(1099) Las críticas del cronista y
escribano público Pedro Hernández contra Domingo de Irala, los funcionarios del
Rey y sus cómplices siguen siendo muy duras. Sin que podamos contrastarlas con
otras opiniones, hay algo que le inclina a uno a pensar que, aunque fueran
exageradas, la razón estaba de parte de Cabeza de Vaca, entre otras cosas,
porque había sido destituido violentamente, y sin haberle informado previamente
de nada al emperador Carlos V. Hay también detalles que animan a tener esa
opinión, como el hecho de que uno de los 'golpistas' mencionados haya sido el
valenciano Jaime Rasquín, de quien, en su día, vi pruebas de su mala catadura
moral, de lo que, en breve, haré un amplio comentario porque las recogí en la
biografía que escribí hace años sobre Sancho Ortiz de Matienzo, doctor en
leyes, canónigo de Sevilla y tesorero de la Casa de Contratación de las Indias,
radicada en la misma ciudad.
Lo que cuenta el cronista estaba
absolutamente prohibido en las Indias: "Para ganarse los oficiales y
Domingo de Irala a los indios, les dieron licencia para que matasen y comiesen
a sus indios enemigos, y muchos de ellos eran cristianos recientemente
convertidos, cosa tan en contra del servicio a Dios y a Su Majestad, y tan
aborrecible a todos cuantos lo supieron. Y, además, les decían a los indios que el gobernador
era malo, que por eso no les consentía matar y comer a sus enemigos, y que por
esta causa lo tenían preso. Pero, viendo los oficiales y Domingo de Irala que,
con todo lo que ellos hacían, no cesaban los alborotos y escándalos, acordaron
sacar de la provincia al gobernador, aunque los mismos que lo decidieron se
quisieron quedar allí y no venir a España, pues, con sólo echarle de la tierra
con algunos de sus amigos se contentaron".
El plan de llevar a Cabeza de Vaca a España
va a generar una protesta en los dos bandos que había en la ciudad. Los amigos
de los oficiales y de Domingo de Irala, por el modo de querer hacerlo, y, los
partidarios del gobernador, por intentar llevarlo a cabo: "Lo cual molestó mucho a sus cómplices, y
entre ellos hubo muy gran escándalo, diciendo que los oficiales habían afirmado
que tenían derecho a prenderle, pero habían prometido que irían con el
gobernador a explicarle todo a Su Majestad. Por ello, les exigían que fueran a España, aunque
no quisiesen, a dar cuenta de lo que habían hecho. Y, por esa protesta, tuvieron que ponerse de
acuerdo para que dos de los oficiales partiesen con el gobernador, y los otros
dos se quedasen en Asunción. Con el fin llevarlo a cabo, prepararon uno de los
bergantines que el gobernador había hecho, y, cuando se supo, hubo muy grandes alborotos por el gran
descontento que la gente tenía al ver que querían llevarse al gobernador fuera
de Río de la Plata. Entonces los oficiales acordaron prender a los que eran seguidos
por la gente en su protesta, pero no osaron
hacerlo. Además, por petición del gobernador, al cual le habían pedido
que calmase a la gente, dieron su
palabra de no sacarle de la prisión, y prometieron no prender a nadie y que
soltarían a los que tenían presos. Como hacía tanto tiempo que tenían preso al
gobernador en la cárcel (unos once meses) y ninguna persona le había
visto, muchos recelaban de que le hubiesen matado secretamente, y pedían que
dejasen entrar a dos religiosos y dos caballeros para que le viesen y pudiesen
certificar a la gente que estaba vivo. Los
oficiales prometieron hacerlo tres o cuatro días antes de que lo embarcasen, pero
no lo cumplieron".
(Imagen) Luego llegó la pelea burocrática,
como hacen los políticos peleones y retorcidos. Había sido mucha osadía
destituir y apresar a Cabeza de Vaca, el gobernador de Río de la Plata nombrado
por Carlos V. Los autores decidieron llevarlo preso a España para justificar
ante el emperador su actuación: "Cuando esto pasó, los funcionarios reales
prepararon muchos escritos contra el gobernador, y, para acusarle de delitos,
escribieron cosas que nunca pasaron. Por su parte, los amigos del gobernador
ocultaron, en un hueco del bergantín en el que lo iban a llevar a España, una
información general que el gobernador había hecho para enviar a Su Majestad".
Después el veedor Alonso Cabrera y el factor Pedro Dorantes se encargaron de trasladar
al gobernador al bergantín sin dejar que fuera visto, a pesar de que lo habían
prometido. Cabeza de Vaca, al ver que lo llevaban, les dijo algo que tiene
importancia para opinar sobre el papel que tuvo en aquel drama un personaje
histórico: "Señores, sed testigos que dejo por mi lugarteniente de
gobernador al capitán JUAN SALAZAR DE ESPINOSA, para que por mí, y en nombre de
Su Majestad, tenga esta tierra en paz y justicia hasta que Su Majestad provea
lo que más servido sea". Sin embargo, el cronista Pedro Hernández va a
poner en duda (a mi entender, injustamente) la fidelidad de Salazar.
Según cuenta, estas palabras le sacaron de quicio al teniente de tesorero Garci
Venegas: "Arremetió contra el gobernador con mucha furia, le puso el puñal
en la sien, le hizo una herida pequeña y le dio tal empujón a él y a los que lo
tenían sujeto, que cayeron todos al suelo, pero pudieron llevarlo a toda prisa
al bergantín, que se puso en marcha río abajo. Dos días después, Domingo de
Irala, el contador Felipe de Cáceres y el factor Pedro Dorantes fueron a la
casa del capitán Juan de Salazar, lo prendieron a él y a Pedro de Estopiñán
Cabeza de Vaca, fueron río abajo hasta alcanzar el bergantín en que estaba el gobernador,
y con él vinieron presos a Castilla. Si el capitán Salazar hubiese querido, el
gobernador no habría sido apresado, ni traído a Castilla, pero, como quedaba en
el puesto de teniente del gobernador, lo disimuló todo". Lo que el
cronista le exige a JUAN DE SALAZAR DE ESPINOSA DE LOS MONTEROS parece un
imposible, porque lo único que habría conseguido es que Domingo de lrala y sus
compinches le cortaran la cabeza. (Le debía este comentario a mi casi paisano Juan de Salazar, natural de
Espinosa de los Monteros-Burgos).
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