(832) El general Pedro de Hinojosa tuvo
una discusión con Martín de Robles y Pablo Meneses, ya que no parecían
dispuestos a acoger en sus casas a algunos soldados de los numerosos que habían
llegado con ideas de rebeldía a la ciudad de la Plata (Las Charcas): "Les dijo que debían hacerlo, porque
ellos los habían llamado para utilizarlos en sus pendencias. Martín de Robles
le respondió que habían sido muchos los que los habían llamado, y que no les
atribuyese a ellos solos la culpa general. Dijo la palabra 'general' para dar
entender que él mismo los había llamado, porque Martín de Robles siempre
presumía de hablar maliciosamente, como más adelante veremos en algunos dichos
suyos". (Ya comenté que sus 'ingeniosidades' sarcásticas, al estilo de
Francisco de Carvajal, le hartaron al virrey Marqués de Cañete, y lo mató).
El ambiente en la ciudad de la Plata era
pésimo: "Hasta el punto de que algunos vecinos se ausentaron de ella por
no ver la desvergüenza de los soldados. Andaban ya tan al descubierto en los
tratos de su rebelión, que muchas veces le pedían al general Hinojosa que
cumpliese la palabra que les había dado de que, viéndose en las Charcas, sería
caudillo de todos ellos, pues ya no podían esperar más tiempo. El general los
entretenía con nuevas esperanzas, diciéndoles que, en cuanto recibiese de la
Audiencia de Lima su nombramiento como general, tendría más autoridad para
llevar a cabo lo que pensaban hacer. Pero él estaba muy ajeno a esas
intenciones, y, aunque es verdad que les había hecho promesas en Lima, con
palabras equívocas y confusas, viéndose ahora señor de doscientos mil pesos de
renta anual, quería gozarlos en paz, y no perder lo que con tanta facilidad
había ganado". Este detalle aclara lo que parecía un misterio. Se saca en
conclusión que Pedro de Hinojosa tuvo, en un principio, intenciones de
rebelarse, a pesar de la riquísima encomienda de indios que recibió de Pedro de
la Gasca tras la derrota de la Gonzalo Pizarro, pero, para eliminar sus
titubeos, fue decisivo el nombramiento de corregidor y capitán general de la
provincia de las Charcas que le otorgó el virrey Mendoza, después de advertirle
que "la lealtad al Rey era una preciosa joya".
Los soldados se hartaron de evasivas: "Decidieron matar a Pedro de Hinojosa y ponerse bajo las órdenes de Don Sebastián de Castilla, porque era el más querido por todos ellos. Lo decían tan públicamente, que algunos vecinos le dijeron a Pedro de Hinojosa que echara de su jurisdicción a aquella gente antes de que le quitasen la vida. Hasta el licenciado Polo de Ondegardo le pidió que lo nombrara su teniente, solo por un mes, para proteger su vida, y librar la ciudad del riesgo del levantamiento que aquellos soldados pretendían hacer. Pero Pedro de Hinojosa estaba tan confiado en su mucha riqueza y en el cargo que tenía, que no hacía caso de cuanto le decían, ni de cuanto él veía con sus propios ojos". Lo que vamos a ver después es que los cronistas coinciden en la increíble terquedad con que Pedro de Hinojosa hizo caso omiso de las numerosas advertencias que le llegaron, desde distintas personas, para que tomara en serio el grave peligro que corría su vida. Más que ceguera, aquello parecía el resultado de una demencial exhibición de valentía y seguridad en sí mismo.
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