viernes, 2 de octubre de 2020

(Día 1229) Inca Garcilaso considera que no toda la culpa la tuvieron quienes se rebelaron, sino también el rigor con que se aplicaron las leyes que les perjudicaban. Rodrigo Niño fue castigado porque se le escaparon presos. LA GASCA entendía por qué le ocurrió.

 

     (819) Inca Garcilaso nos remite a las nefastas consecuencias que tuvo el excesivo rigor del virrey Blasco Núñez Vela: "La áspera condición del virrey causó el levantamiento de todo el imperio del Perú, y la muerte del mismo virrey y otras muchas de españoles. Dado que el presidente La Gasca llevó la revocación de las ordenanzas, y mediante ella, y con su buena maña y diligencia, ganó todo el imperio, y se lo restituyó al emperador, no era justo, para el Rey ni para el presidente, hacer innovaciones sobre las ordenanzas, especialmente esta de anular el servicio personal de los indios, que fue una de las más aborrecidas, y así, La Gasca no quiso que se ejecutase sin que Su Majestad le oyese previamente de viva voz. Mas el Demonio, por estorbar la paz de aquella tierra, nublaba la prudencia de los consejeros reales para que no aconsejasen a su Príncipe (el futuro Felipe II) lo que convenía a la seguridad de su imperio, sino lo contrario. Y así se verá en las guerras de Don Sebastián de Castilla y de Francisco Hernández Girón, que sucedieron a las pasadas por la misma causa".

     Para aliviar tanta carga de problemas, Inca Garcilaso intercala una anécdota que detalla excesivamente, con un sentido del humor algo ingenuo, propio de aquellos tiempos. Lo resumiré. Se refiere a un hecho que ya vimos de forma breve, y aporta detalles nuevos. Llegó a Lima una carta de Hernando Niño (regidor de Toledo), en la que pedía que permitieran a su hijo, Rodrigo Niño, ir a España para tomar posesión de un mayorazgo. Pedro de la Gasca lo autorizó, pero debiendo llevar presos a 86 soldados de Gonzalo Pizarro condenados a galeras. Todo fue bien hasta llegar a Panamá, pero, poco más adelante, ya se le huyeron a Niño varios galeotes. Nos dice después el cronista: "Embarcado con el resto, estando ya cerca de Cuba, les salió al encuentro un navío de un corsario francés, que entonces no los había de otras naciones, como hoy los hay". Por idea de Rodrigo Niño, el capitán del barco, que no llevaba armas, se vistió de gala, se puso junto al palo mayor, mandó que todos se escondieran, mientras cinco galeotes, que eran músicos, se situaron en la popa a tocar solemnemente". Los piratas, asustados por cosa tan extraña, cambiaron de rumbo y desaparecieron.

     Pero, como era de esperar en un viaje tan largo, y sin ayuda para retener a los galeotes, se le fue mermando el 'rebaño' que llevaba. En La Habana se fugaron varios, así como en Cartagena de Indias y en algunas islas del Caribe: "La huida fue de tal manera, que, cuando llegó a Sanlúcar de Barrameda, no le quedaban más que 18 galeotes, y, de allí al Arenal de Sevilla, huyeron otros 17. Con el único que le quedaba, fue a entregarlo en la Casa de la Contratación, pero viendo que no había nadie por la calle, lo dejó libre, aunque no sin darle antes tres puñaladas leves echándole maldiciones. Luego entró en la Contratación para dar cuenta de los galeotes que se le habían confiado, alegando como justificación de lo ocurrido que no le hubiesen dado gente armada para retenerlos". Los jueces de la Casa de la Contratación, con gran dureza, lo condenaron a seis años de destierro en Orán como jinete de guerra, y a su costa, pero el príncipe Maximiliano de Austria, que allí estaba como gobernador por ausencia de su tío Carlos V, por tener en cuenta sus razones, y porque le cayeron simpáticos él y sus peripecias, lo dejó libre.

 

     (Imagen) No es de extrañar que, al toledano Rodrigo Niño, que llevaba presos a España, sin ayuda, a 86 soldados condenados a galeras, se le escaparan todos. Pedro de la Gasca comenta en su informe del 14 de octubre de 1548 que solía ocurrir, y que no le importaba demasiado, con tal de que desaparecieran de Perú: "El 27 de septiembre, envié de aquí a Panamá algunos condenados a galeras, para que de allí se enviasen a España. Fueron bien custodiados, pero, como el camino es largo, es muy probable que muchos se escapen, por lo que creo que, de unos 130 que hasta ahora se han enviado, no llegará a destino ni la mitad; no obstante, lo que más importa es que, puesto que no se les ha condenado a ser ejecutados, se vacíe de traidores esta tierra. Y esto se consigue embarcándolos hacia Panamá, porque, a unos cuantos que se soltaron de los navíos y lograron desembarcar en esas costas, se los ejecutó. Lo mismo se hará en Nicaragua, Guatemala o Nueva España (México) con los que por allí desembarcasen. Además, cuando partió de aquí el licenciado Ramírez, oidor de la Audiencia de Los Confines (la de Guatemala), llevó el propósito de procurar que se apresaran y castigaran a los que allá intentasen huir, y él es un hombre diligente y deseoso del servicio a Su Majestad".  A La Gasca le resultaban tan insoportables las quejas de quienes exigían ser premiados, que termina su informe diciendo que ya no puede aguantar más en aquellas tierras, y lo manifiesta con un tono de rebeldía: "Se atreven a hacerlo porque yo he usado un trato amistoso con ellos. Por eso, hace falta que venga en breve una persona a la que tengan el respeto que a mí me ha quitado la necesaria cercanía que me he visto obligado a tener con cada uno de ellos. Suplico a vuestra señoría (el presidente del Consejo de Indias) que se lo pida a Su Majestad, porque, si, para cuando Hernando Mejía viniese, no me dieran la licencia para ir a España, me vería obligado a tomármela. Crea vuestra señoría que, puesto que ahora oso tan abiertamente suplicarlo, me atreveré a hacerlo". El párrafo final es desafiante, pero fue un amagar y no dar, puesto que aún tuvo que permanecer en las Indias catorce meses. La imagen muestra el humilde homenaje que le han hecho en el minúsculo pueblo en el que nació, Navarregadilla de Ávila.




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