverá siete años
después. Así como Valdivia llegó en barco, estaba ya en Santiago la tropa que
había enviado por tierra desde Perú cuando él se demoró para dar explicaciones
a Pedro de la Gasca: "En este mismo tiempo, entre la gente que vino por
tierra, había dos capitanes, Juan Jufré
y Francisco de Ulloa, a los que Valdivia había confiado sus soldados, y
entraron en discordia sobre asuntos del mando y otras cosas. El capitán Juan
Jufré le ganó la iniciativa al capitán Francisco de Ulloa, y lo trajo consigo
preso. Después, hubo entre ellos un largo pleito hasta que vino por gobernador
de Chile don García de Mendoza, quien, estando al corriente de la cuestión, se
la confió a un nuevo letrado. Era el licenciado Hernando de Santillán, y dictó
sentencia condenando al capitán Juan Jufré a que devolviese a Francisco de
Ulloa cierta cantidad de dineros en compensación de las cosas que le quitaron
los soldados que consigo llevaba". Veremos enseguida que Pedro de Valdivia
se va a lanzar hacia el sur, fundará en 1550 la ciudad de Concepción, y tendrá
unos temibles enemigos: los araucanos.
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