martes, 10 de noviembre de 2020

(Día 1262) El cronista Palentino decía que Pedro Luis de Cabrera y Figueroa pensaba unirse al rebelde Girón. Pero Inca Garcilaso lo niega, porque Pedro Luis no podía batallar, ya que era el hombre más grueso que había conocido. Quedó libre, con apuros, el corregidor Gil Ramírez Dávalos.

 

     (852) Inca Garcilaso afirma que no tenía sentido la versión del Palentino, ya que, en lo que menos podía pensar Don Pedro Luis de Cabrera (y Figueroa), era en aventuras de rebeldía militar: "Fue el hombre más grueso que he conocido, particularmente del vientre. Como prueba diré que, dos años después de la batalla de Jaquijaguana, un esclavo negro de mi padre, que era buen sastre, le hacía un coleto (vestidura de piel que cubría hasta la cintura), y, cuando estaba ya a punto, entramos cuatro muchachos de unos diez años, y, viéndolo tan ancho, nos metimos todos en él, como muchachos traviesos, y aun había sitio para otro muchacho. Además, no podía andar a caballo en silla jineta por su mucho vientre, sino solo a la  brida. Y, aunque en la guerra contra Gonzalo Pizarro, fue capitán de caballos, se lo concedió Pedro de la Gasca por ser uno de los que le habían entregado su armada, pues por lo mismo le premió después con un aventajado repartimiento de indios. Era también el hombre más aficionado a comer, y muy divertido con los cuentos graciosísimos que solía inventar. Teníamos parentesco, porque su madre, Doña Elena de Figueroa, pertenecía al linaje de los Feria, y él a mí siempre me llamaba sobrino. Por todo lo cual, afirmo que estaba muy lejos de unirse a la rebeldía de Francisco Hernández Girón, ni tenía razones para hacerlo, porque disfrutaba de todo el bienestar y el descanso que podía desear. Los mensajeros que envió al Cuzco fueron a enterarse de cómo había sido el levantamiento de Girón, y de todo lo que después había sucedido. Y, para que no despertaran sospechas en el Cuzco, les entregó cartas para Girón, pudiendo volver después con algunas respuestas suyas.

     Así que, sin problemas, pudieron seguir su escapada: "Don Pedro tenía muy seguro el camino para ir a Lima, porque, habiendo quemado ya los puentes del río Apurimac los encargados de hacerlo, no podían atravesarlo los enemigos, de manera que él y los que le acompañaban, con las noticias que deseaban saber, se fueron hacia allá haciendo burla de los traidores". Por su parte, Francisco Hernández Girón decidió algo nada frecuente en aquellas guerras dadas a la violencia ciega: "Le ordenó a Juan de Piedrahita que, con una docena de arcabuceros, llevase al corregidor Gil Ramírez Dávalos, no por el camino de Lima, sino por el de Arequipa, y le dijo que, cuando estuviesen a cuarenta leguas del Cuzco, lo dejase libre para que fuera donde quisiese. Este viaje de Piedrahita fue más de cuarenta días después de lo que hemos contado de Don Pedro de Cabrera, y el enviar al corregidor por Arequipa era para que no llegase demasiado pronto a Lima, ni cómodamente acompañado por Don Pedro y los que iban con él. Por todo lo cual se ve claro que la información que le dieron al Palentino fue la del vulgo, que, en su mayor parte, habla cada uno lo que oye a otros que no lo vieron, y no lo que pasa de verdad". Es posible que  también Inca Garcilaso haya 'patinado' en un detalle importante. Parece bastante verosímil lo que, como vimos, contaba el corregidor Gil Ramírez Dávalos, en su expediente de  méritos y servicios, respecto a cómo quedó libre en esta aventura. Según él, no lo soltó Juan de Piedrahita como a pájaro volador, sino que, primeramente, mientras estuvo preso en el Cuzco, hasta cuatro veces corrió peligro de que lo mataran, y, cuando lo llevaban hacia Arequipa, también quisieron matarlo porque trató de convencer a algunos de la tropa para que abandonaran su rebeldía, pero se salvó escapando, y llegó a Lima.

 

     (Imagen) Nos acaba de hablar el cronista del gordo y charlatán Pedro Luis de Cabrera. Ya sabíamos que era hermano de Jerónimo Luis de Cabrera (al que también le dediqué una imagen), pero he tropezado con unos datos que aclaran la complicada situación familiar que tuvieron. Los dos partieron de España hacia el Perú el año 1538, y en el registro (el de la imagen) figuran como vecinos de Sevilla e hijos de Miguel Jerónimo de Cabrera, Caballero de la Orden de Santiago, y de Doña Elena de Figueroa. Pero había una trastienda familiar muy complicada. Jerónimo no era hijo de Doña Elena, sino de una amante de su marido, María de Toledo. El asunto tiene un fondo triste, pero también muy romántico. María, mujer apasionada, se había casado, sin duda enamorada, aunque contra la voluntad de sus linajudos padres, con un calderero. Pero el flechazo fulminante fue el que tuvieron ella y el también casado Miguel Jerónimo de Cabrera, entonces padre de un solo hijo, Pedro Luis. Fue tal el escándalo, que sufrieron críticas, denuncias, el embargo de los bienes de Miguel Jerónimo y su expulsión de la orden de Santiago, por lo que decidieron huir a Portugal. Tuvieron varios hijos, siendo el primero Jerónimo Luis, aunque en el registro de embarque conste como hijo de Elena. Cuando esta y el calderero fallecieron, Miguel Jerónimo y María regularizaron su situación, casándose y legitimando a los hijos que habían tenido, en gran parte gracias a las súplicas que la propia María le dirigió al Rey. Pero siguieron las ambigüedades. En 1546, poco antes de morir Miguel Jerónimo en Sevilla (ya tenía 71 años), hizo testamento, y en él solo figura como esposa suya Doña Elena de Figueroa, quizá por conveniencias legales y hereditarias de un mayorazgo que provocó  un larguísimo pleito. Doce años después, en 1558, María de Toledo, partió para las Indias con un hijo y una hija, figurando oficialmente como viuda de Miguel Jerónimo. Esto dice el registro: "Doña María de Toledo, mujer del Comendador que fue Miguel Jerónimo de Cabrera, viuda, vecina y natural de Sevilla, hija de Francisco de Toledo y de doña Catalina, con doña Nicolasa y don Juan de Cabrera, sus hijos; van al Perú". Recordemos que ya vimos lo que ocurrió: el barco naufragó teniendo aún a la vista la costa española, y, entre otros muchos, se ahogaron DOÑA MARÍA DE TOLEDO y sus hijos.






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