(831) El duelo que narra Inca Garcilaso
fue realmente rocambolesco. Se produjo entre dos militares famosos. Uno de
ellos era Pedro Núñez, a quien el cronista conoció en persona, y, el otro,
Baltasar Pérez. Pero era un duelo que derivaba de otro anterior, en el que
ellos habían sido padrinos de dos duelistas (a los que el cronista llama
ahijados suyos, como se diría en un bautizo). En un paroxismo de orgullo, Pedro
y Baltasar se retaron a un duelo echándose en cara que en el duelo anterior se
habían infringido las normas convenidas. Baltasar escogió como padrino a Egas
de Guzmán, "natural de Sevilla, uno de los más famosos y valentones que
había entonces en Perú". El otro se empeñó en serlo, aunque no lo habían
elegido: "Se llamaba Hernán Mejía, también natural de Sevilla, de quien
Egas de Guzmán hablaba muy mal porque presumía ostentosamente de su valentía.
Al saber que Egas era uno de los padrinos, consiguió, por pura pesadez, que
Pedro Núñez lo nombrase a él". Pronto fue Guzmán adonde Pedro pidiéndole que
no lo tuviese como padrino, ya que Mejía era un hombre vil e indigno de
apadrinar a un hidalgo, pues, entre otras cosas, "era hijo de una mulata
que vendía sardinas fritas en la plaza de San Salvador de Sevilla". Pero
no hubo manera de que Pedro Núñez consiguiera que Mejía renunciara a lo que le
había prometido con palabra de caballero. Al saberlo, Egas de Guzmán le dijo
algo muy amenazante a Mejía: "Le advirtió de que fuese bien armado al
duelo, pues él pensaba llevar puestos una cota y un casco".
Resulta que, llegado el momento, los
padrinos estaban más preocupados de su desafío que del duelo de sus 'ahijados',
a quienes dejaron abandonados, dedicándose ellos a pelear a cierta distancia.
En el cruce de lances, Mejía perdió el control por algo muy grave: "Egas
de Guzmán le clavó una daga en la frente a Mejía, metiéndola más de dos dedos,
y se quebró dentro. El Mejía, desatinado por la herida, huyó por el campo, fue
adonde estaban los ahijados, y, sin mirar a quién tiraba el golpe, dio una cuchillada
a Pedro Núñez, su ahijado, y pasó huyendo sin saber adónde". Por si fuera
poco, también Egas de Guzmán, para proteger a su ahijado, atacó a Pedro Núñez;
"Se defendió con los brazos, de manera que quedó hecho un andrajo y
tendido en el campo. Egas de Guzmán se refugió en una iglesia, y a Pedro Núñez
lo llevaron a un hospital, donde sanó de sus heridas, pero quedó tan lisiado
como hemos dicho. Hernán Mejía murió de la herida en la cabeza, porque no
pudieron sacarle la punta de la daga que en ella tenía metida. Otros muchos
desafíos hubo en esta tierra, no solo de los moradores de los pueblos, sino de
los caminantes que se topaban por los caminos".
Si algún interés tiene lo que acaba de
contar Inca Garcilaso, es el de servirnos como ejemplo de la anarquía que
habían generado tantos años de guerras civiles en las que uno de los bandos
estaba siempre liderado por un grupo rebelado contra la Corona. Aunque se había
pasado lo peor, quedaban las secuelas, y muchos resentidos dispuestos a
intentar nuevas alteraciones: "Cuando llegó el general Pedro de Hinojosa
como corregidor a las Charcas, halló más soldados de los que imaginaba, por las
esperanzas que él les había dado, o ellos habían tomado de sus dudosas
palabras. Por lo cual, se vio muy confuso y fatigado, al no poderlos acomodar
con el alojamiento y las provisiones que necesitaban".
(Imagen) Veamos el expediente de méritos
de DON GIL RAMÍREZ DÁVALOS. Se lo presenta al Rey para pedirle que le
recompense sus servicios, que narra en tercera persona. Lo resumo. Confirma que
luchó contra los indios de Jalisco (México), "donde le quebraron los
dientes y le hicieron otras heridas, así como que sustituyó al mariscal Alonso
de Alvarado como corregidor del Cuzco. Dice que allí sirvió muy bien a Su
Majestad: "Obligó a cumplir a los vecinos las disposiciones que el Rey
había ordenado, por lo cual le hicieron una conjuración Francisco Hernández
Girón y sus secuaces, e intentaron matarlo. Le prendieron (en la mencionada boda de Alonso de Loaysa), y saquearon su casa, donde
tenía más de diez mil pesos. Luego, estando así, entre grillos y cadenas,
quisieron cuatro veces cortarle la cabeza. Después le sacaron para enviarle a
la ciudad de Lima con veintiséis soldados y Piedrahita, capitán de Hernández
Girón, y, porque quiso persuadir a los que le llevaban para que se pusiesen al
servicio de Vuestra Majestad, quisieron darle garrote. Llegado a Lima (logró escaparse durante el viaje), se
puso bajo el Estandarte Real, y, a su costa, aportó algunos soldados, y batalló
en la guerra desde el principio hasta el fin, hallándose también en la batalla
de Pucará (donde fue derrotado
definitivamente Girón). Luego fue nombrado por el virrey Marqués de Cañete
gobernador de Quito y de otras cuatro ciudades". Este nombramiento fue un
premio, sin duda merecido, por sus méritos pasados y por su valía personal.
Llegado a Quito, continuaron sus logros. Siempre se le recordará como fundador
de varias ciudades. En 1557 estableció la ecuatoriana Cuenca (que hoy tiene más
de 300.000 habitantes), llamada así por ser nacido en su homónima ciudad
española el virrey que le encargó la misión, Andrés Hurtado de Mendoza (Marqués
de Cañete). Dos años después fundó Baeza, poniéndole el nombre de su propio
lugar de origen, y, posteriormente, Tena, en la zona en la que había iniciado
las exploraciones amazónicas Gonzalo Díaz de Pineda, más tarde fallecido al
servicio de la rebelión de Gonzalo Pizarro. Se desconoce la fecha del
fallecimiento de DON GIL RAMÍREZ DÁVALOS, pero el año 1575 aparece en un
registro como vecino casado en segundas nupcias, y con hijos de los dos
matrimonios.
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