(819) Inca Garcilaso nos remite a las
nefastas consecuencias que tuvo el excesivo rigor del virrey Blasco Núñez Vela:
"La áspera condición del virrey causó el levantamiento de todo el imperio
del Perú, y la muerte del mismo virrey y otras muchas de españoles. Dado que el
presidente La Gasca llevó la revocación de las ordenanzas, y mediante ella, y
con su buena maña y diligencia, ganó todo el imperio, y se lo restituyó al
emperador, no era justo, para el Rey ni para el presidente, hacer innovaciones
sobre las ordenanzas, especialmente esta de anular el servicio personal de los
indios, que fue una de las más aborrecidas, y así, La Gasca no quiso que se
ejecutase sin que Su Majestad le oyese previamente de viva voz. Mas el Demonio,
por estorbar la paz de aquella tierra, nublaba la prudencia de los consejeros
reales para que no aconsejasen a su Príncipe (el futuro Felipe II) lo que convenía a la seguridad de su imperio,
sino lo contrario. Y así se verá en las guerras de Don Sebastián de Castilla y
de Francisco Hernández Girón, que sucedieron a las pasadas por la misma
causa".
Para aliviar tanta carga de problemas,
Inca Garcilaso intercala una anécdota que detalla excesivamente, con un sentido
del humor algo ingenuo, propio de aquellos tiempos. Lo resumiré. Se refiere a
un hecho que ya vimos de forma breve, y aporta detalles nuevos. Llegó a Lima
una carta de Hernando Niño (regidor de Toledo), en la que pedía que permitieran
a su hijo, Rodrigo Niño, ir a España para tomar posesión de un mayorazgo. Pedro
de la Gasca lo autorizó, pero debiendo llevar presos a 86 soldados de Gonzalo
Pizarro condenados a galeras. Todo fue bien hasta llegar a Panamá, pero, poco
más adelante, ya se le huyeron a Niño varios galeotes. Nos dice después el
cronista: "Embarcado con el resto, estando ya cerca de Cuba, les salió al
encuentro un navío de un corsario francés, que entonces no los había de otras
naciones, como hoy los hay". Por idea de Rodrigo Niño, el capitán del
barco, que no llevaba armas, se vistió de gala, se puso junto al palo mayor,
mandó que todos se escondieran, mientras cinco galeotes, que eran músicos, se
situaron en la popa a tocar solemnemente". Los piratas, asustados por cosa
tan extraña, cambiaron de rumbo y desaparecieron.
Pero, como era de esperar en un viaje tan
largo, y sin ayuda para retener a los galeotes, se le fue mermando el 'rebaño'
que llevaba. En La Habana se fugaron varios, así como en Cartagena de Indias y
en algunas islas del Caribe: "La huida fue de tal manera, que, cuando
llegó a Sanlúcar de Barrameda, no le quedaban más que 18 galeotes, y, de allí
al Arenal de Sevilla, huyeron otros 17. Con el único que le quedaba, fue a
entregarlo en la Casa de la Contratación, pero viendo que no había nadie por la
calle, lo dejó libre, aunque no sin darle antes tres puñaladas leves echándole
maldiciones. Luego entró en la Contratación para dar cuenta de los galeotes que
se le habían confiado, alegando como justificación de lo ocurrido que no le
hubiesen dado gente armada para retenerlos". Los jueces de la Casa de la
Contratación, con gran dureza, lo condenaron a seis años de destierro en Orán
como jinete de guerra, y a su costa, pero el príncipe Maximiliano de Austria,
que allí estaba como gobernador por ausencia de su tío Carlos V, por tener en
cuenta sus razones, y porque le cayeron simpáticos él y sus peripecias, lo dejó
libre.
(Imagen) No es de extrañar que, al
toledano Rodrigo Niño, que llevaba presos a España, sin ayuda, a 86 soldados
condenados a galeras, se le escaparan todos. Pedro de la Gasca comenta en su
informe del 14 de octubre de 1548 que solía ocurrir, y que no le importaba
demasiado, con tal de que desaparecieran de Perú: "El 27 de septiembre,
envié de aquí a Panamá algunos condenados a galeras, para que de allí se
enviasen a España. Fueron bien custodiados, pero, como el camino es largo, es
muy probable que muchos se escapen, por lo que creo que, de unos 130 que hasta
ahora se han enviado, no llegará a destino ni la mitad; no obstante, lo que más
importa es que, puesto que no se les ha condenado a ser ejecutados, se vacíe de
traidores esta tierra. Y esto se consigue embarcándolos hacia Panamá, porque, a
unos cuantos que se soltaron de los navíos y lograron desembarcar en esas
costas, se los ejecutó. Lo mismo se hará en Nicaragua, Guatemala o Nueva España
(México) con los que por allí
desembarcasen. Además, cuando partió de aquí el licenciado Ramírez, oidor de la
Audiencia de Los Confines (la de Guatemala),
llevó el propósito de procurar que se apresaran y castigaran a los que allá
intentasen huir, y él es un hombre diligente y deseoso del servicio a Su
Majestad". A La Gasca le resultaban
tan insoportables las quejas de quienes exigían ser premiados, que termina su
informe diciendo que ya no puede aguantar más en aquellas tierras, y lo
manifiesta con un tono de rebeldía: "Se atreven a hacerlo porque yo he
usado un trato amistoso con ellos. Por eso, hace falta que venga en breve una
persona a la que tengan el respeto que a mí me ha quitado la necesaria cercanía
que me he visto obligado a tener con cada uno de ellos. Suplico a vuestra
señoría (el presidente del Consejo de
Indias) que se lo pida a Su Majestad, porque, si, para cuando Hernando
Mejía viniese, no me dieran la licencia para ir a España, me vería obligado a
tomármela. Crea vuestra señoría que, puesto que ahora oso tan abiertamente
suplicarlo, me atreveré a hacerlo". El párrafo final es desafiante, pero
fue un amagar y no dar, puesto que aún tuvo que permanecer en las Indias
catorce meses. La imagen muestra el humilde homenaje que le han hecho en el
minúsculo pueblo en el que nació, Navarregadilla de Ávila.
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