(1485)
La redacción del cronista fay Pedro Simón suele resultar algo confusa, y
la estoy resumiendo a lo esencial. Pero lo que dice ahora necesita solo un
ligero orden y explica muy gráficamente cómo Pedro de Ursúa no pudo resistir
más sus deseos de ir al Amazonas: “Ursúa tenía muchas ganas de salir de aquel
territorio, demasiado estrecho para la grandeza de su corazón, e ir a buscar las
tierras de El Dorado, donde se prometía lo que a muchos les ha resultado tan decepcionante:
grandes riquezas y hazañas en tierras donde solo se ha hallado el eco, sonido
de aire mal formado. Decidió, por fin, después de haber logrado buenos
resultados en las luchas para vencer y pacificar a los indios muzos, que ya tenía
cumplido lo que le exigieron en la Real Audiencia, y que no le podrían negar el
permiso para ir al Amazonas, como le habían prometido los Oidores”. Sin
embargo, la población quería que Pedro de Ursúa y sus hombres no abandonaran la
ciudad de Tudela, escenario principal de los horribles ataques de los muzos, y los
vecinos quisieron impedírselo con amables ruegos, o, incluso, recurriendo a
órdenes judiciales, puesto que estaba en juego el servicio a Dios y al Rey, así
como la subsistencia del poblado. Sigamos con el cronista: “Los de la ciudad
sabían que, si se ausentaban Ursúa y sus hombres, no podrían vivir en paz,
porque los indios rebeldes volverían a atacar pasados algunos días, de manera
que habría sido en balde lo mucho que hasta entonces habían trabajado.
Utilizaron con Ursúa estas y otras muchas razones para que retrasara el momento
de su partida, pero dejó el gobierno de la ciudad de Tudela en manos de los
jueces ordinarios, y se fue a la de
Santa Fe con los mejores soldados que tenía, también muy deseosos de hacerlo. Si
estos hubiesen seguido allí, no se habría visto la ciudad tan desamparada, pero,
con la salida de tantos, quedó como un cuerpo sin alma, pues los que permanecieron
no eran nada frente a los muchos y brutales indios que los rodeaban. Y así, en
cuanto partió Ursúa con sus hombres, los indios muzos fueron conscientes de la debilidad en que dejaban la ciudad de
Tudela”. Los indios se aprovecharon de inmediato de lo que era una gran ocasión para su
revancha. Abucheaban sin descanso a los vecinos desde las lomas próximas a
Tudela, insultando también a los indios amigos de los españoles, los muiscas.
Con el cerco que pusieron los muzos a la
ciudad, llegó a tal extremo el hambre que se padecía, que los españoles
tuvieron que tomar la sensata decisión
de abandonarla. Decidieron realizarlo una noche en silencio y aprovechando
la oscuridad. Consiguieron hacerlo, pero no tardaron mucho los indios en
presentarse en la abandonada ciudad de Tudela y prenderle fuego, sin renunciar
después a perseguir a los huidos.
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