jueves, 16 de septiembre de 2021

(1523) Cuando ya se iba a Chile Pedro de Valdivia como flamante gobernador, tuvo graves denuncias que luego se resolvieron. En Chile encontró arrasada por los indios la ciudad de La Serena, y un conflicto entre dos capitanes.

 

     (1113) Pedro de Valdivia estuvo a punto de perder lo que tanto deseaba y ya parecía conseguido: "Después de que Valdivia hubo alcanzado la merced que pretendía, pidió licencia al licenciado Gasca para irse, el cual se la dio con cédula y título de gobernador de Chile. También le dio a algunos que iban con el castigo de desterrados de Perú a Castilla, para que los llevase a Chile, y a otros que estaban en la cárcel porque habían sido secuaces de Gonzalo Pizarro, conmutándoles así sus penas. Al tiempo que Valdivia llegó con ellos a Arica, donde pensaba preparar las cosas para su viaje a Chile, le enviaron a Pedro de la Gasca, que estaba en Lima, muchas quejas sobre él desde varios sitios, diciendo que iba en rebeldía contra el rey, pues los que iban con él robaban a los indios y los apresaban, y que a los españoles que topaban por el camino les quitaban sus haciendas, lo cual los consentía Valdivia. Como esto indignó en tanta manera al presidente La Gasca, mandó luego al capitán Pedro de Hinojosa (van saliendo nombres de viejos conocidos de las guerras civiles de Perú) que fuese tras de él y lo tomase preso. Hinojosa lo alcanzó antes de que Valdivia saliese de Arica, y le explicó las razones de su llegada. Valdivia le dijo que cumpliese con lo mandado. Aunque algunos soldados suyos le dijeron que ellos podían ayudarle a continuar su camino, los reprendió gravemente, mandó que los capitanes y soldados siguiesen hacia Chile, y él se volvió preso a Lima con Hinojosa".

     La situación era muy delicada: "Antes de que Valdivia llegase, entre los asesores del presidente La Gasca había varios pareceres, creyendo algunos que volvería, y otros que no. Estando en esas dudas, llegó la noticia de que Hinojosa venía con Valdivia, por lo cual el presidente La Gasca, viendo aquel nublado deshecho, recibió grandísimo placer, y mandó que le diesen cárcel de acuerdo con la dignidad de su persona. A los pocos días, conocida su humildad, y que era mentira lo que de él se había dicho, teniendo, además, tan buenos amigos, en especial un caballero del Hábito de Santiago llamado Alonso de Alvarado, mariscal del Perú, que había venido con el presidente Gasca de Castilla y servido a su Majestad en aquella guerra,  en breve le fue concedida licencia para irse".

     Pero siguieron las emociones, porque llegaron entonces los que habían sido estafados por Valdivia: "Parece que andaba la fortuna jugando con él, ya que, cuando se preparaba para su viaje, llegaron a Lima los que iban en una fragata tras él. Le presentaron su querella al licenciado diciendo de Valdivia muchos males: Habían ido treinta hombres, creyendo que, cuantos más fuesen, las quejas tendrían más fuerza, pero eran poco prácticos en negocios, y no tuvieron con quién probar lo que decían, porque el que llevaba las probanzas no las quiso presentar. Viéndose engañados, y que Valdivia ya tenía el título de gobernador, procuraron reconciliarse con él. Valdivia les prometió pagar todo el dinero que les había tomado, y que les daría repartimientos de indios a todos, y les pidió que fuesen amigos de allí en adelante. Confirmados en la amistad, le dio el presidente La Gasca a Valdivia un navío en el que se embarcó". Pero recordemos que hubo alguien, Francisco Pinel, que pagó un alto precio, porque, al menos a él, no le devolvió los diez kilos de oro que le quitó, y, deprimido por su despreciativa y firme negativa, se ahorcó. Puede que sea la anécdota más miserable de la vida de Pedro de Valdivia.

 

     (Imagen) Pedro de Valdivia logró convencer en Lima al gran Pedro de la Gasca para que, en nombre de Carlos V, le confirmara el título de Gobernador de Chile, donde las campañas siempre fueron duras y sangrientas. Vuelto a territorio chileno, le esperaba otra catástrofe: "Llegó navegando a la ciudad de la Serena (fundada 5 años antes, como ya vimos, por Juan Bohón), y mandó bajar a tierra a algunos hombres para que fuesen a la ciudad y diesen aviso al pueblo de su llegada. Estos soldados llegaron a la ciudad y no hallaron gente alguna, pues pocos días antes los indios comarcanos, se concertaron todos, y una mañana, entrando en la ciudad repartidos, fueron a las casas de los vecinos, pues las conocían bien, y los llamaron a gritos. Los españoles salieron a las calles, y, antes de que se juntasen, y sin poder preparar cosa alguna en su defensa, los mataron a todos, no escapando más que un pobre hombre metido en un horno. Este llevó la noticia a la ciudad de Santiago, escondiéndose de día y caminando de noche (uno de los fallecidos fue el capitán Juan Bohón). Visto por Valdivia que no tenía sentido detenerse allí, navegó hasta el puerto de Santiago, y, llegado, vinieron a verle los amigos que en la ciudad tenía". El cronista hace luego alusión a un conflicto surgido entonces en Santiago, pero que se resolverá siete años después. Así como Valdivia llegó en barco, estaba ya en Santiago la tropa que había enviado por tierra desde Perú cuando él se demoró para dar explicaciones a Pedro de la Gasca: "En este mismo tiempo, entre la gente que vino por tierra, había  dos capitanes, Juan Jufré y Francisco de Ulloa, a los que Valdivia había confiado sus soldados, y entraron en discordia sobre asuntos del mando y otras cosas. El capitán Juan Jufré le ganó la iniciativa al capitán Francisco de Ulloa, y lo trajo consigo preso. Después, hubo entre ellos un largo pleito hasta que vino por gobernador de Chile don García de Mendoza, quien, estando al corriente de la cuestión, se la confió a un nuevo letrado. Era el licenciado Hernando de Santillán, y dictó sentencia condenando al capitán Juan Jufré a que devolviese a Francisco de Ulloa cierta cantidad de dineros en compensación de las cosas que le quitaron los soldados que consigo llevaba". Veremos enseguida que Pedro de Valdivia se va a lanzar hacia el sur, fundará en 1550 la ciudad de Concepción, y tendrá unos temibles enemigos: los araucanos.




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