domingo, 20 de noviembre de 2022

(1885) Sin duda, Pedro de Ursúa luchó meritoriamente contra los muzos, pero, ansioso por ir al Amazonas, dejó indefensos a los vecinos de Tudela, los cuales, como temían, tuvieron que abandonar la ciudad por los ataques indios.

 

     (1485)  La redacción del cronista fay Pedro Simón suele resultar algo confusa, y la estoy resumiendo a lo esencial. Pero lo que dice ahora necesita solo un ligero orden y explica muy gráficamente cómo Pedro de Ursúa no pudo resistir más sus deseos de ir al Amazonas: “Ursúa tenía muchas ganas de salir de aquel territorio, demasiado estrecho para la grandeza de su corazón, e ir a buscar las tierras de El Dorado, donde se prometía lo que a muchos les ha resultado tan decepcionante: grandes riquezas y hazañas en tierras donde solo se ha hallado el eco, sonido de aire mal formado. Decidió, por fin, después de haber logrado buenos resultados en las luchas para vencer y pacificar a los indios muzos, que ya tenía cumplido lo que le exigieron en la Real Audiencia, y que no le podrían negar el permiso para ir al Amazonas, como le habían prometido los Oidores”. Sin embargo, la población quería que Pedro de Ursúa y sus hombres no abandonaran la ciudad de Tudela, escenario principal de los horribles ataques de los muzos, y los vecinos quisieron impedírselo con amables ruegos, o, incluso, recurriendo a órdenes judiciales, puesto que estaba en juego el servicio a Dios y al Rey, así como la subsistencia del poblado. Sigamos con el cronista: “Los de la ciudad sabían que, si se ausentaban Ursúa y sus hombres, no podrían vivir en paz, porque los indios rebeldes volverían a atacar pasados algunos días, de manera que habría sido en balde lo mucho que hasta entonces habían trabajado. Utilizaron con Ursúa estas y otras muchas razones para que retrasara el momento de su partida, pero dejó el gobierno de la ciudad de Tudela en manos de los jueces ordinarios,  y se fue a la de Santa Fe con los mejores soldados que tenía, también muy deseosos de hacerlo. Si estos hubiesen seguido allí, no se habría visto la ciudad tan desamparada, pero, con la salida de tantos, quedó como un cuerpo sin alma, pues los que permanecieron no eran nada frente a los muchos y brutales indios que los rodeaban. Y así, en cuanto partió Ursúa con sus hombres, los  indios muzos fueron conscientes de  la debilidad en que dejaban la ciudad de Tudela”. Los indios se aprovecharon de inmediato  de lo que era una gran ocasión para su revancha. Abucheaban sin descanso a los vecinos desde las lomas próximas a Tudela, insultando también a los indios amigos de los españoles, los muiscas. Con el cerco que pusieron los muzos a  la ciudad, llegó a tal extremo el hambre que se padecía, que los españoles tuvieron que tomar la sensata decisión  de abandonarla. Decidieron realizarlo una noche en silencio y aprovechando la oscuridad. Consiguieron hacerlo, pero no tardaron mucho los indios en presentarse en la abandonada ciudad de Tudela y prenderle fuego, sin renunciar después a perseguir a los huidos.




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