viernes, 13 de noviembre de 2020

(Día 1265) A la hora de escoger el capitán general de su ejército, los oidores decidieron nombrar a dos, y uno de ellos fue, sorprendentemente, el arzobispo de Lima, fray Jerónimo de Loaysa.

 

     (855) El cronista sigue señalando los nombramientos que hicieron los oidores. Los capitanes de infantería fueron Rodrigo Niño, Luis de Ávalos, Diego López de Zúñiga, Lope Martín, portugués, Antonio de Luján y Baltasar Velázquez. El alférez General fue Lope de Zuazo. Pedro de Zárate y Alonso de Zárate sustituyeron a los que renunciaron a su puesto en caballería. Francisco de Piña tomó el de sargento mayor, y a Nicolás de Ribera el Mozo le hicieron los oidores capitán de su guardia del Sello Real. Hubo mucha rivalidad entre tres candidatos para ocupar el cargo de capitán general. Uno de ellos era el licenciado y oidor Santillán, muy bien visto por los oidores de la Audiencia Real. Otro, el doctor, y  también oidor, Sarabia, que se llevaba bastante mal con su colega. Pero había un tercero realmente sorprendente, al que el cargo le vendría, nunca mejor dicho, tan mal como a un santo dos pistolas: "Lo pretendía también el arzobispo de Lima, Don Jerónimo de Loaysa. No se supo por qué  deseaba ser capitán general de cristianos para hacer la guerra a otros cristianos. Los soldados decían que mejor estaba en su iglesia orando por la paz de todos, y por la conversión de los indios". Los oidores estuvieron algunos días confusos, sin inclinarse por ninguna de las partes, y, finalmente, adoptaron una decisión salomónica y de urgencia, porque el tiempo apremiaba. Descartaron al doctor Sarabia, que parecía el menos empeñado en conseguir el mando, y, en lugar de uno, nombraron dos capitanes  generales, el arzobispo y el otro oidor, el licenciado Santillán.

     En aquellos  momentos les llegaron a los oidores cartas desde el Cuzco en las que les comunicaban que varios vecinos escapaban hacia Lima para unirse a las fuerzas leales al Rey, pero, en lugar de alegrarse, se preocuparon, por temor a que en el grupo hubiera algunos rebeldes camuflados. Pensaron en impedirles la entrada en Lima, pero desecharon esa desconfianza, e incluso temieron que, de hacerlo, todos aquellos prófugos se volvieran irritados al Cuzco. Así que les enviaron un mensaje dándoles la bienvenida: "Y los vecinos del Cuzco llegaron a Lima, donde fueron muy bien recibidos y acariciados, como lo merecían". Con rapidez también, los oidores hicieron un llamamiento general: "Avisaron a todas las ciudades del Perú pidiendo que se preparasen para servir a Su Majestad contra Francisco Hernández Girón. Les remitieron los nombramientos de los capitanes que debían serlo en cada zona, mandando pregonar un perdón general para todos los que tenían culpas por su participación en las pasadas guerras con Gonzalo Pizarro y Don Sebastián de Castilla, con la condición de que se pusieran al servicio de Su Majestad, pues sabían que muchos de ellos se habían escondido entre los indios, sin osar vivir con los españoles. Entre otras provisiones, la primera fue vigilar el mar, apoderándose de él, y, para ello, ordenaron a Lope Martín que, con cuarenta hombres, se metiese en un galeón que había en el puerto. Y así lo hizo, pero duró pocos días en el puesto, ya que su condición era más colérica que flemática. Le sucedió en el cargo Jerónimo de Silva, el cual lo ejerció como soldado de mar y tierra, de manera que Lope Martín volvió a su puesto de infantería".

 

     (Imagen) FRAY JERÓNIMO DE LOAYSA Y GONZÁLEZ nació en Trujillo (Cáceres) en 1498. Habiendo ingresado en el convento de los dominicos de Córdoba el año 1521, y tras asumir responsabilidades dentro de su orden, se trasladó a las Indias en 1529. Volvió enfermo a España en 1531, y regresó en 1538 (tras ese largo tiempo sin duda bien aprovechado) ya como obispo de Cartagena de Indias. Allí se confirmaron sus dotes de organizador fundando el convento dominico e iniciando la construcción de la catedral. También debieron de influir en su ascenso sus relaciones familiares, ya que su tío,  fray García de Loaysa, figuraba como arzobispo de Sevilla (cuya catedral era la más importante, tras de la Toledo), general de la orden de los dominicos y (quizá lo más decisivo) presidente del Consejo de Indias, de manera que fray Jerónimo alcanzó la cumbre, pues en 1541 fue nombrado obispo de Lima (y cuatro años después, arzobispo). Era un hombre carismático, y jugó un papel muy importate tratando de mediar en las guerras civiles, en las que siempre mantuvo su lealtad a la Corona y una estrecha colaboración con Pedro de la Gasca. Cuando este partió para España, surgieron otras guerras civiles, también peligrosas, pero de menos importancia. Y ahora le acabamos de ver a Fray Jerónimo sorprendentemente empeñado (y consiguiéndolo) en que los oidores de Lima lo nombraran capitán general de las tropas que iban a luchar contra el rebelde Francisco Hernández Girón. Eran tiempos contradictorios y difíciles de entender, en los que el alto clero podía ostentar cargos políticos y militares. Pero, en general, no tomaban las armas, y se dedicaban solamente a la estrategia. Un caso típico fue el del mismo Pedro de la Gasca, que era clérigo y jefe supremo de las tropas, pero se alejaba del derramamiento de sangre, hasta el punto de que encargaba a otros los juicios que implicaban muerte o duros castigos. Si bien vemos que los soldados consideraban improcedente que Loaysa fuera capitán general, se debía a que se enfrentaban cristianos contra cristianos, por lo que comentaban que debía dedicarse a rezar por la paz de todos ellos. Tras una carrera llena de ambiciones y, también, de preocupaciones pastorales y evangélicas, FRAN JERÓNIMO DE LOAYSA murió en Lima el año 1575, en cuya catedral permanece enterrado.




No hay comentarios:

Publicar un comentario