(833) Se diría que el motín estaba siendo
promovido principalmente por soldados de tropa, y que necesitaban escoger a
alguien con prestigio que lo encabezara: "Los revoltosos hicieron llegar
muchas cartas a Don Sebastián de Castilla y a capitanes de fama avisándoles de
que se guardasen del corregidor Hinojosa, porque los quería matar. En otras, le
amenazaban al propio corregidor con que habían de quitarle la vida". Se
sirve también Inca Garcilaso de lo que contaba el Palentino en su crónica:
"El licenciado Polo de Ondegardo, como Hinojosa no le hacía caso de sus
advertencias, le pidió al fraile guardián de la iglesia de San Francisco que le
convenciese a Pedro de Hinojosa, para que entrase en razón, pero, aunque lo
intentó, tampoco le hizo caso a él". Hasta Martín de Robles, tan ambiguo
en sus posiciones, le insistió, inútilmente, en que corría grave peligro. El
que estaba ya fuera de quicio ante tanta terquedad, era Polo de Ondegardo:
"Le dijo que todos los vecinos, y hasta las piedras, estaban de acuerdo en
que debía preparar una investigación y unas diligencias sobre asunto tan
peligroso. Pero Pedro de Hinojosa no quiso nunca retractarse, sino al
contrario: dijo con soberbia y jactanciosa insolencia que todos los soldados no
serían suficientes para atacarle si él se les enfrentaba. Y luego añadió que
nadie le hablara más de aquel asunto". Como si nada ocurriera, Pedro de
Hinojosa hablaba con unos y con otros con toda normalidad, incluso con los que
estaban implicados en aquel asunto, a quienes trató con simpatía: "De lo
cual quedaron muy contentos, y luego fueron a contárselo a Don Sebastián de
Castilla y a los demás confederados. Entonces se conjuraron todos para salir
por la mañana a dar principio a la rebelión, quitándose de encima el peso que
tanto les oprimía".
Toma el relevo Inca Garcilaso, y sigue
contando: "Los soldados acordaron matar al general Pedro de Hinojosa y
alzarse con la tierra. Los principales en esta reunión (en la ciudad de la Plata) fueron Don Sebastián de Castilla, Egas de
Guzmán, Vasco Godínez, Baltasar Velázquez, el licenciado Gómez Hernández y
otros soldados principales. Egas de Guzmán (que estaba en Potosí) había ido
a la ciudad, para tratar este asunto, con la excusa de pedir al general que le
consiguiese el perdón del Rey por la muerte de Hernán Mejía (recordemos que lo había matado en un duelo).
El bueno de Pedro de Hinojosa, tan descuidado de lo que a su vida convenía, lo
tuvo por bien, y le dio cartas en su favor para las autoridades de Potosí,
porque Egas quería resolverlo allí. Luego los soldados le enviaron un aviso a
esa ciudad para que se alzase con los compañeros que allí tenía en cuanto
supiese que habían matado al general".
Llegó, pues, el momento de asesinar a
Pedro de Hinojosa: "Se juntaron en la posada de Hernando Guillada, y Don
Sebastián de Castilla escogió siete compañeros que lo acompañasen el día
siguiente. Decidieron dejar en la posada a Garci Tello de Guzmán con unos
quince compañeros famosos, para ir divididos por las calles por si fuera
necesario socorrer a Don Sebastián. En la casa de Hernando Pizarro (preso en
España), que estaba abandonada, se pondrían otros diez, teniendo como
caudillo a Gómez Mogollón. Venida el alba, mandaron espías para que avisasen
cuando estuviera abierta la casa de Pedro de Hinojosa, con el fin de matarlo en
la cama antes de que se levantase".
(Imagen) Vamos a
entrar en otro proceso de guerra civil, con características más anárquicas que
las anteriores, pero, asimismo, terminado en fracaso. Los protagonistas principales
serán Don Sebastián de Castilla, Egas de Guzmán, Vasco Godínez y Francisco
Hernández Girón, este último, el más importante y peligroso. El descontento de
muchos soldados aumentó por aplicar los oidores de la Audiencia de Lima la
prohibición de la servidumbre de los indios. Pedro de la Gasca, por prudencia,
no lo quiso hacer, y también se oponía el virrey Don Antonio de Mendoza, pues lo
consideraba temerario, pero su grave enfermedad le impidió evitarlo. Todas las
alteraciones se produjeron al sur del territorio peruano, incluso en zonas que
actualmente pertenecen a Bolivia. En la imagen vemos subrayadas las ciudades
más afectadas: El Cuzco, Arequipa, La Paz y Potosí. El sevillano DON SEBASTIÁN
DE CASTILLA (del que ya hablamos), era hijo del Conde de la Gomera, y, en los
informes de Pedro de la Gasca, consta que había luchado bajo sus órdenes contra
Gonzalo Pizarro. El sevillano EGAS DE GUZMÁN era un hombre muy soberbio y
peleón, al que acabamos de ver en un duelo absurdo matando a Hernán Mejía.
VASCO GODÍNEZ, natural de Jerez de Badajoz, tenía mala entraña. Como vimos,
para conseguir en Arequipa que Martín de Robles se uniera a la rebelión, trató
de enemistarlo con Pablo Meneses, el corregidor de Charcas, diciéndole que
andaba cortejando a su mujer, Doña Juana de los Ríos, aunque todo quedó en nada
porque era falso. En ese desquiciado ambiente de rebelión, estos tres asesinaron
al excesivamente confiado corregidor PEDRO DE HINOJOSA, pero aquello tenía que
acabar mal. Se traicionaban entre ellos mismos, se asustaban de sus propias
barbaridades, y fingían arrepentimientos para conseguir el perdón del Rey. No
es de extrañar que, entre las tropas que los siguieron, estuviera un
trastornado al que ya conocemos, LOPE DE AGUIRRE. Fue por ello condenado a
muerte, y estuvo escondido un año, hasta que, beneficiándose de una amnistía,
se alistó para luchar contra el siguiente rebelde, Francisco Hernández Girón,
al que derrotaron, pero fue el preludio de la definitiva locura y muerte del
rebelde Aguirre por el Amazonas.
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