(1480) Los mitos sobre la existencia de
fabulosos tesoros tenían tal atractivo, que se repetían los intentos a pesar de
los fracasos. El río Amazonas fue en ese sentido el origen de trágicas experiencias.
Hacía ya años que Gonzalo Pizarro volvió destrozado por aquella devoradora
naturaleza, y se encontró a la vuelta con que habían asesinado a su hermano
Francisco Pizarro. También fue un fiasco un viaje posterior de Hernán Pérez de
Quesada, hermano de Gonzalo Jiménez de Quesada. Lo había intentado en compañía
de Lope Montalvo, y cuando este preparaba otro viaje, le quitó el mando Pedro
de Ursúa, recién nombrado Gobernador por su tío, Díaz de Armendáriz. También
Ursúa tenía la intención de aventurarse por el Amazonas, pero había otros
planes prioritarios. (Años después, consiguió ir al mando de una tropa numerosa
descendiendo por el Amazonas, pero llevaba consigo un demonio que le quitó la
vida: Lope de Aguirre). Desechada, pues, ahora, la expedición del río Amazonas,
Pedro de Ursúa utilizó sus energías y su valor para otra campaña. Con la
conformidad de Armendáriz, su tío, se preparó para ir de conquista hacia el
territorio de las Sierras Nevadas (cordillera oriental de Los Andes
Colombianos), de las que se tenían prometedoras noticias sobre la existencia de
oro en sus ríos, lo cual había sido confirmado después por el Teniente Ortún
Velasco. Ya avanzado el año 1548, partieron para esa campaña los dos juntos,
Pedro de Ursúa y Ortún Velasco. Nos dice el cronista: “Habiendo pasado el río
de Sogamoso, se separaron Ortún Velasco y Ursúa para territorios distintos,
tocándoles parecidos sufrimientos por el clima y por los ataques de los indios.
Luego se juntaron todos donde los indios chitareros, se comunicaron ambos el
número de indios que habían conseguido someter, vieron que eran suficientes
para que sustentaran un pueblo de españoles que los fueran reduciendo a la fe
católica y a la obediencia de su Rey de Castilla, y se determinó que, en un
valle al que llamaron del Espíritu Santo, coronado de altas sierras, llano y de
buenas aguas, se poblase allí una ciudad. Así se hizo, y Pedro de Ursúa, que
era quien mandaba en todo el ejército, le puso a la ciudad el nombre de
Pamplona, en homenaje a la otra ciudad de Pamplona de Navarra, por estar junto
al pueblo en el que nació Ursúa. La nueva ciudad se encuentra a sesenta leguas de
la de Santa Fe de Bogotá, y se fundó el día primero de noviembre del año 1549.
Pedro de Ursúa nombró de inmediato los 2 alcaldes y los 9 regidores
preceptivos. Dividió el terreno en 132 solares para repartirlos entre 136 vecinos,
los primeros pobladores de esta ciudad, que sigue permaneciendo en el mismo
sitio desde que se fundó”. Eso dice fray Pedro hacia el año 1620. Lo que no
sabía es que continúa muy vigorosa y en el mismo sitio.
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